El amor romántico... ¿puerta a un matrimonio feliz?
EL MATRIMONIO puede traer consigo muchos galardones satisfactorios y mucha felicidad. Generalmente, las personas solteras, jóvenes y no tan jóvenes, esperan disfrutar de felicidad en el matrimonio. Como lo expresó en cierta ocasión uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: “La felicidad de la vida doméstica es el primer favor del cielo.” Aunque quizás no sea el primer favor del cielo, ciertamente es uno de los favores del cielo, y al Creador dirigimos nuestra gratitud por hacer esto posible.
Pero muy a menudo el matrimonio no resulta en tal felicidad. Especialmente sucede esto en el caso de los adolescentes. En los Estados Unidos la mitad de sus matrimonios acaban en divorcio. Y ese dato estadístico no da toda la triste historia. Si la mitad de esos matrimonios se disuelven legalmente, ¿cuántos otros acaban en separación o se toleran porque la separación solo empeoraría las cosas? ¡El hecho de que aproximadamente la mitad de las novias adolescentes están encintas cuando se casan da más énfasis a lo leve que es la probabilidad de felicidad para muchas de ellas!
¡Esa maravillosa sensación!
¿A qué se debe el que muchos matrimonios no resulten en felicidad? Sin duda en muchos casos se debe a que la pareja que se unió en matrimonio confió demasiado en el amor romántico. En otras palabras, en su unión el poder de la atracción sexual desempeñó el papel dominante. No hay duda de que el estar enamorado puede ser una sensación muy agradable.
Sin embargo, tocante al amor romántico un diccionario nos dice que “entraña emoción que tiene poca relación con las cosas como realmente son, y que más bien se deriva de lo que uno se imagina que idealmente deberían ser o del concepto que uno se ha formado de ellas por la literatura, el arte, los sueños o cosas semejantes.”
El amor romántico, basado en la atracción que entre sí sienten los miembros de sexos opuestos, puede decirse que es una reacción química; es decir, se debe al poder de las hormonas sexuales. Pero la felicidad genuina envuelve mucho más que una reacción química.
El Creador implantó en los sexos una fuerte hambre mutua a fin de que la raza humana pudiera seguir siendo fructífera y multiplicándose. También aconseja al hombre ejercer gobierno de sí mismo en cuanto a ello. El amor romántico puede ser la puerta al matrimonio feliz solo si se mantiene en su lugar.—Gén. 1:28.
Entre los problemas que pueden surgir del amor romántico está el hecho de que lleva a sufrir frustraciones. ¿Por qué? Porque el amor romántico infunde en los jóvenes expectativas que no cuadran con la realidad, como la de un paraíso emocional donde se satisfaga todo deseo suyo. A menudo hace que piensen que todos sus problemas que resultan de mal juicio, falta de gobierno de sí mismos, etc., se resolverán si se casan felizmente. Pero lo más probable es que el matrimonio multiplique esos problemas.
El amor romántico hace que los jóvenes esperen demasiado. Y cuando descubren que su ideal no se está realizando tienden a considerar su matrimonio un fracaso. Sin embargo, entre nosotros no hay personalidades perfectas. No podemos ejercer juicio perfecto; por eso, ¿cómo se podría esperar un matrimonio perfecto?
El amor romántico, al que se le hace parecer tan deseable, a veces tienta a los jóvenes a mostrar falta de honradez, lo que también resulta en frustración. La mujer joven quizás recurra a muchos artificios, como el de decir lo que ella sabe que él quiere oír en vez de lo que ella en realidad piensa. Y, no contenta con teñirse el pelo y con el maquillaje, es posible que también recurra a usar añadidos que le den una figura atractiva. Por otra parte, el joven quizás esté muy endeudado y no se le dé a saber a ella, o quizás afirme estar ganando más dinero del que gana.
La juventud tiende a pasar por alto el hecho de que el amor romántico no es necesariamente cariño verdadero. De hecho, lo más probable es que sea egoísta en vez de altruista, aunque el enamorado posiblemente no esté consciente de ello, porque “engañoso es el corazón [humano] más que todas las cosas.” (Jer. 17:9, Moderna) A menudo el amor romántico no resulta en un matrimonio feliz; por otra parte, es enteramente posible un matrimonio feliz sin amor romántico. El amor romántico se pudiera asemejar al postre de una comida. Aunque quizás a uno le guste lo dulce, sería necedad el pedir las comidas solo por el postre que las acompaña, o tratar de vivir solo a base de postres.
El peligro del apasionamiento
Otra razón por la cual el amor romántico quizás no sea necesariamente la puerta a un matrimonio feliz es que fácilmente puede disfrazarse de cariño sincero cuando realmente es apasionamiento. ¿Cuál es la diferencia? Se define el apasionamiento como “apego fuerte e irrazonable, especialmente a algo no merecedor de apego.”
El apasionamiento por lo general se basa en fuerte atracción física, y desatiende otros factores esenciales. Por ejemplo, pudiera decirse que el rey David se apasionó con Bat-seba porque, como dice el registro, “la mujer era de muy buena apariencia.” Pero fue apasionamiento, porque él no consideró que ella pertenecía a otro hombre, pues era esposa de Urías, uno de los guerreros más capacitados del rey David, y que él estaba haciendo que ella cometiera adulterio. Tampoco tomó en cuenta las malas consecuencias que podrían producirse, y que se produjeron en este caso, con gran dolor y pesar para David.—2 Sam. 11:1–12:23.
El hecho de que el amor romántico puede llevar al peligro del apasionamiento lo ilustra bien la siguiente historia de la vida real. La joven era bonita y popular. Era una cristiana dedicada que rendía servicio en un país subdesarrollado, lejos de su país natal. Cierto joven capacitado y prometedor que era compañero creyente de ella se interesó mucho en ella, pero ella no le prestó atención. ¿Por qué? Porque evidentemente él carecía de atractivo físico. Ella esperaba a alguien que ‘la pusiera en las nubes,’ como lo expresó.
Un día conoció a un nativo aparentemente galante que la ‘puso en las nubes.’ Él aparentemente mostró interés en la religión de ella, pero no era un hombre de principios cristianos. Una indiscreción condujo a otra, y en poco tiempo ella se encontró encinta por un hombre que no tenía intención alguna de casarse con ella. El escándalo resultó en que fuera excomulgada de su comunidad cristiana. Arrepentida, fue restaurada al debido tiempo a buena reputación, y hoy está casada con un cristiano maduro y es madre de varios hijos. Pero, ¡qué difícil modo de aprender que el amor romántico puede conducir hasta el peligro del apasionamiento y que éste en sí no es una puerta segura a un matrimonio feliz!
Sí, el apasionamiento solo piensa en los placeres del presente o del futuro inmediato. Es sumamente falto de perspicacia. Ha sido descrito como ‘prisa por aparearse,’ y a lo más solo es temporal. El cariño verdadero no es falto de perspicacia. Considera las cosas con pensar de largo alcance, dispuesto a negarse cosas de menos importancia hoy para poder tener cosas de más importancia mañana.
Hay un adagio que dice que ‘el amor es ciego.’ Pero el amor que es guiado por principios no es ciego. Tiene ojos para ver las cualidades y posibilidades que otros no ven. Ni siquiera es ciego a las faltas; si así fuera, las Escrituras no dirían que “el amor cubre una multitud de pecados.” (1 Ped. 4:8) Para cubrirlos, el amor tiene que estar al tanto de ellos. El apasionamiento es lo que es ciego. Solo ve lo que quiere ver, y así atribuye virtudes al que carece de virtud y altruismo al que es egoísta.
Otra señal del apasionamiento es que tiende a pasar por alto el consejo o deseos de otros. La persona que tiene cariño verdadero está dispuesta a escuchar a otros y aprovechar el juicio y consejo de ellos. Por eso las estadísticas indican que cuando los padres aprueban un matrimonio hay mucho mayor probabilidad de felicidad en el matrimonio que cuando lo desaprueban. Lo mismo aplica a los amigos íntimos.
En países como los Estados Unidos donde el amor romántico desempeña el papel dominante al escoger cónyuges, uno de cada cuatro matrimonios acaba en divorcio. Sobre el amor romántico, la psicóloga Dra. J. Brothers dijo en una ocasión: “El amor romántico es un fraude. . . . Es un fraude porque es temporal. Nadie permanece enamorado; no en el sentido romántico de sentirse uno electrizado en la cercanía de la otra persona, y débil y ansioso cuando no lo está . . . La única necesidad absoluta es sentido común fundamental.”
Y escribe de manera semejante el Dr. Hines, profesor de sociología, en su libro, So You’re Thinking of Marriage: “Al afrontar el problema de encontrar cónyuge es muy importante que los jóvenes minimicen tanto como puedan su romanticismo. Es completa tontería el suponer que en alguna parte del mundo hay un cónyuge perfecto. Cualquier hombre normal puede hallar, buscando adecuadamente, a muchas personas que podrían ajustarse mutuamente con él en un matrimonio feliz y satisfactorio. Los jóvenes deben comprender que por miles de años se ha acostumbrado que los padres o casamenteros concierten los matrimonios.”
Tocante a esto, considere al pueblo del Japón. Acerca de él, McCall’s de noviembre de 1966 dice: “Los japoneses, que no cifran mucho la fe en el amor romántico, piensan que el cariño crece después del matrimonio y no tiene que existir antes del matrimonio, y que los hijos . . . fortalecen el vínculo entre el esposo y la esposa. ¿Son felices las japonesas con su vida? Muchas están contentas, pues las satisfacciones emocionales y culturales de que disfrutan son considerables . . . Un matrimonio japonés es más frío y menos excitante, pero tiene mayor probabilidad de durar... sea por necesidad o por selección.”
Otro informe pinta un cuadro semejante tocante a Alemania: “Las ideas románticas prevalecen menos en este país que cuestiones básicas como ingresos, compatibilidad, fidelidad, confiabilidad y responsabilidad mutuas.” Allí funcionan más de 260 oficinas matrimoniales; éstas dan cuenta de uno de cada diez matrimonios. Muchas publicaciones periódicas también tienen anuncios de los que buscan cónyuge, un anuncio típico de los cuales dice: “Tengo 25 años de edad, mido 1 metro 73 centímetros de altura y soy modelo profesional. Pero no me gustan los Casanovas y estoy interesada en cosas serias. Mi deseo en la vida es ser la esposa amorosa de alguien, no un juguete. . . . Si esto es lo que usted quiere de la vida, entonces escríbame.”—Newsweek, 29 de marzo, 1965.
En contraste con esos países están los Estados Unidos, acerca de cuya preocupación con el amor romántico el antropólogo Ralph Linton dijo en cierta ocasión: “Todas las sociedades reconocen que a veces hay apegos violentos entre personas del sexo opuesto, pero nuestra cultura norteamericana de la actualidad es la única que ha tratado de aprovecharse de éstos y hacerlos la base del matrimonio.” El hecho de que es el enfoque y no necesariamente la gente lo que tiene la culpa se puede ver por los resultados de la Fundación Científica del Matrimonio. Ha contribuido a producir 10.000 matrimonios, y la proporción de divorcio de éstos solo es de una décima del 1 por ciento. Bien ha dicho un prominente historiador de los Estados Unidos que quizás sería mejor que muchos norteamericanos “concentraran en desinflar las expectativas indebidas, recobrar la disciplina y reconocer que el amor romántico, aunque es la más hermosa de las experiencias humanas, no es un modo de vivir garantizado divinamente.”
La posición de la Biblia
La Palabra de Dios, la Biblia, no condena al amor romántico en sí. De hecho, nos habla de un caso sumamente hermoso de amor romántico, el de Jacob, de 77 años de edad, para con la hermosa doncella Raquel, “de hermosa figura y de hermoso semblante.” Se enamoró de ella y su amor fue tal que los siete años que sirvió por ella a Labán, padre de ella, “a sus ojos resultaron como unos cuantos días.”—Gén. 29:11-20.
Pero al mismo tiempo la Palabra de Dios advierte contra la idolatría, y el amor romántico fácilmente puede resultar en idolatrar a una criatura si no se controla. Por otra parte, bajo el encanto del amor romántico o la atracción física los jóvenes tienden a minimizar cosas más importantes, como las capacidades mentales y espirituales. Si una persona toma en serio el servir a su Hacedor, Jehová Dios, entonces debe asegurarse de que la persona que piensa tomar como compañía de toda la vida toma igualmente en serio el servir a Jehová Dios. En particular, el cristiano no debe considerar ni por un instante el envolverse emocionalmente con un incrédulo, sin importar lo romántico y encantador que parezca ser. Claramente el inspirado apóstol Pablo manda: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos.” Cásense, “pero en el Señor.”—2 Cor. 6:14; 1 Cor. 7:39.
El prestar atención a la Palabra de Dios evitará las desilusiones, los desengaños y las frustraciones que tan a menudo produce el amor romántico. Nos ayuda a entender que al amor romántico no se le debe considerar como el deleite supremo de las criaturas humanas. Más que eso, la Palabra de Dios también muestra que el matrimonio de seguro trae consigo pruebas y problemas. Templan el idealismo y entusiasmo de la juventud en cuanto al deleite matrimonial las palabras sobrias del apóstol Pablo de que los que se casan “tendrán tribulación en su carne.” (1 Cor. 7:28) Un observador perspicaz de la naturaleza humana dijo en cierta ocasión: “Alguien es responsable de imponer en nuestro mundo la noción fantástica de que el matrimonio es fácil.”
El amor romántico puede ser algo hermoso y puede ser la puerta a un matrimonio feliz. Pero a menos que esté acompañado por la razón, el gobierno de uno mismo y el buen juicio, es mucho más probable que sea la puerta a la infelicidad. Por lo tanto se pudiera decir que, aun sin amor romántico, cualidades como la razón, el gobierno de uno mismo y el buen juicio tienen más probabilidad de resultar en felicidad que el amor romántico sin estas virtudes sustanciales. De modo que no exagere el valor del amor romántico. Quizás no sea la puerta a un matrimonio feliz, y ciertamente no es la única puerta a la felicidad en el matrimonio.
[Ilustración de la página 5]
Bajo el encanto del amor romántico, los jóvenes tienden a minimizar los requisitos mentales y espirituales de vital importancia