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  • La III Guerra Mundial... ¿puede impedirla alguien?

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  • La III Guerra Mundial... ¿puede impedirla alguien?
  • ¡Despertad! 1981
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¡Despertad! 1981
g81 22/9 págs. 5-6

La III Guerra Mundial... ¿puede impedirla alguien?

“¡POR amor a Dios, a sus hijos y a la civilización a que pertenecen, abandonen esta locura!” Estas palabras apasionadas fueron dirigidas recientemente a los líderes de los Estados Unidos y de la Unión Soviética, que actualmente están participando en la mayor carrera de armamentos de la historia. El que pronunció estas palabras no fue ningún alarmista mal informado. Fue George F. Kennan, ex embajador de los Estados Unidos en Moscú.

“Nadie entenderá el peligro en que todos estamos hoy día,” explicó el Sr. Kennan, “a menos que reconozca que los gobiernos de este mundo moderno todavía no han aprendido a crear y cultivar grandes establecimientos militares, especialmente los que tienen armas de destrucción en gran escala, sin convertirse en los siervos, en vez de en los amos, de lo que han creado.”

Muchas otras personas concuerdan con el Sr. Kennan en su sombría avaluación de la política mundial de hoy día. Un funcionario de la República Popular de China comentó que la guerra entre las superpotencias “es inevitable,” y añadió: “Los próximos 10 años son muy, muy peligrosos. Son espantosos. Nunca debemos olvidar este hecho.”

¿Por qué tanta alarma?

Durante estos últimos años se ha hablado mucho acerca de “deténte,” o sea, un relajamiento de las tensiones entre las superpotencias del mundo, los EE. UU. y la U.R.S.S. Durante este período muchas personas se formaron la impresión de que menguaba la probabilidad de que hubiera guerra. En 1972 se firmó el primer Acuerdo para la Limitación de Armas Estratégicas entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y tras esto se firmó el segundo tratado, S.A.L.T. II en 1979, y la gente empezó a hablar con optimismo de “una generación de paz.”

Ya no se habla así. “En treinta años la tensión política no había llegado a un grado tan peligroso como el que ha alcanzado hoy día,” señaló el Sr. Kennan a fines de 1980, justamente 18 meses después que se firmó el tratado S.A.L.T. II. “En todo ese tiempo no ha habido el grado tan elevado de desavenencia, de sospecha, de perplejidad y de absoluto temor militar que hay ahora.”

¿Qué ha creado la tensión? ¿Por qué será que la III Guerra Mundial, que en un tiempo se consideraba tan distante, de repente parece tan cercana? Factores políticos, económicos y tecnológicos tienen que ver con ello. Estos, al converger, están creando una carrera de armamentos que, en la opinión de los peritos, no podrá ser detenida. No obstante, muchos dicen que a menos que esta carrera de armamentos sea detenida lo único que se puede esperar es guerra.

“La historia moderna no ofrece ejemplo alguno de potencias rivales que hayan cultivado la fuerza armada a escala gigantesca sin que al fin eso no haya resultado en el estallido de las hostilidades,” advierte el Sr. Kennan. “Y no hay razón para creer que nosotros seamos más grandes, ni más sabios, que nuestros antepasados.”

¿Por qué no se puede detener la carrera de armamentos?

Al principio de la era nuclear, los mísiles no eran de gran precisión. Se podía contar con que dieran en objetivos muy grandes, como ciudades, pero no en objetivos pequeños, como los silos donde los enemigos tienen sus mísiles. Esto dio por resultado lo que Winston Churchill llamó “el equilibrio de terror.” Cada lado tenía sus mísiles apuntados a las ciudades del otro lado, y así se estableció, en realidad, un intercambio de rehenes. Ambos lados sabían que el empezar una guerra nuclear significaría la pérdida de sus propias ciudades.

Es posible que esta doctrina estratégica, conocida por el nombre de Destrucción Mutua Asegurada, haya ayudado a evitar un estallido temprano de la III Guerra Mundial por una razón de importancia. No importaba qué lado diera el primer golpe. La guerra nuclear todavía sería desastrosa para ambos lados. Por eso, en el pasado, en tiempos de tensión, como en la crisis de mísiles de 1962 en la que estuvo envuelta Cuba, había menos incentivo para dejar caer la primera bomba.

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