La identificadora “señal” de nuestros tiempos
NO ES necesario estar en dudas en cuanto a dónde nos hallamos en la corriente del tiempo o hacia dónde se está dirigiendo este mundo. Hay una señal que nos lo está diciendo. Es, de hecho, un enorme letrero, lo bastante grande como para que se lea por toda la Tierra.
Esta señal global es en cumplimiento de una profecía que dio Cristo Jesús y se encuentra en la Biblia en los capítulos 24 de Mateo, cap. 13 de Marcos y cap. 21 de Lucas. Examine, ahora, de qué se compone la señal y entonces compare sus rasgos con lo que sus propios ojos, oídos y otros sentidos le dicen que está sucediendo hoy.
Esta señal profética de muchas facetas abarca estos rasgos:
Un período marcado por “guerras e informes de guerras,” por “grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes [enfermedades contagiosas] y escaseces de alimento.” Entre la gente, habría un significante “aumento del desafuero,” y “angustia de naciones, no conociendo la salida,” sin embargo las preocupaciones materiales ocuparían tanto la atención de la gente que le harían poco o ningún caso a las señales de advertencia a su alrededor.
¿Vemos esta señal compuesta? ¿Ha estado visible desde 1914? ¿Cuáles son los hechos?
Las guerras han estallado una tras otra desde 1914. Los años desde aquel entonces hasta ahora se llaman correctamente “La edad de la violencia.” En el prólogo del libro The First World War, por el general francés Richard Thoumin, Martin Kieffer muestra cómo esta guerra fue diferente de todas las guerras anteriores. Declara:
“Nunca antes tantos países y ejércitos tan grandes se habían enfrentado en batallas tan gigantescas; nunca habían sido tan grandes las proporciones de muertos o mutilados en combate; nunca antes el hombre había ido a la guerra con armas tan poderosas. . . .
“La Primera Guerra Mundial fue la primera guerra ‘total,’ y como tal dejó un impacto profundo en las mentes de todos los participantes . . . ”
La I Guerra Mundial ocasionó unos diez millones de bajas; la II Guerra Mundial produjo otros cincuenta y cinco millones de bajas. Y tan solo desde el fin de la II Guerra Mundial se han peleado cien o más guerras en diferentes partes de la Tierra. El bombardeo que efectuaron tan solo los Estados Unidos en el conflicto de Vietnam excedió al que todas las naciones combinadas efectuaron en la segunda guerra mundial.
Las enfermedades epidémicas se burlan de los adelantes médicos de la humanidad del siglo veinte. Una sola plaga, la influenza española, mató a 21.000.000 de personas alrededor del mundo en cuestión de meses durante 1918 a 1919. El libro 1918 Year of Crisis, Year of Change describe sus desastrosos efectos:
“La epidemia de influenza cerca del fin de la guerra fue tan aterradora que puso al mundo médico ‘en conmoción’ . . .
“La parte fatalmente insidiosa de la epidemia fue que la profesión médica no solo carecía de una cura, sino que no había manera de detener su propagación... y, según las autoridades del día, ninguna otra enfermedad jamás se esparció tan lejos y tan rápidamente. . . . el mundo estaba sufriendo la epidemia más calamitosa de su historia. . . . La epidemia sobrepasó por mucho a la guerra misma como asesina en masa.”
“Tan solo en la India, 12,5 millones, o 4 por ciento de la población total, murió en la epidemia. En los Estados Unidos la enfermedad cobró más de 500.000 vidas.”
Actualmente, el cáncer, las enfermedades cardíacas, los trastornos mentales, las enfermedades venéreas, la afición a las drogas... todas califican como plagas modernas de proporciones enormes. Algunas autoridades consideran al envenenamiento por contaminación como una amenaza aun mayor que la guerra nuclear.
Las escaseces de alimentos han hecho del espectro de la inanición o la desnutrición una parte continua de la escena terrestre desde 1914. Los años bélicos de 1914 a 1918 vieron el hambre en muchas partes de Europa; millones murieron de inanición en Rusia. Y The World Book Encyclopedia (1970) dice que “después de la II Guerra Mundial, ocurrió la mayor escasez mundial de alimento de la historia.” La escasez empeora a medida que una de cada tres personas en la Tierra hoy sufre de desnutrición o está lentamente padeciendo de hambre. Los precios de los alimentos en muchos países han subido por las nubes.
Los terremotos han estado sacudiendo este planeta desde 1914 con una frecuencia y violencia notables. Han costado más de 700.000 vidas e incalculable daño a la propiedad, devastando ciudades enteras, como Managua, Nicaragua, y han partido enormes montañas, enterrando a pueblos enteros bajo toneladas de tierra.
El desafuero esparce creciente temor en las ciudades, pueblos y zonas rurales. ¡El costo del crimen tan solo en los Estados Unidos ha aumentado a cincuenta y un mil millones de dólares al año! Es especialmente notable el aumento del crimen entre la llamada gente “respetable.” Los ejecutivos y los empleados “de confianza” en los Estados Unidos están robando de sus compañías a un promedio de ocho mil millones de dólares por año.
Pero el desafuero no se limita a los robos, asesinatos y crímenes similares. El período desde 1914 en adelante ha visto una oleada de desafuero debido al creciente desplome de las normas morales de la humanidad. Aumenta el número de las organizaciones religiosas que o pasan por alto o ponen a un lado las leyes de Dios que se hallan en la Biblia, clasificándolas de “anticuadas” e “imprácticas.”
La predicha “angustia de naciones” está aquí. Es obvio que los líderes mundiales ‘no conocen la salida’ a los problemas apremiantes y manifiestan una creciente confusión. Más y más personas se sumergen en las búsquedas materialistas, cerrando sus ojos a la evidencia de que el mundo va a la deriva, rumbo al desastre.
Sí, quizás la evidencia más fuerte de todas de que ahora estamos en el tiempo crucial predicho se ve en la gente misma. Compare estas palabras del inspirado apóstol Pablo con lo que usted mismo observa:
“Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, que tendrán la apariencia de la piedad, pero desmentirán su eficacia.”—2 Tim. 3:1-5, “Biblia de Jerusalén.”
Ciertamente esas palabras armonizan con la generación que vive en la Tierra desde 1914 más que con ninguna otra generación en la historia. Ni debemos esperar un cambio en esa tendencia. Más bien, podemos estar seguros de que, como esta misma profecía nos advierte, esas personas “irán de mal en peor, serán seductores y a la vez seducidos.”—2 Tim. 3:13, BJ.
Lo que nuestros propios ojos ven y nuestros propios oídos oyen nos dan testimonio de que estamos viviendo en los “últimos días.” ¿Los últimos días de qué? No los últimos días de esta Tierra ni de toda la humanidad, sino los últimos días del actual orden mundial y de todos los que lo prefieren y continúan con su derrotero descendiente.
La señal profética que identifica nuestro tiempo, por lo tanto, es visible en toda la Tierra. Los hechos que claramente cumplen con ésta están a la vista de todos. Se presentaron exactamente al tiempo predicho y de la manera predicha. Los líderes mundiales no pueden explicar por qué el mundo está en su actual derrotero de dificultades o hacia dónde conduce todo esto. ¿Por qué no, pues, dar una consideración seria a la esclarecedora visión que la Biblia da, mostrándonos lo que el futuro inmediato nos tiene deparado?
[Ilustración de la página 21]
TERREMOTOS
GUERRAS
ESCASECES DE ALIMENTO
PESTES
La señal que se predijo para nuestro tiempo, ahora visible en toda la Tierra, nos dice exactamente adonde se dirige este mundo