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¡Despertad! 1979
g79 8/8 pág. 3

¿Necesitamos la abogacía?

“Lo primero que debemos hacer es matar a todos los abogados”... ésa fue la propuesta que se hizo en un drama de Shakespeare. Y en el siglo XIII a Yves, el santo patrón de lo abogados franceses, se le describió como ‘abogado pero no estafador, cosa que asombró a la gente.’

Las opiniones adversas acerca de los abogados y los sistemas jurídicos son tan antiguas como la historia misma. Pero las expresiones que se hacen respecto a ellos, a veces sarcásticas a veces chistosas, no son del todo justas. Muchos abogados son hombres concienzudos y bien informados que usan su aptitud para ayudar a las personas que están en dificultades y merecen asistencia.

Obviamente, los abogados y los sistemas jurídicos no pueden curar todos los males de la civilización moderna. Si el sistema jurídico no da satisfacción cabal, considere las palabras de cierto juez canadiense: “La confusión en el sistema judicial refleja la confusión de la sociedad.” Lo mismo que todas las instituciones humanas, los sistemas jurídicos tienen un lado bueno y un lado malo.

En cuanto al lado malo, la ejecución de la ley es irregular y a menudo ineficaz. Las estadísticas muestran tribunales en desorden, abogados costosos, desigualdad de justicia, criminales sin castigar, una aumentante proporción de delitos. La confianza del público mengua.

En cuanto al lado bueno, las leyes y la ejecución de las leyes son esenciales para mantener una sociedad ordenada. Benefician a toda la gente, no solo a los que acuden a los tribunales. El hecho de que hay una aplicación obligatoria de la ley, aunque tenga sus debilidades, sirve hasta cierto punto para refrenar a los que de otro modo serían violadores de la ley. Como resultado, la persona y la propiedad de la mayoría de los habitantes de las comunidades civilizadas están relativamente seguras. El negocio comercial puede funcionar, produciendo mercancías y productos alimenticios, porque el sistema legal impone el cumplimiento de los contratos y el pago de las deudas. Y, si a los asesinos, ladrones y vándalos no se les puede poner coto, por lo menos se les restringe en sus prácticas malas.

Se hace patente, pues, que aunque frecuentemente se toman por sentadas, la profesión jurídica y la ley ofrecen servicios valiosos a la humanidad. Aun así, muchos estiman poco a los tribunales, jueces y abogados. ¿Por qué?

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