¿Por qué temer al lobo?
FUE el 12 de enero de 1765. Siete niños —cinco muchachos y dos muchachas— estaban vigilando sus manadas cerca de una aldea en Francia. Estos jovencitos no se habían juntado para compañía sino para protección. Circulaban informes de que casi una docena de niños habían sido muertos por un lobo durante los pasados seis meses. Otros habían sufrido mordidas en la cabeza y rostro pero lograron escapar.
Los niños estaban vigilando los animales a su cargo cuando de repente se presentó un lobo en la escena. Los tres muchachos mayores —todos de doce años de edad— armados con picas caseras se enfrentaron valerosamente con el animal. Pero el lobo se arrojó a través de su defensa y arrebató de la mejilla al niño menor. Aunque los tres muchachos mayores hicieron que el lobo lo soltara inmediatamente, el animal volvió a atacar y echó al suelo al otro muchacho. De nuevo los niños lograron ahuyentar el lobo. Pero de ningún modo había terminado su lucha. El muchachito que el lobo había echado al suelo ahora vino a ser su blanco. El animal volvió y lo agarró del brazo. Los otros niños acudieron precipitadamente en socorro de él. Pero el lobo no quiso soltar sino hasta que, metido a fuerza en un hoyo de lodo, fue sometido a una serie de golpes a la cabeza. Entonces el lobo huyó para no volver más.
Según indican los registros auténticos, entre los años 1764 y 1767 este lobo en particular y otro atacaron a más de cien personas, principalmente a jovencitos, en la parte central de Francia. Así sucedió que veintenas de niños sufrieron una muerte horrible. Cesaron las matanzas cuando los dos lobos fueron muertos a tiros.
Los informes de criaturas humanas muertas por las quijadas de lobos no son raros en otras partes de Europa y Asia central, especialmente en Rusia. Durante tan solo el año de 1875 se atribuyó la muerte de 161 personas en Rusia a los lobos. Se ve pues que en el transcurso de siglos posiblemente miles de personas hayan sido atacadas por lobos.
El que éste sea el caso quizás parezca muy extraño cuando se considera un registro enteramente diferente acerca de los lobos en otras partes de la Tierra. La obra The Animal Kingdom (1954, tomo I, pág. 431) declara: “El lobo gris del Canadá y los Estados Unidos tiene una reputación pésima... toda la historia del hombre está tachonada con relatos de su ferocidad. Sin embargo, no existe un solo informe verificado de que un lobo alguna vez haya atacado a un hombre sin provocación, en ninguna parte de la América del Norte.”
¿Cómo se puede explicar esta diferencia? ¿Será que los lobos en ciertas partes de Europa y Asia son mucho más peligrosos que los lobos de América del Norte?
No hay nada que indique que los lobos en una parte de la Tierra sean más feroces que los que habitan otra parte de la Tierra. La evidencia disponible señala a una sola conclusión: Los lobos que atacan a la gente usualmente padecen de rabia. Se ve que éste tenía que ser el caso durante el tiempo en que los lobos recorrían los bosques de Europa en grandes números, debido a la manera en que la gente reaccionaba ante estas criaturas. Por lo general, ni siquiera los niños mostraban tenerles gran temor. Se acostumbraba ver a los jovencitos de toda edad y de todo tamaño, equipados con palos, pastoreando el ganado donde abundaban los lobos. Solo si tenían prueba de que había peligro se agrupaban los niños para protección.
Pero ¿qué se puede decir acerca de los dos lobos que no tenían rabia y que mataron a veintenas de niños de Francia en un período de tres años? Según los relatos, éstos no fueron lobos comunes. Los dos tenían rasgos extraños, lo que sugiere que pudieran haber sido híbridos. Los dos eran de tamaño más grande que la variedad común y de colorido anormal. La garganta de uno de ellos era blanca y la piel del otro rojiza. Dado que eran de tamaño y colorido anormales, estos lobos también manifestaron anormalidad al atacar a criaturas humanas.
A pesar de que el lobo norteamericano no tiene la reputación de atacar a los hombres, este animal ha sido el objeto de odio intenso. Por muchos años los granjeros y ganaderos han estado haciéndole guerra inexorable, y casi han logrado extinguirlo.
Hubo un tiempo en que se hallaba el lobo rojo por todo el sudeste de los Estados Unidos, desde Florida hasta Texas. Pero, para 1950 los lobos rojos, envenenados y cogidos en trampas por millares, habían sido erradicados de casi toda región donde habían vivido. Después de eso un programa federal para el control de animales predatorios resultó en la muerte de otros 27.646 lobos rojos entre 1955 y 1964. El Science News del 17 de febrero de 1973 informó: “Actualmente se calcula que solo quedan entre 200 y 300 lobos rojos en varios condados de Texas y Luisiana.” Estos lobos viven principalmente en las fincas de los ganaderos, quienes los consideran un peligro para sus animales domésticos.
Tampoco le ha ido muy bien al lobo gris. En un tiempo este mamífero vivía en todas partes de los Estado Unidos. Pero ahora se halla limitado casi enteramente a partes de Michigan y Minnesota.
¿Por qué le han hecho guerra constante al lobo los dueños de ovejas y ganado? Principalmente se debe a la pérdida de los animales domésticos. Por ejemplo, a Israel Putnam del siglo XVIII en una sola noche una loba gris le mató como setenta de sus animales. Con razón odiaba los lobos. Durante el siglo XIX, al desaparecer de las Llanuras Extensas las manadas de búfalos, antílopes y ciervos, los lobos tuvieron que buscar otra presa. De modo que empezaron a tomar su parte de las ovejas y ganado doméstico. Según los informes, estos lobos mataban más animales domésticos que los que realmente podían comer y causaron la ruina de algunos ganaderos. A medida que aumentaban las manadas de ganado, también aumentaban los lobos. Con el tiempo, en los Estados Unidos, se estaba pagando un millón de dólares cada año como prima por la destrucción de lobos. Por fin, en el siglo XX, los cazadores empezaron a destruir los cachorros de los lobos en sus guaridas. Eso explica por qué el lobo gris del Canadá y los Estados Unidos se halla en menos del un por ciento de la región que anteriormente recorría.
Pero, ¿es tan malo el lobo que merezca extinción? Muchos dicen que no. Éstos insisten: “Los lobos no solo son animales sumamente interesantes e inteligentes; son vitales para mantener el equilibrio delicado de la naturaleza.” Al fin de cuentas, no el lobo, sino el hombre ha sido principalmente responsable de trastornar este equilibrio, y así ha privado a muchas criaturas de su alimento usual.
Sí, el lobo, lo mismo que otros animales salvajes, prefiere evitar al hombre pero pudiera atacar en caso de hallarse enfermo, provocado, herido, arrinconado o sorprendido de repente. Por lo tanto, queda vindicado lo que dice la Biblia acerca de la relación del hombre con los animales. A Noé y su familia se les dijo después del diluvio global: “Un temor a ustedes y un terror a ustedes continuarán sobre toda criatura viviente de la tierra.” (Gén. 9:2) Por eso, si el hombre no se interpone indebidamente en el modo de vivir del lobo, no hay por qué le tenga gran temor.