Los jóvenes preguntan...
¿Puede perjudicarme la presión que ejercen sobre mí los de mi edad?
¿POR qué tendrían que meterse tres jóvenes en el portaequipaje de un auto durante un breve recorrido en una noche de invierno y beberse una botella de vino, seis cervezas y una pinta de whisky? ¿Hubo alguien que los amenazara con quitarles la vida si rehusaban hacerlo? No. Querían ser aceptados en la fraternidad más prestigiosa de la universidad a la que asistían y estaban dispuestos a pasar por ese rito de iniciación. Por medio de tal acción demostrarían que eran dignos de la aprobación de sus estimados compañeros de la misma edad.
No obstante, cuando aquella noche terminó, los tres jóvenes estaban inconscientes, y uno de ellos se estaba amoratando. Chuck, de diecinueve años de edad, murió poco después a causa de una aguda intoxicación alcohólica. Se alega que nadie obligó a Chuck a beber más cerveza de la que estaba acostumbrado a beber. “Pero cuando uno está en una situación en la que los compañeros ejercen mucha presión verbal, todo resulta diferente”, informó la madre de él. “Todo el mundo odia a un cobarde.” En el caso de Chuck, el ganar la aceptación de los de su edad le costó la vida.
Puede que pienses: ‘Ese es un ejemplo extremado. Eso nunca me pasaría a mí’. No obstante, tal ejemplo ilustra vívidamente el poder de la presión que ejercen sobre uno los compañeros. Si alguna vez has tenido el dilema de esforzarte por complacer a viejas amistades o de adaptarte a nuevas amistades, entonces sabes que la presión que ejercen los compañeros es una realidad. Varios estudios han demostrado que una de las principales influencias en nuestra vida tiene que ver con el pertenecer a cierto grupo. Por eso es vital que sepas cómo encararte a la presión que ejerzan sobre ti los de tu edad a medida que madures.
Parte del desarrollo
Todos necesitamos vivir en conformidad con las normas de conducta apropiadas que la sociedad impone. Debido a la inexperiencia es muy probable que los jóvenes tengan que suavizar ciertas “asperezas” en su personalidad. Este proverbio bíblico (Pr 27:17) es verdaderamente práctico: “Con hierro, el hierro mismo se aguza. Así un hombre aguza el rostro de otro”. Tal como una lima de hierro puede afilar el filo embotado de un cuchillo, así el compañerismo que tengas con otros puede ‘aguzar’ tu personalidad. Tal interacción con otros jóvenes puede hacerte una mejor persona y refrescarte. El apoyo de compañeros cuya influencia sea saludable puede ayudarte hasta a compensar la falta de uno de tus padres o de la debida atención en el hogar.
Naturalmente a medida que madures estarás más consciente de cómo te consideran otros jóvenes. Querrás congeniar con ellos. Pronto te das cuenta de que los que son populares parecen divertirse más. “Para una es tan importante el ser aceptada por otros chicos”, dijo Debbie. “Cuando tenía dieciocho años de edad temía a la idea de ser impopular porque nadie querría invitarme a pasar un rato agradable. Tenía miedo de aislarme y de que los demás no me invitaran a participar en la diversión, o de que me dijeran que era anticuada y no podía hacer nada.”
¿Quiénes son los que ejercen más presión?
“La gente cuya manera de ser nos gusta y el grupo del que queremos ser parte son quienes más influyen en nosotros”, dijo el profesor James Comer, del Centro Infantil de Yale. Ellos son quienes más nos presionan.
Por ejemplo, Debbie explicó que cuando estaba en la escuela había algunos jóvenes a quienes no les importaba nada, ni siquiera sus calificaciones. Estos eran menospreciados por otros estudiantes. “No nos importaba en absoluto la opinión que otras personas tuvieran de nosotros”, confesó Debbie. “Pero había otros estudiantes que sobresalían en la escuela y yo quería tener la aprobación de ellos. Cuando éstos me miraban por encima del hombro, lo único que deseaba era irme a un rincón y nunca más salir de allí. Me sentía inútil, que no servía. Era como si yo fuera alguien insignificante que no podía hacer nada bien.”
Por algún tiempo Debbie hizo algunas cosas para ganarse la aprobación de sus compañeros y ser como ellos. Quizás sepas cómo se sentía ella. ¿Has usado alguna vez ropa, que realmente no te gustaba, simplemente con el fin de ganar la aprobación de otros chicos? ¿Han influido otros jóvenes en tu manera de hablar y arreglarte? Entonces tú también has experimentado la presión que pueden ejercer en ti los de tu edad.
No obstante, muchos adolescentes se oponen a la idea de que sus iguales dicten cómo deben comportarse. Muchos jóvenes opinan igual que Susie, de diecisiete años de edad, quien dijo: “Otro muchacho o muchacha no puede realmente obligarte a hacer nada que tú no quieras hacer”. No obstante, la presión de tus compañeros puede ser tan sutil que al principio no parece que lo es. El ejemplo bíblico de un hombre de elevados principios que sucumbió a la presión de sus compañeros demuestra el poder engañoso e implacable de ésta.
El apóstol Pedro y sus compañeros
El apóstol Pedro fue una columna del cristianismo. Era hombre denodado y de convicciones firmes. Al principio el cristianismo se componía exclusivamente de judíos naturales, como Pedro, o de prosélitos judíos. Ellos evitaban a los no judíos, o gentiles, y hasta los menospreciaban. No obstante, en una visión Dios le reveló a Pedro que personas no judías de todas las naciones y razas llegarían a ser cristianas, y por eso serían aprobadas por Dios. De manera que Pedro cambió su modo de pensar. En vez de evitar a los no judíos, los ayudaba espiritualmente y hasta comía con ellos. Más adelante él defendió valerosamente sus acciones ante los líderes del cristianismo primitivo.—Hechos 10:28; 11:1-18.
Pasó el tiempo y Pedro fue a una ciudad donde muchas personas no judías se habían hecho cristianas. Mientras estuvo allí, en Antioquía, participó abiertamente en actividades sociales con los cristianos gentiles y comió con ellos. No obstante, cierto día varios representantes de la congregación de Jerusalén visitaron Antioquía. A estos hombres, judíos cristianos, todavía les disgustaba el tener tratos sociales con los no judíos, o gentiles. Pedro sabía la manera de pensar de ellos. ¿Cómo reaccionaría él?
Cuando llegaron los judíos, Pedro se separó de los gentiles cristianos y ya no comía con ellos. ¡Obró contrario a los mismísimos principios que había defendido antes! ¿Por qué? Porque Pedro tenía miedo de ofender a los visitantes judíos. Obviamente Pedro apreciaba la opinión que ellos tenían de él. Pudiera haber pensado: ‘Cederé un poquito ahora mientras estén aquí y seguiré comiendo con los gentiles después que se hayan marchado. ¿Por qué arruinar la buena relación que tengo con ellos por algo tan insignificante?’.—Gálatas 2:11-14.
¡Qué sutil! La Biblia dice que Pedro y otras personas que se dejaron llevar por el mal ejemplo de él se pusieron a ‘disimular’ o fingir que hacían algo que no concordaba con lo que en realidad creían. En otras palabras, la presión de los compañeros de Pedro hizo que éste se convirtiera en un disimulador y rechazara sus propios principios.
Si eso pudo pasarle a un cristiano maduro, uno de los doce apóstoles, ¿no pudiera pasarte a ti también? El apóstol Pablo corrigió firmemente —en público— a Pedro porque éste “se hallaba condenado”. Imagínate si permitieras que tus compañeros ejercieran presión sobre ti en un momento de debilidad. Si hicieras algo malo, ¿cómo te sentirías después? ¿No te condenaría la conciencia? Hasta pudieran sorprenderte haciéndolo, lo cual podría arruinar tu reputación. ¿Vale la pena eso?
Sin embargo, la presión que ejercen en ti los de tu edad no siempre es mala. ¿Cómo puedes beneficiarte de la presión provechosa de tus compañeros y evitar la perjudicial? El siguiente número de ¡Despertad! dará varias respuestas útiles.
[Ilustración en la página 25]
Tal como una lima de hierro puede suavizar el filo áspero de un cuchillo, así la influencia provechosa de tus compañeros puede aguzar ciertos rasgos de tu personalidad
[Ilustración en la página 26]
La presión de los de tu edad puede influir en tu modo de vestir y arreglarte. Es necesario que desarrolles tu propia habilidad para pensar
[Ilustración en la página 27]
Hasta el apóstol Pedro fue perjudicado por la presión de sus compañeros. ¿Pudiera perjudicarte a ti también la presión que ejercen sobre ti los de tu edad?