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¡Despertad! 1971
g71 22/9 pág. 22

“Los que demoraron demasiado su huida”

CUANDO el monte Vesubio hizo erupción en agosto de 79 E.C., muchas personas de Pompeya perdieron la vida porque demoraron demasiado su huida a la seguridad. Unos arqueólogos que excavaron en las ruinas de esta ciudad descubrieron que muchas personas trataron de continuar disfrutando por más tiempo de lo que estaban haciendo cuando aconteció el desastre volcánico. Otras estaban demasiado absortas en su rutina cotidiana de la vida. Y el egoísmo de otras impidió que escaparan, por tratar de llevar consigo sus joyas u otros objetos de valor.

C. W. Ceram describe la prueba arqueológica de esto en su libro Gods, Graves, and Scholars. Escribe: “Las palas de los excavadores pusieron al descubierto toda suerte de tragedias de familia, escenas de madres, padres e hijos atrapados en absoluto apuro. Se halló a madres que todavía llevaban a sus hijos en los brazos, protegiéndolos con el último pedacito de velo mientras ambos se sofocaban. Se sacó a hombres y mujeres que habían reunido sus joyas u otros objetos de valor, habían llegado hasta la puerta de la ciudad, y allí se desplomaron bajo el granizo pétreo, todavía abrazados a su oro y cosas preciosas. En el umbral de una casa se halló a dos jóvenes que habían titubeado hasta que fue demasiado tarde, con la intención de regresar a la casa y salvar algunos de sus tesoros.

“Se halló cuerpo tras cuerpo en la Puerta de Hércules, todos los cuerpos amontonados, y todavía sobrecargados de los enseres domésticos que se habían hecho demasiado pesados para seguir arrastrándolos.” Ceram hace notar que el primer cuerpo que fue descubierto estaba “estirado a todo lo largo sobre el piso . . . con monedas de oro y plata que habían rodado de manos huesudas que todavía se esforzaban, parecía, por apretarlas.”

“En un edificio adyacente siete niños habían sido sorprendidos por la muerte mientras jugaban inocentemente en una habitación. En otra estructura más se hallaron treinta y cuatro cuerpos, y con ellos los restos de una cabra que, atemorizada, había entrado apresuradamente para buscar seguridad entre la humanidad. Ni el valor de la serenidad ni la fuerza bruta ayudaron a los que demoraron demasiado su huida.”

Así sucede, también, en estos “últimos días” del presente sistema de cosas. Muchas personas, muy ocupadas en empeños materialistas y las “inquietudes de la vida,” postergan el estudio de la Palabra de Dios. Imprudentemente demoran la huida de este sistema de cosas condenado a la destrucción. No sea usted una de ellas.—Luc. 21:34-36.

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