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¡Despertad! 1978
g78 22/9 págs. 20-22

Oro extraído de las rocas

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Zaire

EL ORO, conocido como un metal “noble,” desde hace mucho tiempo ha sido muy preciado. Su maleabilidad, su resistencia a la corrosión del tiempo y su hermoso lustre amarillo han hecho del oro un favorito para las joyas excelentes así como para otra ornamentación. Debido a su rareza, el oro todavía se atesora en todas partes del mundo, aunque ya no es el patrón monetario internacional como lo fue en el pasado.

Se pueden encontrar pepitas pequeñas o granos de este metal en la arena de los lechos de ciertos ríos. Se conoce este oro como oro aluvial o de acarreo. Aunque contiene de 2 a 3 por ciento de plata, el oro aluvial tiene el color amarillo característico. Puesto que no está físicamente adherido a los granos de arena que lo rodean, este metal se puede obtener fácilmente por medio de la separación por gravedad. ¿Cómo es esto posible? El oro es más de 19 veces más pesado que el agua y unas siete veces más pesado que la arena. Por lo tanto, si una mezcla de oro y arena pasa a través de una corriente, la arena es transportada pero, debido a su peso, el oro cae al fondo.

El oro también puede estar encerrado en filones de roca, a menudo a gran profundidad subterránea. Hoy día, en el corazón del África, el hombre se ve obligado a excavar profundamente para hallar estrechas venas de cuarzo que contienen granos diminutos de oro aleado con un porcentaje pequeño de plata o mezclado con sulfuros. ¡Unos 175 kilos de mineral quizás contengan solamente un gramo de oro! ¿Cómo, pues, se extrae esta pequeña cantidad de oro?

Extracción

La primera etapa en la extracción es romper la masa de roca en trozos que se puedan transportar. Esto se hace con taladros neumáticos especiales y con dinamita. Puesto que a veces la vena de cuarzo solamente tiene de 30 a 60 centímetros de espesor, es preciso romper también la tremenda cantidad de material que rodea la vena para sacar el cuarzo que contiene el oro. Entonces se coloca este mineral en pequeños carros que se mueven sobre rieles de vía estrecha y se le transporta al molino, donde el oro se separa del cuarzo y los sulfuros.

Los carros descargan su mineral en una inmensa tolva con capacidad para más de 400 toneladas de roca. El mineral cae por la abertura en el fondo de este gran foso de concreto a una trituradora que reduce el tamaño de la roca. A menudo dos o más trituradoras trabajan sucesivamente, y así gradualmente reducen el tamaño de la roca.

El mineral triturado pasa ahora a una fresadora de bolas. ¿Qué es eso? Desde el exterior todo lo que se puede ver es un enorme cilindro o tambor que rota horizontalmente con un estrépito ensordecedor. En el interior, tal vez la fresadora esté llena hasta la tercera parte de bolas de acero que pesan varias toneladas. A medida que la fresadora rota, el mineral es gradualmente pulverizado bajo la tremenda presión de las bolas de acero a medida que éstas ruedan sobre la roca. Después de muchas horas de ser molidas en la fresadora de bolas, las partículas de mineral quedan reducidas al tamaño de la arena.

Para entonces las partículas más grandes de oro se han desprendido de la roca que las encerraba. Estas partículas ahora pueden ser separadas por métodos en que se emplea criba. La criba o clasificadora hidráulica es una máquina que impulsa una corriente de agua hacia arriba y abajo. La corriente de agua transporta la arena mezclada con el oro sobre el lecho de la criba. Con el impulso hacia arriba del agua en la criba, el “lecho,” formado de pequeñas bolas de acero o guijas, se eleva junto con el agua y se abre. Esto permite que las partículas de oro, que son más densas que el agua o el “lecho” de la criba, caigan en una “cuba,” o compartimiento colector, abajo. Las partículas de arena que no contienen oro pasan por sobre la criba y como quedan suspendidas en el agua, se las lleva la corriente. Sin embargo, la criba también colecta los sulfuros. Estos tienen una densidad que se encuentra en algún punto entre la arena (cuarzo) y el oro, y todavía pueden contener diminutas partículas de oro. La porción de mineral recogida por la clasificadora, que consiste de partículas del oro ya liberado o separado, sulfuros y un poco de arena, se llama el “concentrado de la criba.” Este concentrado aún no es comerciable, sino que tiene que ser sometido a lo que se llama “mezcla por amalgamación.”

Esto se efectúa con mercurio. Aunque es un metal, el mercurio es un líquido que absorbe el oro y forma lo que se conoce como una “amalgama.” Pero el mercurio no forma amalgamas con el cuarzo o los sulfuros. Por lo tanto, si se mezcla el concentrado de la criba con mercurio en las condiciones debidas, el mercurio extrae el oro y deja el resto. Por medio de esta amalgamación se extrae más del 60 por ciento de todo el oro contenido en el mineral.

¿Qué hay del resto del oro que está encerrado en el interior de los sulfuros? Las partículas de oro tienen que ser lo suficientemente grandes como para ser absorbidas por el mercurio. Sin embargo, las partículas de oro que se encuentran en los sulfuros son muy, muy pequeñas, tal vez de solamente unos pocos micrones de diámetro. Un micrón es una millonésima de metro, o aproximadamente cinco centésimas del diámetro del punto al final de esta oración. ¡Imagínese! Puesto que este oro escapa el proceso de amalgamación, es preciso triturar muy finamente los preciosos sulfuros y entonces se puede disolver el oro.

El mortífero veneno cianuro, cuando se encuentra en una solución muy diluida, tiene la asombrosa habilidad de disolver el oro. Por esta razón los sulfuros finalmente triturados se agitan por un día o dos en inmensos tanques en una solución que contiene cianuro y un poco de cal. Cuando se disuelve el oro, cesa el agitar y se deja que se asienten los sulfuros ya desprovistos de oro. La solución llena de oro se decanta o se trasega con sifón. Entonces, para recobrar el oro en estado sólido, se añade polvo de cinc. Esto precipita el oro en la solución.

Por medio de la amalgamación y el uso de cianuro se extrae más del 90 por ciento del oro contenido en el mineral original. Pero en este estado la sustancia extraída ni siquiera se parece al oro. La amalgama de oro y mercurio se encuentra en la forma de bolas de un gris plateado y el precipitado de oro y cinc se parece a un lodo de color negro pardusco. Por tanto, es preciso enviar estas sustancias de la fresadora concentradora a la planta química para tratamiento.

Recobro de los micrones finales

¿Cómo se logra la transformación de la amalgama de oro y mercurio? El mercurio hierve a los 357 grados centígrados, mientras que el oro ni siquiera se derrite hasta llegar a los 1.063 grados centígrados. Así es que el primer paso para tratar la amalgama es el de la destilación. Se pone la amalgama en una retorta de hierro equipada con una tubería de salida que es enfriada por medio de agua corriente. Se calienta la retorta hasta el punto en que el mercurio se convierte en vapor y deja atrás el oro. Sin embargo, este mercurio se colecta y se vuelve a usar.

Hay que tratar de manera diferente el precipitado de oro y cinc. Se le trata con ácido, el cual disuelve el cinc y de esa manera libera el oro. Entonces se lava y se seca el residuo de oro.

Al llegar a este punto el oro de ambos concentrados está listo para ser derretido, junto con cualquier oro que haya sido retenido en la parte superior del “lecho” de la criba hidráulica. Se coloca el oro en grandes crisoles de grafito, junto con varias sustancias químicas para facilitar el derretido y también la formación de la escoria. Estos crisoles se calientan en un horno refractorio de hogar abierto alimentado a petróleo. Se agita el oro derretido y entonces se vierte rápidamente en moldes de fundición de hierro fundido. Las impurezas, por ser más ligeras que el precioso metal, suben y sobrenadan en la superficie como una capa que se solidifica en una costra, a la cual se conoce como escoria. Después de enfriar por unos cuantos minutos, se remueve la escoria por medio de martillos y se limpian los lingotes. Una vez analizados para determinar su pureza o excelencia, se estampan los lingotes con un número y se les empaca para embarque.

Después de hacer esfuerzos tan tremendos para arrancar unos pocos gramos de oro de centenares de kilos de mineral, sorprende poco que este metal amarillo tenga un precio tan alto. ¡Y qué paradoja que gran parte del oro extraído entonces se esconda en las bóvedas de seguridad en bancos, donde no puede servir al hombre de modo directo!

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