Jueces perspicaces protegen los derechos de una minoría
UN JUEZ famoso que tenía profunda percepción dijo en una ocasión: “La ley no conoce una hora más excelente que aquella en que logra deshacerse de los conceptos formales y emociones transitorias para proteger a ciudadanos no populares contra la discriminación.”a
Tenemos un ejemplo excelente de esta justicia imparcial en lo que ocurrió recientemente en la ciudad de Tacoma en el estado de Washington, EE. UU.
Fue allí que un grupo religioso minoritario decidió erigir un edificio para la adoración de Dios. Esto habría de ser en el condado Pierce, a 13 kilómetros de Tacoma. La estructura tendría cabida para 1.800 personas que se congregarían para las reuniones religiosas que varias congregaciones de los testigos de Jehová celebrarían en conjunto. Se habían conseguido 3,6 hectáreas de tierra en una sección escasamente poblada donde las ordenanzas de construcción para esa zona permitían la edificación de una “iglesia,” o lugar de adoración.
Se prepararon los planes y documentos con gran cuidado, hasta superando los requisitos técnicos, y luego fueron presentados a la debida oficina. Se cooperó en cuanto a todos los detalles con los oficiales. El Ministerio de Sanidad dio su aprobación. Después que se cumplió con ligeras modificaciones, el Departamento de Ingeniería dio su aprobación. Y, habiendo tomado la decisión de que el salón de asambleas ‘no tendría efecto adverso significativo en el ambiente,’ la Comisión del Examen Ambiental dio su aprobación. Todo parecía favorable.
Se impone una restricción ilegal
En enero de 1976 se pidió a Bill P. Horn, el principal inspector de construcción, el debido permiso para edificar. A estas alturas el ambiente favorable fue desbaratado. ¡Rehusó dar el permiso! ¡El Sr. Horn convino en que una “iglesia” tenía derecho de construir en ese lugar, pero que los testigos de Jehová no podían erigir un salón de asambleas allí! ¿Por qué no? En su carta se citaron estos dos factores: “El salón de asambleas propuesto por ustedes tiene como propósito atraer a personas de lugares ajenos a este condado y además tiene una cabida muy grande.” El Departamento de Planeamiento del Condado también dijo que el salón de asambleas “no es de manera alguna una iglesia normal,” que tiene que ser “un lugar de reunión religiosa para que los residentes locales adoren.”
Pero eso no es lo que decía el Código del Condado para la Construcción según Zonas. Este simplemente declaraba: “‘Iglesia’ quiere decir un establecimiento cuyo principal propósito es la adoración religiosa.” ¡Ciertamente la libertad de cultos no puede limitarse a la gente local! ¿Estaban agregando los oficiales restricciones ilegales a fin de impedir la construcción de este edificio en particular? En tal caso, ¿cómo podría una minoría proteger sus derechos legales?
Los abogados aconsejaron que el único recurso era tomar acción legal. El 4 de febrero de 1976 se iniciaron los procedimientos para obtener un mandamiento judicial u orden del tribunal que mandara emitir el permiso. Se presentaron extensos escritos legales y un estudio de la cabida más grande de otras iglesias en la zona.
La causa se presentó para alegación ante el juez Hardyn B. Soule del Tribunal Superior del condado Pierce el 13 de abril de 1976. El juez Soule, discerniendo rápidamente los derechos de la minoría, dio su fallo:
“El Código del Condado Pierce para la Construcción según Zonas bajo Sección 9.06.150 define una iglesia como sigue:
“‘Iglesia. “Iglesia” quiere decir un establecimiento cuyo principal propósito es la adoración religiosa . . .’
“Las partes interesadas ya han estipulado que los servicios que se celebrarán en el salón de asambleas propuesto son enteramente para la adoración del Dios Todopoderoso; que el libro de texto básico de estas reuniones es la Santa Biblia y que la predicación, lectura de la Biblia e instrucción forman el entero contenido del programa. . . .
“Se rehusó el permiso para la edificación sobre la base de que el edificio propuesto no es una iglesia en el sentido normal porque no tiene una congregación residente y porque tiene como propósito atraer a gente de distancias considerables. . . .
“Desafortunadamente para los demandados [es decir, el condado Pierce y su inspector de construcción], no nos es necesario buscar más allá de la definición del Código mismo como se presenta en lo susodicho. Esa definición no exige que la congregación se componga de residentes de esa localidad. No tiene restricciones respecto a tamaño. . . . No coloca restricción alguna sobre la zona de la cual se pueden atraer concurrentes. El único requisito es que el propósito principal sea para la adoración religiosa . . .
“Me parece que en conformidad con los hechos estipulados el edificio que se ha propuesto está claramente abarcado por la ordenanza y que no hay ambigüedad. . . . Por lo tanto, se emitirá el escrito de mandamiento.”
Así el juez Soule fielmente defendió la ley, y la restricción ilegal fue derrotada.
Negación persistente
Pero todavía rehusaban dar el permiso... ¡en desafío persistente de la orden del tribunal! El respeto que los solicitantes le tenían a la decisión del juez Soule los obligó a recurrir al único remedio legal.
El periódico The Daily Olympian del 14 de mayo de 1976 informó el próximo paso que dieron, al decir:
“Se presenta acusación de contumacia
“Los testigos de Jehová, que se proponen construir un Salón de Asambleas en Puyallup, han presentado una acusación de desacato a la autoridad del tribunal contra el condado Pierce y el Departamento de Construcción del Condado.”
El 27 de mayo de 1976, la acusación de contumacia fue presentada ante el juez Soule. Puesto que era patente que los demandados eran culpables de desacato a la autoridad del tribunal, trataron de cambiar su posición por medio de presentar un recurso de apelación al Tribunal de Apelaciones estatal. Entonces le pidieron al juez Soule una suspensión de la ejecución de la orden, es decir, que concediera demorar el permiso para la edificación hasta que obtuvieran una decisión sobre su apelación. Para esto se necesitaría por lo menos un año.
El juez Soule discernió la táctica de evasión y rehusó la suspensión. En lugar de eso, protegió los derechos de esta minoría por medio de dar al condado y su inspector un límite de cinco días de negocio para emitir el permiso, advirtiendo, “o serán castigados por desacato a la autoridad de este tribunal.”
Se dio esta orden a las 10 a.m. Poco después del mediodía el fiscal del condado, junto con un abogado que representaba a algunos vecinos hostiles, se presentaron ante el juez James V. Ramsdell, otro juez del mismo tribunal. Sin notificar al consejero de los testigos de Jehová, y sin dar a conocer la orden que el juez Soule había dado esa mañana, los dos abogados obtuvieron del juez Ramsdell una orden que dirigía al condado a no emitir el permiso para el salón de asambleas. ¡Como resultado dos órdenes directamente opuestas fueron emitidas por el mismo tribunal, respecto al mismo asunto, en el mismo día!
¿Cómo se enteró el juez Ramsdell de esta asombrosa situación? Al día siguiente el News Tribune de Tacoma llevaba estos titulares en el mismísimo número. Un encabezamiento decía: “Condado tiene que dar permiso a Testigos,” mientras que el otro rezaba: “Juez prohíbe permiso para el salón de los Testigos.”
El 1 de junio, el primer día que el juez Ramsdell estuvo en el tribunal después de lo ocurrido, este juez pidió personalmente que los dos abogados se presentaran ante él y esta vez invitó al consejero de los testigos de Jehová a estar presente. Entonces inmediatamente tomó medidas de rectificación y anuló la orden que se le había inducido a dar.
Algunos días después, el 11 de junio de 1976, el condado, tenaz en su esfuerzo por obstruir la construcción, le pidió al Tribunal de Apelación la orden de suspensión que el juez Soule había rehusado darle. Los testigos de Jehová se opusieron a la solicitud, afirmando que la apelación del condado era superficial, falta de mérito y tenía como su único propósito causar una demora ilegal. De nuevo los jueces perspicaces protegieron los derechos de una minoría al rehusar conceder la suspensión.
¿Ahora se emitiría el permiso? Todavía fue necesario dedicar horas a argüir y advertir acerca de iniciar más trámites de desacato al tribunal antes que se lograra obtener el permiso el 14 de junio de 1976 de los oficiales mal dispuestos.
Construyendo bajo un nublado
Teniendo en su posesión el permiso demorado por largo tiempo, los testigos de Jehová gozosamente se dirigieron al lugar de construcción e inmediatamente empezaron a colocar los cimientos del salón. Ejerciendo plena fe, prosiguieron con la construcción, a pesar de las nubes legales que persistían en el horizonte, las cuales pudieran haberles impedido completar el edificio.
Todavía estaba en suspenso la apelación que hizo el condado del mandamiento del tribunal inferior. Además, los vecinos recurrieron a la Junta de Comisionados del Condado apelando de la decisión favorable de la Comisión del Examen Ambiental, pues esperaban detener la construcción del salón según el Acto de Protección Ambiental. Se les pidió a los miembros de la junta que mandaran a los testigos de Jehová a proveer una Declaración del Impacto Ambiental. Posiblemente se necesitaría un año para cumplir con esto y podría costar 10.000 dólares. Esta propuesta fue otra táctica inútil para demorar la construcción. ¿Por qué inútil? Porque, obviamente, una iglesia, que solo se usara en fines de semana, no tendría impacto significativo sobre el ambiente.
El 20 y 27 de julio de 1976 se realizó la vista de la apelación a la Junta de Comisionados del Condado compuesta de tres hombres. Los contrarios afirmaban que el edificio causaría problemas de tráfico, estacionamiento y saneamiento. Sus argumentos eran opiniones personales, sin hechos que las apoyaran. Hablando en defensa del salón de asambleas, un ingeniero, el Sr. Louis Cantor, mostró que el edificio era “un proyecto de perfil bajo” que no necesitaba una declaración de impacto. El Sr. Cantor añadió: “Empleando una analogía, hemos observado un elefante andar a través de un tablón y hemos medido la desviación de la viga: De esto hemos concluido que un gatito puede andar sin peligro a través del mismo tablón.” Hablando en términos de ambiente, el salón era el “gatito.”
A pesar de ser muy clara la evidencia de que no se necesitaba una declaración de impacto, una mayoría —dos de los tres miembros de la junta— la pidió porque esto era lo que “los residentes de esa zona querían.” El miembro disidente, el Sr. Clay Huntingdon, fue el único que se refirió a la evidencia y dijo: “No veo evidencia que haría necesaria esta Declaración del Impacto Ambiental.”
Esta orden adversa de la junta solo estuvo en vigor un día. La mañana del 29 de julio, a las 9:15, los abogados de los testigos de Jehová se presentaron ante el juez Ramsdell y pidieron un escrito de revisión para recusar la decisión de la junta. Al firmar los documentos, el juez dijo: “Leí en el periódico acerca de su decisión. Pensé que me vendrían a ver dentro de poco.” El escrito mandó que la junta trajera todo el registro de la audiencia que se había realizado ante ella al tribunal para revisar el asunto. Entretanto, se le prohibía impedir la construcción.
Esta demora legal quiso decir que los Testigos tenían otros tres meses de tiempo para la construcción. Con resolución y entusiasmo los trabajadores voluntarios prosiguieron con el edificio, teniendo plena confianza de que se haría justicia y que podrían completarlo.
El 9 de septiembre de 1976 el recurso del condado al Tribunal de Apelaciones vino ante el juez Vernon R. Pearson del Tribunal de Apelaciones en una conferencia de conciliación. Este juez perspicaz explicó claramente al condado que su recurso era superficial, falto de mérito, y que no había esperanza de que salieran bien. El condado prudentemente desistió de su apelación, sin siquiera haberse presentado el escrito de pruebas o alegación.
Solo quedaba un procedimiento legal: El escrito de revisar la decisión de la junta.
Cuando llegó el día para la alegación del escrito, el 29 de octubre, se había terminado el 70 por ciento de la construcción del salón. Se habían erigido las paredes, puesto el techo e instalado el piso, y se había hermoseado gran parte del terreno con árboles y arbustos. Esa mañana, reporteros, operadores de cámaras de televisión y espectadores interesados hormigueaban en la sección de los tribunales en el Edificio Condado-Municipal de Tacoma. Fue el último acto en este prolongado drama legal. En la tablilla de noticias, la causa estaba alistada como “Jehová vs. Pierce Co.” (Jehová contra el condado Pierce).
Posiblemente esas palabras fueron más exactas que lo que muchos individuos se dieron cuenta.
La sala de tribunal rápidamente se llenó de espectadores, principalmente testigos de Jehová profundamente interesados en su salón. Luego llegó la hora. El juez Waldo F. Stone tomó su asiento. Reinó el silencio. El actuario llamó la causa. Comenzó el procedimiento. Aumentó la tensión. El asunto era vital. Muchos individuos presentes sabían que el edificio ya estaba erigido. Preguntas como éstas corrían por su mente: ¿Tendría que cesar la construcción? ¿Se les obligaría a demoler el edificio? ¿Había la posibilidad de que todo su trabajo y esfuerzo terminaran en esta sala de tribunal? Ansiosamente escuchaban cada palabra.
Glen How, consejero de la Corona de Toronto, Ontario, Canadá, inició la alegación ante el juez Stone. Instó al tribunal a revocar la decisión mayoritaria de los comisionados del condado como arbitraria, injusta y no apoyada por evidencia.
Los abogados que representaban al condado y a los vecinos presentaron alegatos breves e ineficaces en oposición. Por fin, el consejero auxiliar a favor del salón de asambleas, Thomas Fishburne de Tacoma, habló presentando la refutación. Entonces hubo un momento de silencio mientras que el juez Stone se preparaba para anunciar su juicio. Los oídos estaban atentos a captar cada palabra.
Primero el juez Stone felicitó a los abogados por su “excelente alegato, excelente preparación en casa, excelente presentación de la causa al juez,” lo cual hacía la decisión “un poco menos difícil.” El juez entonces pasó a decir: “También quisiera felicitar a las muchas personas que están en la parte trasera del tribunal [casi todos testigos de Jehová] por reconocer que éste es un tribunal de ley y por tratarlo como un tribunal de ley.”
En el punto clave de su decisión, el juez Stone dijo:
“Al examinar todo el cuadro aquí, la conclusión del Tribunal es que los comisionados del condado formaron un concepto erróneo de su función bajo la ley en particular con la cual estamos tratando aquí. Me parece que basaron su decisión en lo que les parecía a ellos que era deseable . . . El Tribunal hallará que los miembros de la junta no tomaron su decisión con un propósito ambiental y que en este caso el exigir una Declaración del Impacto Ambiental no era una función ni aplicación correcta de las leyes ambientales en particular.
“ . . . éste es un proyecto de perfil bajo, y el pedir una Declaración del Impacto Ambiental fue una mala interpretación de la debida función de esta ley . . . Obviamente, el Tribunal rehusará permitir un mandato prohibitorio para suspender la construcción.”
La conclusión escrita del juez Stone describió la decisión de la Junta de Comisionados del Condado como “acción arbitraria y caprichosa y por lo tanto nula.” Aquí de nuevo un juez perspicaz estaba protegiendo los derechos de una minoría.
Para este tiempo el público se había interesado mucho en esta lucha por la libertad de cultos. Las noticias televisadas hicieron posible que la gente viera y oyera al juez Stone pronunciar su importante decisión favorable que hizo innecesario que los Testigos presentaran una Declaración del Impacto Ambiental (EIS). Este titular del News Tribune de Tacoma lo dijo todo... “Testigos de Jehová ganan decisión de tribunal sobre EIS.”
Terminado el conflicto, los testigos dedicados de Jehová prosiguieron a completar su edificio, movidos por un sentimiento grandioso de felicidad y unidad. Los reporteros del News Tribune de Tacoma vinieron al salón para tomar fotografías. Se maravillaron de la actividad así como de los resultados, y lo que más les impresionó fue el hecho de que toda la labor sin excepción fue trabajo voluntario. Uno de ellos comentó que se le hacía difícil creer que todavía había gente en este día y época que dedicaran su tiempo a un proyecto de esta clase.
Un vecino que había sido muy hostil vino varias veces a visitar a los que estaban trabajando en el edificio y tomar café con ellos. Se disculpó por haberse opuesto a la construcción del salón. Especialmente agradeció el hecho de que se le recibiera de una manera tan bondadosa, y le agradó notar que nadie le guardó rencor. Tuvo gusto en obtener una Biblia en el lugar de construcción de un trabajador de noventa años de edad.
Un hombre de la marina en Bremerton tenía deseos de ver este edificio que trabajadores voluntarios estaban construyendo. Un sábado vino a visitar, acompañado de dos amigos. Después de una gira de inspección, los tres visitantes participaron con los obreros y trabajaron arduamente toda esa tarde. Uno de ellos comentó que nunca antes había visto a individuos trabajar juntos y cooperar así. Después de su siguiente viaje marítimo, volvió al salón para trabajar otros dos días y disfrutar del ambiente amigable.
En conjunto, más de 2.500 personas contribuyeron tiempo y trabajo para construir este salón de asambleas. Un día de fiesta se presentaron 500 obreros.
Esta prolongada batalla legal con un resultado favorable para la libertad civil e igualdad de derechos es un ejemplo extraordinario de la “hora más excelente” de la ley a medida que actúa “para proteger a ciudadanos no populares contra la discriminación.”
Siete diferentes jueces demostraron su interés en la justicia por sus nueve diferentes fallos que protegen los derechos minoritarios. En conjunto, esto es un admirable ejemplo de discernimiento y consistencia en la ejecución de la ley.
Los testigos de Jehová aprecian muchísimo a los hombres de integridad en los tribunales que dedican su vida a la ejecución de la justicia. Pero los Testigos aprecian especialmente esta garantía de su Dios Jehová: “Cualquiera que sea el arma que se forme contra ti no tendrá éxito.”—Isa. 54:17.
Los testigos de Jehová en la sección occidental del estado de Washington gustosamente invitan a toda persona interesada en la Biblia a su hermoso salón de asambleas en su sitio arbolado, tranquilo. El 23 de abril de 1977, cuando celebraron la dedicación del edificio, tuvieron el gusto de dar la bienvenida a 1.977 personas de la zona de Puget Sound que habían venido a compartir su gozo. Este centro de la adoración verdadera permanece abierto a los visitantes como un lugar de cooperación amorosa y compañerismo cristiano.
[Nota]
a Falbo v. United States, 320 EE. UU. 549, el juez Frank Murphy del Tribunal Supremo.
[Comentario de la página 7]
“¡Dos órdenes directamente opuestas fueron emitidas por el mismo tribunal, respecto al mismo asunto, en el mismo día!”
[Comentario de la página 10]
“Siente diferentes jueces demostraron su interés en la justicia por sus nueve diferentes fallos que protegen los derechos minoritarios.”