Alfombras hechas para un día
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en El Salvador
LAS alfombras con las que la gente está mejor familiarizada son las que tienen en sus hogares, alfombras que esperan que duren mucho tiempo. Pero hay alfombras que son tan hermosas como ésas en color y diseño pero que se hacen para durar solo un día. Los materiales que usan para hacerlas son insólitos, y los que trabajan en ellas no reciben paga. Considere la ocasión para la cual se hacen estas alfombras.
El escenario es un pueblo en El Salvador, América Central, donde, cada año durante la temporada de cuaresma, todo el pueblo contempla las tradicionales actividades religiosas de los que representan a la religión católica. El día es el que llaman “viernes santo.” Este es el día, según opinan muchas personas, en que Jesús el Nazareno caminará por las calles de su pueblo. No, no lo hace literalmente, pero, a medida que se lleva la sagrada imagen del Mártir del Gólgota por las calles del pueblo, para muchos de los creyentes más fervientes es como si Jesús mismo estuviera caminando entre ellos.
En preparación para esta procesión, se efectúa mucho trabajo. Desde las primeras horas del día mucha gente recoge la basura de las calles, barriéndolas hasta dejarlas tan limpias como es posible y preparándose para el verdadero trabajo del día... hacer alfombras. El material para sus alfombras consiste en aserrín, arena, la flor de cierta clase de palmera, harina, sal, frutas, flores, conchas marinas y muchos otros objetos demasiado numerosos para mencionarlos. El reunir este material ha requerido tiempo y meditación. De estos objetos los fabricantes de alfombras forman diseños coloridos por medio de los cuales desean reflejar su amor y sentimientos por las cosas de Dios. A medida que avanza el día, se van formando estas coloridas creaciones en el centro de las calles. Las calles que por lo general carecen de adornos se transforman en un despliegue de colores llamativos en toda dirección que uno mire. Las horas de trabajo arduo bajo el calor del Sol han producido el resultado deseado, y cada familia contempla su obra con un sentido de satisfacción.
A la hora determinada, hay un zumbido de actividad frente a la iglesia central donde ha de comenzar la procesión. Aquí vemos a un grupo de hombres vestidos con túnicas de color de púrpura rojiza, con toallas, pañuelos grandes y cordones para sus túnicas. Estas señas distintivas los distinguen como miembros de la hermandad de Jesús el Nazareno, una organización que cada año transporta la imagen de un lugar a otro. La solemnidad que hallamos aquí es digna de notarse. Cientos de católicos fieles se han presentado para la procesión. Se alza la imagen sobre los hombros de los varones vestidos con túnicas, se oye el eco ruidoso de las matracas de madera a través del aire y agregadas a esto las tristes marchas de duelo ejecutadas por la banda, y luego la muchedumbre de gente, jóvenes y viejos, con rosarios en sus manos, comienzan a repetir el padrenuestro y el avemaría vez tras vez.
Pero, ¿qué hay de las alfombras hechas especialmente para esta ocasión? Se dice que Jesús mismo las pisa a medida que la procesión pasa por encima de una tras otra. La duración de las alfombras ha terminado. No queda nada sino restos del color y la belleza que existieron pocas horas antes. Aunque a muchos les parece que esto es demasiado trabajo para tan poco tiempo, la gente de aquí no comparte esa opinión. Este es su sacrificio para esta época del año, y para ellos bien vale la pena la energía que les cuesta el hacer las alfombras.
Indudablemente muchas de estas personas son sinceras en sus esfuerzos por adorar a Dios. Pero para agradar a Dios es importante escuchar lo que dice su Palabra acerca de la adoración. En vez de animarnos a participar en procesiones religiosas en que se da importancia a una imagen de Jesús o a la de uno de los “santos,” nos exhorta: “Guárdense de los ídolos.” (1 Juan 5:21) En un lenguaje que es fácil de comprender, la Biblia católica traducida bajo la dirección del Dr. Evaristo Martín Nieto dice: “¿Qué relación [hay] entre el templo de Dios y los ídolos? . . . ‘Salid y separaos de ellos’—dice el Señor.” (2 Cor. 6:16, 17) Jesucristo mismo, en cuyo nombre el pueblo aquí en El Salvador celebra su fiesta, nos dice lo que es acepto a Dios cuando dice: ‘Los que adoran a Dios tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.’ (Juan 4:24) Las felices perspectivas para los que hacen esto son que podrán disfrutar de las obras de sus manos, no solo por un día, sino para siempre, porque Dios les ofrece a esas personas la perspectiva de vivir para siempre.—1 Juan 2:17; Juan 3:16.