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  • Limpié mi vida... ¿por qué?

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  • Limpié mi vida... ¿por qué?
  • ¡Despertad! 1979
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¡Despertad! 1979
g79 8/5 págs. 21-24

Limpié mi vida... ¿por qué?

ME CRIÉ cerca de la ciudad de Lieja en el este de Bélgica. Mi niñez distó mucho de ser feliz debido a que mis padres se habían separado en la primera parte de los años sesenta. En ese entonces yo tenía menos de 10 años de edad.

Mi padre, con quien yo vivía, nunca mostró mucha inclinación a trabajar, y esto ocasionó problemas de toda clase. Tampoco se interesó mucho en mí, de modo que a buen grado yo iba y venía según me placía. Esto no le molestaba, pues muchas veces no dormía en casa, y no regresaba por días.

A la edad de 14 años dejé la escuela y comencé a trabajar. Esto me hizo sentir que había llegado a ser una persona adulta, de modo que comencé a fumar, beber y salir con muchachos. La compañía que tenía no era buena, y poco a poco me envolví en el modo de vivir de estos asociados. Por supuesto, al principio no hice nada verdaderamente malo, pero inevitablemente me fui deslizando hacia la inmoralidad. No obstante, no veía por qué debería obrar de otro modo, pues en realidad no tenía propósito en la vida.

Cada vez más sumida en la inmoralidad

A los 15 años de edad obtuve un trabajo como camarera en un hotel cerca de la ciudad de Spa, y allí por primera vez tuve relaciones sexuales con un joven.

A los 16 años de edad mentí acerca de mi edad y obtuve trabajo como moza de bar. Aquí inicié una amistad con uno de los hijos del dueño del bar, y pronto pasaba las noches con regularidad con él. Más tarde, lo dejé y comencé a salir con su hermano más joven.

Las cosas rápidamente fueron de mal en peor cuando uno de mis “amantes” me introdujo a actos de tipo homosexual. Pronto me envolví en prácticas sexuales degradantes.

En ese entonces me vi obligada a hallar otro empleo. El hombre con el cual yo vivía quería casarse conmigo y llevarme con él a Marruecos. Pero empecé a sospechar cuando alcancé a oír algunas de sus conversaciones con un amigo marroquí. Llegué a la conclusión de que se proponían usarme como prostituta para mantenerse.

Entonces la policía se encargó de mi caso, y cuando mi padre por fin se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, me puso a cargo de mi hermana mayor. Pero para mostrarles a todos que yo haría lo que me diera la gana, salí con un joven y cometí fornicación y actos sexuales contranaturales. Hacía cosas como éstas sin que la conciencia me remordiera en lo más mínimo. Pero, en vez de traerme paz mental y felicidad, este modo de vivir inmoral me hacía sentirme cada vez más descontenta y más deprimida.

Se abre un camino de esperanza

A fines de 1971, cuando estaba viviendo con mi hermana y su esposo Lieja, alguien depositó en nuestro buzón una hoja suelta que anunciaba un discurso público patrocinado por los testigos de Jehová. Al ver la hoja suelta recordé el primer contacto que había tenido con los Testigos tres años antes, a los 14 años de edad. Había aceptado la oferta que una señora me hizo de un estudio bíblico de casa, pero lo descontinué después de unos cuantos estudios cuando mi padre puso firmes objeciones. Más tarde, me enteré de que esta Testigo había tratado de ponerse en comunicación conmigo muchas veces, pero nunca había podido hacerlo debido a que yo casi siempre estaba fuera.

Pensé en aquellas primeras consideraciones bíblicas al examinar la hoja suelta, y quise asistir a este discurso. Pero no lo hice debido a que estaba cuidando a los dos hijitos de mi hermana y temía que molestaran al auditorio si los llevaba. Sin embargo, unos pocos días después, dos Testigos visitaron la casa y los comentarios que hicieron acerca de que Dios está interesado en nosotros y en nuestro bienestar realmente me impresionaron.

Estos Testigos se fijaron en el interés que yo había mostrado, y pasaron mi dirección a otro Testigo. Cuando este Testigo vino y ofreció estudiar la Biblia conmigo con regularidad, prontamente acepté. Mi hermana y su esposo también participaron en los estudios.

A medida que las semillas de verdad bíblica comenzaron a penetrar en mi corazón, mi punto de vista de las cosas cambió radicalmente. Me horroricé al darme cuenta de que la vida que había llevado durante los tres años anteriores había sido totalmente contraria al modo en que nuestro Creador desea que la gente viva. Pude ver la sabiduría de las leyes de Dios que condenan la fornicación, la homosexualidad y la conducta inmunda. Estaba convencida de que estas prácticas no traen satisfacción ni felicidad verdadera.

Pero, ¿qué pensaba Dios de mí, en vista de que estaba tan profundamente envuelta en la inmoralidad? ¡Qué animador fue el enterarme de que su amor se extiende a personas de toda clase, incluso a los pecadores crasos! Las palabras de la Biblia en Romanos 5:8 me han sido verdaderamente estimuladoras y me han ofrecido la expectativa de un futuro feliz en el favor de Dios. Ese texto dice: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.”

¡Piense en ello! Dios toma la iniciativa al mostrar amor a los seres humanos, y hasta extiende ese amor a personas mientras éstas todavía están profundamente envueltas en el mal. Sinceramente deseé servir a este Dios misericordioso, a quien la Biblia identifica con el nombre de Jehová. Especialmente lo deseé cuando comencé a reconocer con aprecio el magnífico propósito de Jehová de eliminar a este inicuo sistema de cosas y crear un nuevo sistema justo. Llegué a tener fe verdadera en profecías bíblicas como la siguiente:

“Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar. Por eso, amados, ya que ustedes están esperando estas cosas, hagan lo sumo posible para ser hallados al fin por él inmaculados y sin tacha y en paz.”—2 Ped. 3:13, 14.

Puesto que ahora esperaba con verdadero anhelo el venidero nuevo sistema de Dios, me determiné a hacer en mi vida los cambios necesarios para agradar a Dios, a fin de estar ‘inmaculada y sin tacha.’ Quería sobrevivir el fin de este mundo y entrar en la nueva Tierra de Dios, una expectativa que la Biblia ofrece en estas palabras: “El mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.

Sin embargo, no fue fácil hacer los cambios en mi vida. Se le hace difícil a uno transformar su modo de vivir cuando ha estado haciendo tantas cosas que no están en armonía con la voluntad de Dios. ¡Cuánto deseé el nunca haberme envuelto en una vida inmoral! Pero por medio de estudiar con regularidad la Palabra de Dios y orar sinceramente a Jehová Dios, recibí la ayuda necesaria para cambiar, y no me llevó mucho tiempo el hacerlo. Descontinué mis malas asociaciones anteriores, lo cual me ayudó a librarme de todas las formas de inmoralidad y a evitar el emborracharme. Sin embargo, una cosa que se me hizo muy difícil fue renunciar al hábito inmundo del tabaco. Pero también lo hice. No obstante, eso no significa que ya no tuve más dificultades.

Decisiones difíciles

Desafortunadamente, mi hermana y su esposo no compartían mi entusiasmo por las cosas que estábamos aprendiendo. No necesitaban hacer los cambios morales radicales que yo tenía que hacer para amoldarse a las leyes de Dios. No obstante, continuaron usando tabaco. Además, mi cuñado se molestó al ver cuánto tiempo yo dedicaba al estudio de la Biblia. Por eso, ¿qué debería hacer? Opté por marcharme y obtener un trabajo y mi propio apartamento.

Entonces comencé a compartir con otros las verdades bíblicas que había aprendido, hasta hablando de casa en casa acerca de las buenas nuevas del reino de Dios. Entonces, en octubre de 1972, fui bautizada en agua como testigo de Jehová para simbolizar el hecho de que había dedicado mi vida a nuestro amoroso Creador. Ahora tenía que tomar otra decisión, pues mi trabajo me impedía asistir a todas las reuniones de la congregación cristiana. Decidí cambiar de trabajo y con ese fin le oré a Jehová acerca del asunto. Me parece que él hizo posible que yo obtuviera otro empleo.

Entonces comencé a considerar cómo podía ayudar a mi padre y a mi hermano menor a familiarizarse con los propósitos de Dios. Así es que, para fines de 1972, los invité a mudarse conmigo, esperando que mi ejemplo cristiano y las cosas que les mostraría en la Biblia los moverían a servir a Jehová Dios. Aceptaron mi invitación, pero pronto quedé desilusionada. Pues, en vez de aceptar las verdades bíblicas, mi padre regresó a su anterior modo de vivir. Él quería que yo lo mantuviera, y no manifestó deseo alguno de aplicar principios justos en su vida. Mi hermano tenía la misma actitud. Así es que obtuve otro apartamento y me mudé.

Una vez más le oré sinceramente a Jehová... esta vez pidiendo ayuda para hallar un trabajo que me permitiera mantenerme y entregarme de lleno a la actividad de compartir las “buenas nuevas” con otras personas. Jehová bendijo mis esfuerzos, y rápidamente obtuve un trabajo de tiempo parcial apropiado. Así comencé a testificar de tiempo completo como precursora en marzo de 1973, y en diciembre de 1973 fui nombrada precursora especial.

Después de tres años en este servicio me casé en noviembre de 1976. Aunque entonces mis actividades de testificar estaban limitadas, siempre abrigué el deseo de volver a emprender la testificación de tiempo completo. Hoy día, me complazco en poder participar de nuevo en esta remuneradora actividad.

Una vida feliz, remuneradora

Al reflexionar en lo que era mi vida hace tan solo unos pocos años, ¡estoy tan agradecida de que me sentí movida a responder al amor de Dios y me determiné a servirle con todo el corazón! ¡Qué contraste entre mi vida actual y la vida que llevaba entonces! Ahora tengo paz, contentamiento y una conciencia limpia. Nunca hubiera imaginado que un día podría experimentar tanta felicidad. Jehová de veras es muy bondadoso y misericordioso porque ha hecho posible el que yo llegara a conocerlo y servirlo. Hasta las decisiones que me ocasionaron cierta angustia han resultado ser causa de gozo.

Por ejemplo, cuando me marché del hogar de mi hermana a fin de poder estar más libre para servir a Jehová, ella me criticó. Se quejó de que la estaba abandonando con todo su trabajo y que tendría que cuidar de sus hijos por sí sola. Pero puesto que yo había tomado mi decisión después de considerar el asunto en oración, estaba convencida de que estaba haciendo lo correcto. Por lo tanto, ¡qué alegre me sentí un día cuando mi hermana se puso en comunicación conmigo y me pidió que volviéramos a estudiar la Biblia juntas! Esta vez dejó de fumar, y el 11 de mayo de 1974 se bautizó en símbolo de su dedicación a Jehová. ¡Qué gozo me trajo esto!

Esto me impulsó a tratar de reavivar el interés de otros miembros de mi familia. Por fin, mi hermano menor aceptó la verdad bíblica y dedicó su vida a Jehová. También he sido abundantemente bendecida al ver a dos jovencitas con las cuales estudié la Biblia progresar hasta el punto de dedicar su vida a Jehová. Además, mi matrimonio le ha dado un fundamento más sólido a mi vida cotidiana y tengo el gusto de servir a Jehová junto con mi esposo.

¡Qué fortalecedor de fe y remunerador es el ser usada para ayudar a otras personas a servir a Dios! Estoy convencida de que todas las personas de corazón honrado, prescindiendo de lo mucho que se hayan sumido en un proceder de maldad, pueden transformar su vida acudiendo por ayuda a nuestro misericordioso y amoroso Dios, Jehová.—Contribuido.

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