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  • ¡Despertad! 1972
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¡Despertad! 1972
g72 8/4 págs. 5-7

¿Qué les está sucediendo a las prisiones?

A TRAVÉS de la historia se ha reconocido el derecho que tienen las sociedades de castigar el crimen. Hoy, la manera en que casi todos los países tratan a las personas que cometen delitos serios es encerrándolas en prisiones. Algunos delincuentes permanecen en ellas por el resto de su vida.

¿Cuántas personas ven de esa manera el interior de una prisión cada año? Tan solo en los Estados Unidos unas 2.500.000. En cualquier día del año, aproximadamente 1.250.000 aguardan juicio o están cumpliendo condenas en prisiones, reformatorios, campos de trabajo y clínicas, o están en libertad bajo palabra o custodia probatoria. Están bajo el cuidado de aproximadamente 120.000 personas. ¿A qué costo para el contribuyente? A un costo aproximado de mil millones de dólares al año.

En años recientes, la atención del público se ha enfocado en las prisiones de muchos países debido a los motines y derramamiento de sangre en gran escala. Esto es particularmente cierto en los Estados Unidos, donde las prisiones afrontan una crisis. En septiembre de 1971 esa crisis estalló en el conflicto de prisión más sangriento de este siglo.

La escena del conflicto fue el Correccional Estatal de Attica en Nueva York, donde 1.200 reclusos que se rebelaron mantuvieron en cautiverio a 38 guardas y empleados. Después de cuatro días, más de 1.000 soldados estatales y guardas nacionales tomaron la prisión por asalto. El tiroteo que siguió dejó el siguiente número de víctimas: 32 presos y 10 guardas y empleados tenidos como rehenes fueron muertos y más de 200 reclusos resultaron heridos. Nueve de los rehenes fueron muertos involuntariamente por las balas de los oficiales de la ley que invadieron la prisión.

Puesto que en muchos lugares las prisiones se hallan en dificultades, es oportuno hacer las siguientes preguntas: ¿Cómo se originaron las prisiones modernas? ¿Están logrando el objetivo por el cual fueron establecidas? ¿Ayuda la vida en la prisión a reformar a los delincuentes? ¿Qué hay de las víctimas de los delitos... quién los indemniza? ¿Hay una manera mejor de encargarse de los delitos contra la sociedad? ¿Habrá alguna vez un tiempo en que ya no serán necesarias las prisiones?

¿Cuál fue su origen?

Quizás le sorprenda saber que las prisiones, tal como existen hoy, son de origen relativamente reciente. En tiempos antiguos había muy pocas prisiones. Antes de los años 1700 por lo general no se encarcelaba a la gente como castigo por el delito. Era solo el delincuente especial el que era castigado en una prisión, quizás siendo encadenado allí u obligado a efectuar trabajo duro bajo encierro o tratado con crueldad de otras maneras mientras estaba a buen recaudo.

En tiempos más antiguos, por lo general las prisiones solo eran lugares de detención para alojar a gente que había sido acusada de un crimen pero que todavía no había sido enjuiciada. Después de su juicio, eran condenados a un castigo si resultaban convictos. Pero, con pocas excepciones, ese castigo no era una condena de encarcelamiento. O eran ejecutados, por lo general por decapitación, o recibían castigo corporal, castigo físico, el cual podía incluir azotes, marcar con hierro candente o mutilación, y luego eran puestos en libertad.

A algunos delincuentes se les castigaba poniéndolos en el cepo, el cual constaba de una estructura de madera con hoyos para los tobillos y a veces las muñecas. De esta manera, sentado, se exponía el culpable a la mofa del público por un período, y luego se le ponía en libertad. La picota era similar, era una estructura de madera erigida en un poste, con hoyos para la cabeza y manos del delincuente, el cual permanecía de pie. Esta, también, se usaba para exponerlo a la mofa del público por un período breve, después de lo cual era puesto en libertad. A veces se condenaba a los delincuentes a la esclavitud, a menudo en las galeras. Estas eran naves propulsadas por bancos de remos. El delincuente, por lo general encadenado, tenía que cumplir un período en el remo.

En los Estados Unidos e Inglaterra a principios del siglo dieciocho, se daba la pena de muerte por más de doscientos delitos separados. Por delitos menores los delincuentes recibían castigo corporal, como azotes, mutilación o el ser puestos en el cepo. Pero luego eran puestos en libertad. Muy pocos cumplían lo que hoy se conoce como condena de encarcelamiento.

En el Israel de la antigüedad, la ley dada por Dios mediante Moisés absolutamente no estipulaba prisiones. La única ocasión en que las personas eran detenidas temporalmente era cuando se trataba de un caso particularmente difícil y tenía que aguardar aclaración. (Lev. 24:12; Núm. 15:34) Pero nadie jamás cumplió una condena de encarcelamiento en la historia primitiva del Israel de la antigüedad.

Estos métodos antiguos de encargarse de los delincuentes significaba que se gastaba muy poco dinero público en los delincuentes. Había pocas cárceles o guardas que mantener.

Durante los siglos dieciocho y diecinueve, los movimientos de la reforma comenzaron a cambiar el método de tratar con los infractores. Estas reformas gradualmente suprimieron la pena de muerte por muchos delitos. En años recientes, muchos países han abandonado del todo la pena de muerte. También, gradualmente se suprimió el castigo físico. En cambio, las condenas de encarcelamiento llegaron a ser sustitutos para la pena de muerte y el castigo corporal.

Esto quiso decir que ahora las prisiones retendrían a muchas personas, algunas por largos períodos. En consecuencia, se tuvieron que construir muchísimas prisiones para dar cabida a estos delincuentes. Algunas prisiones construidas en los Estados Unidos se llamaron “penitenciarías,” porque se pensaba que en ellas el criminal sería penitente. Se esperaba que dedicaría tiempo a meditar sobre su crimen y que éste le pesaría, de modo que no querría cometer otro crimen después de ser puesto en libertad.

Sin embargo, estas prisiones antiguas a menudo eran cámaras de horror. Al principio, tanto el convicto como los que aguardaban ser enjuiciados (incluso los inocentes), hombres y mujeres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, delincuentes por primera vez y criminales endurecidos, eran puestos juntos. Por lo general las prisiones estaban infestadas de sabandijas, sucias y apiñadas. Rápidamente se convirtieron en centros de degradación física y moral. De una prisión típica en Inglaterra, The Gentleman’s Magazine de 1759 dijo:

“Ha llegado a ser seminario de iniquidad en todos sus ramos. El aprendiz ocioso, tan pronto como es encerrado en el correccional, llega a ser socio de salteadores, ladrones de casas, carteristas y prostitutas vagabundas, testigos de la más horrible impiedad y la lascivia más depravada, y generalmente pierde cualquier cualidad buena que haya traído así como su salud.”

En 1834, un oficial viajó a la isla Norfolk, una colonia penal situada a unos mil cuatrocientos cincuenta kilómetros al nordeste de Sydney, Australia. Fue enviado allí para consolar a algunos hombres que iban a ser ejecutados. Escribió:

“Es un hecho asombroso el que a medida que mencionaba los nombres de los hombres que habrían de morir, uno tras otro, al ser pronunciado su nombre, caía de rodillas y daba gracias a Dios de que iba a ser librado de ese horrible lugar [al ser ejecutado] mientras que los otros, a los que se les suspendía la sentencia [que no serían ejecutados], quedaban mudos y llorando. Fue la escena más horrible que he presenciado.”

Tan recientemente como en este siglo veinte, a menudo las condiciones en las prisiones eran abominables aun en los Estados Unidos. Después de una inspección a las prisiones a principios de los años 1920, un oficial quedó tan horrorizado por el trato que se les daba a los presos que dijo: “Estuvimos tratando con atrocidades.”

De modo que en vez de ser lugares de detención antes de ser enjuiciados, durante la mayoría de los últimos siglos las prisiones con más frecuencia llegaron a ser lugares de castigo. El encierro, las condiciones, las actitudes para con los presos, todo era una terrible experiencia. Pero la mayoría de las personas parecía aceptar esto como la mejor manera para disuadir a otros de cometer crímenes, y también de disuadir al que había cumplido una condena de perpetrar crímenes adicionales. Se creía que ciertamente no querría pasar por esa experiencia de nuevo. Sin embargo se hizo poco o ningún esfuerzo para reformar a los delincuentes a fin de hacerlos miembros más útiles de la sociedad.

De modo que en esta etapa de encargarse de los infractores, se consideraba a las prisiones como un mal lamentable pero necesario. Cuando otras personas condenaban las penalidades que sufrían los presos, un comentario frecuente que se oía en respuesta era: “Deberían haber tenido cuidado de no entrar en ellas.”

Sin embargo, bajo este concepto, ¿resultaron ser las prisiones un mejor elemento disuasivo del crimen? ¿Fueron superiores a los métodos previos de pena corporal y de muerte?

[Ilustración de la página 5]

Promedio de 400.000... tras las rejas cada día

Cada preso cuesta 2.500 dólares al año

[Ilustración de la página 6]

La picota (izquierda); el cepo (derecha)

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