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  • Las mujeres... ¿personas de segunda clase?
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¡Despertad! 1982
g82 22/8 págs. 5-7

Las mujeres... ¿personas de segunda clase?

NO HACE mucho cierto hombre compareció ante el tribunal de un país asiático que reconoce a los hombres y las mujeres como iguales ante la ley. Se le acusó de asesinar a su esposa adúltera y se le halló culpable. ¿Cuál fue el castigo? Condena condicional. Casi inmediatamente después, un ama de casa compareció en el mismo tribunal ante el mismo juez. Se le acusó de asesinar a su esposo porque éste había estado persiguiendo a otras mujeres. Se le halló culpable y se le sentenció... ¡a quince años de prisión!

Muchas mujeres se quejan de que a menudo se les considera ciudadanas de segunda clase y que no se les dan los mismos derechos ni las mismas protecciones y consideraciones que reciben los hombres. La triste verdad es que en muchos países a las mujeres no se les estima ni aprecia tanto como a los hombres. La experiencia que se acaba de relatar es solo un ejemplo de esto. Hay muchas más.

Entre algunos beduinos, cuando nace un bebé alguien tiene el cometido de dar las noticias al padre. Si el bebé es un varón, al padre se le saluda con una palabra que significa “buenas noticias.” Este generalmente da un pequeño regalo al que le comunica las noticias y sacrifica una oveja o celebra un banquete si puede darse tal lujo. Pero si se trata de una niña, no se pronuncia la palabra de “buenas noticias,” ni se da regalo ni hay banquete. En esta tribu, a la hora de comer los hombres de mayor edad comen primero, luego los más jóvenes y los niños, y por último todas las mujeres y las niñas.

Hay países donde no se permite a las mujeres conducir automóviles. No pueden viajar sin el permiso de su esposo o tutor y aun así solo acompañadas de parientes. Tampoco pueden presentarse en compañía mixta en ocasiones sociales ni tener un trabajo que las ponga en contacto con hombres. Y aunque tengan la tarea de cuidar de niñitos, no tienen oportunidades de educarse.

Considere también este triste informe. En la India, que ocupa el segundo lugar entre los países más poblados del mundo, “no es poco común hoy día oír hablar de bebés abandonados en los canales de desagüe de la ciudad, en la selva o fuera de un templo o una inclusa. Por cada niñito abandonado, hay cinco niñitas abandonadas. Enfermeras experimentadas que trabajan en hospitales públicos informan que el deseo de deshacerse de las niñitas es tan fuerte que hay que obligar a algunas madres para que las alimenten. A veces el deseo de deshacerse de las niñitas hasta lleva a los padres y madres a cometer infanticidio.”—India Today, 1-15 de agosto de 1980.

Se informa que en ese país se considera a las niñas un inconveniente desde el punto de vista económico, de aquí el desaliento que se experimenta cuando ellas nacen. El casarlas cuesta mucho dinero, y una vez que se casan, están a merced de sus parientes políticos. El hecho de que esto puede llevar a gran infelicidad se mostró recientemente en el titular de un periódico que decía: “El suicidio entre las mujeres alcanza proporciones alarmantes en la India.”

Claro, las mujeres no se hallan oprimidas en todas partes. Hay países donde ellas ejercen gran influencia y parece que casi tienen igualdad con los hombres. Y aun donde no se les trata como iguales, a menudo se les protegen sus derechos. Sin embargo, millones de mujeres viven en condiciones de gran desventaja. A veces se hallan abrumadas por el puro trabajo duro.

¿Quién trabaja más?

En primer lugar, en muchos de los países más pobres del mundo las mujeres efectúan la mayor parte del trabajo relacionado con la producción del alimento. Un estudio que llevaron a cabo las Naciones Unidas en cierta región africana reveló que los hombres de allí trabajaban un promedio de 1.800 horas al año en la agricultura, y entonces su trabajo quedaba más o menos terminado. Por otro lado, las mujeres trabajaban un promedio de 2.600 horas al año en los campos, y entonces su trabajo sólo había comenzado. Además del trabajo de labranza, tenían que desempeñar sus acostumbrados quehaceres domésticos.

Así, las mujeres de allí trabajan por término medio ocho horas al día, casi todos los días, cincuenta y dos semanas al año, antes que puedan comenzar a cocinar, lavar ropa, limpiar y hacer otros quehaceres domésticos... para los cuales, desde luego, generalmente no tienen ninguna de las comodidades modernas. En el África las mujeres hacen entre el 60 y el 80 por ciento de todo el trabajo agrícola, más el 50 por ciento de la cría de ganado, y el 100 por ciento del indispensable tratamiento de los alimentos.

Un estudio tocante a una aldea asiática reveló que por término medio el día de trabajo de las mujeres era de dieciséis horas. En el caso de las mujeres más jóvenes, esta carga de trabajo estaba combinada a menudo con la preñez, el alumbramiento y el amamantar... trabajos que por sí solos son bastante agotadores.

Al parecer, mucha de la ayuda que los países pobres reciben del extranjero solo contribuye a este problema, ya que a menudo va dirigida a los trabajos que tradicionalmente hacen los hombres. Por ejemplo, cierto país africano importó cien tractores, pero solo una escardadora mecánica. ¿En qué resultó esto? El tiempo que tomaba arar la tierra —trabajo del hombre— se redujo de manera drástica, mientras que el tiempo que tomaba sembrar y desherbar —trabajo de la mujer— aumentó correspondientemente. ¡Parece que muchas mujeres necesitan todo ese aguante que es inherente a ellas tan solo para sobrevivir!

Por supuesto, en los países más pobres la vida de todos es difícil. Hay mucha pobreza abyecta, desnutrición, enfermedades horrorosas y gran ignorancia. A menudo tanto los hombres como las mujeres se hallan atrapados por tradiciones opresivas que les impiden obrar de modo más humano y razonable los unos para con los otros. Pero hay que admitir que en muchos casos las cargas más pesadas caen sobre las mujeres. El solo seguir adelante en medio de tales dificultades es un logro en sí mismo.

Pero, ¿qué hay de países donde la situación de las mujeres es más llevadera?

[Recuadro en la página 6]

¿Enseña la Biblia que las mujeres son de naturaleza inferior, en comparación con los hombres?

No. Adán llamó a Eva “hueso de mis huesos y carne de mi carne.” (Génesis 2:23) Eva era el “complemento” de Adán.—Génesis 2:18.

Las mujeres a quienes se menciona en la Biblia hicieron muchas cosas que requerían capacidad intelectual. Huldá sirvió de profetisa al rey Josías. (2 Crónicas 34:22) Débora hizo obra de profetisa y juez entre los israelitas. (Jueces 4:4, 5) Abigaíl aconsejó a David, cuando éste era el rey nombrado, y lo salvó de incurrir en culpabilidad por derramamiento de sangre. (1 Samuel 25:23-35) De la “esposa capaz” se dice que es hábil al comprar. Ella organiza y controla una casa grande, hace el presupuesto y planes para el futuro, participa en el comercio, compra propiedad y organiza empresas agrícolas prósperas. Posee la cualidad de la sabiduría.—Proverbios 31:10-31.

Además, las mujeres habían de recibir el espíritu santo y profetizar en los últimos días. (Joel 2:28) Ellas figuraban entre los primeros miembros de la congregación cristiana, y habían de desempeñar un papel prominente en difundir las “buenas nuevas.”—Hechos 1:14; 2:4; Salmo 68:11.

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