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¡Despertad! 1982
g82 22/2 págs. 3-5

Islas del “paraíso” en el Pacífico

PALMERAS cimbreantes, playas arenosas, aguas cuyo color varía de azul a verde, campos fértiles, noches tranquilas bañadas por la luz de la Luna... ¿le parece ésto la descripción de un paraíso? Aquí en Micronesia, en el Pacífico occidental, tenemos todo esto y más. En este turbulento siglo veinte a muchas personas les gustaría “alejarse de todo” e irse a vivir en algún lugar tranquilo y hermoso. ¿Pudiera hallarse tal retiro ideal en una isla del Pacífico?

Micronesia se compone de 2.000 islas —97 de las cuales están habitadas— esparcidas sobre un área oceánica de 7.770.000 kilómetros cuadrados. Vistas desde el aire, se asemejan a trozos dispersos de un precioso collar de esmeraldas sobre el terciopelo azul del océano Pacífico. Cada distrito tiene su hermosura particular, desde las espléndidas puestas de sol de Guam y Belau hasta los cocotales y las playas blancas bañadas de sol de Kiribati; desde las montañas de color esmeralda y las pródigas cascadas de Ponape hasta las aguas enjoyadas de la laguna de Truk.

¿Es su sueño vivir en un paraíso? Entonces, acompáñenos y visitemos algunas de estas hermosas regiones. ¡Tal vez usted pueda escoger la versión del “paraíso” que prefiere!

Belau y Yap

Comencemos con el sector que algunos consideran el más bello: el distrito de Belau (anteriormente Palau), la isla más occidental de las Carolinas.

Cuando uno se va acercando por avión, la primera vista desde el aire es de una belleza casi increíble. Parece que gigantescos hongos del color del jade brotan de aguas que relucen con matices de aguamarina y safiro... aguas tan cristalinas que se puede ver hasta el mismo fondo, aun en profundidades de 9 a 12 metros. Al aterrizar, se descubre que la isla es tan hermosa como a primera vista dio promesa de ser. El follaje es lozano. Hay cerros ondulantes cubiertos de densas arboledas. El terreno es fértil y produce cosechas abundantes del fruto del árbol del pan, naranjas, caña de azúcar y otros productos tropicales. En las aguas costaneras de poca profundidad crecen mangles que proveen refugio para una abundancia de vida marina. Y aquí, como en la mayoría de las islas de Micronesia, usted notará el SILENCIO.

Pero no vamos a demorarnos aquí. Sigamos adelante a Yap... otro “paraíso” de tipo excepcional, una tierra de cocotales y de belleza sosegada. Aquí no hay caminos pavimentados. El paso de la vida es lento y el terreno es productivo.

Lo que distingue a Yap es su moneda... las bien conocidas piedras grandes en forma de disco. ¡En algunas partes las calles están de hecho cubiertas de dinero! Hoy día, el dinero de piedra no se usa en los negocios, pero todavía se le considera de valor cultural. Este valor está determinado más por la edad e historia que tiene que por su tamaño. Hay varios “bancos de dinero” de las aldeas que tienen enormes discos de piedra con perforaciones en el centro puestos en fila a lo largo de la carretera que va hacia el “banco,” y reclinados contra el costado de edificios.

Los niños de Yap, de ojos vivos, son simpatiquísimos, como lo son los niños de toda Micronesia. Y tienen nombres sumamente interesantes: Radio, Amame, Nada, Descuidado, Titilación, y hasta Adolfo Hitler. ¡A algunos se les llama por los nombres de celebridades que vienen de visita, con apodos y todo!

¿Desea quedarse aquí? Completemos, más bien, nuestra excursión antes de que usted tome su decisión final.

Truk, Ponape y Kiribati

Para ahorrar tiempo, pasaremos solo unos minutos sobre la magnífica laguna de Truk. Esta laguna de más de 48 kilómetros de diámetro es lo suficientemente grande como para contener todas las islas de Micronesia. Sus azules aguas proporcionan un paraíso de tipo especial para los aficionados al buceo. Aquí se encuentra un histórico cementerio submarino, en el cual fantásticas formas de vida marina han hecho sus hogares entre buques de guerra que fueron hundidos durante la II Guerra Mundial.

Pero ahora adelantemos hacia Ponape, en las Carolinas orientales. Ponape abunda en cataratas de gran hermosura y se jacta de tener la cima más alta de las Carolinas... de más de 760 metros de altura. Es un país de lluvias fuertes y bosques densos en el interior. Pero los habitantes de Ponape rara vez visitan los bosques, pues prefieren vivir al lado de las ensenadas costaneras y las bahías.

La gente es algo tímida y habla un idioma de suave fluir. Su “Casalelia” (”bienvenido,” o “bienvenida”) es uno de los más bellos saludos de Micronesia. A propósito, los habitantes de Ponape admiran mucho a la mujer de caderas anchas; así que, si a alguien le parece que está algo obesa, ¡puede que éste sea su “paraíso” insular!

A las afueras de la costa de Ponape hay un tesoro arqueológico fascinante, la ciudad abandonada de Nan Matol. Esta ciudad, llamada “la Venecia del Pacífico,” fue erigida de bloques de basalto de tamaño colosal encima de más de 100 islotes en una laguna pantanosa. Nadie hoy en día sabe cómo ni cuándo fue construida esta ciudad.

En el lejano sudeste de la cadena de islas que componen a Micronesia están las pintorescas islas Gilbert (Kiribati), con el atolón principal de Tarawa. Aquí se puede ver lo que la mayor parte de la gente consideraría verdaderas casas típicas de las islas del Pacífico: pintorescos techos de paja encima de casas hechas de los troncos y las frondas del cocotero atados con el bramante proveniente de las cáscaras del coco.

Las personas son excepcionalmente afectuosas y hospitalarias. Los cocos y el fruto del árbol del pan, que se dan en abundancia, son sus productos principales, y son suplementados con grandes cantidades de pescado. Un sentido de tranquilidad desciende sobre uno tan pronto como uno aterriza en Tarawa. El paso no apresurado de la gente es contagioso, y el visitante tal vez comience a pensar que ha logrado ‘alejarse de todo.’

En esta isla hay sistema de transporte público en autobús, algo que falta en casi todas las demás islas de Micronesia. Esto es una bendición, puesto que las distancias son grandes en este largo y angosto atolón. Pero no piense en tomar un autobús a tiempo. Los autobuses no corren por horario... recuerde: estamos en el trópico.

De día la laguna bordeada de palmeras refleja los verdaderos colores de Micronesia, azul celeste y verde, mientras que de noche la Luna y las estrellas parecen estar tan cercanas como para que se les pueda tocar. El arrullo del mar al lamer ambos lados del atolón, en combinación con los suaves vientos alisios, fácilmente puede adormecer a uno. Aunque Tarawa está situado en el ecuador, los vientos alisios mantienen el aire agradablemente fresco, por lo menos durante algunos meses del año.

¿Ha decidido usted ya a cuál de estas regiones exóticas desea irse? Antes de que tome la decisión final, hay algo más que debe saber.

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