Los jesuitas... en decadencia
PARA los jesuitas no es cosa nueva figurar en las noticias. Desde hace mucho se les ha llamado ‘la Primera Legión’ y ‘la Vanguardia de la Iglesia.’ Pero ahora los jesuitas —la más poderosa y, para muchos observadores externos, entre las más interesantes de las órdenes religiosas católicas romanas— están figurando en una clase diferente de titulares.
Hoy en día, aun muchos de los mismos jesuitas están expresando el temor de que su orden está en decadencia. ¿A qué se deben esas opiniones?
Por una parte al hecho de que sus números están menguando. En 1966, había más de 35.000 hermanos jesuitas, escolásticos y sacerdotes por todo el mundo. Ahora solo hay unos 31.000. Entre los que han dejado la orden se encuentran hombres eminentes de entre sus filas. Y todo indica que sus números continuarán disminuyendo. De hecho, los jesuitas norteamericanos recientemente redujeron la cantidad de seminarios de cinco a tres debido a la falta de estudiantes.
Atisbando la historia jesuita
La Compañía de Jesús, como se le llama, fue fundada por Ignacio de Loyola en el año 1540. Desde el mismo comienzo los jesuitas fueron diferentes entre las órdenes religiosas. La mayor parte de las órdenes anteriores a ellos eran contemplativas y enfatizaban la oración y la vida monástica. Pero la compañía de Ignacio iba a ser preparada para la acción. Así es que, llegó a ser la primera orden en la Iglesia que se ofreció a sí misma al papa para cualquier trabajo especial que él tuviera en mente. También, los votos de los jesuitas no solo incluyen los de pobreza y castidad, sino que se coloca un énfasis especial en los votos de obediencia al papa. Para llevar a cabo su amplia comisión Ignacio sabía que se necesitaba algo más: Flexibilidad.
Los jesuitas tendrían que ir a todo el mundo y adaptarse a toda clase de trabajos sin sentirse restringidos a los ‘deberes sacerdotales.’ Para facilitar su adaptación a las diversas condiciones, en su mayor parte se abandonó el uso del ropaje distintivo como los que usan los monjes y los frailes de otras órdenes. Con el tiempo se halló a los jesuitas en el comercio, las artes, en la obra social y en muchas otras ocupaciones. Sin embargo, han ganado prominencia en dos campos en particular.
Su obra misional en Asia, África y en las Américas se ha hecho casi legendaria. Y, en segundo término, son famosos como educadores e intelectuales. Hasta los críticos del grupo han reconocido que una educación jesuita es una excelente educación académica.
Sea a lo que fuere que los jesuitas se hayan dedicado a hacer, por lo general lo han hecho muy bien. Es interesante notar que, este mismo éxito ha originado muchos de sus problemas. ¿De qué modos?
El éxito crea problemas
Para muchos protestantes, los jesuitas no han parecido ser otra cosa sino una sutil pero muy poderosa y exitosa arma de Roma. No se puede negar que parte de su propósito original fue contrarrestar la Reforma protestante. El fallecido Joseph de Guibert (él mismo un jesuita) hizo notar: “Está, por supuesto, más allá de toda duda que Ignacio le temía al protestantismo. Se opuso resueltamente aun a toda tendencia que se le pareciera o que lo favoreciera.”
La popularidad jesuita ha puesto a otros en contra de ellos. Cuando los dictadores y gobiernos comunistas llegan al poder, los jesuitas frecuentemente están entre los primeros en sufrir, algunas veces por sus supuestas estrechas relaciones con la ciudad del Vaticano. Sin embargo, particularmente en las décadas recientes, los jesuitas individuales han maniobrado con amplia libertad y hasta algo desligados del Vaticano.
¡Los éxitos de los jesuitas algunas veces les han creado enemigos hasta dentro de la misma Iglesia Católica! La presión en contra de ellos fue tan fuerte que el papa proscribió al grupo entre 1773 y 1814. ¿Por qué este intenso odio interno? Principalmente debido a los celos. Su lema: “Para mayor gloria de Dios,” entraña que harán más que hasta otras órdenes religiosas dedicadas. Ese espíritu no siempre ha recibido la mejor recepción, ni aun entre “amigos.”
Así es que la oposición y los problemas no son nuevos para la Compañía de Jesús. Pero en la actualidad los jesuitas o los que se interesan en sus muchas obras deben ejercer discernimiento especial. Es relativamente fácil echar a un lado los problemas actuales como solo variaciones sobre un tema que tiene siglos de antigüedad. Pero esa actitud también puede ser peligrosa. ¿Por qué? Porque las situaciones a las que la Orden se enfrenta hoy en día realmente son diferentes de las del pasado.
Las situaciones diferentes de hoy día
Hoy en día jesuitas se enfrentan a jesuitas como fuertes rivales políticos. Por ejemplo, hay dos jesuitas en prominentes puestos gubernamentales en los Estados Unidos. Uno, el Dr. John McLaughlin, acusa al otro, el representante Robert F. Drinan, de ‘violar la justicia’ y de ser “tan razonable como . . . lo fue el Sanedrín con Cristo.”
Las manifestaciones de los derechos civiles de los años 1960 y el principio de los años 1970 en algunos casos abrieron brechas entre los jesuitas. Así es que, después que el jesuita Dan Berrigan fue acusado de planear secuestrar a un funcionario encumbrado del gobierno de los Estados Unidos, un informe del Times de Nueva York señaló que en su orden local “algunos de los hombres más viejos insistieron airadamente en que él fuera expulsado de la orden. . . . los sacerdotes más jóvenes que habían apoyado a los Berrigans, vocearon la creencia de que no era posible que las acusaciones fueran ciertas.” Similares divisiones políticas entre los jesuitas ahora han aparecido en las Filipinas.
Además, hay opiniones divididas acerca de asuntos morales. El jesuita John McNeill aprueba públicamente la homosexualidad y hasta disimuladamente pasaría por alto alguna forma de ‘ceremonia de unión’ homosexual. Esas opiniones afligen a los elementos conservadores.
Hay una división tan grande en la orden hoy en día que el jesuita Kenneth Baker, redactor de Homiletic and Pastoral Review, dice: “Hace diez años cuando uno era presentado a un compañero jesuita, uno sabía que era un hermano y que sus experiencias y pensamientos serían como los de uno. Ahora cuando uno conoce a un jesuita por primera vez, es como el baile de apareamiento de los cangrejos... hay que averiguar si el otro cangrejo es macho o hembra.”
Ahora añada a esta extraña combinación de condiciones otro hecho: En el pasado cuando los jesuitas tuvieron problemas, la Iglesia misma estaba fuerte y firme. Pero ahora toda la institución católica romana se encuentra en dificultades. Uno de los más prominentes eruditos jesuitas, John L. McKenzie, dice que la jerarquía de la Iglesia ha perdido su poder y “está huyendo asustada.” Más jesuitas que nunca antes se han convertido en críticos de la Iglesia que habían prometido servir.
Por lo tanto, ¿parece prudente el sencillamente pasar por alto la actual mengua en la Orden como parte del mismo modelo que en el pasado? Difícilmente. Pero, ¿en qué —aparte de los problemas en general a los que se enfrenta toda la Iglesia— verdaderamente se basa la mengua de los jesuitas?
La fuente del problema
Lo que pudiera llamarse la ‘distinción jesuita’ está desapareciendo rápidamente. ¿De qué modo?
Bueno, la Compañía de Jesús por sus acciones se ha aplicado las palabras de Cristo acerca de que sus seguidores están ‘en el mundo, pero no son parte del mundo.’ (Juan 17:11-16) Reconocidamente no es pequeño el desafío que eso presenta. Pero al tratar de ser sacerdotes jesuitas, mientras también están activos en otros empeños del mundo, siempre existe la posibilidad de que el papel sacerdotal desapercibidamente pase a una posición secundaria. Cuando eso sucede, ¿cuál es la diferencia entre el jesuita y el lego de término medio en la misma profesión? Ninguna. Pero, ¿ha sucedido esto en realidad? Los eclesiásticos compañeros parecen pensar que sí.
Por ejemplo, la revista católica Commonweal reseñó el libro The New Jesuits por George Riemer en 1971. El libro es una serie de once interesantes entrevistas con jesuitas inteligentes en diferentes campos. ¿A qué conclusión llegó el reseñador, John L’Heureux? Leemos:
“En ninguna parte del libro . . . hay alguna indicación de la razón por la cual estos hombres son sacerdotes o por qué son jesuitas. Con toda la charla acerca de sacerdotes combinados (sacerdote escultor, sacerdote abogado, sacerdote político), nos preguntamos qué hay en el extremo delantero de la combinación. ¿Es ser un sacerdote sencillamente algo que uno es, como ser irlandés o blanco o gordo? ¿Es ser un jesuita algo parecido a pertenecer a un club para caballeros muy exclusivo? ¿No lo hace diferente a uno el sacerdocio y la Orden . . .?”
¿Quién negará que este reseñador hace algunas preguntas legítimas? ¿No indican estas observaciones que los jesuitas ya no están sencillamente en el mundo, sino, que en cambio, en realidad son una parte activa de él?
La declaración hecha por el jefe de la Orden, el superior general Pedro Arrupe revela aun más que la Orden ciertamente es parte del mundo. Señala él: “El fenómeno” de los problemas actuales a los que se enfrenta la Orden “parece ser menos asombroso si lo colocamos directamente dentro del marco de todo lo que sucede en el mundo, y no meramente dentro de la Iglesia hoy día.” [Las letras cursivas son nuestras.] ¿No muestra la admisión del superior general que la Orden está tan enlazada con el mundo, social y moralmente, que sufre como sufre el mundo?
Los jesuitas sinceros saben que no se hacen estas preguntas con un espíritu beligerante o de mala voluntad. Más bien, se hacen para aguijonear el autoexamen, lo cual es muy vital en estos tiempos singulares. De hecho, la vida está implicada.
¿Qué jesuita no recuerda las palabras de Jesús en su Sermón del Monte? Él dijo a sus seguidores: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.”—Mat. 5:13, Nácar-Colunga.
Desaparecida cualquier diferencia entre los jesuitas y el resto del mundo, francamente, ¿cómo pueden ellos, como la sal, ser un verdadero instrumento para preservar a la Tierra de la decadencia moral? Eso no es posible. Esas palabras de Jesús merecen una consideración especial puesto que nadie quiere ser parte de una organización que ‘será pisoteada por los hombres.’
El autoexamen que requiere la situación actual es, comprensiblemente, nada fácil. Pero para cada persona genuinamente interesada en la “mayor gloria de Dios,” es una necesidad absoluta.