¿Son los mismos cuando regresan?
“HE SUFRIDO de traumas causados por la guerra y conmociones debido a bombardeos,” escribió John desde la cama donde estaba en el hospital. “Claro que no estoy loco. Pero he vivido como un salvaje.” Agregó: “Sin embargo, las heridas de bayoneta y metralla que recibí han sanado por completo. La mayor parte de nosotros estaremos bastante bien dentro de seis meses, pero ninguno de nosotros estará completamente repuesto sino hasta que pasen algunos años.” Estos comentarios los hizo un soldado de la II Guerra Mundial que acababa de sobrevivir a una de las peores matanzas que hubo durante la lucha en el Pacífico del Sur... el combate de Guadalcanal.
El estado de salud mental de John era muy similar al de millones de otros soldados que han regresado de las muchas guerras que se han peleado durante el siglo veinte. Muchos sufrieron de lo que se conoce como trauma causado por la guerra, fatiga de combate o, para usar una frase más reciente, trastorno causado por la tensión post-traumática.a Sea como sea que se conozca, tal condición tiene que ver con las cicatrices profundas que el combate deja en la mente.
Realmente pasan varios años antes que dichas cicatrices ‘sanen por completo’? ¿Quedan tales personas tullidas mentalmente para toda la vida? O, aún peor, ¿son ellas “bombas de tiempo ambulantes,” listas para estallar en furia incontrolable contra personas que no sospechan nada?
¿Qué efecto tiene?
Después de tratar por más de treinta y cinco años a soldados que sufren de trastornos mentales relacionados con la guerra, el Dr. Lawrence Kolb, distinguido médico en siquiatría, que trabaja para la Administración de Veteranos, declaró en una entrevista con un corresponsal de ¡Despertad!: “He tratado a hombres que sufrieron trastornos severos debido a la II Guerra Mundial y la guerra de Corea. He examinado a una gran cantidad de diferentes soldados, incluso algunos soldados rusos que regresaron de la segunda guerra mundial. Ahora trato específicamente a los que han presenciado lo más encarnizado de la lucha de Vietnam. Cada uno de estos hombres tiene ciertos síntomas que son absolutamente similares.”
“Todos ellos son muy sensibles a los ruidos, excesivamente alertos e intranquilos,” dijo el Dr. Kolb a continuación. “Todos sueñan repetidas veces que están en combate y a muchos se les hace difícil conciliar el sueño. Reaccionan en extremo a los ruidos fuertes que les recuerdan el combate, a muchos de ellos les vienen recuerdos vívidos de combate e incluso creen que están combatiendo nuevamente. Esto con frecuencia va acompañado de una depresión profunda debido al sentimiento de culpabilidad. Se preguntan por qué sobrevivieron ellos, y no sus compañeros que murieron.”
Harley, quien presenció combates encarnizados como miembro de la marina durante la II Guerra Mundial, admitió que por varios años después de la guerra tenía constantemente pesadillas de combates. Muchas veces, mientras dormía, solía gritar: “¡Cuidado! ¡Cuidado!” Y al despertar hallaba que estaba empapado de sudor. Desesperado, se compró un pequeño receptor de radio y lo colocó debajo de su almohada, esperando que eso ahogara los sueños. Johnny, otro veterano de la II Guerra Mundial, quien luchó en Europa, no solo tenía esos sueños, sino que a menudo su esposa, que dormía con él, apenas lograba despertarlo. El tenía las manos alrededor del cuello de ella. Pero, en ambos casos, la frecuencia y la intensidad de los sueños disminuyeron con el tiempo.
El sentimiento de culpabilidad y la depresión
A muchos soldados les parecía que el matar al enemigo era parte de su deber. Se les premiaba por hacerlo bien, de modo que después de la guerra no tenían ningún sentimiento abrumador de culpabilidad.
“Cuando uno está en medio de un combate, en lo único que puede pensar es en permanecer vivo,” informó Johnny. “Las facultades de razonamiento de uno son reemplazadas por instintos animales. Uno es capaz de hacer cualquier cosa para permanecer vivo y regresar a casa.”
Luego agregó: “El matar de lejos no presentaba ninguna dificultad. Pero solíamos atacar de noche, y una vez que combatíamos cuerpo a cuerpo con soldados enemigos a quienes entonces matábamos, eso nos afectaba mentalmente.” Dichos encuentros cuerpo a cuerpo, o el participar en matanzas innecesarias o injustas, frecuentemente dejaban profundas cicatrices emocionales en los hombres, y esto hacía que se sintieran culpables y deprimidos.b
No obstante, en el caso de otros soldados, el sentimiento de culpabilidad y la depresión acompañante no se debieron a lo que hicieron contra el enemigo. Por ejemplo, cierto piloto de combate de veinticinco años de edad ingresó en un hospital de convalecencia después de completar su vigésima quinta misión. Estaba nervioso y muy deprimido. Tenía atraso en el habla. Había tratado en vano de disminuir la inquietud por medio de beber licor en exceso. Finalmente, al recibir tratamiento reveló que como jefe de patrulla se sentía culpable por la muerte de uno de los pilotos bajo su mando, quien fue derribado con todo y avión durante una misión. “¡Oh, si tan solo yo hubiera escogido otro lugar, un blanco menos peligroso,” dijo sollozando el joven. “Si hubiera ido a otro lugar, no lo habrían matado. ... No puedo dejar de pensar en él.”
Recuerdos vívidos
David, veterano de la guerra de Vietnam, había regresado a casa después de haber presenciado un despliegue de brutalidad indescriptible. En la mente se le habían grabado para siempre escenas de matanzas de seres humanos, episodios que pocas personas creerían posible. Cierto día, poco después de su regreso, él y su esposa iban viajando en un automóvil descapotable. Su esposa, Elaine, explicó lo que sucedió. “Un automóvil que venía en el carril confluente petardeó e hizo un ruido fuerte. Sin pensar, David, quien estaba conduciendo, trató de saltar del automóvil. Al encontrarse parcialmente fuera del automóvil, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y dijo: ‘¡Eh!, no estoy en Vietnam. Nadie me está disparando.’ Yo empecé a gritar: ‘¿Qué estás haciendo? ¡No lo hagas!’” Milagrosamente lograron controlar el automóvil y detenerse al lado de la carretera.
Muchas veces el sonido de las sirenas o los aviones hace que el veterano crea que está nuevamente en combate. Si está en casa, tal vez hasta se lance debajo de algún mueble para refugiarse. Algunos veteranos de combate, si se les sacude mientras están dormidos, se levantan de la cama lanzando puñetazos y adoptan una postura de combate, como si estuvieran listos para matar a alguien. A veces ese trastorno dura años. Informes de prensa espectaculares acerca de tales recuerdos vívidos han contribuido a que muchas personas consideren a los hombres que regresan de la guerra como “bombas de tiempo ambulantes,” propensos a la violencia... sea consciente o inconscientemente.
¿Son ellos más violentos?
En realidad, un estudio que se hizo de centenares de hombres que sirvieron en Vietnam reveló que solo a una “minoría significativa de veteranos” se le había hecho difícil dominar sus sentimientos agresivos. El informe que apareció en Archives of General Psychiatry declaró:
“A pesar de que se ha escrito mucho acerca de los sentimientos y el comportamiento agresivos de los veteranos, la agresividad era un problema principal para una minoría relativamente pequeña de soldados, a la que se le hacía muy difícil dominarse. Aunque el 40 por ciento de ellos informaron que al regresar eran más irritables y tenían peor genio, en la mayor parte de los casos éste fue un fenómeno temporal, que duró por algún tiempo y desapareció en los primeros tres meses.”
Muchos se sentían como cierto veterano de la II Guerra Mundial, quien dijo: “Sentí tanto alivio al no tener que matar más.”
Aunque se ha observado que los delitos violentos aumentan en casi toda nación después de una guerra, no hay prueba estadística de que los responsables de esto sean los soldados que han regresado de la guerra.c En la revista Psychology Today los investigadores Archer y Gartner explicaron:
“Tal vez los aumentos se deban a la legitimación del matar a la vista de toda la sociedad. Las guerras proporcionan prueba concreta de que el homicidio puede ser admisible. Esta revocación de la prohibición en contra del matar tal vez facilite a cualquier persona el recurrir al asesinato como medio de resolver conflictos de la vida diaria.”
Así que, en realidad, los efectos de la guerra afectan mentalmente a toda la sociedad, no solamente a los veteranos. Las circunstancias en que se halla la Tierra desde la I Guerra Mundial, a partir de 1914, han demostrado claramente que estamos viviendo en lo que la Biblia llama los “últimos días.” Algunos de los rasgos que alista la Biblia e identifican a ese período son: que “los hombres [en general, no solamente los soldados que han regresado de la guerra] serán ... sin gobierno de sí mismos, feroces ... avanzarán de mal en peor.”—2 Timoteo 3:1-5, 13.
Respecto a los veteranos de guerra, el Dr. Kolb, investigador del Centro Médico de la Administración de Veteranos de Albany, Nueva York, quien trata a algunos de los hombres más trastornados, reveló: “Aun entre los del grupo al que actualmente estoy tratando, la gran mayoría de ellos jamás han estado hospitalizados. Muchos conservan sus respectivos empleos. Muchos son concienzudos y trabajadores dedicados. A menudo tienen mejor sentido de valores que el hombre de término medio que uno halla en la calle.”
No obstante, estos hombres sufrieron trastornos mentales que requirieron atención profesional. Un estudio que se efectuó en 1981 indicó que más de la tercera parte de los hombres que presenciaron combates encarnizados en Vietnam padecen del trastorno causado por la tensión post-traumática. Por lo general, la ayuda que se ofrece es en forma de sicoterapia de grupo que se provee en centros de superación. Ahí el veterano puede participar en sesiones de charla con otros veteranos o con consejeros especializados, quienes procuran reajustar el modo de pensar de él. A veces se utilizan drogas, usualmente tranquilizantes o somníferos. Sin embargo, un sinnúmero de veteranos que han sufrido mentalmente debido a la guerra han hallado otra solución. Uno de éstos, a quien se mencionó antes, regresó de Vietnam con graves trastornos causados por la tensión post-traumática.
[Notas a pie de página]
a Tomada de la edición de 1980 del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, publicación oficial de la Asociación Norteamericana de Siquiatría.
b Un equipo de médicos norteamericanos analizó la extensión de la depresión en un grupo de veteranos de la guerra de Vietnam que habían regresado después de combatir, como promedio, por más de dos años. Este estudio reveló que el 33 por ciento de estos hombres estaban deprimidos al grado de necesitar ayuda médica. El predominio normal de la depresión es del 15 por ciento entre la población en general.
c Los estudios que se han llevado a cabo desde la I Guerra Mundial no han sido consecuentes. En 1973, la Agencia de Prisiones halló que el 32 por ciento de los presidiarios eran veteranos. Pero, según la Administración de Veteranos, el 49 por ciento de los varones estadounidenses entre las edades de dieciséis y sesenta y cinco años han servido en las fuerzas armadas. Además, entre 1963 y 1973, el índice de homicidios aumentó drásticamente en el caso de ambos sexos. Tal índice en el caso de las mujeres, quienes obviamente no eran veteranas de combate, aumentó en 59 por ciento.
[Ilustración en la página 17]
El efecto de la guerra en la mente