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  • Dos lados tiene la historia
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¡Despertad! 1971
g71 22/8 págs. 13-16

Dos lados tiene la historia

HAY un viejo adagio que dice más o menos esto: “Sí importa de quién sea el buey que está siendo acorneado.”

La moraleja de este dicho es que el mismo acontecimiento puede parecer diferente a diferentes personas. Depende de los antecedentes de cada una y del interés que tenga en el asunto.

Por lo general es más fácil que uno sea generoso e imparcial en cuanto a un problema mientras no esté muy envuelto en él. Pero, ¿qué sucede si el problema se muda al propio traspatio de uno, por decirlo así? Entonces quizás se incline a considerarlo con un punto de vista diferente.

Las naciones son como la gente en este respecto, salvo que sus actitudes afectan a millones de personas y el curso de la historia mundial. Mientras un problema no toque directamente a una nación, puede ser muy noble y generosa en su punto de vista. Pero tan pronto como el interés nacional está directamente envuelto, su posición puede cambiar rápidamente.

Es por eso que dos países pueden asumir puntos de vista diametralmente contrarios en cuanto al mismo problema o punto histórico. Sin embargo, esto no significa que uno (o ambos) esté mintiendo deliberadamente, aunque podría ser así. En realidad, quizás ni siquiera se den cuenta de que están presentando interpretaciones casi totalmente diferentes de los mismos acontecimientos.

Un vistazo a unas cuantas situaciones históricas revelará que esto es cierto. Nos ayudará a comprender que las desavenencias entre las naciones son casi inevitables bajo los sistemas políticos de hoy. También da énfasis a lo urgentemente que necesita toda la humanidad un mejor sistema de gobierno.

El ciudadano de término medio de los Estados Unidos sabe ciertos “hechos” acerca del Canadá, el vasto país que está al norte de él. Pero su información tal vez no pase más allá de saber que allí viven descendientes de los ingleses, franceses y estadounidenses, que ven la aurora boreal y que la Policía Montada ‘siempre captura al que busca.’ Y tal vez haya oído acerca de las quíntuples Dionne.

Uno de esos “hechos” que asume el estadounidense de término medio es que durante los pasados dos siglos los canadienses en general han sentido afecto por los estadounidenses. De hecho, tal vez le parezca que sin duda los canadienses hubieran estado dispuestos a formar parte de los Estados Unidos si los gobiernos británico o canadiense lo hubieran permitido. Pero, ¿ha sido realmente así?

Una consideración de la historia desde el punto de vista del Canadá revela muchas cosas que generalmente desconocen o pasan por alto casi todos los estadounidenses. Por ejemplo, a ellos les parecería difícil creer que los canadienses no siempre opinan tan favorablemente de sus vecinos al sur. Esto se debe a que la mayoría de los estadounidenses no recuerdan, si alguna vez lo supieron, que los primeros canadienses de habla inglesa eran ‘realistas.’

Estos ‘realistas’ fueron personas que optaron por permanecer leales al régimen británico cuando las trece colonias norteamericanas se rebelaron contra Inglaterra en la década que comenzó en 1770. Aunque los colonos consideraban su acción como una rebelión contra la tiranía, los ‘realistas’ la consideraron como una rebelión contra la ‘ley y el orden’ establecidos. De nuevo, dependía de a quién pertenecía el ‘buey’ que se estaba considerando.

Las chusmas antibritánicas embreaban, emplumaban y a veces hasta asesinaban a los ‘realistas,’ que se vieron obligados a huir, literalmente, para salvar su vida. Se fueron al Canadá. En la mayoría de los casos perdieron su propiedad personal y tierras, que fueron confiscadas y que jamás les fueron pagadas.

Se comprende que a los aproximadamente 50.000 o más estadounidenses que optaron por apoyar el gobierno de Inglaterra no les gustaba el país del cual tuvieron que huir, o no confiaban en él. Y los acontecimientos de los siguientes cien años efectuaron poco en cuanto a hacerles cambiar de parecer. Dos veces los estadounidenses invadieron al Canadá, y por lo menos en otras dos ocasiones el Canadá fue víctima de ataques lanzados desde bases en los Estados Unidos. La gente que huyó, que se resentía y que recordaba llegaron a ser los antepasados de muchos canadienses de hoy. Aunque ya no tienen los mismos temores, todavía subsiste algún resentimiento.

Los Estados Unidos invaden al Canadá

En los primeros años de la Guerra por la Independencia de los Estados Unidos, solo les parecía lógico a los colonos rebeldes que los franceses del norte gozosamente se unirían a ellos para desalojar a los británicos de la América del Norte. De modo que fuerzas coloniales invadieron al Canadá. Pero, a pesar de unos éxitos al principio, la invasión fracasó.

El principal obstáculo fue que los habitantes del Canadá, franceses o ‘realistas,’ no quisieron llegar a formar parte del nuevo arreglo estadounidense. Los estadounidenses consideraron esto como un ejemplo de personas que no sabían lo que les convenía. ¡Pues, era una oportunidad para sacudir el yugo británico y unirse a los estadounidenses libres! ¿Cómo podrían rehusar aquello los canadienses? Pero lo hicieron, y la invasión inició una larga era de antagonismo entre los dos países.

Solo unos cuantos años después, como parte de un conflicto mundial entre Inglaterra y Francia, los Estados Unidos y el Canadá nuevamente se vinieron a las manos. A los estadounidenses se les enseña que la Guerra de 1812 se peleó para conservar los derechos de los neutrales y mantener la libertad de los mares. Pero muchos canadienses consideraron el asunto desde un punto de vista diferente. Creían que la Guerra de 1812 se había comenzado como pretexto para la conquista de su país.

Los canadienses basaron sus conclusiones en comentarios como los que hicieron los estadounidenses Enrique Clay y Andrew Jackson. Clay, estadista y orador, dijo, según se le citó: “Es absurdo el suponer que no tendremos éxito. No estoy en pro de detenernos en Quebec ni en ninguna otra parte; yo le quitaría todo el continente [a Inglaterra] y no le pediría favor alguno.” Jackson, hombre militar, pensaba que aquella expedición no encontraría resistencia alguna y sería, en sus palabras, “un paseo militar.”

Les esperaba una sacudida brusca. De nuevo los ‘realistas’ estuvieron dispuestos a tomar las armas y defender al Canadá para Inglaterra. En la guerra que se produjo, los estadounidenses invadieron al Canadá e incendiaron los edificios del capitolio en York (ahora Toronto). Sin embargo, no pudieron obtener ninguna verdadera posición firme. Hacia el fin de la guerra, en parte como represalia por el incendio de York, los británicos incendiaron el capitolio estadounidense en Washington. Pero muy pocos estadounidenses saben hoy de la invasión del Canadá por los estadounidenses o lo que éstos le hicieron a York. En cambio, el incendio de Washington, la defensa de Baltimore en el fuerte McHenry y la escritura del himno nacional reciben mucho espacio en los libros de historia estadounidenses.

Más dificultades

Pasó otro cuarto de siglo. Entonces la campaña de elecciones presidenciales estadounidenses de 1844 resultó en otra confrontación. Durante este tiempo llegó a usarse la frase “Destino Manifiesto.” Esta frase describía la creencia de los estadounidenses en la inevitable expansión territorial de los Estados Unidos, y en su derecho de lograrla.

Algunos sostenían que el destino de los Estados Unidos era regir toda la América del Norte. Esto resultó en una disputa sobre fronteras que envolvió a una sección grande del Canadá. Aunque al fin se zanjó por transigencia, a los canadienses les pareció otra en la lista de tentativas estadounidenses de conseguir todo el Canadá.

Después del descubrimiento de oro en Alaska en años posteriores, los Estados Unidos y el Canadá participaron en una enconada disputa sobre la frontera de la región angosta que sirve de entrada a Alaska. El presidente Teodoro Roosevelt declaró que las demandas canadienses eran “un ultraje, puro y sencillo.” Por otra parte, el canadiense sir Wilfrid dijo en el parlamento: “A menudo me ha pesado, y nunca más que en la ocasión actual, el que vivamos junto a un gran vecino que, según mi parecer, puedo decir sin serle hostil que es muy codicioso en sus acciones nacionales.”

¿Por qué saben y entienden tan poco de estos datos los estadounidenses? La respuesta consiste principalmente en los libros de texto que se usan para instruir a los alumnos. Estos por lo general glosan o pasan por alto el lado canadiense y se concentran en el orgullo de país a costa de la objetividad histórica. Por otra parte, los libros de texto canadienses por lo general hacen lo mismo desde su punto de vista.

Así, aunque ambos lados informan la parte de la verdad que les conviene, a la larga ambos sufren de ignorancia, que puede resultar y ha resultado en dificultad. Sí, “importa de quién sea el buey que está siendo acorneado.”

Relaciones con México

En generaciones pasadas los Estados Unidos también han tenido dificultades con su vecino del sur, México. Ambos lados han opinado que su posición no solo era justificable, sino correcta.

Lo principal que ha de tenerse presente desde el punto de vista mexicano es que México, como el Canadá, no es y no quiere llegar a ser apéndice de los Estados Unidos. Sin embargo, hasta recientemente el curso de la historia desde que México se independizó de España a principios del siglo XIX ha sido una de continua intervención estadounidense en los asuntos mexicanos.

Desde la independencia de México, los Estados Unidos se han apoderado de aproximadamente la mitad del territorio de éste. Primero fue anexada la región de Texas y convertida en estado en 1845. Entonces se exigió todo lo que ahora es el sudoeste de los Estados Unidos. El resultado fue la Guerra Mexicana de 1846 a 1848, en la cual las fuerzas estadounidenses invadieron a México y ocuparon la capital, Ciudad de México. De esta guerra dice la World Book Encyclopedia: “Muchos historiadores creen que la guerra fue un ataque innecesario a una nación más débil.”

Así los Estados Unidos tomaron de México, por la fuerza, las regiones de California, Nevada y Utah, la mayor parte de Arizona y Nuevo México, y partes de Colorado y Wyoming. Estas fueron añadidas a su adquisición de Texas. Todo esto fue un resultado directo de la idea norteamericana del “Destino Manifiesto” tan prevaleciente en ese tiempo.

Muchos estadounidenses ‘recuerdan El Álamo’ de San Antonio. Allí la entera guarnición de estadounidenses fue muerta por tropas mexicanas bajo el general Santa Ana. Pero la mayoría de los estadounidenses olvida, o jamás ha sabido, que San Antonio había sido parte de México. México consideró la batalla como sofocar rebelión en su territorio. Los Estados Unidos la usaron como grito de guerra en su campaña contra México, dando apariencia de justificar su intervención en los asuntos mexicanos.

A principios del siglo XX México pasó por una serie de trastornos políticos. Los intereses comerciales estadounidenses parecieron estar en peligro, de modo que en 1914 soldados de la marina estadounidenses desembarcaron en Veracruz y ocuparon la ciudad. Esto se hizo en violación directa de un tratado que prohibía actos de esa índole. Muchos estadounidenses se sorprendieron al descubrir cuánto se resintieron por esto los mexicanos. Dos años más tarde el presidente Woodrow Wilson envió un ejército bajo el general Pershing a México en persecución del caudillo “Pancho” Villa, que había efectuado una incursión en una población de Nuevo México. Mientras que los estadounidenses se indignaron por la incursión de Villa, los mexicanos se resintieron enconadamente por otra invasión norteamericana a su país.

Las últimas décadas han sido menos turbulentas, pero los mexicanos en general todavía sienten la presión de su vecino grande al norte. Sin duda quisieran que los estadounidenses pudieran verse a sí mismos como los ven los mexicanos. Sí, la historia les parece diferente a personas de diferentes países, porque “sí importa de quién sea el buey que está siendo acorneado.”

Asuntos de los indios

La mayoría de los estadounidenses han sido criados en un ambiente que pinta a los indios norteamericanos como “salvajes” que tenían que ser aplastados para proteger a los primeros colonos. Con pocas excepciones, en las películas, los libros y las revistas los indios eran ‘los malos.’

Pero siglos antes de que llegaran colonos blancos, los indios habían habitado el continente norteamericano. Solo en historia comparativamente reciente, en el siglo XVII, sí vinieron colonos blancos de Europa, en particular de Inglaterra. Comenzaron a introducirse tierra adentro, hacia el oeste, desde el litoral del Atlántico. ¿Y de quién era la propiedad que estaban tomando? Toda era tierra de los indios. De modo que desde el punto de vista de los indios, el movimiento de los colonos hacia el oeste no fue otra cosa sino una invasión y robo de territorio de los indios.

La destrucción que sobrevino y el ‘nuevo establecimiento’ de las tribus indias es una de las páginas más negras de la historia estadounidense. En Newsweek, Geoffrey Wolff, reseñando el libro Bury My Heart at Wounded Knee, lo llama un “caso reprobante contra nuestras raíces nacionales de codicia, perfidia, ignorancia y malicia. La fuerza motivadora para nuestro robo de tierra e identidad de los indios fue el Destino Manifiesto, la creencia de que los blancos estaban ordenados para regir este continente.” Wolff añade: “Los libros que reseño, semana tras semana, informan la destrucción de la tierra o el aire; detallan la perversión de la justicia; revelan estupideces nacionales. Ninguno de ellos —ni uno solo— me ha entristecido ni me ha avergonzado como lo ha hecho este libro.”

Sin embargo, antes de que llegaran los colonos europeos, ¿eran todas las tribus indias pacíficas, cooperativas, y estaban libres de derramamiento de sangre y saqueo entre ellas mismas? De ninguna manera, pues muchas de ellas se hallaban en conflicto constante unas con otras.

En consecuencia, los acontecimientos que han sucedido en el continente norteamericano han sido considerados de manera muy diferente, según quién los estuviera considerando. Pero, ¿se consideran las cosas de alguna otra manera en alguna otra parte? ¿No es verdad que toda nación interpreta la historia de acuerdo con sus propios intereses? Casi siempre el punto de vista es similar al que declaró un famoso estadounidense: “Mi país, que siempre esté en lo correcto; pero mi país, correcto o incorrecto.”

Actitudes como ésas en todas las naciones han sido responsables de mucha hostilidad y derramamiento de sangre. De hecho, la historia está llena de los recordatorios repugnantes de malos entendimientos y errores crasos de esa índole bajo el régimen del hombre. ¡Qué obvio es que el gobierno humano, prescindiendo de lo bien intencionado que sea, simplemente no puede suministrar un sistema que traiga libertad, justicia e igualdad verdaderas para todos!

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