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  • La condición física... ¿vale la pena mejorarla?

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  • La condición física... ¿vale la pena mejorarla?
  • ¡Despertad! 1972
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  • ¿Qué es la condición física?
  • Los mayores enemigos de la condición física
  • Un adversario común de la condición física
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  • Las necesidades del corazón
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¡Despertad! 1972
g72 8/9 págs. 17-21

La condición física... ¿vale la pena mejorarla?

ERA la hora del almuerzo un sábado al mediodía. Todos acababan de levantarse de la mesa. De pronto un hombre se desplomó contra la persona junto a él. Se le ayudó a sentarse. Pero el ataque cardíaco lo mató casi instantáneamente. Solo tenía treinta y cuatro años de edad, pero estaba un poco excedido de peso.

Sería bastante triste aunque fuera solo un incidente aislado. Pero cada día los ataques cardíacos abaten a muchas personas en sus treinta, cuarenta o cincuenta años... matándolos o dejándolos tullidos. ¡Es una epidemia! The New York Times Encyclopedic Almanac 1970 dice: “Nos encontramos en una nueva era pandémica [epidemias esparcidas], pues casi la mitad de los hombres de los países occidentales (y una proporción en aumento de mujeres) están muriendo de una sola dolencia... enfermedad cardiovascular o, más específicamente, catástrofe coronaria [del corazón].”

¿A qué se debe que esta enfermedad sea particularmente común en los países occidentales, donde hay prosperidad material? ¿Y por qué ha llegado a ser una epidemia en esta generación? El consenso de los médicos expertos es que existen varios factores que contribuyen, cada uno de los cuales afecta adversamente la condición física.

¿Qué es la condición física?

Según un médico, la buena condición física permite que una persona realice sus actividades diarias sin el estorbo de la fatiga. Además, una persona en buenas condiciones físicas tiene suficientes reservas para enfrentarse con seguridad a emergencias inesperadas, y tiene suficiente energía para disfrutar del tiempo libre.

Por eso se puede decir que una persona en buena condición física puede tolerar la tensión. La tensión puede resultar de un día duro en la oficina o de hacer los quehaceres domésticos, puede venir de un accidente que por poco sucede, de correr para alcanzar el autobús, y así por el estilo. Estas cosas ejercen una carga adicional sobre el cuerpo; es necesario transportar más oxígeno a los músculos, y remover desperdicios extras. Esto exige un aumento de trabajo de parte del corazón y una circulación más rápida.

¿Pero qué pasa si uno no está en buenas condiciones? Entonces las funciones físicas no responden adecuadamente. Esto puede ser peligroso. A menudo uno oye de personas que han sufrido colapso en una situación tensa. Por ejemplo, cada invierno muchas personas sufren ataques al palear la nieve enfrente de sus puertas. Su corazón y sistema circulatorio no están en condiciones suficientemente buenas para suplir el aumentado volumen sanguíneo, y por lo tanto sufren un colapso.

Ciertamente el tener una buena condición física es algo deseable. No solo puede hacer de uno una persona más segura —que puede enfrentarse a situaciones tensas sin efectos peligrosos— sino que también puede mejorar la eficacia personal en todo campo. Una persona en buenas condiciones se siente mejor, se ve mejor, tiene más energía, y por consiguiente disfruta mucho más de la vida.

Por lo tanto quizás usted llegue a la conclusión de que vale la pena hacer el esfuerzo por mejorar la condición física. ¿Pero cuál es el esfuerzo aconsejable? ¿Cuáles son los factores que afectan adversamente la condición física y que por lo tanto contribuyen a la catástrofe coronaria?

Los mayores enemigos de la condición física

Un factor es la obesidad, y una dieta de muchas grasas saturadas. Cuando se consumen en abundancia comidas muy ricas en grasas se acumulan las grasas en el cuerpo... la mitad de los adultos en los Estados Unidos son de peso excesivo. Pero mucho más peligrosos son los depósitos grasos que no se ven, particularmente los que se acumulan en las paredes de las arterias coronarias del corazón. El bloqueo de una arteria vital a menudo produce un mortífero ataque cardíaco.

Hay estudios que indican que los bantúes africanos y otros pueblos que comen una dieta limitada en cuanto a alimentos ricos en grasas tienen muy poca, o ninguna, acumulación de grasa en las paredes de las arterias coronarias, y por lo tanto padecen de pocas enfermedades del corazón. Pero en los países prósperos, las acumulaciones arteriales han llegado a ser lo corriente. Es interesante notar que durante la II Guerra Mundial, cuando la dieta de la gente en los países escandinavos estuvo restringida en calorías y grasas, la incidencia de problemas de corazón mermó drásticamente.

Por lo tanto, el guardar una dieta evidentemente es esencial para el bienestar o la buena condición física, y reduce las probabilidades de un ataque cardíaco. Recuerde, la gordura visible muy probablemente indica que dentro del cuerpo se están acumulando depósitos grasos en las arterias, angostándolas peligrosamente. Por eso, ¡evite el peso excesivo! Quizás sea prudente el limitar o excluir el consumo de alimentos fritos en grasa, sustituyendo éstos con una buena cantidad de hortalizas nutritivas, frutas, melones y cereales.

Otro de los factores que se cree que contribuye a empeorar la condición física es la rápida vida de hoy día, y la consecuente tensión. Las generaciones anteriores no vivieron al paso acelerado al que lo hace la gente hoy día, con un sentido de urgencia por el tiempo, una tremenda competencia, y con la hostilidad latente. Aunque sus efectos son difíciles de medir, algunos expertos creen que es uno de los factores primarios en el terrible aumento de las enfermedades coronarias. El cardiólogo Meyer Friedman explica:

“Lo que estoy diciendo —y tenemos muchos datos para apoyarlo— es que cuando un hombre lucha demasiado incesantemente para hacer demasiadas cosas en un tiempo demasiado corto, generando en sí un sentido de urgencia por el tiempo, o cuando se esfuerza en competir con otros individuos, esta lucha acentúa notablemente el curso de la enfermedad de la arteria coronaria. . . . las fuerzas bioquímicas que su frenesí interior genera son capaces por sí solas de producir [la catástrofe de] volverlo cardíaco.”

El desbocar el motor de un auto de carrera constantemente a una velocidad excesiva abrevia la vida de éste. De hecho, eso es lo que millones de hombres se hacen a sí mismos —esforzándose frenéticamente por adelantarse, obtener una posición mejor, hacer más de lo que hace el otro individuo— solo para sufrir un repentino derrumbamiento. ¡Sin duda eso no vale la pena! No es necesario obtener muchos bienes materiales para ser verdaderamente feliz.—1 Tim. 6:8-10.

Un adversario común de la condición física

Ahora llegamos a un adversario muy común de la condición física... el moderno estilo de vida sedentaria. Se cree que éste es uno de los factores que principalmente contribuyen a la avalancha de enfermedades cardiovasculares. Parece que la meta de hoy día es remover cualquier necesidad de ejercitar los músculos.

Los autos han reemplazado a las piernas como el principal medio de transporte, y hasta los brazos son protegidos por medio de tener dirección de potencia y ventanillas que bajan y suben por mandato eléctrico. En los edificios de oficina, los empleados van de un piso a otro mediante ascensores. En el hogar, cepillos eléctricos sacan lustre a los zapatos y también cepillan los dientes. Se corta el césped con cortadoras de propulsión automática. Y hasta los canales de TV se cambian cómodamente desde el asiento de uno por medio de un cambiador de control remoto.

El énfasis en la ‘vida fácil’ ha eliminado casi completamente el esfuerzo físico. El hecho es, ¡que el trabajo más duro que muchos trabajadores de oficina hacen diariamente es el darse una ducha y vestirse! Pero, ¿apresura realmente esta falta de ejercicio los ataques cardíacos?

Sí, la evidencia revela que las personas sedentarias son más propensas a los ataques cardíacos que las personas que son activas.

Por ejemplo, un estudio halló que la proporción de ataques cardíacos de los cobradores de autobús de Londres, que constantemente caminan de aquí para allá, arriba y abajo en los ómnibus de dos pisos, era la mitad del que tenían los choferes de autobús. Además, un estudio de residentes en un monasterio, donde la dieta y el medio ambiente era el mismo, reveló que los trabajadores del campo tenían menos ataques cardíacos que los monjes con ocupaciones sedentarias.

Las autoridades están casi unánimemente de acuerdo con que el ejercicio es vital para una vida sana. El Dr. Wilhelm Raab, director de las Investigaciones Cardiovasculares de la Universidad de Vermont, lo dijo muy claramente: “La falta de ejercicio es la mayor causa de las enfermedades de las arterias coronarias.”

¿Por qué se dice esto? ¿Por qué es que para vivir necesitamos ejercicio?

La capacidad del corazón

Nuestro cuerpo está compuesto de más de 600 músculos, de los cuales el corazón es el más notable. Normalmente late alrededor de setenta veces por minuto, o unas 100.000 veces por día. Durante este tiempo bombea más de siete toneladas de sangre a través de los más de 96.500 kilómetros de vasos capilares del cuerpo. Sin embargo a esa proporción el corazón no funciona fuertemente. Puede efectuar esfuerzos mucho mayores.

Por ejemplo, cuando es necesario, mientras se hace ejercicios, el corazón de una persona en buenas condiciones físicas puede duplicar la cantidad de sangre bombeada con cada palpitación o latido. Y también puede aumentar su proporción de latidos, bombeando eficazmente a la vez que late a 180 veces por minuto. Así, el corazón es capaz de aumentar su rendimiento más de cinco veces, bombeando unos veintiséis litros por minuto para proveer alimento a los músculos del cuerpo. ¡Y el corazón de atletas de resistencia tiene una capacidad aun mayor!

Sin duda, al tener tal capacidad para el trabajo, el corazón de una persona sedentaria debe sufrir por falta de ejercicio. El Dr. M. F. Gram de la Escuela Médica Southwestern de la Universidad de Texas declaró: “El privar a este extraordinario órgano de funcionar al máximo por largos períodos de tiempo, es invitar el desastre. Es parecido a poner un brazo en cabestrillo; los músculos se marchitan y se atrofian y pronto el brazo solo puede realizar una fracción del trabajo para el que fue originalmente diseñado. Entonces, cuando se le pide de repente que haga un esfuerzo extenuante, no le es posible afrontar las circunstancias. Por lo general, en el caso de un corazón no acondicionado, esto resulta en un ataque cardíaco.”

Las necesidades del corazón

El músculo del corazón necesita una constante y gran cantidad de sangre para ser alimentado, pues requiere 1/20 del abastecimiento de sangre del cuerpo aunque solo representa 1/200 del peso del cuerpo. El corazón no obtiene esta sangre directamente de sus propias cavidades de recepción e impulso de la sangre, sino que la obtiene a través de las dos arterias coronarias. Estas arterias mayores rodean el corazón, y se ramifican en arterias cada vez menores que se extienden por sobre y en lo profundo del músculo cardíaco. El oxígeno y el alimento que proveen estas arterias son de vital importancia, porque éstas son las arterias directamente relacionadas con los ataques cardíacos.

El valor del ejercicio hecho con regularidad

¿Qué sucede cuando una persona es sedentaria? Las arterias que proveen sangre al músculo se hacen cada vez más estrechas, y muchos vasos pequeños hasta desaparecen. Por lo tanto, el volumen de sangre que fluye al músculo, y por ende el oxígeno, se hace menor. Hasta se reduce el volumen total sanguíneo del cuerpo. Si ocurre una emergencia, tal vez una repentina tensión o una arteria “bloqueada,” ¿qué pasa entonces? El sistema circulatorio no podrá suministrar al corazón suficiente oxígeno, lo cual ocasionaría un ataque cardíaco.

Por otra parte, ¿qué sucede cuando una persona es activa con regularidad? Durante la vigorosa actividad física, el flujo de la sangre a través de los músculos del esqueleto aumenta unas diez veces y el consumo de oxígeno de estos músculos aumenta unas cien veces. Por lo tanto el ejercicio hecho con regularidad hace que se agranden las arterias, y así puedan transportar más sangre. Además, más vasos sanguíneos se abren en el tejido muscular, lo cual provee nuevas rutas para la entrega del oxígeno. Esto es particularmente ventajoso para el músculo cardíaco, porque, aun en el caso en que una arteria quede “bloqueada,” el suministro de sangre a través de las rutas auxiliares puede ser suficiente para impedir que el músculo cardíaco se detenga debido a la falta de oxígeno.

La actividad física hecha con regularidad también fortalece la acción de bombeo del corazón. De esa manera se necesitan menos latidos para lograr los mismos resultados, lo cual le permite a un corazón acondicionado tener más descanso. Personas sedentarias, cuya proporción cardíaca es de ochenta o más latidos por minuto, pueden reducir esta proporción de manera significativa y permitir que su corazón tenga más descanso por medio de hacer ejercicio con regularidad.

Pero el beneficio especial de la actividad física está en que el corazón fortalecido opera más eficazmente bajo la tensión. Esto puede demostrarse fácilmente. Por ejemplo, en una prueba un grupo de oficinistas recibió un período de veinte minutos para hacer ejercicio. Como promedio, la proporción de los latidos de su corazón aumentó a 170 pulsaciones por minuto, lo cual es casi el máximo que es seguro para hombres sin entrenamiento físico. Sin embargo, después de dedicarse diariamente a este ejercicio por un período de ochenta y cuatro días, la proporción de latido cardíaco de los hombres solo subió a 142 pulsaciones por minuto. El corazón de ellos estaba haciendo la misma cantidad de trabajo con menos esfuerzo. La condición física había mejorado. Esto significó que podían tolerar la tensión más eficazmente y con menos peligro de un colapso cardíaco.

Haciendo el esfuerzo

Es patente que el cuerpo del hombre fue diseñado para ser ejercitado. Sin embargo, al tratar de satisfacer esa necesidad, es sabio ser moderado, evitando el poner un énfasis exagerado al entrenamiento físico, a costa de descuidar la espiritualidad de uno.—Tito 2:2; 1 Tim. 4:8.

La sensación de fatiga que comúnmente sienten los trabajadores sedentarios a menudo está relacionada con una falta de ejercicio. El que la persona participe en actividad física le ayudará a darle más energía y a sobreponerse a su cansancio. El hacer un hábito de dar caminatas es una buena manera de comenzar. ¿Por qué no caminar en vez de ir con el auto en viajes cortos? Dijo un médico: “El caminar vigorosamente, si se practica desde la juventud, reduciría drásticamente por sí solo la incapacidad física y las muertes prematuras debido a las enfermedades de las arterias coronarias.”

Otras actividades físicas también son buenas. El nadar, andar en bicicleta, lavar el auto, cuidar el jardín, cortar el césped... cualquier forma de actividad que requiere movimiento físico vigoroso es provechosa para los trabajadores sedentarios si se hace con regularidad. El usar las escaleras en vez del ascensor es una excelente manera de mejorar la condición física.

Sin embargo, hay necesidad de tener precaución: Evite usted hacer ejercicio demasiado vigoroso al principio, antes de que su sistema circulatorio haya mejorado debido a una actividad hecha con regularidad. Gradualmente aumente la cantidad de ejercicio, y evite la tendencia de querer hacer demasiado a un mismo tiempo. Esto le permitirá al corazón y a los vasos sanguíneos fortalecerse progresivamente, y no ser dañados.

Vale la pena mejorar la condición física. La pregunta es, ¿está usted dispuesto a hacer el esfuerzo?

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