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¡Despertad! 1982
g82 8/12 págs. 26-27

“Va a ser un muchachito”

¿QUÉ hacen los padres ante la tragedia de saber que su hijito recién nacido pronto morirá? ¿Hay algo que pueda aliviar el dolor de enfrentarse a lo inevitable?

Esta es la reacción de una familia ante tal situación, según lo relató la madre:

“Cuando nuestro hijo murió, una persona a quien conocíamos dijo: ‘Fue la voluntad de Dios.’ ¡Cuánto nos alegramos de poder decirle que el Dios de la Biblia nunca quiso que ocurrieran tales cosas! La muerte y el sufrimiento nunca fueron parte del propósito original de Dios para la humanidad, antes bien llegaron a ser realidad solo porque los primeros padres de la familia humana decidieron pasar por alto las instrucciones sabias de su Creador.

“Tal como sucede con las leyes físicas, no se pueden quebrantar las leyes morales sin recibir castigo, y a eso se debe que, según dice la Biblia en Romanos 5:12, ‘por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.’ Adán y Eva no pudieron pasar a sus hijos la perfección que habían perdido por desobedecer. De aquí que todos nosotros hayamos heredado la imperfección, la cual ha resultado en mucho dolor, tristeza, sufrimiento y muerte. El saber la razón de todo esto ayudó en gran manera a que mi esposo y yo nos mantuviéramos en nuestro sano juicio durante aquellos difíciles cuatro años.

“Permítame hablarle un poco de nuestro hijito. Sasha nació en octubre de 1975, y aunque nació cinco semanas antes de tiempo, parecía bastante fuerte. Inmediatamente le tomamos cariño. Los médicos se veían algo preocupados por Sasha, pero no fue sino hasta que tuvo tres meses de edad que el pediatra nos notificó que nuestro hijo era víctima de parálisis espástica, lo cual quería decir que padecía de cierto tipo de parálisis cerebral que haría que se le pusieran muy rígidos los músculos.

“Para el tiempo en que Sasha cumplió los seis meses de edad, sabíamos que su problema era serio. Con excepción de la boca, prácticamente no tenía control sobre ninguna parte de su cuerpo, y no podía mantener erguida la cabeza, ni sentarse, ni agarrar nada con las manos. Se le hacía muy difícil sonreír o producir los pequeños balbuceos que producen usualmente los bebés cuando tratan de hablar. También se le hacía difícil controlar los músculos que se emplean para tragar, por lo que muy fácilmente se atragantaba o vomitaba toda la comida. Pero con sumo cuidado y paciencia, casi siempre nos las arreglábamos para que retuviera algún alimento. Lo peor de todo fue cuando supimos que era probable que también estuviera ciego.

“Huelga decir que la vida era muy difícil para nosotros, pero especialmente para nuestro hijito. Estoy segura de que él se sentía tan frustrado con sus limitaciones como lo estábamos nosotros. Durante los primeros meses lloraba casi todo el tiempo, o así parecía. Pero consideramos que él estaría mucho mejor en casa con nosotros que en alguna institución, y ahora estamos convencidos de que estábamos en lo correcto. La Biblia dice: ‘El amor nunca falla.’ (1 Corintios 13:8) Descubrimos sin lugar a dudas la veracidad de esta declaración. El amor de Jehová y de nuestros hermanos y hermanas cristianos nos sostuvo a través de muchas dificultades, y el amor que le teníamos y mostramos a nuestro hijito le dio razón para vivir y le ayudó a seguir adelante cuando parecía que no había nada más por lo cual vivir.

“Al final de su primer año se sonrió con nosotros. ¡Qué regocijados estábamos! Aquello significó tanto para nosotros, pues, prácticamente él no tenía manera de comunicarse con nosotros, excepto llorando.

“Nunca pudimos descubrir cuánto entendía de lo que le decíamos, pero tratábamos de explicarle las cosas de manera sencilla con la esperanza de que pudiera entender parte de la información... cosas como el trueno, las flores, el canto de las aves, lo que estábamos haciendo, y por qué. Tratábamos de contestar las preguntas que nos parecía que hubiera hecho si le hubiese sido posible.

“Pero, sobre todo, tratamos de ayudar a Sasha a tener aprecio por las cosas espirituales. ‘Jehová es el padre de todos nosotros,’ solía decirle, ‘y nos ama a todos, tal como papá y yo te amamos. El no quiere que nadie enferme ni se haga daño, y pronto algún día hará que todo sea mucho, mucho mejor de lo que ahora mismo es. Entonces no enfermarás más, y podrás sentarte por ti mismo, y jugar con tus juguetes; podrás ver, y caminar, y hablar y hacer todas las cosas que otros niños hacen. Podrás jugar con ellos y aprender toda clase de cosas maravillosas.’

“Le decíamos estas cosas porque sabíamos con certeza que se realizarían bajo la gobernación del Reino por el cual Jesucristo nos enseñó a orar. (Mateo 6:10) Sabíamos que en Revelación 21:4 la Biblia contiene esta promesa maravillosa: ‘Y [Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’ Sabíamos también que, aunque nos separara la muerte, ‘va a haber resurrección así de justos como de injustos.’—Hechos 24:15.

“A pesar de todos nuestros esfuerzos por protegerlo de las infecciones, Sasha contrajo pulmonía, y a esta enfermedad le siguieron otras complicaciones. Poco a poco fue adelgazando y debilitándose, hasta que, a los tres años de edad, pesaba menos de siete kilos. Fue un muchachito valiente... luchó tanto por vivir y siempre mostró aprecio por lo que hicimos por él. Aun unas cuantas horas antes de morir se las arregló para reunir suficientes fuerzas para dirigirnos una sonrisa amplia y dejar escapar un pequeño suspiro con el que nos dijo ‘los amo’ más elocuentemente de lo que pudiera haberlo expresado cualquier poeta.

“Unas cuantas semanas antes de morir, cuando Sasha estaba en el hospital, una de las enfermeras que había sido particularmente bondadosa con él en ocasiones anteriores, y con buena intención, me dijo: ‘Va a ser un ángel.’ ‘No,’ dije, ‘va a ser un muchachito. Va a poder trepar a los árboles, y perseguir las mariposas, y recoger flores, y hacer todas las cosas que los muchachitos generalmente hacen. Eso es lo que pedimos cuando oramos: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”’ (Mateo 6:10).”—Contribuido.

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