¿Qué solución hay?
POR lo menos para un número limitado de reclusos, la instrucción bíblica en la prisión ha sido la solución. La información sana y edificante que han recibido ha cambiado su vida radicalmente, no solo superficialmente.
En los últimos tres años, cuarenta y dos reclusos de la prisión de Angola en Luisiana se han bautizado. De éstos, catorce han sido puestos en libertad. Sentí curiosidad en cuanto a lo que estaban haciendo; de modo que me puse a investigar. Solamente uno de ellos ha vuelto a la actividad criminal.
Los demás se están ajustando muy bien. Por lo menos uno está sirviendo en una congregación como siervo ministerial. Sin embargo, como se admitió, este programa de instrucción bíblica en la prisión no es la solución del problema total. Sencillamente ofrece una oportunidad que será útil para los reclusos que quieran aprovecharse de ella.
Sin embargo, la Biblia suministra guía específica en lo que respecta al castigo de criminales. Si ésta se aplicara, hay buena razón para creer que el problema de las prisiones y el crimen se aliviaría grandemente.
Compensación a las víctimas
La ley de Dios al antiguo Israel no tenía provisión alguna para sentencias penales. El castigo básico para los crímenes en contra de la propiedad, como el robo o el fraude, era el hacer compensación a las víctimas.
Sin embargo, en la actualidad se provee muy poca ayuda, o ninguna, a las víctimas del crimen. El dinero que se les roba por lo general no se les devuelve, ni tampoco se les compensa por cualquier daño sufrido, ya sea a su persona o su propiedad. Sin embargo la Biblia muestra que a los malhechores se les debe hacer responsables por sus obras. ¿Cómo?
La ley de Dios al antiguo Israel estipulaba que la persona que robaba un toro o una oveja tenía que devolver a la víctima dos toros o dos ovejas. Y si había degollado al animal, tenía que devolver más de dos animales. Si no podía hacerlo, tenía que servir como trabajador asalariado hasta pagar lo que se debía a la víctima.—Éxo. 22:1-9.
La importancia de hacer que los criminales paguen así por sus acciones debería ser obvia. Primero, a la víctima se le compensaba por sus pérdidas y recibía una cantidad adicional por las dificultades que había experimentado. Segundo, le enseñaba al que quebrantaba la ley una lección que podía beneficiarlo. Y, tercero, no agobiaba a la comunidad con el costo de mantener las prisiones.
Este arreglo se está ensayando ahora en escala limitada. El Journal de Milwaukee del 19 de diciembre de 1975, informa:
“En vez de pagar su deuda a la sociedad permaneciendo en una celda, Ray ha vuelto a la comunidad para trabajar a fin de pagar a sus víctimas. Ray es uno de los 87 ladrones, falsificadores y otros ofensores que han sido puestos en libertad en el Centro de Restitución, establecido por el Departamento Penal de Minnesota. Los reos han pagado un total de 15.000 dólares a sus víctimas desde que comenzó el programa hace tres años.”
Y un despacho de la UPI del 6 de febrero de 1977, declara lo siguiente:
“El Gobierno está gastando 2 millones de dólares para ayudar a evaluar un concepto en el cual a los criminales, en vez de enviárseles a la cárcel, se les ordena que hagan restitución a sus víctimas por medio del trabajo. . . . El concepto se ha estado ensayando en varias zonas con resultados prometedores.”
Pero se necesita algo además de hacer que los criminales compensen a las víctimas por sus pérdidas.
Pena capital
La ley de Dios al antiguo Israel también estipulaba la pena capital por un amplio campo de ofensas, incluso, por ejemplo, asesinato, secuestro, incesto y bestialidad. (Núm. 35:30, 31; Éxo. 21:16; Lev. 18:6-23, 29) Por lo general las ejecuciones se efectuaban por apedreamiento, y eran públicas.—Deu. 17:5.
La pena capital era un gran freno contra el crimen. Y, si se aplicara rápida y consistentemente, podría ser útil para frenar al crimen hoy día, y de esta manera aliviar grandemente el problema de las prisiones. Es cierto, muchos que rehúsan aceptar la sabiduría de Dios en este asunto exclamarán que esto es una “crueldad.” Sin embargo, ¿a dónde nos han llevado sus métodos? Se está perpetrando mayor crueldad que nunca antes, no en los criminales, sino en sus víctimas.
Por supuesto, hay que reconocer que el hombre no eliminará el problema del crimen ni siquiera poniendo en vigor la pena de muerte, ni por ningún otro intento de resolverlo. Pero hay una solución completa y satisfactoria.
La solución segura
James Q. Wilson, profesor gubernamental de la Universidad de Harvard, en su libro Thinking About Crime, mostró lo que se necesita. “Hay gente inicua,” hizo notar en su párrafo final. “Lo único que daría resultado es separarla de la gente inocente.”
Eso es cierto. Pero, ¿quién puede juzgar quién es inicuo y quién es inocente, y entonces separar a los inicuos permanentemente, pero no detrás de las barras de las prisiones? El Dios Todopoderoso puede, y es su propósito certero el hacerlo. Su Palabra promete: “Porque los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, ellos serán cortados de la mismísima tierra.”—Pro. 2:21, 22.
Después de eso, la gente será gobernada por las leyes de Dios. Estas leyes las pondrá en vigor un gobierno amoroso pero firme, el gobierno por el cual a los cristianos se les ha enseñado a orar... el reino de Dios bajo Cristo. ¡Qué excelente será entonces vivir sin necesidad de prisiones, y poder confiar en que todos los que vivan en la Tierra sean nuestros amigos! (Mat. 6:9, 10)—Contribuido.