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¡Despertad! 1971
g71 22/11 págs. 20-23

Epilepsia... el punto de vista actual

ERA el mediodía en una escuela de segunda enseñanza en California. Una atractiva muchacha del décimo año bajaba las escaleras, junto con muchas de sus condiscípulas. Súbitamente cayó al suelo. Los músculos de su cuerpo se entesaron. Brevemente cesó de respirar, y sus músculos se empezaron a contraer, sacudiendo todo su cuerpo violentamente. Muchos condiscípulos observaban ansiosamente, totalmente sobrecogidos por lo que veían que le sucedía a la muchacha. Era un acceso epiléptico.

¿Cómo habría respondido usted a esta situación si la muchacha hubiera sido su condiscípula o conocida? ¿Habría continuado tratándola como amiga, o pensaría que algo la hacía indeseable ahora? ¿Le tendría miedo, y trataría de evitarla?

Los viejos puntos de vista y las actitudes de hoy

Por miles de años se creía comúnmente que había algo mágico o demoníaco encerrado en la epilepsia. A los epilépticos se les acusaba de brujería y se les condenaba al ostracismo. Se les hacían hoyos en la cabeza y se les marcaba con hierros candentes para echar fuera los espíritus malos. Su desorden se consideraba una “mancha de familia” hereditaria y algo que causaba retardo mental.

Esos puntos de vista persistieron hasta tiempos modernos, y se pusieron por escrito en las leyes de los países. Tan recientemente como en los años cincuenta de nuestro siglo aproximadamente la tercera parte de los estados de los Estados Unidos tenían leyes que restringían el matrimonio de epilépticos. Muchos estados también tenían leyes de esterilización que se les podían aplicar. A los epilépticos se les prohibía manejar automóviles. Y pocas empresas los empleaban.

Esto hizo que un ex-director del Instituto Nacional para las Enfermedades Neurológicas y la Ceguera, el Dr. Pearce Bailey, se sintiera impelido a hacer estos comentarios: “La epilepsia es el único desorden en que el paciente está más impedido por la actitud de la sociedad que por su incapacidad.”

Felizmente el punto de vista ha mejorado en los últimos años. Casi todos los estados han eliminado las leyes de esterilización que podían aplicarse a los epilépticos, así como las leyes que les prohibían casarse. Se ha hecho posible para los epilépticos recibir licencia para manejar automóviles en los Estados Unidos; en fecha tan temprana como en 1937 Dinamarca permitía que los epilépticos obtuvieran licencia para manejar. Y entre los patronos ahora hay mayor tendencia a emplearlos.

En armonía con el punto de vista mejorado está el cambio de actitud del público en general, como se refleja por encuestas del Instituto Americano de la Opinión Pública. En 1949, el 57 por ciento de la gente a la que se le preguntó dijo que no pondría objeción a que su hijo jugara con epilépticos, en comparación con el 81 por ciento que, en 1969, dijo que no pondría objeción. Cuando se les preguntó si creían que la epilepsia era una forma de locura, el 59 por ciento en 1949 dijo: “No,” pero en 1969 el 81 por ciento contestó: “No.” Y en 1949 solo el 45 por ciento opinaba que los epilépticos deberían ser empleados, mientras que, en 1969, el 76 por ciento pensaba que se les debería emplear.

¿Qué opina usted sobre estos asuntos? ¿Vacilaría en asociarse con epilépticos o permitiría que sus hijos mostraran esa actitud, pensando, quizás, que ese desorden necesariamente es producido por espíritus inicuos?

La Biblia y la epilepsia

La Biblia no apoya el punto de vista de que necesariamente los demonios produzcan la epilepsia. En Mateo 4:24 se dice que la gente traía a Jesús “todos los que se hallaban mal, los afligidos de diversas dolencias y tormentos, los endemoniados y epilépticos y paralíticos, y los curó.” Note que dice que Jesús curaba a individuos “endemoniados y epilépticos.” Así, la Biblia marca una distinción entre el estar endemoniado y la epilepsia.

Es verdad que la Biblia muestra que los demonios pueden causar epilepsia. Se registró un caso en que un demonio hacía que periódicamente un muchacho cayera al suelo, rodara violentamente, echara espuma por la boca y demostrara otros síntomas de epilepsia. (Mar. 9:14-29) No obstante, la Biblia también muestra que los demonios podían causar mudez, al decir: “Las gentes le trajeron [a Jesús] un hombre mudo poseído de un demonio; y después de haber sido expulsado el demonio, el mudo habló.” La Biblia también explica que un demonio causó la ceguera de un hombre.—Mat. 9:32, 33; 12:22.

Pero al mostrar que los demonios tienen poder para causar desórdenes físicos, la Biblia de ninguna manera está indicando que la ceguera, la mudez y la epilepsia por lo general son causadas por espíritus inicuos, o demonios. Hay causas físicas detrás de la mayoría de estos desórdenes.

Lo que es la epilepsia

Epilepsia es un término que abarca una variedad de condiciones básicas. Sin embargo, todas estas condiciones tienen un síntoma dominante en común: accesos periódicos. Y se ha descubierto que las diversas formas de epilepsia también tienen en común el mal funcionamiento de algunas células cerebrales.

Al sondear el cerebro aprendemos que sus células emiten impulsos eléctricos. La descarga eléctrica de las células cerebrales es normalmente rítmica y forma modelos semejantes a ondas. Se ha inventado una máquina que puede recoger estos modelos de ondas y registrarlos en una tira de papel en movimiento. Pero en algunas personas la actividad eléctrica del cerebro se desorganiza temporalmente, y se envían con celeridad mensajes defectuosos a los centros de acción del cuerpo. Esto resulta en un acceso epiléptico. Pero la perturbación en el cerebro, que a veces se llama “tormenta,” pasa pronto, y termina el acceso.

En consecuencia se puede ver por qué el Dr. Louis D. Boshes explicó: “La epilepsia no es una enfermedad. Es un síntoma de que algo pasa en el cerebro... tal como la fiebre no es una enfermedad o un mal en sí, sino un síntoma de que hay una infección en alguna parte del cuerpo.”

Lejos de ser una condición rara, la epilepsia es muy común. Se cree que aproximadamente una persona de cada cien la muestra, la mayoría de ellas niños. ¡Eso equivale a más de dos millones de epilépticos en los Estados Unidos! Además, millones más en una ocasión u otra han tenido accesos aislados, pero esto no se clasifica como epilepsia, porque los accesos no son periódicos.

Aunque los accesos varían mucho en sus manifestaciones, hay tres formas principales que alistan con frecuencia las autoridades. Cada una está asociada con modelos de ondas cerebrales características, que reflejan la clase de “tormenta” eléctrica que estalla en el cerebro. La forma más severa es la que experimentó la muchacha mencionada en la introducción de este artículo. Ella tenía el gran mal, que es lo que la mayoría de la gente considera como un verdadero acceso epiléptico.

Aunque un ataque del “gran mal” puede aterrorizar al espectador, no es doloroso, puesto que la víctima está inconsciente, y rara vez causa daño. El sacudimiento del cuerpo dura únicamente alrededor de un minuto, aunque quizás parezca más largo para alguien que esté observando. Entonces la persona se afloja, y después de unos cuantos minutos puede levantarse y reanudar las actividades normales como si nada hubiera sucedido.

La segunda forma principal es la del pequeño mal, común en los niñitos de cinco a doce años de edad. Sin embargo, esta forma rara vez continúa en la vida adulta. Se caracteriza por breves interrupciones del estado consciente que por lo general solo duran de cinco a diez segundos. Pueden suceder con frecuencia, hasta cien veces o más al día. Los ojos pueden quedar en blanco y puede haber leves sacudidas de la cabeza o brazos, pero la persona no se cae. Inmediatamente después del ataque el individuo está mentalmente alerta y puede continuar sus actividades.

Los accesos psicomotores son la tercera forma principal de la epilepsia. Se caracterizan por movimientos estereotipados automáticos o por comportamiento extraño. Es posible que la víctima parezca inmediatamente estar ‘fuera de onda,’ y se entregue a actividad que no viene al caso. Quizás coja o tire con fuerza de su ropa, examine objetos a su alrededor o se ponga a caminar por el lugar donde esté. En una ocasión se observó que un paciente en una sala de espera cogió un cenicero y fue de persona en persona ofreciendo colillas a cada una.

Un ataque psicomotor por lo general solo dura de dos a tres minutos. Después, por lo general se recuerda poco o nada de lo que ha sucedido. Solo si a la persona se le restringe físicamente puede parecer encolerizarse o hacerse turbulenta.

Aunque el mal funcionamiento de las células cerebrales es la fuente de la dificultad, la inteligencia no resulta afectada. La mayoría de los epilépticos poseen inteligencia de término medio, algunos son brillantes y, como sucede en cualquier sección de la población en general, algunos están por debajo del término medio.

Causas físicas

¿Qué hace que unas personas tengan “tormentas” eléctricas periódicas en el cerebro, de manera que se produzcan accesos? La realidad es que en la mayoría de los casos de la epilepsia no se sabe la causa. Sin embargo, se dice que cualquier cosa que cause daño a las células nerviosas del cerebro puede ser responsable.

Por lo tanto, un golpe en el cerebro puede ser la causa, o un tumor cerebral. Las infecciones también pueden ser responsables. Los virus que causan el sarampión, la meningitis y otras enfermedades pueden viajar hasta la médula espinal y afectar el cerebro. O un desequilibrio de la química del cuerpo puede ser la fuente del desorden. Por ejemplo, al cuerpo de una persona le puede faltar cierta enzima y eso puede resultar en una irritación de las células cerebrales. O pudiera haber una deficiencia de piridoxina, vitamina B6, que fuera responsable.

Aunque no se sabe si los trastornos emocionales causan la epilepsia, con frecuencia provocan los accesos de personas que ya los tienen. Preocupaciones financieras o domésticas, temor de accesos u otros factores desconcertantes pueden acelerar los ataques. En las muchachas, los accesos a veces solo acontecen en asociación con el ciclo menstrual, por lo general antes de la menstruación.

Parece que algunas personas tienen una predisposición a la epilepsia. Es esta tendencia la que parece transmitirse de generación a generación, así como la susceptibilidad a otros desórdenes como el cáncer y las enfermedades del corazón también parece frecuente en las familias. Pero la epilepsia en sí no se hereda. Por lo tanto las leyes que prohíben que los epilépticos se casen han sido derogadas en muchos lugares. Un punto de vista que se acepta generalmente es que el epiléptico tiene una probabilidad en cincuenta de tener un hijo epiléptico, y el no epiléptico tiene una probabilidad en doscientas.

Punto de vista animador

Es animador saber que los niños epilépticos con frecuencia se recuperan de la epilepsia al crecer. También, por lo menos la mitad de todos los epilépticos puede mantenerse libre ahora de accesos. En otro 35 por ciento se pueden reducir drásticamente los accesos. Y hasta al restante 15 por ciento de los epilépticos se les puede ayudar. ¿Cómo se efectúa esto?

Principalmente es por medio de drogas anticonvulsivas. Ahora hay disponibles veinte o más, siendo el fenobarbital y la difenilhidantoína las que más extensamente se usan. La terapia envuelve hallar la dosis de una droga, o combinación de drogas, que se requieren para eliminar los accesos, mientras que se hacen esfuerzos por evitar los efectos secundarios adversos al mayor grado posible. La función de las drogas es completar los equilibrios químicos naturales del cuerpo y así suprimir la actividad eléctrica anormal del cerebro. Pero las drogas no son curaciones. Se toman con regularidad para evitar los accesos, tal como los diabéticos toman insulina con regularidad para conservar la salud.

Pero para obtener el beneficio máximo de la terapia con drogas, es vital un punto de vista mental y un modo de vivir saludables. Es necesario aliviar los temores, las frustraciones y las inquietudes que pueden provocar accesos. Y la mejor medicina para esto es el AMOR. El epiléptico necesita sentirse deseado.

Importante, también, es la nutrición, el descanso y el ejercicio apropiados y moderación en todo aspecto de su vida. Se han controlado los accesos de algunos epilépticos haciéndoles tomar suplementos dietéticos de vitamina B6 y magnesio.

Cuando se controlan los accesos, el epiléptico se porta tan normalmente como cualquier otra persona. Por lo tanto, después de un período libre de accesos, por lo general de uno o dos años, a los epilépticos se les permite obtener licencia para manejar autos en los Estados Unidos. Es solo lo propio el que también se les permita disfrutar de empleo adecuado. Después de un estudio extensivo, el Dr. Melvin M. Udell dijo que no descubrió “ninguna evidencia sólida que probara diferencia verdadera alguna en el desempeño de trabajo de los epilépticos y el de otros.”

Si usted es pariente, amigo o solo conocido de un epiléptico, ciertamente quiere servir de ayuda. Y quizás la mejor manera en que pueda hacer eso es tratando a un epiléptico tan normalmente como sea posible. De ninguna manera trate de evitarlo ni lo trate como si de alguna manera fuera indeseable. Recuerde, la epilepsia se debe simplemente a un mal funcionamiento físico, tal como las enfermedades del corazón y otros desórdenes semejantes.

En lo que toca a los niños epilépticos, no los proteja en demasía. Deje que participen en las actividades de otros niños. En realidad los accesos rara vez acontecen durante actividad física, de modo que el peligro mientras juegan es mínimo. Pero a los niños que tienen ataques frecuentes es sabio prohibirles actividades como el montar a caballo y subir a los árboles.

¿Qué hay si usted presencia un acceso? Manténgase en calma. No se puede hacer nada para detenerlo. Despeje el lugar en torno de la persona para que no se lastime, pero no trate de estorbar sus movimientos. Si tiene la boca abierta, usted puede colocar un objeto suave como un pañuelo limpio doblado entre los dientes de los lados, para impedir que se muerda la lengua. Pero tenga cuidado al hacer esto para que no le muerda a usted los dedos. Y cuando termine el acceso, usted puede estar allí a su lado y hablarle animadoramente.

No podemos hacer mucho más. Pero felizmente hay alguien que puede hacer más. Hace diecinueve siglos Jesucristo mostró que tenía poder para curar la epilepsia, y como el rey del reino de Dios pronto ejercerá ese poder para provecho de todos, incluso los epilépticos.

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