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  • Si los faros pudieran hablar
  • ¡Despertad! 1971
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  • Ubicación de los faros
  • Para verse y oírse
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¡Despertad! 1971
g71 22/2 págs. 24-26

Si los faros pudieran hablar

SIN duda usted nos ha visto de centinela en las costas rocosas alrededor del mundo. Quizás haya sido en el Canadá, los Estados Unidos, el cabo de Buena Esperanza barrido por los vientos, las islas esparcidas de los siete mares, o quizás cerca de las playas atrayentes, bañadas de sol, de Portugal, donde sucede que estoy ubicado. En un día asoleado se me puede ver descollando a 54 metros sobre el nivel del mar en el punto más occidental de Europa. Soy un faro.

Mi luz centelleante es una vista bien acogida entre los que se encuentran en el mar oscuro, agitado por la tormenta. Hasta el sonido quejumbroso de mi sirena de niebla consuela cuando envío señales sonoras a los oídos de los que no pueden ver. Pero, ¿se ha preguntado usted cómo llegamos a existir nosotros los faros, y cuándo? ¿Cómo cree usted que llegamos a nuestro importante estado actual en las rutas marítimas del mundo?

Alguna historia sobre los faros

Uno de mis antepasados fue contado entre las siete maravillas del mundo de la antigüedad. Alrededor de 280 a. de la E.C. Ptolomeo II construyó una voluminosa torre de 120 metros en la isla de Faros, a poca distancia de Alejandría, Egipto. En la parte superior de la torre se conservaba un fuego llameante alimentado con madera para suministrar guía segura a los buques del Mediterráneo. El Faro de Alejandría, aquel faro de la antigüedad, tomó su nombre de la isla y señaló el nacimiento de la farología, la ciencia del diseño e ingeniería de los faros. Esta historia antigua también se refleja en la palabra portuguesa para faro, a saber, farois.

Sin embargo, fue durante el siglo dieciséis, cuando los hombres comenzaron a abrir rutas comerciales, que realmente nos hicimos populares. Uno de mis más antiguos compañeros faros que todavía existe se encuentra en la costa del noroeste de España, en la Coruña. Fue reconstruido para 1634 E.C., y contiene parte de la torre que se construyó durante el reinado del emperador romano Trajano (98-117 E.C.). Ese solo fue uno de los muchos que edificaron los romanos alrededor de las costas de Europa. Después de la conquista de Inglaterra, por ejemplo, edificaron faros en puntos identificados ahora como Dover y Boloña. Mi primer pariente norteamericano fue establecido en la isla Little Brewster, cerca de Boston, Massachusetts, en el año 1716.

Mientras tanto se han dado tremendos pasos en la farología. Las muchas etapas por las que hemos pasado se pueden señalar por los materiales que se han usado para alumbrar. Habiendo comenzado con un faro que daba luz por fuego alimentado con madera, desde entonces hemos utilizado hulla, velas, lámparas de aceite, petróleo y electricidad. Hoy se utilizan radiofaros y energía atómica.

Ubicación de los faros

A menudo la gente se pregunta qué determina la ubicación de un faro. Algunos están relativamente cerca del nivel del mar, mientras que otros descuellan eminentemente sobre sus alrededores como proyectiles que estuvieran listos para ser lanzados al espacio exterior. Hay varios factores que considerar, no siendo el menor de ellos el peligro inmediato contra el cual guardarse, como cayos peligrosos o litoral dentado. Además, hay el estado general del terreno circundante. Muy vital, también, es el alcance que debe tener nuestra luz.

En el río Tajo, por ejemplo, los faros no son de gran altura porque no hay que abarcar con la luz gran distancia. Mi altura, por otra parte, permite que mi luz se vea hasta una distancia de cuarenta y ocho a cincuenta y cinco kilómetros en el mar en una noche despejada. Es verdad que mi torre solo mide 6,71 metros de altura, pero está en roca sólida a 47 metros sobre los tonos cambiantes de azul y verde del agua allá abajo.

El alcance geográfico de una luz depende de dos cosas: su altura y la altura del observador sobre el nivel del mar. Por ejemplo, imaginémonos que en un día despejado alguien está en la cubierta de un barco a cuatro metros y medio sobre la superficie del agua. A esa altura el horizonte está a 7,14 kilómetros de distancia. El alcance de horizonte de una luz a 36,5 metros sobre el nivel del mar es de 20,21 kilómetros. De modo que si sumamos los dos tenemos el alcance geográfico de la luz, a saber, 27,35 kilómetros de mar.

Para verse y oírse

Puesto que vidas de viajeros dependen de nuestra luz, se hace todo lo posible para mantenerla brillando. Casi todo lo que se necesita para mantener ardiendo mi luz se proporciona en duplicado, y algunos artículos en triplicado. Tengo seis generadores, dos de los cuales son de treinta caballos de fuerza. Además de usar baterías, tengo otro sistema que se basa en petróleo.

Mi luz la produce un foco de 3.000 vatios que está fijo centralmente dentro de un lente prismático dióptrico, de metro y medio de diámetro, de forma algo semejante a barril. Eso quiere decir que es la clase de lente prismático que ayuda a la vista por medio de refractar y enfocar la luz. Este lente mide 1,83 metros de alto. Parte del lente está oscurecido por una pantalla, de modo que la luz se oculta por varios segundos cada vez que gira el lente. De esta manera produzco cuatro destellos consecutivos de luz blanca, cada uno de tres segundos de duración, seguidos de seis segundos y medio de oscuridad.

Unas veinte luces principales abarcan la costa de Portugal, y cada una de ellas tiene su propia personalidad distintiva. Los marineros experimentados saben de memoria nuestras diferentes frecuencias de luz, y pueden saber inmediatamente dónde están situados al ver el patrón de nuestros destellos. Para los de menos experiencia o memoria más deficiente, nuestras claves están alistadas en los manuales y cuadros de los buques.

La luz no es nuestro único don a los marineros. Cuando la niebla u otras condiciones del tiempo oscurecen nuestras poderosas luces, todavía podemos ofrecer sonido. Quizás los marineros de agua dulce no aprecien el monótono sonido de nuestras sirenas de niebla, pero es música grata al oído de los que están envueltos en la niebla pavorosa de un mar oscuro como boca de lobo. Entonces es cuando se revela otra faceta de mi personalidad. Doy tres toques de cuatro segundos de duración cada uno, y entonces permanezco callado por diecisiete segundos. Estos toques penetran en el silencio de una noche neblinosa a una distancia de veintisiete kilómetros.

Puesto que soy un faro moderno encaramado en un punto estratégico en tierra, todavía tengo otra manera de dar ‘luz’ a los que están en peligro. Uso indicaciones con radiofaro. Cada uno de nosotros, los faros, tenemos nuestra propia clave de radio o Morse que identifica quién es uno y dónde está. Mis señales de radio pueden ser captadas por naves equipadas con radio a una distancia de ochenta y siete kilómetros. Leyendo o haciendo una comparación con alguna otra señal pueden determinar, más o menos dentro de ochocientos metros, exactamente dónde están. Envío mi clave cada veinte segundos. Cuando el tiempo malo lo requiere, lanzo mi muy apreciada señal cada cinco segundos.

Nuestro devoto personal

No muchos de nosotros, los faros, podemos hacer todo por nosotros mismos. Verdaderamente apreciamos a los hombres que nos cuidan y nos mantienen siempre listos para desempeñar nuestro servicio salvavidas. Ellos tienen excelentes oportunidades de ver la belleza de la obra de Dios en la puesta de un Sol carmesí sobre un mar silencioso, tranquilo, o en el poder de las olas que golpean implacablemente la costa rodeada de rocas. Se dice que para adaptarse a la soledad y rutina de la vida de un guardafaro uno tiene que nacer para ello o tener ‘sangre de marinero’ en las venas. ¿Es cierto esto? No, porque los guardafaros viven bajo una extensa variedad de condiciones.

Mucho depende de la ubicación del faro. Aquí en Cabo da Roca solo estamos a una hora en auto de Lisboa. Por eso los nueve hombres que me cuidan de ninguna manera están aislados. Sin embargo, hay muchos guardas cuyo único contacto con el mundo acontece una vez al mes o a menudo hasta menos, cuando el barco de abastecimientos hace su visita regular. Ahora el trabajo de los faros aislados y más antiguos se está efectuando con equipo completamente automático que se maneja por control remoto desde tierra firme.

Y la vida de un guardafaro de ninguna manera es aburrida. Durante el día, a intervalos regulares se efectúan observaciones que contribuyen a suministrar servicio meteorológico. Información sobre la condición del mar, la fuerza y dirección del viento, la presión barométrica y las condiciones de las nubes se recoge con regularidad para que se puedan proporcionar pronósticos del tiempo. La aviación, también, se beneficia por nuestro servicio, pues envío una señal de luz que da indicación a los pilotos de que se están acercando al continente europeo.

Antes de terminar tengo que recordarle que también soy una atracción turística. De modo que la siguiente vez que usted desee hacer algo diferente, algo educativo, ¿por qué no me visita? Quizás usted no pueda venir a Portugal, pero si vive cerca de la costa, debe haber uno de mis parientes cerca de donde usted está. Estoy seguro de que a usted y su familia les sería placentero aprender más acerca de nuestra familia de faros por experiencia y observación propia, y ciertamente les agradaría la belleza natural, silvestre, que por lo general rodea a un faro. Usted descubrirá que los hombres que nos manejan son gente feliz, amigable, y que con gusto le dirán más acerca de los servicios valiosos que desempeño, cosas que yo mismo quisiera decirle... ¡si los faros pudieran hablar!

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