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  • g80 22/10 págs. 11-15
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g80 22/10 págs. 11-15

“Mamá, ¡cómprame esto!”

CÓMO ENSEÑAR A LOS NIÑOS A USAR BIEN EL DINERO

“MAMÁ, ¡cómprame esto!” ¡Cuán a menudo hemos oído esas palabras! Es probable que las hayamos dicho nosotros mismos cuando éramos niños. En algunas ocasiones nuestra madre decía: “Sí,” en otras: “No.” De vez en cuando tenía tiempo para explicar por qué, pero por lo general simplemente aprendíamos que había ciertas cosas que ella estaba dispuesta a comprar, y otras no.

Así es como la mayoría de los niños aprenden a usar el dinero... por medio del ejemplo. De hecho, las encuestas han mostrado que muchos padres no tienen una manera definida de enseñar a sus hijos a usar sabiamente el dinero.

Usted quizás crea que en realidad está instruyendo a su hijo en cuanto a qué comprar y cuándo hacerlo, cómo comparar precios y cómo evaluar la calidad de los artículos y mantenerse libre del materialismo moderno. Pero tal vez sería bueno que se preguntara: “¿Recuerdo acaso algún esfuerzo consciente por hacer eso hace poco?” Quizás ha pasado más tiempo del que usted se imaginaba.

Sea que usted haya estado haciendo esfuerzos hacia ese fin o no, los principios y sugerencias de este artículo pudieran ser de valor para usted.

Esto es importante, porque hay personas que están haciendo un esfuerzo consciente por enseñar a su hijo principios que pudieran diferir de los que usted quiere que él siga. Estas personas han pasado la vida aprendiendo a persuadir, y la opinión de ellas sobre la importancia de las cosas materiales puede ser diferente de la suya. ¿Quiénes son estas personas? Dejemos que ellas hablen por sí mismas:

Moldeadores de la mente

Hace unos años una agencia de publicidad dedicada a atraer el interés de los niños hizo circular un anuncio en el cual se decía a los comerciantes y a los anunciantes: “¡Se puede hacer que mentes dispuestas deseen sus productos! . . . He aquí un gran mercado para sus productos. Convenza a los niños con su marca de fábrica y ellos insistirán en que sus padres no compren ninguna otra. Muchos anunciantes sagaces están sacando provecho de esto actualmente . . . y edificando para el mañana . . . por medio de moldear mentes que a ello se prestan.”

Desde muy tierna edad los niños son el blanco de anuncios que se han preparado para hacerles desear más cosas materiales. Gente perita y sumamente hábil estudia cómo despertar las “necesidades internas” de su hijo y crear un “deseo” por su producto.

En los países en que se usa la televisión para anunciar productos para niños, éste es el medio principal que se usa para persuadir a los jóvenes. Comienza a tener efecto aun antes de que ellos tengan suficiente edad para leer. En su libro The Hidden Persuaders (Persuasores ocultos), Vance Packard cita un anuncio que alertó a los fabricantes a las extraordinarias posibilidades que ofrece la televisión. El anuncio decía: “¿En qué otra parte de la Tierra se ha fijado con tanta firmeza en la mente de niñitos de cuatro años de edad el estar conscientes de las marcas de fábrica? . . . ¿De cuánto valor le es al fabricante el poder cautivar a este público juvenil y continuar convenciéndolo en cuanto a su producto bajo condiciones controladas año tras año, hasta que los niños hayan llegado a la edad de adultos y estén en la condición de compradores ya crecidos?”

Tres profesores de universidad de los Estados Unidos hicieron una encuesta con niños que tenían entre cinco y 12 años de edad, y encontraron que éstos estaban expuestos a un promedio de casi 400 anuncios de televisión por semana... ¡unos 20.000 al año! Estos profesores comentaron: “El que los niños puedan . . . evitar que se les ‘extravíe’ o engañe es un asunto de considerable interés actual, particularmente en vista de lo muy expuestos que están los niños —aun los de muy tierna edad— a los anuncios.”

Descubrieron que el 56 por ciento de los niños que se hallan en jardines de infantes tenían muy poca idea de “por qué hay anuncios en la televisión,” y que la mitad de ellos pensaban que los “anuncios siempre dicen la verdad.” Estos niños son muy jóvenes, pero los anunciantes invierten grandes sumas de dinero en llegar a ellos porque creen que se están formando hábitos que pueden durar toda la vida.

Los profesores también descubrieron que solo la mitad de las madres de estos niños de cinco años de edad hablaban con ellos acerca de los anuncios. Declararon: “Muchas madres que tienen niños en jardines de infantes aparentemente están perdiendo la oportunidad de enseñar a sus hijos a entender la razón que hay detrás de los anuncios, un entendimiento que pudiera ayudarles a comenzar a desempeñar el papel de consumidores eficaces.” Sin embargo, descubrieron que hasta niños jóvenes pueden “filtrar” los mensajes publicitarios, y que esta habilidad se puede enseñar “aun a niños en la edad de estar en un jardín de infantes.”a

Esto no suele hacerse. Según una cita, el director de Seventeen, una revista estadounidense para niñas adolescentes, dijo que sus lectoras jóvenes son un buen mercado debido a que “todavía no consideran de manera crítica los anuncios.”

Es bueno tomar la iniciativa. Hable con sus hijos acerca de los anuncios. Señale que pueden proveer una gran cantidad de información, pero que el propósito obvio es lograr que la gente gaste dinero. El comerciante puede aumentar sus ganancias si puede lograr que uno desee productos que en realidad no necesita, como nuevos artefactos y nuevos estilos. Más importante que el dinero que quizás se desperdicie es el punto de vista materialista que nos puede enseñar... la idea de que el comprar lleva a la felicidad.

Entrenamiento activo

¿Cómo puede usted enseñar a sus hijos a tener la actitud correcta en cuanto al dinero y a saber usarlo? Una manera es llevarlos con usted cuando va de compras, y hablarles acerca de las cosas que usted compra. Si se les anima, muchos jóvenes hacen un juego del recordar los precios. Usted creerá que casi tiene a su lado una calculadora ambulante, a medida que ellos le recuerdan que el precio era más bajo en otra tienda.

El próximo paso es enseñarles a discernir la calidad. Usted pudiera preguntar: “¿Por qué crees que este suéter es más barato?” “¿Vale ese otro suéter el costo extra?” “¿Cuánto tiempo crees que puede durar el rojo?” El niño aprende a valorar el costo y a reconocer la calidad... aptitudes que lo pondrán en una posición de ventaja con el transcurso de los años.

A los jóvenes se les hace más difícil juzgar entre productos que están bien fabricados y la “basura,” sencillamente porque no han tenido tanta experiencia como usted con productos que sí han resultado ser basura. Por lo tanto, usted les hace un favor cuando les indica por qué usted ha escogido cierto artículo en vez de otro, y les explica por qué cree que uno probablemente dure más que otro.

Usted puede enseñar muchas cosas de esta manera. Un padre, que estaba por comprar un automóvil nuevo, se dirigió a su hijita y le preguntó qué color quería para el automóvil. Ella contestó: “Negro.” Él comentó: “El negro hace que el polvo se vea fácilmente... ¿te gustaría lavarlo?” Ella contestó: “No; quizás debemos conseguir un color más claro.” Luego, una señora que había estado allí cerca dijo: “¡Imagínese: dejar que una niña escoja el color!” Pero la niña no había escogido el color. El padre sencillamente había usado la oportunidad para enseñar a su hija algo acerca de seleccionar. ¡Cuánto mejores serían muchas decisiones si más padres dedicaran tiempo a enseñar a sus hijos!

¿Qué hay en cuanto a decidir si uno puede darse el lujo de tener cierta cosa? Cuando usted ve un traje o una herramienta y se siente tentado o tentada a comprar tal artículo, probablemente tome en consideración si le sobrará dinero después que haga las compras, pague el alquiler o la hipoteca y cumpla con otras responsabilidades que tiene este mes. Sin embargo, el niño no sabe que usted ha tomado en consideración esos diferentes factores. ¿Por qué no explicarle, a medida que usted camina por el establecimiento, lo que ha tomado en consideración, y por qué ha decidido de la manera en que lo ha hecho? Su hijito no tiene estas obligaciones, y por eso quizás sea más impulsivo en la manera en que usa su dinero. Pero es bueno que él sepa, aun ahora, cómo se toman tales decisiones.

Probablemente usted decide rápidamente si una venta especial vale la pena o no. ¿Por qué no le indica a su hijo o hija la razón por la cual usted ha tomado esa decisión? Esto toma tiempo, pero puede producir buenos resultados en la actitud de su hijo ahora, y en su capacidad cuando crezca.

Recuerde que la instrucción amorosa y el buen ejemplo pueden ser mucho más eficaces que la crítica. ¡Enseñe a su prole cómo llegar a decisiones y usted se sentirá más feliz con las decisiones que sus hijos tomen!

Contentamiento verdadero

Otro asunto muy importante es el de si sus hijos se podrán dar cuenta de que la vida consiste en más que solo poseer cosas. ¿O los convencerán los fabricantes, anunciantes, tiendas —y aun sus amigos— de que la felicidad resulta de las cosas que compran?

En generaciones pasadas las personas se complacían en las cosas que producían. Un hombre era un excelente ebanista. Una mujer horneaba pasteles maravillosos, o hacía preciosas colchas. Un niño construía un aparato de radio, o criaba un becerro que ganaba un premio.

Hoy hacemos menos cosas. La mayoría de lo que poseemos se produce a máquina. Los fabricantes y los vendedores saben esto, y estimulan a uno a llenar ese vacío por medio de hacer que uno compre. Le dan a entender que uno puede “ser alguien,” no por medio de desarrollar una buena personalidad o un carácter recto, sino por las cosas que compra.

En su libro Supershopper (Supercomprador), David y Marymae Klein dicen que “no es raro que muchos jóvenes traten de distinguirse por medio de ser el primero de la manzana o el primero de su grupo que compra un nuevo disco, guitarra eléctrica, tabla hawaiana o transmisor-receptor portátil... todo lo cual está relacionado con comprar, no con producir. Aún más jóvenes se aglomeran para comprar estas cosas, no porque genuinamente disfruten de ellas, sino sencillamente porque ‘todos los demás muchachos las tienen.’ Esto les da cierto sentido de igualdad... pero también puede ser bárbaramente costoso, debido a que exige que uno continúe comprando a fin de mantenerse al paso con los demás.”

¿Cómo se puede ayudar a los jóvenes a ver que la expresión: “Lo que yo soy depende de lo que tengo” no es base válida para una vida feliz?

Mucho depende de la actitud de los padres. Como padre, ¿está usted más interesado en objetos que en el desarrollo personal y espiritual? ¿Ayuda usted a sus hijos a darse cuenta de que ellos son importantes debido a lo que son, no debido a lo que tienen? ¿Hace usted que ellos lleguen a sentirse satisfechos en cuanto a sí mismos, más bien que tener que desplegar sus posesiones materiales?

Muchos niños de los testigos de Jehová tienen una ventaja en particular a este respecto. Se les estimula a comentar en sus reuniones de congregación. Pueden participar en su Escuela Teocrática, donde aprenden a pronunciar discursos frente a la congregación. Algunos de ellos se ofrecen como voluntarios para trabajar en los alrededores del Salón del Reino. Todos pueden participar en ayudar a esparcir las buenas nuevas del nuevo orden venidero de Dios. Tales niños llegan a tener una verdadera meta en la vida.

En hogares donde se aplican los principios bíblicos, los niños quedan convencidos del amor que sus padres les tienen. Saben que otros los aprecian debido a la clase de personas que ellos están tratando de ser... personas que demuestran su amor, y que tratan de hacer lo que es correcto. En la vida de tales jóvenes hay una base para verdadero gozo y satisfacción por lo que se logra, más bien que el temporero sentimiento superficial de importancia que producen las posesiones.

Es importante que coloquemos tales cosas de verdadero valor ante nuestros jóvenes, a quienes amamos tanto, y que buscan nuestro ejemplo a medida que moldean sus propias vidas.

[Nota a pie de página]

a How Children Learn to Buy (Cómo los niños aprenden a comprar) por Scott Ward, Daniel B. Wackman y Ellen Wartella.

[Recuadro en la página 14]

EL MAL EFECTO DE MIMAR A LOS HIJOS CRECIDOS

El dar a niños de tierna edad todo lo que desean puede de hecho hacerlos engreídos y más egoístas. Los padres en edad más madura que continúan dando a sus hijos adultos todo lo que ellos desean pueden contribuir a que para los hijos sus padres sean principalmente una fuente de regalos, más bien que personas que merezcan respeto y afecto.

Este hecho fue un golpe para una mujer desilusionada que escribió que ella y su esposo habían estado “dando y dando cosas a [nuestros] dos hijos por años, en toda ocasión posible, y les pedíamos que no gastaran dinero en nosotros.” Pero los padres recibieron una sacudida cuando, después de ofrecer a su hija ya crecida una estatua costosa, ella dijo: “No se molesten. Un día todas estas cosas van a ser mías, y luego las venderé.” La madre se lamentó así: “Me faltan palabras para expresar cuánto me dolió esto.” Sintió más dolor aún luego, cuando tanto el hijo como la hija, ya crecidos, comenzaron a hacer preguntas sobre cuánto pudieran heredar cuando ella y su esposo murieran. Dijo ella, tristemente: “Nunca creí que oiría tales comentarios de nuestros propios hijos.”

Los hijos crecidos que reciben demasiado de sus padres en lo referente a lo material no solo se crían mimados; también quedan sin haber aprendido la valiosa lección de recibir gozo por medio de dar de lo suyo a sus padres, o por medio de hacer algo por ellos. Muchas veces sucede que los padres que no dan demasiadas cosas a sus hijos descubren que cuando posteriormente sí dan un regalo inesperado hay mayor probabilidad de que sus hijos lo aprecien. A los padres se les tendrá mayor aprecio por lo que son, más bien que por lo que puedan dar.

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