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  • El asesino silencioso
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¡Despertad! 1974
g74 8/4 pág. 18

El asesino silencioso

DURANTE un verano reciente una familia de tres comenzaron felizmente un viaje, llevando consigo su casa rodante de cuatro metros, para acampar. Al llegar a su destino, establecieron el campamento y, al finalizar el día, se acostaron a dormir en la casa rodante. Debido al aire frío de la montaña dejaron encendido un brasero de carbón mientras dormían. Este fue un grave error.

Aunque habían abierto una pequeña salida de aire en el techo y una persiana para la ventilación, se acumuló el gas monóxido de carbono. Cuando la madre despertó temprano por la mañana se sentía mareada y exhausta. Fue a despertar a su hija de doce años de edad, pero quedó horrorizada al encontrar a su hija muerta. El monóxido de carbono, el asesino silencioso, había trabajado. Casi había matado también al padre y a la madre. Ambos tuvieron que ser hospitalizados.

Demasiada gente no comprende que las brasas de carbón pueden matar hasta en una habitación ventilada. Debido a que no pueden oler ni ver este gas, no están alerta a una situación peligrosa. Un peligro similar existe en los autos.

No es raro leer informes noticiosos acerca de gente que se encuentra muerta en autos estacionados, muertos por el monóxido de carbono del motor de su automóvil. Algunos han muerto en parques de estacionamiento en los aeropuertos mientras se mantenían calientes por medio de dejar el motor del automóvil funcionando mientras esperaban a alguien. Esta historia también se ha repetido en los cines al aire libre.

El gas monóxido de carbono se forma por medio de quemar cualquier sustancia que contenga carbón. La gasolina que se usa para los automóviles, el combustible que se usa para calentar los hogares y hasta el tabaco en los puros y cigarrillos despiden monóxido de carbono al ser quemados. La ventilación amplia es esencial.

Según un informe hecho por un grupo del Servicio de la Salud Pública de los Estados Unidos bajo la dirección del Dr. Daniel Horn, hay niveles sorprendentemente altos de monóxido de carbono en las habitaciones llenas con humo de tabaco. Los fumadores no solo dañan su propia salud sino también la de otros.

Cuando una persona inhala el gas monóxido de carbono, la habilidad de la sangre para transportar oxígeno de los pulmones a los tejidos del cuerpo es seriamente reducida. La hemoglobina de la sangre tiene una atracción cien veces mayor al monóxido de carbono que al oxígeno. Como resultado, los tejidos del cuerpo se ven privados del oxígeno necesario. El cuerpo sufre una pérdida de energía y una paralización de las reacciones mentales y físicas.

Se dice que el monóxido de carbono se vuelve peligroso cuando llega a un nivel de diez partes en un millón de aire, un nivel que no es raro en el congestionado tráfico urbano. En esta concentración puede perjudicar a una mujer embarazada y a personas que sufren de bronquitis, enfisema y enfermedades crónicas del corazón. Dado que un corazón dañado quizás no pueda hacer compensación por una reducción en el suministro de oxígeno en la sangre, esto puede producir la muerte. Una mezcla de 600 partes de monóxido de carbono en un millón de aire, tal como la que fácilmente se puede acumular en una casa rodante con un brasero de carbón, puede matar en unas tres horas.

Aunque los braseros de carbón, los automóviles y las cocinas son cosas corrientes y realizan servicios para el hombre, nunca se debe olvidar que también cobijan a un mortífero asesino. Es vital estar consciente del peligro.

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