¿Qué hay detrás de la crisis del crimen?
POR lo general la gente piensa que el crimen es algo que cometen los “criminales” violentos. Es cierto, los criminales endurecidos cometen algo del crimen. Pero el problema del crimen es mucho más profundo.
Dijo el anterior director general de la policía de la ciudad de Nueva York, P. V. Murphy: “El crimen está entretejido en la estructura de nuestra sociedad.” Y un anterior ministro de justicia de los Estados Unidos, R. Clark, declara: “El crimen refleja más que el carácter de los despreciables pocos que lo cometen. Refleja el carácter de toda la sociedad.”
Estos hombres, al igual que otros, dicen que todo el sistema está lleno de crimen. Pero, ¿cómo puede decirse que el crimen está ‘entretejido en la estructura de la sociedad’? Veamos.
Los barrios bajos y las drogas
Una fibra principal en la ‘estructura de la sociedad’ estrechamente identificada con el crimen es el barrio bajo central de la ciudad. A medida que crecen las enormes zonas urbanas, millones de personas desprovistas han sido empujadas a los “barrios pobres” infectados de ratas. Frecuentemente hasta les faltan las necesidades básicas, como agua y calefacción. En éstos la falta de educación seglar, la enfermedad, las dolencias y el crimen siempre han prosperado.
Pero en décadas recientes la televisión ha hecho que los habitantes de estos barrios estén más conscientes de la prosperidad del ‘mundo exterior.’ Los pobres que carecen de habilidad no comparten esta abundancia. El crimen aumenta a medida que muchos de ellos llegan a estar frustrados y endurecidos. Acuden a las drogas. Mucho del crimen de la actualidad está relacionado con las drogas, puesto que para mantener su hábito un aficionado quizás necesite 50 dólares al día. Consigue esto por medio de asaltar o robar y vender mercadería de valor muy superior a esa cantidad. Por razones de seguridad, la gente adinerada se ha mudado de las ciudades plagadas de crimen a los suburbios. Los aficionados van tras el dinero; así es que el crimen y las drogas se esparcen por los suburbios.
Sin embargo, no se puede achacar todo el crimen a la pobreza y a las drogas.
Injusticia e hipocresía
Los jóvenes acomodados y hasta muy ricos, han visto la injusticia que se ha otorgado a los socialmente oprimidos. Han fomentado el descontento y la acción revolucionaria, esperando ganar garantías de ‘derechos civiles’ para todos. E. Smith en el Times Magazine de Nueva York muestra cómo este movimiento ha afectado al crimen:
“Hubo quienes hace una década nos advirtieron que al pasar por alto el que los defensores de los derechos civiles quebrantaran la ley, por muy valiosa que fuera la causa, y por muy injustas que fueran las leyes, estábamos creando un ambiente en el que otros podrían decir: ‘Ellos quedan sin castigo, ¿por qué no quedaremos nosotros?’”
Este escritor dice que esta clase de quebrantamiento de la ley ha contribuido a entretejer el crimen en la sociedad. Pero otras razones de desilusión con la vida moderna fomentan el crimen.
En este siglo las naciones políticas han luchado guerras, bombardeando indiscriminadamente, mutilando y matando a miles de víctimas inocentes. El clero bendice las armas y a los ejércitos que matan. La gente —especialmente los jóvenes— no pueden pasar por alto estos “crímenes” hipócritas, políticos y religiosos. Por eso no se respetan las leyes del estado. La moralidad bíblica, falsamente representada por el clero, es rechazada.
Además, al negocio en grande escala frecuentemente se le tilda de “criminal.” Los defensores de los consumidores norteamericanos relatan acerca de alimentos adulterados que se venden en los mercados y de dispositivos salvavidas que las compañías han rehusado instalar. Un experto en consumo escribe para America, Inc.: “La ley se siente mucho más cómoda sentenciando a un ladrón de monedas de teléfonos públicos a cinco años que sentenciando a seis semanas de cárcel a un director culpable de tasación por valor de mil millones de dólares.”
M. Mintz y J. S. Cohen, autores de America, Inc., han investigado algunas de estas aparentes irregularidades y preguntan:
“¿Se puede dudar que una de las raíces de la enajenación y el descontento sea el que haya múltiples normas de justicia, una para los obreros, otra para los empleados de oficina, aún otra para los jóvenes con cabello largo, y aún otra para las compañías?”
Sí, ‘la criminalidad de las corporaciones’ se ha convertido en una excusa que otros usan para participar en prácticas criminales, entretejiendo aun más el crimen en la sociedad. Una joven que robó de carteras y sobretodos descuidados en una fiesta, razonó: ‘Mis robos fueron cacahuetes comparados a sus desfalcos corrientes, para no mencionar a la Mafia, o a las principales compañías comerciales.’
La gente que piensa de esta manera no roba sencillamente por falta de dinero. Más bien, ¡frecuentemente cree que robar al ‘sistema’ es correcto y hasta necesario en sí mismo! El temor al encarcelamiento no cambia necesariamente el derrotero de ellos. “El castigo no es un freno,” declara un artículo del Saturday Review, “en una sociedad a la que gran parte de sus miembros consideran fundamental y deliberadamente injusta.”
Es indudable que muchas de las quejas en contra del actual sistema comercial son justificadas. Pero, ¿es ésta la única verdadera razón que tienen los miembros de la ‘contra cultura’ para sus propios crímenes? No. Deben haber razones más profundas. ¿Cómo lo sabemos?
Si ‘el sistema’ tiene toda la culpa por sus robos e inmoralidad... ¿por qué se roban ellos el uno del otro? Cuando se abrieron tres Tiendas Gratis para ‘yippies’ en la zona baja del este de Nueva York, ¡se robaron todo, incluso los mostradores y las vidrieras! Los participantes en las manifestaciones informan que sacos de dormir, fardeles, y hasta tiendas de campaña han sido robados... ¿por quiénes? ¡Evidentemente por otros manifestantes!
Además, recientemente, mientras un prominente portavoz de la ‘contra cultura’ estaba en juicio en Chicago alguien entró por fuerza en su apartamiento de Nueva York y robó un televisor en colores. ¿Estuvo eso justificado? Él declaró: “Eso fue bandolerismo.” Correctamente declaró un sociólogo de Harvard, S. M. Lipset: “El robar es robar, aun si uno lo llama revolución.”
Además, el gran tamaño del ‘sistema’ se usa como una excusa para efectuar crímenes grandes. Considere la lógica de un ladrón de autos de Nueva Jersey:
“Lo que hago es bueno para todos. Ante todo, creo trabajo. Contrato a hombres para entregar los automóviles, para trabajar en los números, pintarlos, darles documentación, quizás conducirlos fuera del estado, hallar compradores. Eso es bueno para la economía. Además ayudo a la gente que trabaja a conseguir lo que de otro modo no estaría a su alcance. Un individuo desea un Cadillac pero no tiene los medios para comprarlo; su esposa lo quiere pero sabe que él no tiene los medios. Así es que le consigo a este individuo un buen automóvil a un precio que está a su alcance; quizás le ahorro hasta 2.000 dólares. Ahora él se siente feliz. Pero también lo está el que perdió el automóvil. Consigue un buen Cadillac nuevo de la compañía de seguros... sin las abolladuras y arañazos que tuvimos que quitar. La compañía Cadillac... también se siente feliz porque vende otro Cadillac.
“A los únicos que no les va tan bien es a la gente de la compañía de seguros. Pero es tan grande que a nadie le importa personalmente. De todos modos tienen un presupuesto para estas cosas. Así es que yo, un individuo sin educación seglar, envío a mis dos hijos a la universidad, le doy a mi familia un buen hogar, hago feliz a otra gente. . . . En realidad, ¿a quién le estoy haciendo daño?”
Pero hay otros factores que se mencionan frecuentemente.
Entrenados para la violencia
La disponibilidad de armas en muchas partes del mundo moderno, aunque no causa el crimen, sí contribuye a él. En los Estados Unidos algunas armas manuales, llamadas “especiales del sábado por la noche,” se venden nuevas por quince dólares. La policía de Detroit, Michigan, calcula que tan solo en esa ciudad circulan medio millón de armas manuales. Algunos han afirmado que los hombres pelearían hasta sin armas. El sargento de policía de Detroit F. Williams reconoce esto, pero agrega: “El otro tipo quizás termine con un labio partido, pero todavía estaría vivo.”
Además, es necesario recordar que por todo el mundo la sociedad moderna incluye a miles de jóvenes a quienes como soldados se les ha entretejido en su vida el uso de armas. Al crimen y los elementos criminales se les da un carácter romántico en la televisión. El enorme aumento de los crímenes violentos en Israel en años recientes se atribuye a la “constante corriente en sus salas de espectáculos norteamericanos de crimen.”
El sistema de la justicia criminal
Es paradójico el hecho de que las mismas instituciones que se usan para combatir el crimen están también entre las que son culpadas frecuentemente de hacer que aumente. Por ejemplo, se acusa a los tribunales de “mimar” a los criminales. Pero los tribunales se quejan de no tener suficiente personal. Los tribunales no hacen las leyes, sino que meramente cumplen las que los cuerpos legislativos hacen.
Los jueces señalan al fracaso de los sistemas carcelarios, llamándolos ‘puertas giratorias.’ Un criminal ‘blando’ va a la cárcel, aprende métodos brutales y sale para cometer un crimen más sádico. Hace notar el juez C. W. Halleck, de Washington, D.C.: “Todo lo que hacemos cuando ponemos a la gente en la cárcel es hacerla peor de lo que era antes de entrar. . . . no es concebible que ningún juez pensador pueda creer que las largas sentencias de cárcel harán algo para detener el crimen . . . El proceso del tribunal solamente es una pequeña parte del cuadro en general.”
Pero otras personas preguntan: ‘¿Por qué la policía no les “aprieta los tornillos” a los criminales?’ La policía también está restringida. Por ejemplo, la Cuarta Enmienda de los EE. UU. prohíbe a un policía hacer una búsqueda o arresto irrazonable. Si uno vive en los Estados Unidos, ¿querría que esa ley fuera revocada de manera que un policía pudiera invadir su hogar en cualquier momento que quisiera? Tal como están las cosas, los tribunales y las prisiones no pueden encargarse de los criminales que les envía la policía. ¿Cómo podrían enfrentarse con una carga aun mayor si se ‘apretaran los tornillos’?
Hay otros asuntos además de ‘pescar criminales’ que también reciben prioridad entre las actividades policíacas; buscan a niños perdidos, recuperan propiedad robada, se aseguran de que los comercios tengan los permisos debidos y suministran asistencia médica de emergencia. Hay disputas entre vecinos, borrachos comunes y transgresores de tráfico con los cuales tratar.
Además, los cambios en la situación económica han afectado a toda clase de empleos, incluso el trabajo de policía. En la década de los años 1930 había 17.000 policías en la ciudad de Nueva York; ahora hay más de 30.000. ¿Un gran aumento? ¡No! Debido a una semana laboral más corta, aumento de tiempo de vacaciones y requisitos de pagos por trabajo extra, ahora se necesitan cinco hombres para hacer el trabajo que hacían tres o cuatro en los años 1930. El capitán V. Rohe de la policía de Nueva York ha llegado a la siguiente conclusión: “En la actualidad no hay más hombres en la calle que los que había en aquel entonces, a pesar del hecho de que la sociedad se ha hecho más compleja.”
Sí, el crimen está tan ‘entretejido dentro de la estructura de la sociedad’ que el sistema de la justicia criminal compuesto de policías, tribunales y cárceles solamente puede hacer un poco; cada uno “tan solo es una pequeña parte del entero cuadro.”
El papel del individuo
Cada uno de los factores que se han considerado hasta ahora nos ayudan a entender por qué está aumentando el crimen. En gran medida es inherente al sistema, ‘entretejido dentro de la sociedad.’ Pero hay que recordar que en el último análisis, son los individuos los que cometen los crímenes.
Es un problema de moralidad. Hace algún tiempo el filósofo Will Herberg dijo:
“La crisis moral de nuestro tiempo no consiste principalmente en lo extenso de la violación de las normas morales aceptadas —¿cuándo ha estado libre de eso alguna época?— sino en el repudio de esas mismísimas normas morales.”
El crimen es parte del resultado del ‘repudio de las normas morales.’
¿Qué policía, tribunal o cuerpo legislativo puede impedir por completo que una persona haga el mal si verdaderamente lo quiere hacer? Dice Crime in America: “Los banqueros raramente roban bancos. . . . Los pobres no fijan arbitrariamente los precios. . . . Pero entre los que son capaces de un crimen cada uno halla su propio modo.”
P. Gray, director del organismo de la policía federal, hace muy claro que “cada uno halla su propio modo”:
“Los funcionarios oficiales que de vez en cuando transigen en algún principio o en la confianza pública a cambio de regalos o favores, los comerciantes que hinchan su cuenta de gastos y desinflan su declaración de impuestos, quedarían pasmados si alguien dijera que ellos no son ciudadanos responsables y cumplidores de la ley. . . .
“El trabajador que favorece los bares que están abiertos después de la hora [de cierre] y a los apostadores del vecindario, los que compran mercaderías a precios y en circunstancias que claramente sugieren que es robada, contribuyen a la supervivencia del crimen en nuestra sociedad... aunque quedarían estupefactos si se les llamara criminales.”
‘Cada uno halló su propio modo’ para cometer crímenes cuando la policía de Montreal en el Canadá se declaró en huelga en 1969. Un observador recuerda:
“No quiero decir rufianes ni transgresores habituales de la ley, quiero decir que gente común cometió delitos que no soñaría en intentar si hubiese un policía en la esquina. Vi autos que siguieron caminando cuando los semáforos indicaban que deberían detenerse. Hubo conductores que metieron sus autos a gran velocidad por el lado de la calle que no debían porque comprendían que nadie los atraparía.”
Como hemos visto, ciertamente hay numerosas causas detrás de la actual crisis del crimen. Pero hay otras de las cuales quizás el lector no esté consciente, causas peculiares a nuestro tiempo. La Biblia las explica.
Poco antes de su muerte Jesucristo dio una “señal” para marcar la “conclusión del sistema de cosas.” Sus palabras, juntas con el capítulo seis de Revelación, predicen guerra global, hambre y pestilencia dentro del período de una “generación.” Desde 1914 hemos estado en la “conclusión del sistema de cosas.”
Sin embargo, al mismo tiempo, Jesús también predijo que, “por el aumento del desafuero se enfriará el amor de la mayor parte.” Jesús sabía en qué dirección llevaría al hombre el pecado innato y su actitud de corazón para este tiempo... excesivo “desafuero.” El crimen, que parece filtrarse en cada fibra de la sociedad moderna, ha hecho que muchos se endurezcan. Se enfría el amor por Dios y su elevada norma moral. De esto resulta más “desafuero.”—Mat. 24:3-12, 34; 2 Tim. 3:1-5.
Puesto que la Biblia ha predicho correctamente lo que vemos hoy día, podemos confiar en lo que ésta dice acerca de otra causa más del actual aumento del crimen. Ese otro elemento es una persona espíritu invisible... Satanás el Diablo. La Biblia predijo que Satanás sería arrojado del cielo en este tiempo. ¿Con qué resultado? “Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.” Puesto que sus días están contados, él agrava aun más el espíritu de desafuero de la actualidad.—Rev. 12:12.
Pero, ¿cómo puede uno protegerse del crimen en este tiempo antes que termine el “sistema de cosas”?
[Ilustración de la página 10]
La hipocresía religiosa lleva a muchos a pasar por alto la moralidad bíblica
[Ilustración de la página 11]
Los tribunales sobrecargados envían a los criminales a cárceles aglomeradas. Allí frecuentemente aprenden a ser peores criminales
[Ilustración de la página 12]
La mayoría de la gente obedece las leyes si hay un policía vigilando —pero— ¿obedece usted tan prontamente si no hay un policía alrededor?
[Ilustración de la página 13]
LOS CRIMINALES PUEDEN ROBAR, PERO, ¿COMPRA USTED LO QUE ELLOS ROBAN?