Mi vida como cantante de festival en África
KUESIONOR era mi título profesional como cantante y bailarina, según nuestro propio idioma kissi. Este título llegó a tener prioridad sobre mi verdadero nombre, Teewa. Yo era la principal cantante y bailarina en un grupo de siete cantantes y bailarines varones. Nuestro grupo componía sus propias canciones y la música para acompañar nuestra danza. Cantábamos y danzábamos acompañados por la música que emitía el chekelan (conchas de cauri colgadas alrededor de una calabaza) y diversos tipos de tambores. Tanto el espíritu de la música y la danza como la manera en que nos vestíamos eran excitantes y cautivadores.
Recibíamos hasta 75 dólares en una sola actuación pública... una gran suma de dinero para nuestro pueblo, aun más de lo que algunas familias recibían durante dos o tres meses. Nuestro grupo de danza y canto era muy solicitado en los festivales que se celebraban por todas las ciudades y aldeas bajo el dominio de nuestro jefe, así como en países vecinos del África occidental.
Yo estaba recién casada y mi esposo había pagado una dote, o el precio que se paga por la novia, a mi padre. Este tipo de matrimonio se acepta en nuestro país, a pesar de no estar formalmente registrado en el Tribunal Nativo. Mis padres habían informado a mi esposo que yo había sido dedicada ceremonialmente para ser una Kuesionor, cosa que a él no le agradaba mucho. Evidentemente sabía lo ocupada que esto me tendría, lo cual no contribuiría a que nuestro matrimonio fuera bien llevado. Además, mi esposo había comenzado a estudiar la Biblia recientemente y, al haber aprendido algo acerca de ciertos principios bíblicos, estaba reconsiderando la posibilidad de permitirme proseguir mi carrera como cantante y bailarina en los festivales. Pero, en cuanto a mí, mis pensamientos y mis intereses estaban muy lejos de Dios.
En nuestra comunidad local, las tradiciones paternales y otras están muy arraigadas. De manera que mis padres se salieron con la suya. Yo me sentía muy feliz, cautivada por el solo pensamiento de llegar a ser una Kuesionor. En realidad, cuando contraje matrimonio yo era muy joven, pues las niñas de nuestras aldeas se casan a menudo a los trece o catorce años de edad.
Comienzo y ejercicio de la profesión
¡La ceremonia que marcó mi iniciación en la profesión como Kuesionor me pareció grandiosa! Mis padres dieron a las ancianas de nuestra aldea la cantidad prescrita de arroz, aceite de palma y nueces de cola. Pagaron también una suma de dinero y dieron alrededor de cinco metros y medio de tela blanca para que me engalanara para la ceremonia. Hubo mucho regocijo, canto y danza, en los cuales muchos aldeanos participaron mientras otros observaban.
De manera que, cuando me llevaron a la aldea de mi esposo para consumar nuestro matrimonio, mi carrera activa como cantante y bailarina estaba casi a punto de comenzar. A medida que ganara experiencia en mi nueva carrera, estaría separada de mi esposo más y más, pues viajaría en giras cada vez más extensas que a veces duraban hasta cuatro meses. No obstante, para ese entonces mi esposo había decidido tomar una segunda esposa, de manera que nuestro hogar llegó a ser polígamo.
¿Cómo se sentía mi esposo en cuanto a mis prolongadas ausencias? ¿Me extrañaba? No estaba muy segura de esto por el momento, pero lo que sí sabía era que aquello no le agradaba mucho, a pesar de que yo regresaba a casa trayendo grandes sumas de dinero después de cada viaje. De todos modos, pensaba yo, tiene a mi “compañera” (su esposa secundaria) para que lo cuide.
Muchas cosas me sucedieron en esas giras de festivales, cosas que ahora no me siento orgullosa de relatar. Entre las más comunes de las prácticas se pueden mencionar la borrachera y el adulterio.
En una ocasión después de un viaje regresé a casa demasiado tarde para participar en limpiar el terreno de la granja de mi esposo para plantar el arroz, el cual es la base de nuestra alimentación. Esto produjo amargo reñir y pelear. En otra ocasión él me pegó, y por un tiempo me echó de la casa.
La Biblia cambia a mi esposo
Pero durante todo este tiempo un testigo de Jehová venía cada semana a conducir un estudio bíblico con mi esposo. Sus visitas comenzaron a afectar el pensar de mi esposo de una manera favorable, y esto se reflejó en una actitud más tolerante para conmigo. Se hizo más afable y apacible y evidentemente le era más fácil contarme acerca de las cosas que estaba aprendiendo en su recién encontrada religión.
Casi todos nosotros, los que vivíamos en nuestra aldea, éramos animistas, de modo que cualquier cosa que mi esposo nos contara referente a lo que aprendía de la Biblia, nos era completamente nuevo.
No obstante, el verdadero punto de viraje en mi vida llegó el día en que mi esposo me llamó a su lado y me explicó que había aprendido en la Biblia que un hombre debería ser esposo de una sola mujer. (1 Tim. 3:2, 12) Así es que me dijo que había decidido enviar a una de sus esposas de vuelta a su gente. Se me cayeron las alas del corazón porque mi “compañera” (su esposa secundaria) era más joven que yo. ¿Me enviaría de vuelta a mí, su esposa mayor, o enviaría a la mujer más joven? Mi ansiedad aumentó cuando pasó a explicarme que no le había sido fácil tomar la decisión. Pero luego me preguntó: “¿Estarías dispuesta a ir conmigo al Tribunal Nativo para obtener los papeles para nuestro matrimonio?”
Me sentí muy aliviada, y concordé de buen grado. Lo que es más, me sentía excitada ante la perspectiva de ir al Tribunal Nativo para solemnizar y registrar nuestro matrimonio. ¿Qué había hecho que él tomara esta importante decisión? Los testigos de Jehová le habían explicado que, si él quería ser un verdadero cristiano, tendría que registrar legalmente su matrimonio. De manera que se requería algo más que pagar una dote. También se le explicó que debería retener a la ‘esposa de su juventud,’ y solo a ella. (Pro. 5:18) De modo que envió a su segunda esposa de vuelta a su familia.
Cambios en mi propia vida
El abordamiento amoroso que mi esposo había hecho con respecto a mí, y la idea de que ya no tenía que compartirlo con otra mujer hicieron una impresión profunda en mí. Empecé a respetarlo cada vez más como mi dueño.
Por otra parte, cada vez me sentía menos entusiasmada en cuanto a mi carrera como cantante. Un día, en medio de una gran función en un festival, una mujer gritó algo parecido a esto: “¡Tenemos cristianos aquí entre nosotros! Jamás toleraremos a alguien que esté tratando de andar por dos caminos.” Por supuesto, este arranque me enervó, porque yo era la única en toda esa multitud que tenía un esposo cristiano. Debido a este incidente, no me quedé hasta que finalizara el festival. Fue precisamente entonces que decidí investigar más las nuevas creencias de mi esposo.
Comencé a acompañarle en sus caminatas hasta las reuniones de los testigos de Jehová, las cuales se celebran en una villa a unos quince kilómetros de distancia. ¡En esas reuniones todo parecía tan pacífico! ¡Qué contraste con el ruido del chekelan, los tambores y la gritería de las muchedumbres en los festivales mundanos! Fue también en esas reuniones que escuché canciones de una clase diferente... canciones basadas en temas bíblicos y en alabanza a Jehová. Estas canciones se cantaban en nuestro propio idioma, y las palabras comenzaron a adquirir un significado real para mí.
No siempre entendía todo lo que se enseñaba en las reuniones, pero comencé a disfrutar mucho de estar allí. Un día, al regresar a casa después de una de ellas, le pedí a mi esposo que ya no me llamara “Kuesionor.” Yo también había tomado una decisión; ya no sería más una cantante en los festivales.
Las mujeres principales de nuestra aldea se sintieron particularmente disgustadas por mi decisión de abandonar la vida de Kuesionor y, en consecuencia, me impusieron una multa por quebrantar la tradición local. El asunto se presentó delante de los ancianos de la aldea. Entonces mi esposo se presentó y habló amable, pero firmemente, a mi favor. Esto resultó en que los ancianos me quitaran la multa y me dieran la libertad. ¡Y qué liberación sentí! Ahora estaba libre para servir a Jehová junto con mi esposo.
Las bendiciones de servir a Jehová
Desde mi bautismo en 1972, mi esposo y yo no hemos tenido siquiera una pelea. El ver los cambios que la verdad de Dios ha hecho en nosotros ha sido un testimonio maravilloso para los extraños. Yo abandoné el canto y la danza en los festivales mundanos, a pesar de que algunas personas que todavía no están enteradas de la posición que he adaptado todavía me llaman por mi título de cantante.
Y, para sorpresa mía, ¡algunos de los hombres de nuestro grupo de baile también han llegado a ser cantantes de las alabanzas de Jehová! Uno de ellos, el mayor de todos, ha abrazado la verdad bíblica a pesar de mucha oposición y ridículo.
¿Me siento arrepentida de haber tomado la decisión de abandonar mi vida como Kuesionor para abrazar el cantar las alabanzas de Jehová? ¡De ninguna manera! Después de dar a conocer mi dedicación a Jehová y decidir que no continuaría mi carrera como cantante de festival, una compañera se mofó de mí, diciendo: “¿Tendrás ropa y dinero como los tienes ahora?”
Por supuesto, yo estaba determinada, y nada podía hacerme cambiar de opinión. ¿Cuál ha sido el resultado? Desde que me bauticé he disfrutado de muchas experiencias gozosas, entre las cuales se cuentan un hogar feliz y un buen marido que me ama como a su única esposa, y que ama a Jehová como lo amo yo. También disfruto del privilegio de ayudar a otros a efectuar en sus vidas cambios similares a los que mi esposo y yo hemos hecho.
En cuanto a las cosas materiales, éstas ya no son tan importantes. Trabajo en la granja con mi esposo, y ésta nos provee las necesidades básicas de la vida. Y, puesto que el dinero ya no fluye fácilmente de mi carrera como cantante, no tenemos que agasajar a amistades mundanas o atender a tantos parientes lejanos, lo cual, después de todo, daba cuenta de la mayor parte del dinero. En cambio, tenemos bendiciones y prosperidad espirituales. Me siento muy agradecida por haber abandonado mi vida como Kuesionor para llegar a ser una cantante de las alabanzas de Jehová.—Contribuido.