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¡Despertad! 1982
g82 22/5 págs. 16-20

Una mirada detenida a las famosas obras de arte

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Italia

CADA año millones de turistas van en tropel a las iglesias de Italia. Algunos son creyentes devotos; otros, simplemente personas interesadas en visitar estos lugares. Sea cual sea el punto de vista de estos visitantes, tal vez queden muy sorprendidos si, al encontrarse ante algunas de las más famosas obras de arte, las miran detenidamente y escuchan lo que dice el guía.

Mi esposa Barbara y yo hicimos una excursión con guía a tres de las más conocidas ciudades italianas: Roma, Florencia y Venecia, y estuvo con nosotros nuestro hijito John de cuatro años de edad.

Roma

Hicimos nuestra primera parada en Roma, ciudad que es verdaderamente cautivadora para cualquiera que esté interesado en el arte y lo que éste revela en cuanto a la historia de la religión.

Aunque ya habíamos visitado varias ciudades grandes europeas, ninguna de ellas podía competir con Roma en lo que tiene que ver con su caudal de monumentos antiguos, entre ellos foros, arcos triunfales, el famoso Coliseo, los acueductos y las termas romanas. Tuvimos de guía a un hombre de unos 50 años de edad llamado Carlo, que nos atendió durante toda la gira. Aunque era de baja estatura, pronto captó nuestra atención.

El primer día por la mañana, Carlo nos dio un resumen de la historia romana, y en cierto momento preguntó: “¿Sabían ustedes que a Roma frecuentemente se le llama la Ciudad de los obeliscos?” Ninguno de nosotros lo sabía. De hecho, algunos de los presentes ni siquiera estaban seguros de lo que era un obelisco.

Después de explicar que son monumentos egipcios en forma de pilares de piedra de cuatro caras iguales un poco convergentes y terminados por una punta piramidal, nuestro guía dijo: “Ninguna otra ciudad del mundo tiene tantos obeliscos como Roma.” Efectivamente, poco después de esto apareció el primero y Carlo continuó, diciendo: “Estamos ahora en la plaza de San Juan de Letrán. Este es uno de 13 obeliscos romanos que todavía siguen en pie, pero en un tiempo hubo muchos más. Este lo erigió el papa Sixto V en 1588 en el mismo sitio donde se encuentra hoy.”

“¿Qué significado tenían los obeliscos en Egipto?,” preguntó Barbara.

“Eran fetiches del dios del Sol. Plinio el Viejo, antiguo escritor romano, afirmó que representaban los rayos de la luz del Sol. Los erigían en templos y al lado de altares, y los sacerdotes hacían ofrendas a los dioses en frente de ellos porque hasta se creía que eran la personificación de varias divinidades.”

“¿Cuál es la altura de éste y cuánto pesa?,” preguntaron algunos de nuestros compañeros.

“Este es el más alto del mundo, pues mide exactamente 32 metros y pesa 455 toneladas,” respondió nuestro guía sin siquiera parpadear.

“Pero, ¿qué hay de aquella cruz que está sobre él?” No pude resistir el plantear esta pregunta.

Carlo respondió: “Oh, no hay razón para sorprenderse en cuanto a eso. Los papas se aseguraron de que la cruz y otros símbolos se colocaran en los monumentos paganos porque les parecía que ésta era una manera de hacer que el cristianismo triunfara del paganismo. A Sixto V especialmente le gustaba hacer esto.”

Pregunté: “Esta era una unión algo extraña, ¿no le parece?”

“Claro que sí. Dentro de poco verán un ejemplo aún más obvio de lo que usted llama una ‘unión extraña,’” respondió él. Estaba empezando a tenernos una simpatía especial a Barbara y a mí debido a que nuestras preguntas le daban la oportunidad de demostrar su amplio conocimiento.

Al día siguiente, durante nuestra visita al centro histórico de la ciudad, nos dimos cuenta de lo que él quiso decir. “Aquella es la Columna Trajana,” dijo Carlo, señalando a una columna de mármol blanco de 38 metros de altura. “Se erigió para conmemorar las campañas militares de Trajano, pero el papa Sixto V hizo que se quitara la estatua del emperador y en su lugar se pusiera una de San Pedro.” Poco después visitamos otra plaza en la que había una columna muy parecida a ésta. “Esta se elevó en honor de Marco Aurelio, pero si se fijan en la estatua que está sobre ella notarán que representa al apóstol Pablo. Se reemplazó la estatua del emperador bajo las órdenes del mismo papa como parte de su esfuerzo por ‘cristianizar’ la Roma pagana.”

Más adelante Carlo dijo: “Dentro de poco estaremos visitando uno de nuestros monumentos antiguos que mejor se conserva.” Cuando llegamos a una plaza cercana, nos mostró una estructura que era un templo pagano típico. “Este es el Panteón. Se construyó entre 27 y 25 a. de J.C. Como pueden ver, detrás de la fachada la estructura está dispuesta conforme a un plano circular. La cúpula puede verse desde aquí, pero tendrán una mejor vista desde adentro. Mide 43 metros de diámetro y, como obra de albañilería, es la cúpula más grande del mundo. No fue sino hasta el siglo presente que se edificaron cúpulas más grandes debido a que se empezó a utilizar el hormigón armado. Originalmente se dedicó el templo al culto del panteón de dioses paganos. Luego, durante el Renacimiento, el papa Urbano VIII mandó que se quitara la cobertura de bronce del pórtico. Una porción del metal se fundió para hacer el dosel encima del altar papal de la basílica de San Pedro y el resto se utilizó para los cañones del castillo de Sant’Angelo.”

Al entrar, Barbara y yo esperábamos encontrarnos en un museo o un lugar parecido, pero no...

“¡Oh! Olvidé decirles...,” Carlo agregó apresuradamente al ver la expresión de sorpresa que teníamos en el rostro, “después que el emperador bizantino Focas dio el edificio al papa Bonifacio IV en 609 A.D., el Panteón fue transformado en una iglesia dedicada al culto de la madona y los mártires. Como pueden ver, todavía se usa como lugar de adoración. Es aquí donde se encuentra enterrado el famoso pintor Rafael y también se encuentran aquí las tumbas de varios reyes italianos que lucharon por la independencia de Italia.”

Entonces, volviéndose directamente a mí, siguió diciendo: “Muchísimas otras iglesias romanas han sido construidas sobre templos paganos y frecuentemente se han vuelto a utilizar estructuras ya existentes.” Se puso a recitar de un tirón una lista de éstas: “Santa María se edificó sobre un templo dedicado a Minerva, la iglesia de San Lorenzo en Miranda estaba antiguamente dedicada a un matrimonio imperial deificado. . . . ”

Se había apartado la mañana del tercer y último día para visitar el Vaticano. Nos dirigimos a la plaza de San Pedro, rodeada de magníficas columnatas, que le dan una apariencia muy imponente. Nuestro grupo se reunió alrededor de un obelisco grande en el mismo centro de la plaza. Parecía que Carlo sabía todo lo referente a estos monumentos egipcios.

“Examínenlo cuidadosamente,” dijo él, “y se darán cuenta de que no tiene ninguna inscripción. El emperador Calígula hizo traer este monumento a Roma y el papa Sixto V hizo que lo erigieran en este lugar. Se dice que el transportar y elevar este monumento fue una operación muy difícil y costosa. De hecho, 900 obreros tuvieron que trabajar cuatro meses para completarla. En vista de las dificultades envueltas en el trabajo y debido a que temía que hubiera la menor distracción para los obreros, el papa decretó que cualquiera que hiciera ruido mientras se estaba llevando a cabo la operación recibiría la sentencia de muerte como castigo.”

Cuando entramos en la basílica colosal, el brillo del oro y el deslumbrante terciopelo rojo saltaron a la vista. Estábamos rodeados de las obras de muchos de los más grandes artistas de siglos pasados.

“¿Cuánto vale todo esto?,” preguntó un muchacho joven.

“Obviamente, es imposible calcular el valor de todo lo que está aquí. No obstante, puedo decirles esto: Bajo órdenes del papa Julio II, la basílica que se edificó en los días del emperador Constantino fue demolida y empezó a ser reedificada tal como existe hoy. Para financiar la construcción, los papas vendieron tantas indulgencias que suscitaron una ola de indignación que, según se dice, dio ímpetu a la Reforma protestante.”

A nuestra derecha vimos la famosa Pieta de Miguel Ángel, que representa al Cristo muerto tendido sobre la falda de su madre, María. Después de hacernos notar la predominante ternura y dignidad expresadas en la estatua, Carlo nos llevó a ver otra estatua hecha de bronce. Varias personas ya estaban enfrente de ésta; algunas esperaban su turno para acercarse y besar el pie derecho. Cuando hubo campo, logramos acercarnos.

“¡Mira, mamá! Papá, ¿has visto?,” gritó John. “¡Le están besando el pie!” De hecho, ¡notamos que los dedos de la estatua estaban casi completamente gastados! “En el transcurso de los siglos, los labios de millones de adoradores fieles han gastado parte de los dedos,” explicó nuestro guía. “La estatua representa a San Pedro, pero sus orígenes no se conocen con certeza. Según la tradición, fue hecha de una estatua fundida de Júpiter. Recientemente se ha expresado la opinión de que la estatua se remonta al siglo trece.”

Por la tarde, visitamos parques, monumentos y plazas. Nuestra impresión general fue que Roma ciertamente es una bella ciudad, con sus edificios típicos de color rojo oscuro y sus jardines, cuyos altos pinos en forma de paraguas parecen estar grabados en el cielo.

Más tarde, mientras viajamos a Florencia, hablamos de las muchas cosas bellas que habíamos visto en Roma y de la mezcla singular de lo sagrado y lo profano, que el observador atento no puede dejar de notar.

Florencia

Aunque Florencia es mucho más pequeña que Roma, sus galerías de arte son las más exquisitas del mundo, pues están llenas de excelentes pinturas y esculturas. Esta ciudad, rodeada de encantadoras laderas toscanas, siempre ha tenido su propia elegancia especial.

Mi esposa y yo quedamos muy impresionados por nuestra visita a Piazza del Duomo, una de las plazas principales. Es una de las más bellas de la ciudad y en ella se encuentran la catedral y el baptisterio, donde se bautiza a los infantes de tierna edad. Carlo despertó inmediatamente nuestra curiosidad cuando dijo: “Vamos a ver la puerta del paraíso.” A medida que nos acercamos al baptisterio, él nos mostró la puerta de bronce del artista florentino Ghiberti. El nombre de la puerta se atribuye a Miguel Ángel, quien dijo que una puerta tan bella era merecedora del paraíso mismo. En sus 10 tablas se representan episodios de la Biblia. Nos acercamos y vimos que el artista había ilustrado la creación de Adán y Eva, la historia de Caín y Abel, Noé y el diluvio, Abrahán y su hijo Isaac, Esaú y Jacob, José, Moisés, Josué, Saúl, David y Salomón.

Dentro del edificio notamos un contraste asombroso con estos temas bíblicos. Un horrible cuadro del infierno dominaba los mosaicos que decoraban la cúpula. “¿Sabían ustedes que las escenas del infierno que se encuentran en las iglesias italianas son parecidas a las que pintaron los etruscos?,” preguntó Carlo.

Esto era información nueva para nosotros y estábamos sumamente interesados en saber más. Nuestro guía pasó a mencionar el libro La Civilta etrusca por Werner Keller (publicado por Garzanti), el cual logré conseguir con la ayuda de Carlo. Este libro declara:

“¿Por qué debería sorprendernos, entonces, el que aparezcan de nuevo en las pinturas religiosas de las iglesias toscanas y las del centro y el norte de Italia, escenas perturbadoras del infierno de los tiempos etruscos, incluso las temibles figuras de demonios y de criaturas aladas que en un tiempo acompañaban a los muertos en su último viaje? Las criaturas que habían poblado la región de los muertos en la civilización etrusca simplemente emigraron a lugares de adoración de tiempos posteriores y han sobrevivido en el arte sagrado que adorna dichas iglesias.

“El representar los horrores del infierno . . . se estableció firmemente en la antigua Etruria, donde adquirió formas más violentas y siniestras que en otras partes . . . La figura dominante que preside la tortura infernal y la angustia en el purgatorio de los cristianos es Satanás, quien claramente corresponde a los demonios que poblaban las cámaras de entierro de los tiempos posteriores de la historia etrusca.”

Este descubrimiento es prueba adicional de que en la cristiandad creencias paganas han alterado profundamente las enseñanzas y el mismísimo espíritu del cristianismo primitivo.

Al concluir esta visita partimos de Florencia y emprendimos el largo viaje a Venecia.

Venecia

Venecia, a la que frecuentemente se llama “La reina del Adriático,” nos impresionó de manera extraordinaria. Esta ciudad, construida sobre varias islas de una laguna, es verdaderamente singular, con sus canales y sus palacios levemente orientales que tienen incrustada tracería delicada de mármol. Parecía como algo tomado de “Las mil y una noches.”

La plaza de San Marcos es cautivadora. Un lado está cerrado por la basílica, que es una mezcla de una iglesia bizantina y una mezquita musulmana. Cuatro enormes caballos dorados hechos de bronce, que están parados sobre la terraza, adornan la fachada. Aunque hasta cierto grado me distrajo John, quien quería montar a toda costa uno de los caballos, logré oír lo que Carlo estaba diciendo acerca de éstos: “Estos caballos grandes, ejemplos del arte griego del tercero o cuarto siglo [a. de la E.C.], son copias de las estatuas originales que fueron removidas recientemente con el propósito de restaurarlas. Fíjense en las decoraciones alrededor de los arcos de la iglesia. Esta presenta una escena de cacería en la que un centauro está luchando con un dragón. Aquella representa los meses del año con los signos del zodiaco, y allá pueden ver otra que representa los trabajos de Hércules . . . Esta escultura representa a cuatro guerreros que se están abrazando amigablemente. Se cree que son los emperadores paganos Diocleciano, Maximino, Galerio y Constantino.”

Escenas de la mitología, símbolos de la astrología y estatuas de guerreros... ¡qué decoraciones más extrañas para una iglesia!

Concluimos nuestras vacaciones de manera elegante dando un paseo a la luz de la Luna en uno de los famosos botes venecianos, o góndolas, desde el cual pudimos ver desplegarse la ciudad ante nuestros ojos.

Al final de nuestra breve visita teníamos mucho sobre lo cual meditar con relación a la patente mezcla de lo sagrado y lo profano que habíamos visto en los tesoros artísticos de la cristiandad. La pompa y la grandiosidad de muchos de los edificios religiosos nos hicieron ver con claridad el valor superior de poseer un entendimiento edificante del cristianismo verdadero. Las numerosas obras de arte, productos del ingenio humano, nos impulsaron a reflexionar sobre la sabiduría superior de nuestro Creador, cuya habilidad artística vemos demostrada tan maravillosamente por la manera en que nos hizo.

[Ilustración en la página 16]

Obelisco en la Plaza de San Pedro

[Ilustraciones en la página 17]

Estatua de Pedro, de origen dudoso

El Panteón, dedicado originalmente a dioses paganos

[Ilustración en la página 18]

Escenas del infierno, en el baptisterio católico de Florencia

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