Por qué la permite, cómo la detendrá
HACE mucho tiempo un hombre recto y libre de culpa fue sometido a una prueba severa que él no entendía... perdió sus bienes y su familia, y le atacó una enfermedad dolorosa. Indudablemente él se sintió como muchas personas de la actualidad que, al sentirse afligidas, exclaman: ‘¿Por qué tiene que sucederme esto a mí?’ Él culpó a Dios, al declarar: “El Todopoderoso ha clavado en mí sus flechas, y el veneno de ellas me corre por el cuerpo. . . . ¡Ojalá Dios se decida por fin a aplastarme y acabar con mi vida!” Más tarde él exclamó: “Tengan compasión de mí, . . . porque Dios ha dejado caer su mano sobre mí.”—Job 6:4, 9; 19:21, Versión Popular.
El fiel Job echó la culpa a Dios. Pero un vistazo al tribunal celestial revela quién era el culpable. En una asamblea de ángeles, Jehová dirigió la atención de Satanás hacia Job y dijo: “No hay nadie . . . que me sirva tan fielmente . . . cuidando de no hacer mal a nadie.” Satanás replicó bruscamente: “Pues no de balde te sirve con tanta fidelidad. Tu no dejas que nadie lo toque.” Entonces añadió: “Pero quítale todo lo que tiene . . . verás cómo te maldice en tu propia cara.” Además dijo: “Tócalo en su propia persona . . . verás cómo te maldice en tu propia cara.” Esto indica que Satanás anteriormente había lanzado un desafío a Dios, afirmando que no podía haber en la Tierra personas que permanecieran fieles a Dios bajo prueba. En esta ocasión, Satanás alegó que no se le había dado la oportunidad de someter a Job a una prueba. Así que Jehová dijo: “Está bien, haz con él lo que quieras, con tal de que respetes su vida.”—Job 1:6-11; 2:1-6, VP.
De modo que fue Satanás quien afligió a Job, por permiso de Jehová. Job no entendía que esto era lo que había sucedido y culpaba a Dios, pero de todos modos mantuvo integridad a Dios y probó que el desafío de Satanás era falso. (Job 2:7; 27:5; 31:6) A través del tiempo, hasta nuestro día, personas fieles han hecho lo mismo. (Heb. 11:1-39; Rev. 7:9, 10; 14:1, 4) Ahora, en estos últimos días, las dificultades se intensifican. Revelación 12:12 dice por qué: “Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.” Jehová es el único que puede poner fin a esta fuente invisible de iniquidad, y lo hará dentro de poco.—Juan 12:31; Rev. 20:1-3.
Pero ¿qué hay de la iniquidad y el sufrimiento que causan las sociedades humanas... la política corrupta, el comercio codicioso, el militarismo que fomenta la guerra? Y en cuanto a los incorregibles que se aprovechan de otros... ¿cómo se pondrá fin a la maldad de ellos? Personas sinceras que odian la iniquidad han tratado de ponerle fin mediante leyes, tribunales, prisiones y programas de rehabilitación... pero no han logrado éxito alguno.
¡Enfréntese a los hechos!
Surge esta dura realidad: Para terminar con las guerras, hay que terminar con los fomentadores de guerras. Para acabar con el hambre, hay que poner fin a los acaparadores. Para terminar con la contaminación, hay que terminar con los contaminadores. Para poner fin al crimen, hay que acabar con los criminales y con las condiciones que les permiten multiplicarse. Para acabar con la inmoralidad que destruye familias y engendra enfermedades, hay que poner fin a los que practican la inmoralidad. En el transcurso de seis mil años los esfuerzos de reformadores, trabajadores sociales, políticos, policías, organizaciones para la paz... todos han fracasado. Si los inicuos rehúsan reformarse, ¿qué solución queda sino la de exterminarlos? ¿Pueden estar en seguridad las gallinas si hay zorros en el gallinero, o las ovejas si hay lobos en el rebaño? De igual manera, no puede haber tranquilidad en la Tierra si está infestada de malhechores. Dios dejará de permitir la iniquidad cuando elimine a Satanás y a otros que insisten en practicar lo que es inicuo. El tiempo que se le ha concedido a Satanás para probar la veracidad de su desafío se está agotando rápidamente.—Éxo. 9:16.
De hecho, las dificultades comenzaron con la primera pareja humana. Dios creó la Tierra, puso al hombre a cargo de ella, le dijo que la cuidara y que también atendiera las plantas y animales que habían en ella. Adán y Eva recibieron pautas divinas... obedecer y vivir, desobedecer y morir. Satanás debatió esta declaración. Adán y Eva eran agentes libres en cuanto a asuntos de moralidad, podían escoger según lo que desearan, y siguieron la guía de Satanás. Desde entonces la humanidad ha estado haciendo mal uso de su libre albedrío.
El libre albedrío hoy
Los resultados del mal uso del libre albedrío se dejan ver claramente en la iniquidad que nos rodea hasta ahora. Los hombres mismos han escogido sembrar la maldad y segar el sufrimiento. ¿Han aprendido ellos las lecciones que su triste historia les ha comunicado? ¿Han observado el fracaso de toda clase de gobierno humano, y se han dado cuenta de que se necesita el gobierno de Dios bajo Cristo? ¿Han notado ellos la desastrosa cosecha que es resultado de la codicia de hombres y naciones que han contaminado la tierra y empapado el suelo de sangre inocente? ¿Han aprendido por amarga experiencia que al escoger el materialismo, la inmoralidad, el delito y un modo de vida egoísta millones de personas han usado su libre albedrío de manera insensata y se han acarreado sufrimiento y agonía incalculables?
El que Dios haya permitido la maldad, ¿les ha enseñado a utilizar su libre albedrío para optar por seguir las pautas de Jehová, tratar a otros de la misma manera que ellos desean que se les trate, amar a su prójimo como a sí mismos, mantener integridad a Dios y ganar su aprobación? La condición mundial contesta: ¡No! Después de haber experimentado seis mil años de guerra, hambre, enfermedad y muerte, ¿están muchos miembros de la raza humana en posición de apreciar más aún las bendiciones que estarán disponibles en una Tierra paradisíaca bajo el gobierno de Dios? Esperemos que sí, pues tales bendiciones son la promesa de Dios para la humanidad obediente. En 2 Pedro 3:13 se registra: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.”
Dios no se deleita en la muerte de los inicuos; más bien, desea que todos se arrepientan, y misericordiosamente llevará a cabo el propósito que tuvo originalmente al crear la Tierra. Él “no la creó sencillamente para nada”; “la formó aun para ser habitada” por personas que ejerzan su libre albedrío para escoger la paz y la tranquilidad. Él no se olvida de los que “están suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se están haciendo.” Sabe que “toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente hasta ahora.”—Isa. 45:18; Eze. 9:4; 18:23; Rom. 2:4; 8:22; 2 Ped. 3:9.
Además, Dios traerá alivio. Satisfará los anhelos de éstos. Cumplirá la promesa de barrer la iniquidad de sobre la Tierra hasta que ésta quede limpia, de modo que los mansos y pacíficos de la humanidad puedan ver realizado el deseo de su corazón: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella.”—Sal. 37:10, 11, 29.