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¡Despertad! 1975
g75 22/7 págs. 10-12

¿Pueden el choque, las drogas o la psicocirugía resolver el problema?

EL TRATAMIENTO de los enfermos mentales en la mayoría de los países ha progresado considerablemente. ¿Cómo se trataba con los enfermos mentales en tiempos pasados? Una autoridad dice: “El hambrear, congelar, sujetar y aterrorizar eran procedimientos de rutina, y uno de los métodos menos crueles era sencillamente golpear, golpear con palos, azotes, alambres, cadenas, y puños.”

Especialmente famoso fue el Bethlehem Royal Hospital de Londres, el cual llegó a ser conocido como Bedlam. Allí en ciertos días la gente pagaba un penique para observar cómo se maltrataba a los pacientes mentales. Hasta este día “bedlam” se usa para referirse a “un lugar o escena de salvaje gritería.” No se perdonaba ni a miembros de la realeza si estaban mentalmente enfermos, siendo el rey Jorge III de Inglaterra una de esas desventuradas víctimas.

El destino de los enfermos mentales cambió de un tratamiento que usaba la crueldad a un tratamiento que usaba la dejadez, inmundicia atroz y sabandijas en las prisiones. Pero para principios del siglo diecinueve ciertas personas humanitarias iniciaron el tratamiento de los enfermos mentales con educación, recreación y bondad humana, tratándolos como personas enfermas en vez de como personas poseídas por los demonios. Desde fines del siglo diecinueve se han presentado muchas teorías y métodos nuevos de tratar a los enfermos mentales.

Por una parte están las psicoterapias, a menudo denominadas en honor de hombres como Freud y Jung. Por otra parte, están los métodos “somáticos” u “orgánicos,” entre los cuales los que más se usan son el choque y las drogas. La psicocirugía, que en un tiempo era muy popular y luego cayó en descrédito, una vez más está siendo reavivada aunque de un modo grandemente alterado. Por lo general se acostumbra a usar más de uno de estos métodos diferentes al tratar a ciertos pacientes.

El uso de choque

Se podría decir que el choque para tratar a los pacientes mentales ha pasado por tres etapas. Primero, se inducía al choque por medio de la insulina, en el cual el pionero fue Manfred Sakel. Pero éste tenía sus desventajas. Para ser más eficaz el choque por insulina tenía que durar de 30 a 50 horas, y a veces el paciente no salía del choque. También era costoso, puesto que requería mucha atención por enfermeras o asistentes. Así es que, después de unos diez años, quedó prácticamente abandonado en la década de los años cuarenta por otras formas de tratamiento de choque.

Segundo, el uso de la droga Metrazol iniciado por el psiquíatra Meduna. Él halló que la Metrazol causaba convulsiones parecidas a las epilépticas, y éstas, él teorizó, podían curar las enfermedades mentales. Sin embargo, este método también se halló insuficiente o ineficaz por varias razones, no siendo la menor de éstas el hecho de que las convulsiones a veces causaban la fractura de los huesos.

Estos tratamientos de choque han sido en su mayoría reemplazados por el tratamiento de electrochoque, el cual es el que hoy día se prescribe comúnmente. Consiste en aplicar corriente eléctrica al cerebro para hacer que el cuerpo se convulsione; por lo general se suministra una droga para que el paciente no sienta nada. Dura unos 50 segundos y resulta en un estado mental confuso que quizás dure por una hora, o en una amnesia que puede durar varias semanas. Muchos psiquíatras y pacientes aseguran que hace mucho bien.

Pero la terapia del electrochoque, que se conoce en inglés como ECT, no carece de críticos. ¿Se debería usar tan frecuentemente? No según el doctor Perry C. Talkington (1972), presidente de la Asociación Americana de Psiquíatras. “El electrochoque,” dice él, se debe “usar para curar las depresiones agudas cuando las otras formas de tratamiento —quimioterapia [drogas], psicoterapia o combinaciones de estas dos— no son eficaces.”

Nada menos que el profesor Cerletti, el primero en usar el electrochoque, lo definió como “antiestético... feo . . . horrible” y dijo que estaba tratando arduamente de hallar un sustituto. Y los doctores F. G. Alexander y S. T. Selesnick, en su obra The History of Psychiatry, declararon: “Los tratamientos de choque solo efectúan un alivio de los síntomas. No llegan a la perturbación psicológica fundamental que resulta en la enfermedad, y los pacientes que reciben el electrochoque sin psicoterapia —la cual llega a la fuente de la enfermedad— frecuentemente recaen.”

La biografía de un psiquíatra señala que el tratamiento de electrochoque quizás sea tan popular debido a que está protegido por el seguro, lo cual hace que los psiquíatras obtengan 35 dólares (en 1972) cada vez que ellos ‘oprimen el botón.’

El uso de las drogas

A principios del siglo veinte, se hicieron experimentos con drogas radicales con resultados que rayaban en lo milagroso... pero solo por cuestión de minutos u horas. Entonces se hizo popular el uso de los bromuros. Pero aquí también vino la desilusión. Concerniente a todos esos esfuerzos se nos dice: “Prescindiendo de las repetidas desilusiones con las drogas, los médicos todavía esperan que con el tiempo podrán aliviar las luchas internas del hombre por medios químicos.”

Particularmente desde los años 1950 en el mundo occidental se están usando drogas para el control de la mente. Se dice que algunas son de un valor muy grande para tratar las esquizofrenias, otras para combatir la depresión y la ansiedad.

El uso de estas drogas ha hecho que sea más fácil tratar a los pacientes y ha aliviado sus sufrimientos. Sin embargo, parece que se está abusando del uso de estas drogas y especialmente en las instituciones para los retardados mentales. Así es que The National Observer del 11 de enero de 1975, citó a muchos psiquiatras que tenían palabras ásperas para los guardianes que alivian su tarea “esencialmente intimidando al paciente a la semiconciencia.”

“Lo que hemos hecho,” dice el profesor Dybwad de Brandeis, “es suplantar la restricción mecánica [chalecos de fuerza y confinamientos solitarios] con la restricción química. Esta es aun más cruel debido a que uno no la puede ver.” Se cita a otra autoridad que dice: “Tendremos que romper lo que ha llegado a ser un modelo aceptable de enviar a la gente a las instituciones y entonces drogarlas para que permanezcan tranquilas.”

Las drogas frecuentemente no son sino una muleta. En realidad quizás atrasen en vez de apresurar la recuperación, y tal vez hasta perjudiquen el sistema nervioso. Así es que, concerniente a las drogas que se usan para contener a los pacientes violentos, un psiquíatra halló que del 20 al 30 por ciento de esos pacientes desplegaban un control muscular deficiente.

Resumiendo la situación de las drogas psiquiátricas, un libro de texto de 1970 declara: “A pesar del progreso animador . . . se necesita mucho más esfuerzo. Lamentablemente ignoramos [lo que causa] la mayoría de las enfermedades que tratamos. Todavía tenemos que comprender cómo es que las drogas mejoran estas condiciones, o por qué quizás fracasen. Y aunque muchos pacientes se mejoran, siguen siendo muy pocos los que se curan.”

¿Psicocirugía?

La psicocirugía, o los esfuerzos para curar a los enfermos mentales por medio de operar en sus cerebros, data particularmente desde 1936. Fue en ese año que un investigador portugués, Egas Moniz, observó que por medio de seccionar parte de los lóbulos frontales del cerebro, se podía aliviar la ansiedad. Pero después que él había realizado veinte de esas lobotomías el gobierno portugués las declaró ilegales. A pesar de eso, la operación continuó en los Estados Unidos. Walter Freeman, su principal defensor efectuó 4.000 de éstas.

La operación se ha comparado a “blandir al aire un punzón para el hielo detrás de los ojos para destruir porciones del lóbulo frontal del cerebro.” Science News informa: “Después de alrededor de 50.000 lobotomías en los Estados Unidos, y 15.000 en Inglaterra, la moda se extinguió gradualmente en los años 1950, probablemente debido a los desarrollos del electrochoque y a las terapias con drogas.”

Las lobotomías frecuentemente resultaron en desórdenes de personalidad mucho más graves. De hecho, aun su precursor estadounidense, Freeman, testificó que le roban a la persona su “moral,” su habilidad para imaginar, para prever y para ser altruista. El paciente experimenta una “progresiva pérdida de . . . percepción, empatía, sensibilidad, conciencia de sí mismo, juicio, sensibilidad emocional, y así por el estilo,” dice un importante psiquíatra de Washington, D.C.

Sin embargo, recientemente ha salido a relucir otra vez el asunto de la psicocirugía, a medida que se usan métodos más refinados para destruir porciones del cerebro. Se informa que anualmente se efectúan de 400 a 600 de estas operaciones en los Estados Unidos, y, se nos informa que, “todo psicocirujano está de acuerdo con que recién estamos presenciando el comienzo de un gran aumento en la psicocirugía.” No obstante es de interés hacer notar que estas operaciones están proscritas en toda la Unión Soviética, lo cual da indicios de sus aspectos indeseables.

Los planes de realizar psicocirugía en los criminales desequilibrados, siempre que éstos consintieran voluntariamente, suscitó un furor en los Estados Unidos en la primavera de 1973. Lo que muchos temen es de que estas operaciones abrirán la puerta para manipular a la gente por medio de la cirugía cerebral. Entre los que hablan fuertemente en contra de la cirugía cerebral está el cirujano cerebral, Dr. A. K. Ommaya. Él cree que, en vez de ser ayudados, los pacientes mentales son perjudicados debido a que “cada parte del cerebro requiere las otras partes para funcionar.”—Times de Nueva York, 2 de abril de 1973.

Claramente, el electrochoque, las drogas y la psicocirugía, dejan mucho que desear en el tratamiento de los pacientes mentales. Hay, en realidad, una gran controversia en cuanto a si se deberían usar o no algunos de estos métodos. ¿Qué hay, pues, acerca de los tratamientos alternativos?

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