El arte de conversar
“UNA buena conversación es como un paisaje hermoso... continuo, aunque variando constantemente, y lleno del encanto de lo novedoso y lo sorprendente.” Así dijo el autor Randolph S. Bourne.
Ciertamente, la gente encuentra gran deleite en un paisaje hermoso. De manera similar, los que perfeccionan el arte de conversar derivan gran placer y beneficio de éste. Gozan de intercambiar ideas, opiniones y sentimientos con otros.
‘Ojalá fuera siempre fácil y deleitable conversar con mis conocidos,’ quizás diga el lector. ‘Pero muy a menudo, no es así. ¿Qué puedo hacer en cuanto a ello?’ Quizás mucho.
Tiempo y lugar
Para comenzar, no se desanime si sus esfuerzos para conversar no dan buenos resultados de vez en cuando. Eso le sucede a todos. Después de todo, no se puede tener una buena consideración con alguien que solo da una respuesta breve y verdaderamente no desea hablar. Quizás esa persona tenga en su mente un asunto muy apremiante.
Cuando se trata de conversar, el tiempo y el lugar son muy importantes. Reconocidamente, es asunto fútil —hasta desconsiderado— tratar de hablar en absoluto con una cocinera cuando está saliendo humo de su cocina. ¡Lo urgente en ese momento es esa coliflor que se quema o ese bistec en llamas!
La Biblia aclara muy bien el punto. Dice: “Para todo hay un tiempo determinado . . . tiempo de callar y tiempo de hablar.” (Ecl. 3:1, 7) Puede que una persona esté meditando, leyendo un libro o sumando una larga columna de cifras. O quizás haya surgido un serio problema y el individuo esté muy absorto en sus pensamientos. En tales casos, ¡cuán cierto es el viejo dicho, “el silencio es oro”!
Preparándose para buena conversación
Pero en reuniones sociales o cenas informales a uno le gustaría participar en una buena conversación. ¿Qué se puede hacer para lograrlo?
Tal vez se requiera preparación por anticipado, especialmente si uno es el anfitrión. Puede hacer notas mentales acerca de los acontecimientos actuales y asuntos de interés en la comunidad. Tenga en cuenta las ocupaciones y actividades de los invitados a la reunión. Si es necesario, investigue un poco. Así podría decir algo acerca del trabajo, los pasatiempos o intereses de los presentes.
Aun en la conversación espontánea, no crea que no tiene nada que decir. En realidad usted se ha estado preparando durante mucho tiempo para su próxima conversación. ¿Cómo? Bueno, ha adquirido conocimiento al ir a la escuela y por experiencias de la vida. Además, probablemente ha efectuado alguna lectura. Quizás ha recogido puntos del estudio personal de las Santas Escrituras. De modo que como ve... realmente sí tiene algo digno de lo cual hablar. En el tiempo y lugar correctos, se pueden efectuar excelentes contribuciones a la buena conversación.
Organice con anticipación algunas ideas. Determine en forma general lo que se podría decir sobre un tema en particular. Quizás no sean necesarios algunos detalles. Pero tal vez necesite suministrar algunos hechos en cuanto a quién, qué, por qué, cuándo, dónde y cómo, especialmente si va a hablar de algún acontecimiento.
Promoviendo la buena conversación
Las preguntas pueden ser muy útiles para promover una buena conversación. Robert Louis Stevenson hizo notar una vez: “Pon en marcha una pregunta y es como poner en marcha una piedra desde la cima de una colina; allá va la piedra, poniendo en marcha a otras.” De manera similar, una pregunta bien meditada puede provocar una pronta respuesta y preparar el terreno para una conversación agradable.
Por lo tanto, para empezar una conversación, o para mantenerla, ¿por qué no usar preguntas bien escogidas? No, no la pregunta entremetida, del tipo personal. (¿Por qué se han separado usted y su señora después de veinte años de matrimonio?) Ni de la clase que equivale a una prueba de inteligencia. (¿Cuáles fueron las siete maravillas del mundo antiguo?) Preguntas como éstas probablemente harían que la mayoría de los invitados desearan estar en algún otro lugar.
Por otra parte, las preguntas inquiridoras que requieren opiniones no están fuera de lugar, mientras no sean deliberadamente polémicas. Preguntas que sugieren las respuestas podrían tratar acontecimientos o problemas corrientes. (¿Cómo cree usted que se puede proveer alimento para los millones que mueren de inanición?) Hasta una pregunta hipotética quizás no sea objetable. (¿Durante qué período de la historia, en particular, hubiera usted preferido vivir?) Pero no se exceda con este tipo. Y, naturalmente, la conversación progresará mucho más suavemente si somos corteses y no interrumpimos cuando se están contestando las preguntas.
Las experiencias excelentes pueden agregar entusiasmo e interés a la conversación. De modo que, piense en cosas que le han sucedido, o en actividades en que ha participado. Estas experiencias pueden ser dignas de contarse. Por supuesto, un relato detallado de nuestra reciente hospitalización o cirugía podrá ser verídico, pero, ¿estimularía a los oyentes? ¡Cuánto mejor es escoger experiencias que les traigan gozo! Cuando los verdaderos cristianos se reúnen socialmente, a menudo cuentan excelentes experiencias de sus actividades en la predicación de las buenas nuevas del reino de Dios.
Al relatar experiencias, agradaremos a nuestros oyentes si eliminamos los detalles innecesarios. Esto le da claridad a la narración y les ahorra esfuerzo mental que de otro modo pudiera ser necesario para seguir el orden de los hechos. Otro punto: ¿Por qué ser continuamente el héroe o la heroína del relato? Tenga un punto de vista amplio, mostrando el papel que puedan haber desempeñado otros.
Manténgala a nivel digno, atrayente
Sabemos que si el aire se sobrecarga de niebla tóxica, hasta el paisaje más hermoso puede perder su atractivo. Así, una buena conversación puede perder su atractivo, hasta hacerse angustiosa, si no se mantiene en un plano elevado. El ambiente o el ánimo que prevalece debe permanecer bueno para que la conversación sea atrayente y provechosa. ¡Qué vital, pues, es que se mantenga en un nivel digno y atrayente!
Sin embargo, una conversación que sea digna no requiere palabras extremadamente grandes ni lenguaje altisonante. Por supuesto, hay algo que decir a favor de ensanchar el vocabulario. No obstante, una conversación amistosa no es momento para jactarse con palabras ostentosas.
Cuando en cierta ocasión se le preguntó a un diplomático acerca de su alojamiento, contestó: “Estamos en la embajada, sujetos, por supuesto, a algunos de los desconciertos como resultado de la necesidad de elementos para la restauración y rehabilitación.” ¿Qué dijo? Pues, un escritor dio la sustancia con estas palabras: “Estamos decorándola ahora mismo, de modo que la casa está un poco revuelta.” Sin duda, el habla llana es preferible y la mayoría de las personas lo aprecian.
Cuentos escabrosos y habla inmunda ciertamente están fuera de lugar entre los que se respetan y consideran a los demás. Muy apropiadamente la Biblia aconseja: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para la edificación según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes.”—Efe. 4:29.
No obstante, ¿qué hay si un huésped se pone a contar bromas obscenas empleando lenguaje profano? Otros pueden tratar de cambiar de tema. Si estos esfuerzos no son eficaces, el anfitrión podría llevar aparte a la persona y decirle que sus palabras son desagradables. ¿Una medida dura? No en realidad. Si se le deja sin control el ofensor puede arruinar la ocasión para todos los presentes.
Durante una conversación, se pueden hacer algunos comentarios acerca de la gente. Estas declaraciones podrían ser edificantes y exentas de objeciones. ¿Pero qué hay si la conversación se deteriora, girando a una calumnia injuriosa? ¿Le prestará oídos a tal conversación? Difícilmente podría hacerlo a menos que quisiera ser clasificado como participante. Entonces, ¿tendrá el valor, quizás como anfitrión, de encauzar nuevamente la conversación a un plano edificante? Sin duda otros presentes lo apreciarían.
Agregándole placer
La conversación agradable puede ser realzada de varias maneras. Por ejemplo, la persona que habla con nosotros puede dejar que su cara “hable” de una manera agradable. ¿Cómo? Sonriendo cuando sea apropiado.
El que ha aprendido bien a perfeccionar el arte de conversar también contribuye a nuestro placer hablando claramente. Además, tiene empatía. Se coloca en nuestro lugar y evita decir cosas que nos causarían innecesariamente dolor o bochorno. Ese individuo jamás nos menosprecia, como si nosotros estuviéramos mentalmente muy por debajo de él.
Probablemente el lector ha notado que algunas personas están interesadas en hablar solo de ellas mismas. Si la conversación se introduce momentáneamente en nuestras experiencias, opiniones o problemas, esa persona rápidamente la cambia a lo que le interesa a ella, cuál es su opinión, y cómo pasó el día. Obviamente, sin embargo, el buen conversador no es egocéntrico. Por esa razón evita hablar demasiado.
La necesidad de escuchar
Sí, el buen conversador le da a la otra persona la oportunidad de hablar. Sabe que una conversación remuneradora es una ‘calle de dos direcciones.’ Sus elementos esenciales son hablar y escuchar.
Al manifestar empatía, el buen oyente trata de comprender el punto de vista del que habla, poniéndose quizás en forma imaginaria en su situación. Sin embargo, puesto que la mente piensa mucho más rápidamente de lo que puede hablar una persona, hay tiempo para analizar lo que se está diciendo y luego sacar conclusiones. ¿Por qué no trata esto durante su próxima conversación?
Haga preguntas, también, y muestre su verdadero interés en las respuestas dadas. Mire directamente a la persona que conversa con usted. Naturalmente, no querrá mirarlo fijamente. Pero evite contemplar algún objeto de la habitación, o cambiar la vista continuamente, puesto que el que habla podría llegar a la conclusión de que uno no es sincero o no está interesado. Sin falta, déle toda la atención. ¡Cuánto podemos aprender todos si verdaderamente escuchamos a otros!
Las personas que perfeccionan el arte de conversar hallarán que “una buena conversación es como un paisaje hermoso.” Las dos cosas pueden dejar en la mente impresiones deleitables. Esfuércese por lograr que otros participen en la conversación y a menudo la hallará llena de novedad, sorpresa, placer y beneficios duraderos.