Relatos verídicos... ¿qué muestran?
EL CHISMORREO de la localidad y los diarios sensacionalistas a menudo hacen resaltar relatos de violencia en la familia, debido a que el interés morboso en esos relatos es cosa común. Sin embargo, es con una razón totalmente diferente que presentamos los siguientes relatos verídicos.a Se ofrecen estos relatos a fin de que aprendamos de ellos. Así, después de cada caso proponemos algunas preguntas que le harán pensar. Medite en ellas. Los ejemplos que se presentan pueden ayudarle a ver quién o qué a menudo es responsable del problema. Quizás lo pongan sobre aviso de las debilidades que hacen surgir la dificultad y pudieran ayudarle a discernir modos de resolver este problema o de evitar la violencia en el hogar. Esto está en armonía con el proverbio bíblico que dice: “El prudente prevé el mal, y se esconde; mas los simples pasan adelante, y llevan el daño.”—Pro. 22:3, “Versión Moderna.”
Una de las primeras cosas que usted notaría acerca de Gloria, neoyorquina de 24 años de edad, es una horrible cicatriz que le va del mentón a la clavícula. Tuvo cinco hermanos. Cuando el padre de ella estaba borracho a menudo golpeaba a su esposa e hijas. Para librarse de la violencia la madre de Gloria a veces huía del hogar. Pero regresaba.
Gloria empezó a usar heroína para hallar escape del problema. Su próximo paso fue abandonar el hogar y casarse con Roberto, otro narcómano. Él le pegaba, pero debido a su niñez, a Gloria eso sencillamente le parecía parte normal de la vida de familia. Al quedar encinta, Gloria buscó tratamiento para vencer la afición a la heroína. Después de nacer su hijo, el llanto del niño hizo la vida más difícil. Ella comenzó a beber en exceso. Bajo la presión de su matrimonio y de tener que cuidar a un infante, Gloria comenzó a maltratar al bebé... le daba bofetadas, le pegaba y hasta le quemó los pies con una plancha caliente; en una ocasión hasta le rompió los dos brazos. Cuando el bebé tenía poco más de un año de edad lo pusieron en una casa de crianza.
Roberto respondió pegándole más a Gloria y por fin la abandonó. Poco después ella empezó a vivir con Alberto y confió en que las cosas de veras cambiarían. Pero él era una persona irascible y cuando se encolerizaba la atacaba ferozmente. Durante una riña golpeó tan mal a Gloria que ella terminó en el hospital con las costillas rotas. ¿Fue esta una sacudida lo suficientemente grande como para hacerlos cambiar? Difícilmente. Mientras Alberto la llevaba de vuelta a casa del hospital se volvió a encolerizar. Recogiendo una botella que alguien había arrojado en la cuneta, la rompió y le dio un tajo a Gloria en la garganta, dejándole la horrible cicatriz que mencionamos.
La familia comenzó a obtener ayuda de los asistentes sociales. Gloria ha cesado de beber y se esfuerza por proveer una dieta más equilibrada para la familia. Alberto está tratando de controlar su ira y a veces pasa semanas sin pegarle a su esposa.
Pregúntese: ¿HASTA QUÉ GRADO ESTABA RELACIONADA LA BEBIDA CON EL PROBLEMA? ¿CÓMO AFECTÓ A GLORIA LA EXPERIENCIA DE SU NIÑEZ?
El matrimonio de Sara ciertamente no se hizo más tierno con la edad. Sufría agresiones a manos de su esposo con cada vez más frecuencia. Además de los calmantes que tomaba, la reciente historia de Sara —dos costillas rotas, un diente caído, magulladuras, heridas y el haber estado hospitalizada tres veces— testificaba del hecho de que su esposo se estaba enojando con cada vez mayor facilidad. Los dos hijos adolescentes de ella también podían ver eso.
Un día el esposo de Sara, antes de marcharse al trabajo, le dijo a su hijo de 16 años de edad que limpiara el garaje. Para el almuerzo esto no se había hecho y el joven dijo que se iba a nadar con sus amigos. Esto atemorizó a Sara, pues sabía que su esposo derramaría su cólera sobre ella. Tenía los nudillos blancos en la parte trasera de la silla de la cocina cuando le dijo a su hijo: “Tienes que limpiar el garaje hoy.” “¡No me fastidies!” le gritó él, y precipitadamente subió las escaleras hacia su habitación. Corriendo tras él, Sara le agarró el brazo y comenzó a decir: “No te vas a ninguna parte hasta que . . . ” Pero no terminó de decirlo. Él se viró y le dio un violento empujón sobre el pecho. Sara trató de agarrarse del pasamano, pero no pudo hacerlo y cayó hasta el mismo fondo de la escalera, quedando como una masa inerte.
Pregúntese: ¿ESTABA LA SOLUCIÓN EN ESPERAR? ¿QUÉ RELACIÓN PARECÍA EXISTIR ENTRE EL TEMPERAMENTO Y LAS ACCIONES DEL PADRE Y DEL HIJO?
[Carta a un consejero:] “Tengo 13 años de edad y escribo esta carta no solo por mí sino por mis cuatro hermanos y hermanas menores. Tienen 11, 10, 9 y 6 años de edad. Nuestros padres no dejan pasar ni una sola noche sin reñir. Estamos hartos de sus gritos y chillidos e insultos, y de que se tiren las puertas y los platos. Papá trabaja duro y es muy bueno. En el momento en que entra por la puerta mamá le lanza una lista de quejas. Él le dice que se calle y entonces comienza la batalla. Cuando terminan de reñir, mamá se pone a llorar y dice que papá no la quiere. Está equivocada. La quiere muchísimo. Pero si no la quisiera, ¿podría usted culparlo? ¿A quién le gusta que lo reprendan constantemente? Por favor, ayúdenos a enderezar a estos dos. No queremos que nuestra familia se divida, pero así no se puede vivir.”
Pregúntese: ¿QUIÉN ERA RESPONSABLE DE ESTAS RIÑAS VIOLENTAS? ¿QUÉ PODRÍA HACERSE PARA EVITAR ESCENAS TAN COLÉRICAS? ¿SABE USTED DE NIÑOS QUE PUDIERAN TENER RAZÓN PARA ESCRIBIR UNA CARTA COMO ÉSTA?
Consuelo quedó casi sin sentido de la paliza que le había dado su esposo de muchos años. Demasiado aborchornada para ir al hospital en busca del tratamiento necesario, se dirigió a un asilo para mujeres golpeadas que había sido establecido cerca de donde vivía, en San Antonio, Texas. Sin explicar las tensiones o frustraciones mutuas que produjeron el estallido de cólera, Consuelo describió de este modo la ocasión en que su esposo le pegó.
Su esposo había venido a casa, pero no estaba en su estado normal. Estaba tan borracho que se caía, y olía a cerveza. En la confrontación emocional que siguió Consuelo lo abofeteó. Era la primera vez en sus años de casados que ella había hecho eso. “Entonces,” recuerda ella, “me agarró. Comenzó a golpearme como si yo fuera un hombre... dándome puñetazos en el estómago y en el cuello. Y después que caí al suelo, me pateó.” Fue un ataque brutal, una agresión.
Pregúntese: ¿QUIÉN FUE CULPABLE DE LA VIOLENCIA EN ESTE CASO? ¿CÓMO HUBIERA PODIDO EVITARSE ESA RIÑA? ¿QUÉ HUBIERA HECHO USTED SI HUBIERA SIDO CONSUELO?
Aunque estos ejemplos no abarcan todo el campo de la violencia en el hogar, ejemplifican algunos de los aspectos más comunes del problema. Y es posible que las preguntas subsiguientes le hayan ayudado a comprender mejor el problema de la violencia en el hogar. En los artículos siguientes se consideran algunos de los factores envueltos en estos relatos verídicos. Además, específicamente concentraremos la atención en las causas y los resultados de la violencia en relación con los esposos, esposas e hijos. Entonces podremos apreciar a mayor grado el consejo que se nos brinda para resolver este problema o evitar este azote esparcido que está destruyendo las familias y vidas de tantas personas hoy día.
[Nota]
a Se han cambiado los nombres para proteger la vida privada de los individuos.