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¿Se están embotando sus sentimientos?

EXISTEN muchísimas maneras en las que uno puede dejar que se emboten sus sentimientos. Por ejemplo, los investigadores han advertido a los jóvenes en contra de escuchar por largos períodos de tiempo música de rock ’n’ roll muy fuerte. El ruido cuesta caro. Daña el oído de los jóvenes así como su capacidad de responder con aprecio, hasta a la música que les agrada.

Puede decirse prácticamente lo mismo acerca de comer alimentos muy sazonados, abusar de los licores, tomar demasiados estimulantes o recurrir a las drogas para conseguir emociones. De hecho, todos los excesos o las desviaciones de lo que es razonable y normal están sujetos a la ley de recompensa decreciente. La persona que constantemente satisface su deseo de estímulo encuentra que su capacidad para disfrutar de ello se embota, y cada vez necesita más excitación para conseguir la misma cantidad de placer. Esto también es cierto de los que no reprimen su codicia por otros placeres sensuales. Para satisfacer su excesivo deseo por esos placeres, muchas personas experimentan con nuevos dispositivos, exploran nuevas maneras y hasta recurren a prácticas antinaturales, degradantes y repugnantes.

Estos mismos principios también aplican a mirar violentos programas de TV. Así es que dos profesores en la Universidad del Estado de Pensilvania experimentaron con dos grupos de niños durante un período de cuatro semanas. Un grupo vio doce programas en los que predominaba la violencia y que estaban clasificados como “agresivos.” El otro grupo vio doce programas constructivos, “pro-sociales.” Al informar acerca de los resultados, la revista Parents, dijo: “El comportamiento de día en día de los niños que observaron los programas ‘agresivos’ desmejoraba notablemente mientras que, en contraste, los que miraron los programas ‘pro-sociales’ mejoraron en cumplir con las reglas, tolerando los atrasos, y persistiendo en las tareas.”

Los niños no son los únicos afectados por los programas violentos de TV. Un investigador de las comunicaciones en conjunto, de una universidad de Hawai, halló que había una relación directa entre la clase de programas de televisión que observaban los adultos y sus hábitos de conducir el automóvil. Se halló que los que miraban programas en los que sobresalía la violencia eran conductores descuidados, “desenfrenados,” irresponsables. Sus sensibilidades se habían embotado en cuanto a los riesgos de conducir. Pero las personas con buenos hábitos de conducir evitaban mirar esos programas.

Este embotamiento de las sensibilidades de uno debido a mirar programas violentos de TV también se manifiesta en la indiferencia que muestra la gente cuando ven lastimarse a alguien. Se nos aconseja amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. (Mar. 12:31) Una dieta regular de violencia en la TV o en las películas cinematográficas tiende a endurecer a la persona hasta el grado de pasar por alto este mandato. Ve tanta violencia en la pantalla que cuando ve violencia en la vida real actúa con indiferencia.

Así es que, el Times de Nueva York del 28 de septiembre de 1972, relató de dos neoyorquinos, uno un profesor de derecho internacional en la Universidad de Columbia, y el otro un abogado prominente, que fueron asaltados a plena luz del día dentro de una semana. El profesor fue muerto a puñaladas, y tres matones golpearon al abogado prominente con sus puños. En cada caso había una gran cantidad de gente en la calle mirando lo que estaba pasando, pero nadie ofreció ayudar a las víctimas. Sin duda, un factor fue el temor a verse implicado. Pero también, debido a haber visto tanta violencia en las pantallas, sus sensibilidades estaban embotadas.

¿Por qué tenemos todos que guardarnos de que se emboten nuestras sensibilidades? Porque todos hemos heredado tendencias egoístas. ‘Con error fuimos dados a luz, puesto que en pecado nos concibieron nuestras madres.’ (Sal. 51:5) Así es que todos tenemos latente una tendencia a ir en contra de las leyes de Dios. Como nos dice su Palabra: “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud.” Hasta el apóstol Pablo confesó que las cosas que realmente quería hacer no las hacía, y las que no quería hacer, las hacía.—Gén. 8:21; Rom. 7:15-25.

Todo lo contrario, Jesucristo, el modelo para todos los cristianos, por naturaleza tuvo sentimientos tiernos. Sintió compasión por los que estaban oprimidos. Cuando estuvo con personas que estaban de duelo, lloró. En otras ocasiones se sintió ultrajado por la manera en que los guías religiosos trataban a la gente común y ofreció descanso a los oprimidos.—Mat. 9:36; 11:28-30; 23:2-35; Juan 11:35.

¿Cuáles son algunas maneras en que uno puede guardarse de embotar sus sentimientos? Una manera es siendo muy cuidadoso en lo que uno pone en su mente al leer y al mirar películas. Evite el entretenimiento en el que predomina la violencia o el que excita los instintos bajos. Al mirar programas de TV, no vacile en cambiar de estación cuando la película viole sus normas. Sea igualmente cuidadoso al seleccionar lo que lee. Y, por supuesto, no hay nada mejor que leer la Biblia. En particular uno puede hallar placer en leer los Evangelios. Tenga la actitud mental que tuvo el salmista: “Ando alborozado a causa de tu dicho tal como uno hace al hallar mucho despojo.”—Sal. 119:162.

¿Por qué tantas personas hacen cosas que embotan sus sentimientos? Sin duda una razón es la falta de contentamiento. Sabiamente la Biblia nos aconseja de estar satisfechos y apreciar las cosas que realmente necesitamos. (1 Tim. 6:6-8) Algo que hay que tener en cuenta también es el gobierno de uno mismo. Si uno tiene debilidad por el placer sensual, requiere fuerza de voluntad el cambiar de estación y rechazar un programa que promete excitación, como las películas de violencia. Guárdese de ser un amador de placeres más bien que un amador de Dios. La Palabra de Dios nos aconseja ser “moderado en los hábitos.” El no ejercer control sobre nosotros mismos en la búsqueda de placer sin duda será contraproducente, porque embota nuestra capacidad de disfrutar lo que hacemos.—1 Tim. 3:2, 11; 2 Tim. 3:4, 5.

Sea prudente. Guárdese de embotar sus sentimientos, sean éstos físicos, emocionales o morales. Sea moderado en el disfrute de las buenas cosas de la vida y manténgase apartado de lo que es malo, violento, y sensual. El leer la Biblia le ayudará, porque la “paz abundante pertenece a los que aman tu ley, [la de Dios] y no hay para ellos tropiezo.”—Sal. 119:165.

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