El Sol eclipsado... ¿es coincidencia?
HOMBRES reverentes a menudo se han maravillado de lo inteligentemente que está diseñado el sistema solar. El Creador colocó a la Tierra exactamente a la distancia correcta del Sol para que recibiera la luz y el calor apropiados que hicieran posible la vida. También, la distancia a que está la Luna está bien equilibrada para el desempeño de sus servicios a la Tierra... no está demasiado lejos para dar luz adecuada en la noche, ni tan cerca que las mareas alcancen alturas desastrosas.
Pero, ¿sabe usted que este ajuste de la distancia que permite condiciones ideales de vida en la Tierra también es esencial para hacer posible la belleza del eclipse total del Sol?
En diámetro el Sol realmente es 400 veces más grande que la Luna, pero la distancia a que está de la Tierra también es 400 veces la de la Luna. Si la Luna estuviese perceptiblemente más cerca borraría la cromosfera y gran parte de la corona del Sol. Si solo estuviera un poco más alejada, sería demasiado pequeña para cubrir el Sol y jamás podríamos ver un eclipse total.
¿Es solo coincidencia que el Creador, que dio a la Tierra una atmósfera hermosamente transparente para que sus habitantes inteligentes pudieran ver y estudiar el universo; que también proveyó una variedad interminable de formaciones de nubes que jugaran con la luz del Sol y produjeran puestas de Sol de belleza suntuosa; que pinta el cielo tan deleitablemente con el maravilloso arco iris... que también haya puesto a la Luna en una órbita tal que diera al hombre un raro vistazo de la gloria del Sol eclipsado?
Considere además que el tener este espectáculo es un don singular a la Tierra. No sucede en otros planetas, que no son habitables. Las dos lunas de Marte son tan diminutas que no cubrirían el Sol según se ve desde Marte. Júpiter tiene lunas más grandes, pero están tan cerca que parecerían mucho más grandes que el Sol para alguien que estuviese en la superficie de ese planeta. Pero aun en la Tierra el espectáculo del eclipse total está lejos de ser común.
Hubo un eclipse total del Sol en marzo pasado, pero muchos de los espectadores quizás no hayan comprendido plenamente lo rara que en realidad es esa experiencia.
Al consultar un almanaque, aprendemos que el eclipse total realmente sucede en la mayoría de los años en alguna parte de la Tierra. Ha habido cuarenta y nueve en este siglo. Pero es muy probable que esta “alguna parte” sea sobre los océanos, que cubren el 71 por ciento de la superficie de la Tierra. Además, la mitad del área terrestre es desierto, selva, tundra o campo de hielo deshabitados. Pocos de los eclipses son visibles en zonas pobladas. Si uno se queda donde está, puede esperar ver un eclipse total solo una vez en 360 años... y entonces hay probabilidad de que el día esté nublado. Nueve personas de cada diez podrían vivir y morir sin disfrutar jamás de esta experiencia. Por otra parte, si uno puede viajar unos cuantos centenares de kilómetros al tiempo apropiado, probablemente tenga la oportunidad de ver por lo menos una vez en su vida un eclipse total.
¿Por qué debería ser visible cada vez para tan pocos tan magnífica exhibición? Porque la sombra de la Luna es muy pequeña donde da sobre la Tierra. Sería más grande si la Luna fuese más grande o estuviese más cerca, pero eso, como hemos visto, echaría a perder el espectáculo. De modo que la sombra de la Luna tiene que medir solo 160 kilómetros más o menos de un lado al otro, y viajando como lo hace a más de 1.600 kilómetros por hora, solo puede cubrir un lugar por unos cuantos minutos. Comprendiendo esto, nos maravillamos de la sabiduría del Creador que se muestra en su diseño de esta maravilla.
Realmente, quizás deberíamos sentirnos descontentos, no con la rareza del eclipse, sino con la brevedad de la vida. Es verdad que Aquel que diseñó el eclipse total lo hizo para que se viera solo tres veces en un milenio. Pero por otra parte, como muestra la Biblia, Él diseñó al espectador para que viviera eternamente.