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g80 22/8 págs. 24-25

Monos ladrones, granjeros frustrados

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Islas de Sotavento

UN GRANJERO antillano miraba los restos de unos dos mil metros cuadrados de papas (patatas) desarraigadas, lo cual representaba meses de labor perdidos. Como muchos granjeros isleños, él había sido víctima de una emboscada de monos. Habiendo sorprendido en su huerto a una manada de 50 ó 60 monos chillones aquella mañana, los había seguido hasta el bosque para hallar su guarida. Al regresar poco después, descubrió que otra banda de monos ladrones había invadido su huerto desde el otro lado del campo.

Incidentes como ése destacan los encuentros que desde hace siglos han tenido lugar entre los granjeros frustrados y las manadas de monos saqueadores de las Antillas a los que algunos llaman “monos verdes.” Grandes cantidades de caña de azúcar, pepinos, zanahorias y otros productos agrícolas se pierden anualmente cuando estos ladrones bajan de las montañas de St. Kitts y Nevis, en las Antillas, e invaden los campos. Esas incursiones se remontan hasta mediados del siglo 17. Para ese tiempo los monos habían llegado a ser tan dañinos que se aprobó una ley que los declaraba molestias perjudicantes y concedía una recompensa por cada mono al que se diera muerte. Este problema se parece al problema que ha surgido en muchas partes de la Tierra a medida que la humanidad, esparciéndose, obliga a la vida animal silvestre a vivir en zonas que no ofrecen a los animales un suministro de alimento adecuado.

Los enojados granjeros se defienden de los ataques. Elaborados espantajos, trampas escondidas, perros guardianes, celadores de sembrados, cazadores de recompensas... éstos son solo algunas cosas que los granjeros usan para refrenar las invasiones de los monos. Pero, ¡ay! estas cosas no tienen mucho éxito.

Los monos se acercan cautelosamente a los espantajos que los granjeros han colocado en el campo para ahuyentarlos. Por varios días los monos lanzan piedras a los espantajos y poco a poco se les van acercando. Finalmente rodean a los espantajos y los hacen pedazos. Un cazador de recompensas se cubrió con ramas verdes, pero para disgusto de él los monos pudieron verle a través de su disfraz mucho antes de que él pudiera acercarse a ellos para atraparlos. Un granjero amarró a su perro en el huerto, esperando que los ladridos de éste mantuvieran a raya a los monos. ¡Cuando regresó, se desalentó al ver que los monos habían devorado todo el maíz nuevo y el perro estaba cerca dormitando pacíficamente!

Los monos emplean diversas estrategias ingeniosas. Antes de entrar en el huerto que se proponen asaltar, envían un mono para explorar. Este centinela sube a un árbol alto. Cuando éste grita para avisar que no hay peligro, los machos entran en el huerto, seguidos de las hembras. Entonces todos arrancan, desgarran y desarraigan lo que encuentren sembrado, y comen hasta atiborrarse. Después que la manada se ha hartado, al vigilante se le lleva su porción de alimento. Sin embargo, si este vigilante no da el aviso apropiado de que se acerca un granjero, los machos de la manada le dan muerte.

Mientras mamá mona se alimenta en el huerto, no tiene consigo a su infante en la zona donde la manada come. Lo deja escondido en la espesa yerba al lado de la ruta de escape de ella. Cuando el vigilante da la alarma de peligro, ella escapa del campo a la vez que da un grito de alarma a su bebé. Mientras corre hacia el pequeñín, éste salta al costado de su madre y se agarra desesperadamente de ella. En la confusión, a veces el bebé no logra agarrar a su madre o salta al costado de una que no es su madre, y queda abandonado. Cuando esto sucede, a menudo el granjero toma al monito y se lo lleva a sus hijos como animal favorito.

A veces, cuando se acorrala a una madre, se ha sabido de casos en que algunas monas han suplicado misericordia. La mona levanta a su bebé como razón para que se muestre compasión a los desvalidos. O, si la mona va a tener prole, se ha sabido de casos en que las madres se han dado palmadas en la barriga para llamar atención a su preñez. Cuando el monito nace, parece una ratita sin pelo. El color de la piel es de un atractivo color verde azulado (que puede observarse por un año o dos), y parece que ésta es la razón por la cual algunos le llaman “mono verde.” Al llegar a adultos su color cambia a amarillo grisáceo, con el pecho y partes de las patas y los brazos de color blanco. Cuando han crecido completamente, los adultos pesan unos 6,8 kilogramos.

¿Quién va ganando en el conflicto actual entre el mono y el granjero? No es fácil determinar esto. Sin embargo, recientemente miembros de la Fundación de la Ciencia del Comportamiento, bajo la dirección del Dr. Frank Ervin, han efectuado en este campo observaciones que indican que hay entre siete y 12 mil monos verdes actualmente en la isla de St. Kitts. El informe sugiere que la isla pudiera alimentar a un máximo de 34.000 monos durante todo el año si continuaran viviendo solo en las zonas que habitan actualmente. Esta cifra indica que en la isla pudiera vivir cómodamente casi la misma cantidad de monos como de gente.

Pero probablemente los granjeros frustrados no concuerden con eso.

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