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  • ¡Despertad! 1981
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¡Despertad! 1981
g81 22/9 págs. 6-8

La tecnología empuja al mundo hacia la guerra

La tecnología ha cambiado el viejo “equilibrio de terror.” Los mísiles de hoy día son de mucha más precisión que los de antes. Por eso, ya no están apuntados solo a las ciudades. Muchos apuntan a otros mísiles. Las grandes mejoras que se han realizado en los sistemas de guiado por el control de computadoras son responsables del cambio en el apuntamiento. ¿Con qué resultado? En el pensamiento militar la Destrucción Mutua Asegurada ha sido reemplazada por estrategias de “contrafuerza” en las cuales, teóricamente, ya no hay impedimento para las guerras nucleares, sino que éstas se pelean y se ganan.

Pero, ¿cómo puede un lado o el otro esperar victoria en una guerra nuclear? Por medio de dar el primer golpe y destruir, no las ciudades del enemigo, sino sus mísiles. Entonces, según la teoría, el enemigo está a la merced del lado que haya dado el primer golpe y tiene que someterse a cualquier ultimátum que éste le imponga.

¿Le parece peligroso este modo de pensar? Lo mismo opinan muchos peritos. “Mientras más lleguen a depender de estrategias de contrafuerza las dos grandes potencias, más grande se hace la probabilidad de que haya guerra mundial nuclear,” dice el Dr. Frank Barnaby, del Instituto de Estocolmo para la Investigación de la Paz Internacional. “El dilema de la era nuclear es que, a pesar del deseo de los liderazgos políticos de evitar tal guerra, la tecnología militar no controlada nos está empujando hacia ella.”

Durante los años ochenta, a medida que se hagan más y más mísiles de exactitud suficiente como para ser usados en contrafuerza, el mundo se irá haciendo cada vez más peligroso. Como señaló el Times de Nueva York, Robert McNamara, ex secretario de defensa de los EE. UU. en los años sesenta, “se opuso a que se hiciera que las fuerzas nucleares estadounidenses tuvieran la capacidad de amenazar a las soviéticas. Él insistió en que si una de las dos superpotencias, o ambas, llegaban a pensar que sus mísiles se habían hecho vulnerables a un ataque por sorpresa, las presiones hacia lanzarlas en una crisis se harían casi irresistibles.” La pesadilla del Sr. McNamara está a punto de convertirse en realidad.

¿Pudiera el concepto de la contrafuerza realmente ayudar a empujar al mundo a la guerra? La historia reciente demuestra que ciertamente pudiera hacerlo. Considere la secuela del Tratado Naval de Washington que se firmó en 1922, en el cual los Estados Unidos, el Japón y la Gran Bretaña convinieron en limitar su construcción de buques de guerra. Según Charles Fairbanks, profesor de ciencias políticas, este tratado, en vez de detener la carrera de armamentos, “estimuló la aparición del portaaviones, una nueva arma que no habían aprovechado los almirantes de acorazados que entonces dominaban todas las armadas principales.” El profesor añade: “Como demostró claramente lo que aconteció en Pearl Harbor, el portaaviones era un arma, que, comparada con el acorazado, animaba a que se diera el primer golpe en una crisis, y por lo tanto aumentó hasta cierto grado las probabilidades de que hubiera guerra.”

Igual que los mísiles modernos, los portaaviones estaban en condición vulnerable a los ataques del enemigo porque no poseían el blindaje grueso de los acorazados y porque estaban cargados de gasolina. Igual que los mísiles modernos, los portaaviones eran muy eficaces cuando los empleaba el lado que diera el primer golpe con sus aviones, a la vez que mantenía el portaaviones mismo a distancia segura. En 1941, a medida que iban deteriorándose las relaciones entre los Estados Unidos y el Japón, la presión hacia dar el primer golpe se les hizo irresistible a los japoneses. ¿Qué sucederá si las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética siguen deteriorándose? ¿Se repetirá la historia?

Lasers, satélites y falsas alarmas

No una sola vez, sino tres veces en menos de un año un ordenador o computadora informó que mísiles soviéticos iban en dirección hacia los Estados Unidos. Las tripulaciones de los bombarderos FB-111 y B-52 pusieron a funcionar sus motores inmediatamente, mientras que se dieron órdenes para que la flota estadounidense de submarinos nucleares estuviera alerta, como también el personal de los 1.000 silos de mísiles Minuteman de los EE. UU. En cada caso se halló que el informe del ordenador era falso. Dos veces se descubrió que la alerta errónea se había debido a un pequeño circuito electrónico que valía 46 centavos de dólar. Al personal de los bombarderos, submarinos y mísiles se les mandó que se retiraran . . . hasta la próxima vez.

“Lo que está fallando aquí no son los dispositivos, sino el juicio,” fue el comentario que hizo el Times de Nueva York. Algunos militares opinan que ya no les conviene esperar hasta que realmente lleguen los mísiles de que sospechan antes de tomar represalias. Como resultado de esto, está aumentando el peligro de que las falsas alarmas provoquen verdaderos contraataques. En el mundo nervioso que ha adoptado el concepto de la contrafuerza, la III Guerra Mundial pudiera empezar simplemente por equivocación. Esto no es muy tranquilizador, ¿verdad?

La tecnología está haciendo inestable al mundo militar de otras maneras también. A continuación se presentan algunas de ellas:

Guerra submarina: No solo los mísiles que tienen su base en tierra están alcanzando suficiente precisión como para destruir otros mísiles, sino que mísiles de submarinos, como los que ha de llevar la nueva flota Trident estadounidense, están alcanzando la misma alta precisión. Además, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética están trabajando con empeño en toda clase de sensores antisubmarinos y submarinos “cazadores-destructores.” Pero, ¿qué hay si los submarinos nucleares llegaran a ser vulnerables a un “primer golpe”? “Entonces la tentación de dar el golpe nuclear de prioridad se hará casi irresistible,” según opina el Dr. Barnaby.

Guerra por satélites: Los satélites son los ojos y oídos de los establecimientos militares de hoy día. En esta edad en que domina la inquietud, los satélites proveen el aviso de mayor prontitud respecto al lanzamiento de mísiles enemigos, y también facilitan la verificación de datos para los tratados de armamentos. Entre el 70 y 80 por ciento de todas las comunicaciones militares ahora se envían por satélite. Puesto que los satélites están cobrando tanta importancia, algunos observadores expresan la idea de que “el que se hiciera un ataque contra los satélites de una nación casi de seguro llevaría a un golpe nuclear en que se emplearan todos los recursos, puesto que la capacidad de la nación para recoger información quedaría estropeada.” ¿Será posible tal ataque?

La revista Science 80 nos informa que “de vez en cuando durante los pasados 12 años, la Unión Soviética ha puesto en órbita por lo menos 15 satélites cazadores-destructores.” A su vez, los Estados Unidos están desarrollando un mísil antisatélite que puede ser disparado desde un avión de caza F-15. Son especialmente siniestros los nuevos tipos de armamentos que podrían cegar o destruir instantáneamente hasta satélites que estuvieran en órbitas muy distantes. ¿Qué clase de armas son éstas?

¿Ficción científica? Repiénselo

Si usted cree que la idea de un disparador de rayos que pudiera destruir un mísil en vuelo es parte de la ficción científica o ciencia ficción, repiénselo. ¡Ya existen armas de esa clase! Desde 1973 se ha empleado el laser en pruebas para derribar aviones y mísiles en el aire. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos ha equipado un avión de carga con un haz de laser experimental de potencia masiva para realizar pruebas a grandes alturas. Tan solo los estadounidenses han gastado más de mil millones de dólares en el desarrollo de armas de laser, y se afirma que los soviéticos han logrado igual progreso en este campo.

Es cierto que posiblemente pase mucho tiempo antes de que un rayo de laser procedente de una base en tierra pueda derribar un satélite que esté a gran altura. Un laser capaz de hacer eso exigiría enormes cantidades de energía. Por otra parte, “cantidades mucho más módicas de energía . . . pueden cegar los sensores infrarrojos de un satélite,” comenta la revista New Scientist, “y dejar al contrario de uno sin modo alguno de vigilar el lanzamiento de los mísiles de uno.” Ya se ve la posibilidad de tener rayos de laser con suficiente potencia como para esto, lo cual agrega otra incertidumbre a un mundo nervioso.

Por supuesto, esto de ninguna manera agota la lista de adelantos en la tecnología militar que contribuyen a la inestabilidad. Los mísiles-cruceros, que, aunque son lentos, son mucho más precisos que cualquier proyectil balístico intercontinental, pueden considerarse como un arma de contrafuerza. Son muy adecuados para ataques sobre pequeños objetivos militares. Se ha diseñado una “bomba de neutrón” que puede matar a la gente con radiación mientras destruye relativamente poca propiedad. ¡Algunas autoridades militares están abogando por nuevos y “mejorados” gases tóxicos que ataquen el sistema nervioso, aunque desde 1925 se ha prohibido usar gases de esta clase en las guerras! También se oye hablar de Guerra Biológica, en la cual se usen bacterias como la del ántrax. Pero la tecnología no es lo único que está empujando al mundo hacia la III Guerra Mundial.

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