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¡Despertad! 1977
g77 8/11 págs. 16-22

Ayudando al bebé a aprender a hablar

DAMON gorgoteó con placer cuando su tía lo levantó y lo sentó en su regazo. Lo meció suavemente y él emitió un feliz “Ahhh.” Su tía, una estudiante de la terapia del habla, repitió el sonido de “Ahhh” en voz baja. El niño reaccionó ante el sonido ‘que volvía a él,’ lo cual agradó a su tía. Y le agradó aún más cuando volvió a decir “Ahhh.”

Al infante le gustó el “juego,” y lo jugaron por un rato. Pero el “juego” tenía mucho significado para la tía. Sabía que a una edad tierna su sobrinito había empezado “imitación de sonido.” Esta era una indicación fuerte de que tenía una mente alerta, buen oído y que algún día hablaría con claridad.

¿No es una pérdida de tiempo el escuchar el habla ininteligible de los infantes pequeños? Bueno, muchos bebés con el tiempo simplemente “comienzan a hablar de por sí,” o por lo menos así parece. Sin embargo, durante los pasados veinte años un estudio del desarrollo del habla en los niños ha revelado mucho. Hoy día muchos médicos y especialistas del habla no consideran ligeramente el “balbuceo” de los bebés y la atención que los padres (y otros que cuidan a los infantes) deben prestar a esos sonidos.

¿Puede considerarse indebida o innecesaria esa atención? Considere el efecto que ha tenido en la entera personalidad de algunas personas que en su niñez desarrollaron defectos del habla:

“[En el restaurante] quería café y panecillos, pero pedí leche y puches de avena porque sabía que si trataba de decir esas otras palabras iba a tartamudear mucho y no quería que se compadeciera de mí la anciana que me estaba sirviendo. Odio los puches de avena.”

“Recuerdo que aun de niña me avergonzaba de mi modo de hablar. Y cada vez que abría mi boca, avergonzaba a mi madre. No puedo describir lo mal que me sentía. Si hablaba, hacía lo incorrecto. Así de sencillo era. Seguí pensando que de seguro era muy mala para tener que hablar así.”

“Mi padre nunca me escuchaba cuando tartamudeaba. Siempre se marchaba. Por fin llegué al punto en que le decía todo por medio de hacer que mi madre le diera el mensaje.”—Speech Correction.

Los adultos cuyas expresiones se citan arriba serían los primeros en enfatizar la importancia de saber ayudar a su niño a hablar correctamente. Además, éste no es un asunto que debe considerarse cuando el niño empieza a ir a la escuela (como a los seis años de edad en la mayoría de los países) sino, más bien, desde la infancia. Pues, si acaso hay un punto en que estén de acuerdo la mayoría de las autoridades es éste: que el tratamiento del bebé durante los primeros cuatro años es decisivo en el desarrollo del habla y, por lo tanto, muchos afirman, en la habilidad para pensar.

Sin embargo, antes de investigar el desarrollo del habla, nos encaramos a la pregunta: ¿Qué “equipo” e inclinación para hablar tiene un bebé normal recién nacido? La respuesta de la investigación es: “¡Una abundancia milagrosa de provisiones!”

El milagro múltiple

Quizás parezca exagerada la palabra “milagro.” Sin embargo, el habla (los sonidos, patrón de respirar) y el lenguaje (lo que los sonidos representan) son sistemas muy complejos con relación recíproca.

De hecho, tan solo la coordinación es una maravilla. El decir una palabra corta de dos sílabas puede exigir veinte diferentes ajustes de los labios, lengua, laringe y mandíbulas. Es menester que estos veinte ajustes delicados se hagan precisamente, en el debido orden de sucesión, en aproximadamente un cuarto de segundo. Esto quiere decir que cada movimiento se verifica en aproximadamente un centésimo de segundo. ¡Y todo se completa automáticamente!

El segundo milagro es la variedad de sonidos y cuándo estamos capacitados para hacerlos. Los especialistas del habla informan que dentro de los primeros meses de vida los bebés en toda parte del mundo pueden producir todos los sonidos del habla que el sistema vocal humano puede producir: “ . . . las vocales y vibraciones del francés, el cambio de sonido indicado por la diéresis y los sonidos guterales del alemán, y muchos otros que solo pueden describirse con símbolos fonéticos.” Se ve pues que universalmente los infantes recién nacidos desarrollan rápidamente la posibilidad de enunciar sonidos en toda su extensión, pero su ambiente (lenguaje local, ruidos que oyen) afectan cuáles de estos sonidos tienden a usar.

Evidencia de esta clase arguye firmemente contra la posición de los evolucionistas de que “por accidente, el hombre primitivo probablemente produjo sonidos de habla audible.” (The Psychology of Communication, pág. 16) Al contrario, declara que el habla es un “milagro innato.” Un Creador dio a los bebés el equipo, deseo y predisposición o tendencia de hablar.

Sirven para apoyar este punto de vista aún más ciertos estudios científicos que indican que en todas partes del mundo los patrones y las etapas que los infantes demuestran en el desarrollo del habla son notablemente parecidos. Además de reconocer el habla como un “don” que debe tenerse en alta estima, el aprender acerca de estos patrones y cooperar con ellos son pasos positivos que se pueden dar para ayudar al bebé.

Del primer lloro a la primera palabra

A continuación se alista lo que muchos especialistas del habla consideran las etapas por las cuales todo niño “normal” pasa en camino a hablar oraciones o grupos de palabras. No obstante, es bueno intercalar una nota de precaución aquí.

“Normal” simplemente quiere decir que esto es lo que la mayoría de los niños están haciendo dentro del tiempo anotado. Pero ningún niño es un dato estadístico ni un término medio; cada niño es enfáticamente un individuo. Por eso aunque todos los niños que hablan normalmente por lo general se atienen a este patrón, la edad a que lo hagan puede variar.

Además, es bueno reconocer que se cree que la herencia desempeña un papel. Por eso, el habla empieza más tarde en algunas familias que en otras. Teniendo presentes estos factores, sigamos el patrón desde el primer lloro hasta las primeras palabras:

1. Desde que nace y hasta el fin de más o menos el primer mes la única expresión vocal que se oye del bebé es el lloro con poca diferencia de tono sea cual fuere la razón de su incomodidad. Entonces, por lo general, desde la cuarta semana hasta la decimosexta el bebé hace sonidos de “arrullo” y “risa.” Produce algunos sonidos (principalmente vocales). El lloro asume diferencias de tono. (Sí, no solo la madre está aprendiendo lo que el bebé quiere decir cuando llora, el bebé está variando el tono cuando llora.)

2. Alrededor de la semana vigésima empieza lo que se llama “balbuceo.” El bebé une en “cadenas” sonidos de una sola sílaba que a menudo son la repetición de sonidos parecidos. Por lo general al niño le gusta hacer estos sonidos, e incluidos entre ellos estarán algunas consonantes nasales (tales como m, n).

3. Desde el sexto mes hasta el noveno el balbuceo del infante va progresando a lo que se llama “imitación de sonido.” Esto comienza en la forma de “autoimitación,” es decir, el niño repite el sonido que él mismo hizo. Más tarde empieza a repetir los sonidos que un adulto u otro niño le hace. (Como en el ejemplo al principio de nuestro artículo.)

4. Durante el décimo mes y hasta el fin del duodécimo puede que el bebé realmente empiece a decir palabras cortas, pero normalmente esto no es más que la repetición de lo que han dicho los adultos; todavía es imitación.

5. Para el mes decimoctavo el infante tendrá en su vocabulario de tres o cuatro hasta cincuenta palabras, y demostrará cada vez más por la inflección de su voz que significan algo, que identifican algo. En este tiempo quizás el niño empiece a usar expresiones de dos palabras.

Por lo general las niñas empiezan a hablar un poco antes de los niños. Y, como ya se mencionó, la criatura individual puede demorarse en una etapa y luego pasar rápidamente por otra. Sin embargo, el especialista del habla Dr. Jon Eisenson afirma lo siguiente: “La mayoría de los niños que van a hablar, tal vez hasta el 90 por ciento de ellos, dicen sus primeras palabras para el tiempo que tienen 15 meses de edad.”

Ahora bien, tal vez la cosa más importante que se debe notar al considerar estas etapas es ésta: Los niños aprenden a hablar remedando a los que están alrededor de ellos. De modo que usted tiene un papel importante que desempeñar al ayudar a su niño en cada nuevo nivel.

Cómo ayudar

Aunque no se recomienda llevar una lista para verificar ‘cuando su hijito o hijita debería poder hacer esto o lo otro,’ sí es importante vigilar cuidadosamente sus reacciones. Tristemente, lo que muchas veces llega a ser un impedimento grave del habla empieza como problema auditivo. Hasta un ligero defecto del oído le es peligroso al infante pequeño. ¿Por qué? Porque un bebé aprende sonidos y luego los repite de la manera que él los oye. Por eso, si los padres pasan por alto un problema auditivo, esto probablemente resultará en problemas del habla e impedirá la capacidad del niño para aprender.

Hay, por ejemplo, una enfermedad que se llama otitis media serosa. Es posible que esta inflamación del oído medio solo cambie ligeramente la capacidad de oír de un infante. Pero el Dr. Marion Downs hace notar que en un jovencito preescolar, “una pérdida auditiva de 15 decibeles . . . es suficiente para producirle problemas del lenguaje al niño.” (Newsweek, el 14 de junio de 1976) Por supuesto, varían las opiniones en cuanto al punto exacto en que la pérdida auditiva causa impedimento. No obstante, el niño que padece de esta enfermedad en particular oye claramente las vocales pero no puede producir ciertas consonantes (como p, t, s, y ch).

No es fácil descubrir un defecto en la facultad auditiva del bebé. Hay que observarlo cuidadosamente. ¿Le causan sobresalto los ruidos repentinos y fuertes? ¿Reacciona ante sonidos distantes, débiles? Magnífico. ¿Vuelve el bebé su cabeza y reacciona a una voz cerca de su camita antes de ver a alguien? Esto también es una indicación excelente de que oye bien.

Si el bebé oye bien, ¿qué acción positiva puede usted tomar para ayudar a su niño a aprender a hablar? Lo más importante: Déle su TIEMPO y ATENCIÓN. Deje que el niño le balbucee, y realmente anímelo a emitir sonidos vocales. Repítale los sonidos y cuando él se esfuerce por hablar, anímelo por medio de manifestar interés.

La mejor manera de hacer esto es con una voz suave y agradable. Cuando el chiquillo dice una palabra por primera vez y la pronuncia incorrectamente, por lo general es mejor no responder en el acto: “No, deberías haber dicho —————.” En vez de eso, sonríase mostrando aprobación (¡Pues habló!) y luego repita la palabra, diciéndola correctamente. Así, aunque usted no desanima al infante de usar el “habla de chiquillo,” no obstante usted no lo anima a seguir diciendo la palabra inexactamente. A veces las amistades y parientes bien intencionados consideran “graciosas” las pronunciaciones incorrectas del infante. Ciertamente esto es mejor que considerarlas “malas” o “incorrectas.” No obstante, desde el punto de vista del habla, se logra el mayor bien si se aprueba el acto del niño de hablar, mientras se le estimula con paciencia y repetición a pronunciar las palabras correctamente.

Por otra parte, todo lo que se ha dicho aquí no quiere decir que casi desde la “primera palabra” los padres deben esperar que el niño hable como adulto. Les será provechoso recordar la confesión del escritor bíblico Pablo: “Cuando yo era pequeñuelo, hablaba como pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo, razonaba como pequeñuelo.” (1 Cor. 13:11) Sí, al principio el habla de su infante puede ser una imitación muy imperfecta de la palabra, pero la clave para el éxito son la paciencia y el buen ejemplo. Así, a medida que crece el niño, se le quitarán de modo natural estas características de pequeñuelo.

Por supuesto, cuando los niños se ponen demasiado ruidosos y bulliciosos se necesita disciplina. Sin embargo, el equilibrio es necesario al tratar con los chiquillos de tierna edad. Hay que estimular el habla pero no poner ante el niño metas imposibles de lograr.

Cuando algunos jovencitos no pronuncian correctamente ciertos sonidos en su infancia y sus padres se irritan mucho, esto puede perjudicar al niño. ¿Por qué? Los científicos creen que aunque algunos defectos del habla pueden deberse a una tendencia heredada, a menudo son empeorados por la presión de los padres. A veces los padres consideran tan “terrible” lo que pudiera haber sido una fase pasajera que el bebé se “congela” o queda trabado en el patrón malo.

Por ejemplo, el niño “de término medio” carece de afluencia en su modo de hablar (pues vacila, o tartamudea o balbucea), especialmente entre las edades de dos y cuatro años. Durante este período debe reconocerse la sabiduría del principio bíblico que se expresa en Efesios 6:4: “No estén irritando a sus hijos.” Frecuentemente sucede que si los padres no reaccionan severamente o no se muestran horrorizados ante el tartamudeo o balbuceo sino, más bien, tocan al niño amorosamente y lo aceptan con una sonrisa, la tensión disminuye y hace que el impedimento disminuya. Esta atención amorosa aligera la congoja del niño y también la congoja de los padres.

Se sabe que los niños criados en instituciones y los que cuentan con desventajas culturales a menudo tienen problemas del habla y lenguaje. Pero hoy día muchos niños que tienen padres sufren como si fueran huérfanos. ¿Por qué? Porque los adultos no dan a los niños la atención que necesitan. Irónicamente, a veces los padres se abstienen de comunicar con el niño hasta que consideran que tiene ‘suficiente edad para comprender,’ cuando la realidad es que un infante pequeñito necesita tanta consideración o más que el niño que puede hablar libremente.

Por lo general esto ocurre cuando los padres tienen la idea errónea de que un niño no es capaz de aprender en “seriedad” hasta que tenga varios años de edad. Al contrario, el punto de vista bíblico de que el infante tiene la capacidad para aprender se expresa bien en Deuteronomio 31:12: “Congrega al pueblo, los hombres y las mujeres y los pequeñuelos [hebrea, taph, ‘los que dan pasos cortos o tropezadores,’ los que hacen pinitos] . . . a fin de que escuchen, y a fin de que aprendan.”

Ayudando a ampliar el vocabulario

Es asombrosa la rapidez con que aumenta el vocabulario de un niño normal. Asciende de dos o tres palabras a la edad de un año a entre 50 y 200 para la edad de dos y sigue ascendiendo hasta alrededor de 900 para la edad de tres. ¿A qué se debe el tremendo aumento entre las edades de dos y tres? Se cree que esto puede atribuirse al hecho de que el niño descubre las preguntas. Por lo tanto, el niño de dos años ya ha adquirido un sistema que le permite explorar todo el lenguaje posible.

Puesto que la pregunta es el instrumento principal del infante, es muy importante que los padres (o cualquiera que cuide a los niños) comprendan que a pesar de parecerles molesto, el constante “¿Por qué?” es vital. Desanímelo y desanima el aumento del vocabulario y los patrones del pensar lógico.

Además del modo en que usted responda a preguntas, pudiéramos decir que hay tres modos de responder a las declaraciones tempranas de un niño que afectan en gran manera el progreso que logre en su habla.

Para ilustrar: Digamos que la chiquilla María sale afuera y halla una “flor” y se la trae a su mamá. ¿Cómo responderá la madre cuando María dice: “Mira, mamá, flor”?

El modo negativo de responder sería: “Vete, María, estoy ocupada. Saca de aquí esa mala hierba.”

El modo neutral de responder podría ser: “Está bien, María.”

Sin embargo, el modo positivo de responder pudiera ser: “Oh, ésa es una flor bonita, María. Mira, tiene cuatro pétalos.” Es fácil de ver que en este caso la madre no solo respondió amablemente al entusiasmo de su hijita, sino que dio otro paso adelante y agregó una palabra nueva... “pétalos.”

Así, pues, los padres pueden considerar las conversaciones que tienen con sus hijos como oportunidades para agregar nuevos bloques de construcción —palabras nuevas— a su “mundo de inteligencia.” La mejor manera de hacer esto es haciendo declaraciones cortas, repitiendo a menudo lo que el niño dijo (si es básicamente cierto) y luego agregarle un poco más.

Es bueno recordar, también, que aun cuando un niño pequeño hace lo que suena como una declaración, a menudo está buscando el apoyo del adulto, pues realmente pregunta: ‘¿Tengo razón?’

Pero, triste es decirlo, puede ser que a pesar de hacer esfuerzos extensos por ayudar al niño, se haga patente que hay un impedimento grave del habla de una clase u otra. ¿Entonces qué?

Evitando reacciones extremas

Puede ser que su bebé no esté progresando en cuanto a formar palabras y enlazarlas, esto a pesar de tener facultad auditiva normal y de haber dado usted consideración a la lentitud a cierta edad en particular. ¿Qué se puede hacer? Bueno, la peor reacción es la de aterrorizarse y recurrir a uno u otro de dos extremos.

Un extremo es el de considerar al niño como alguna clase de “atrocidad” y excederse al echarse la culpa a usted mismo o al niño. Si un bebé cae y se quiebra una pierna, ¿qué padre o madre no lo llevaría apresuradamente a un médico para que ajustara el hueso? Pero, por alguna razón, se considera que el niño es culpable del habla defectuosa y por eso es algo que debe pasarse por alto o de que avergonzarse en vez de algo que debe ser reparado.

Es cierto que a menudo las circunstancias del hogar han contribuido al patrón de habla defectuosa, pero ésa es todavía más razón por la cual debe darse verdadera atención tanto al niño como a las relaciones que existen en el hogar. Frecuentemente, los terapeutas en el habla pueden ayudar a un niño pequeño a resolver rápidamente un problema del habla o lenguaje, pero si se permite que el niño siga así, la dificultad puede arraigarse hasta tal grado que es casi imposible corregirla.

El otro extremo es aquel en que los padres expresan congoja frenética de tal modo que el niño se da cuenta de que es el objeto de mucha perturbación. Se le hace sentir que TIENE QUE hablar de otro modo. Especialmente en el caso de los tartamudos, esta presión adicional por lo general los empuja más adentro del patrón de no afluencia.a

En vez de ir a esos extremos, es muy importante que los padres ejerzan paciencia y tierno cariño como ya se mencionó que deben hacerlo en el caso de los infantes pequeños. Se debe evitar el estar corrigiendo y regañando de continuo; más bien se debe tratar de alejar la mente del chiquillo del problema que tiene con el habla. Frecuentemente, cuando el niño tiene la mente apartada de su impedimento, puede hablar normalmente.

Además, es importante que se les ayude a los hermanos y hermanas mayores a ver la necesidad de tratar al tartamudo con cariño tierno... no siempre interrumpiéndolo cuando trata de hablar, lo cual induce la frustración e inquietud.

En realidad, los principios cristianos que se bosquejan en la Biblia respecto a cómo tratar a los niños son inestimables al ayudar a un infante que tiene un impedimento en el habla y que, por lo tanto, a menudo también se designa como “aprendedor lento.”

“Tierno cariño,” “gran paciencia,” “apacibilidad,” “gobierno de uno mismo,”... estas cualidades desplegadas por los padres pueden contribuir mucho para aliviar el problema.—1 Tes. 2:7, 8; Gál. 5:22, 23.

Por lo tanto, háblenle a su niño, desde la infancia. Léanle a su niño, desde la infancia. Tengan contacto físico suave y amoroso con su niño, desde la infancia. El hacer estas cosas ayudará al pequeñuelo en el desarrollo de su habla y tendrá efectos positivos en su personalidad y habilidad para aprender.

Tal vez más que todo otro instrumento, la capacidad del niño para hablar claramente y comunicar sus pensamientos, sus necesidades y sus deseos afectará su logro personal, el sentido de su propio valor y su felicidad. Por lo tanto, junto con su niño, usen correctamente el milagro del habla dado por Dios. Más tarde, de esa manera especialmente humana, con palabras, es probable que su prole les diga: “Gracias. Me alegro de que no hayan dejado de ayudarme.”

[Nota]

a Vea ¡Despertad! del 22 de octubre de 1975, pág. 22, el artículo “Ayuda para los tartamudos.”

[Comentario de la página 17]

“En todas partes del mundo los patrones y las etapas que los infantes demuestran en el desarrollo del habla son notablemente parecidos.”

[Comentario de la página 18]

‘Tal vez la cosa más importante que se debe notar es ésta: Los niños aprenden a hablar remedando a los que están alrededor de ellos.’

[Comentario de la página 19]

“A veces los padres consideran tan ‘terrible’ lo que pudiera haber sido una fase pasajera que el bebé se ‘congela’ o queda trabado en el patrón malo.”

[Ilustración de la página 21]

También el padre puede animar al bebé cariñosamente a hablar por medio de repetirle con frecuencia palabras sencillas

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