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  • “El hombrecito que cambia de color”
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¡Despertad! 1979
g79 22/4 págs. 27-28

“El hombrecito que cambia de color”

“¡HOMBRECITO que cambia de color! ¿Quién o qué es eso?” quizás pregunte el lector. Soy un camaleón, miembro de la familia de los saurios. Aunque a algunos saurios norteamericanos, llamados “anolis,” popularmente se les llama “camaleones,” los verdaderos miembros de mi familia viven principalmente en África y Madagascar. También se pueden hallar algunas especies de nuestra familia en Europa y Asia.

Nosotros los camaleones diferimos mucho en tamaño. Algunos de mis parientes solo tienen 3,8 centímetros de largo, mientras que otros alcanzan más de medio metro de largo.

Aquí en Sudáfrica los diferentes grupos lingüísticos les han dado varios nombres a los camaleones, cada uno de los cuales realza algunas de nuestras características. En afrikaans, me llaman verkleurmannetjie, que significa “hombrecito que cambia de color,” o trapsuutjies, que significa “pisasuave.” Mi nombre zulú se deriva del verbo “andar lentamente.” Todos estos nombres son apropiados, como ya veremos.

Mi apariencia

Mi cuerpo da la apariencia de ser bastante comprimido y disminuye hasta formar una cresta puntiaguda a lo largo de mi lomo. ¿Y mi cabeza? Pues, descansa sobre un cuello corto que no puedo virar. Para compensar por esto, el Creador hizo mis ojos de tal manera que pueden moverse independientemente el uno del otro. ¡Imagínese! Puedo mirar hacia adelante con un ojo, mientras que con el otro puedo observar lo que está sucediendo detrás. Muchas personas quedan bastante desconcertadas por este rasgo cuando me ven por primera vez. Mis globos oculares son grandes, pero mis párpados están pegados de modo que solo a través de una pequeña ranura busco a mi presa, principalmente insectos. El hecho de que mis párpados estén construidos así me es muy útil, pues evita el que mi presa vea el destello de mis ojos. De otro modo pronto se percataría de mi presencia y se pondría fuera de alcance.

Tenemos una variedad de “tocados” que difieren de una especie a otra. Algunos de nosotros tenemos crestas parecidas a yelmos o aletas escamosas movibles, mientras que otros tenemos cuernos óseos o crecimientos parecidos a verrugas en el hocico. Mucha gente cree que usamos éstos al pelear, pero no tienen evidencia alguna de ello. Sin embargo, es cierto que al camaleón macho le gusta establecer territorios y atemorizar a sus rivales machos. ¿Cómo? Por medio de inflar su cuerpo con aire e inflar la garganta mientras abre la boca. Ese macho se vira de costado ante su rival, el cual de esa manera obtiene una idea exagerada del tamaño de su oponente y quizás se retire. Sin duda el “tocado” contribuye al impresionante cuadro creado.

Maestro del camuflaje

Los camaleones tenemos la habilidad de cambiar de color en respuesta a emociones como la cólera o la alarma, y a varios estímulos, incluso el calor y la luz. Podemos cambiar de color del gris al verde y al pardo, y a veces hasta al amarillo. Esto nos sirve de camuflaje. Life Nature Library—The Reptiles (pág. 58) explica lo siguiente: “La mayoría de los camaleones pueden asumir colores y diseños que se mezclan con sus alrededores.” En vista de eso, ¿no le parece que mi nombre “hombrecito que cambia de color” es muy apropiado?

“Pero,” quizás pregunte usted, “¿por qué el nombre trapsuutjies (pisasuave)?” Bueno, al subirme en las ramas y ramitas de los árboles y arbustos en los que habito, doy la impresión de andar a tientas antes de dar el próximo paso. Mis cuatro patas tienen cinco pezuñas en cada pie, y éstas están divididas en dos juegos. Un juego de pezuñas señala hacia adelante, mientras que el otro mira hacia atrás. Así, uso mis pies para agarrar cosas, tal como usted usaría las tenazas. Mi cola prensible (que puede agarrar) también me es muy útil. Pero cuando no la estoy usando para agarrar una rama, por lo general la hago un ovillo detrás de mí.

Certero tirador

Cuando me acerco cautelosamente a un insecto, me muevo a un paso que algunas personas han descrito como “penosamente lento.” A medida que levanto un pie a la vez, lo muevo hacia adelante y entonces mezo mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás antes de agarrar la próxima ramita. Los que han estudiado estos movimientos dicen que, puesto que mi cuerpo comprimido se asemeja un poco a la forma de una hoja, engaño a mi presa haciéndola pensar que soy una hoja movida por la brisa. Esta forma de engaño es sumamente eficaz.

Mientras me acerco lentamente, calculo con cuidado la distancia a mi presa. Observo al insecto desde varios ángulos con mis asombrosos ojos, pues es de suma importancia que logre un buen tiro la primera vez que dispare mi asombrosa lengua.

Una vez que me haya colocado a distancia de tiro, esta larga lengua pegajosa, en forma de maza, entra en acción. La controlan dos juegos de músculos. Un juego de músculos se extiende a lo largo de mi lengua y la mantiene doblada como “pliegues” sobre un hueso puntiagudo situado en la parte posterior de mi boca, muy parecido a un resorte en espiral envuelto en una vara. Al abrir la boca, el segundo juego de músculos, que rodean mi lengua, la hacen salir del hueso. Al aflojar los largos músculos, mi lengua sale disparada a gran velocidad por una distancia igual a mi largo total. Y con esa maniobra disfruto de otro sabroso bocado. Por eso muchos jardineros se complacen en tenerme cerca, pues tenemos apetitos voraces. Los camaleones más grandes hasta incluyen pájaros en su régimen.

Cómo crece la familia

Algunas camaleones hembras ponen huevos en hoyos en el terreno, lo cual precisa que desciendan de sus perchas en los árboles o arbustos. Por lo general, ponen de 35 a 40 huevos, y éstos demoran aproximadamente tres meses para incubar. Sin embargo, otras hembras, son lo que los científicos han llamado “ovovivíparas.” En tales casos, la hembra pone huevos en un árbol. Pero, a medida que los pone, el camaleón bebé desgarra la membrana y de esta manera “nace.” La membrana es pegajosa y se adhiere a las ramitas del árbol, y de esa manera evita que el bebé caiga mientras está saliendo del huevo. El camaleón joven inmediatamente se agarra de una ramita y emprende su ocupación favorita... cazar por alimento.

Leyendas acerca de mí

Muchas personas de la raza negra de Sudáfrica me temen, aunque en realidad soy muy inofensivo al hombre. Algunos campesinos todavía creen la leyenda de que cuando Dios creó al hombre, envió al camaleón a decirle a éste que nunca muriera. Sin embargo, debido a que el camaleón fue tan lento, un lagarto rápido le dio alcance y llegó primero para decirle al hombre que muriera. Por esta razón, estas personas me odian y tratan de matar camaleones. Sin embargo, los cristianos pueden mostrarles a los creyentes de esta leyenda la verdadera razón bíblica por la cual la humanidad envejece y muere.

Pues bien, ésa es mi breve historia. Espero que ahora me conozca un poco mejor y me aprecie más. Como puede ver, no tiene por qué temer a este “hombrecito que cambia de color.”

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