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  • ¿Por qué siguen dudando muchos?
  • ¡Despertad! 1983
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¡Despertad! 1983
g83 8/4 págs. 4-6

¿Por qué siguen dudando muchos?

MUCHAS personas observan el diseño que la naturaleza manifiesta y, no obstante, no creen en la existencia de un Diseñador, un Creador. ¿Por qué no?

¿Se debe dicha incredulidad a que alguien haya refutado el argumento de que el diseño exige que haya un Diseñador? ¿Hay pruebas tan contrarias a esto que la mente informada que razona ya no se deja convencer por el diseño manifestado en la naturaleza?

¿O sigue válido el argumento, y más convincente que nunca? ¿Se trata más bien de lo que dijo el apóstol Pablo, a saber, que las personas que rehúsan aceptar lo que es obvio son “inexcusables”?

El asunto del diseño en la historia

Puede ser útil el echar una mirada retrospectiva a la historia. Primero, en el transcurso de los años ha habido muchos ateos. Pero hasta hace más o menos un siglo no pudieron influir seriamente en el pensar religioso y científico.

Grandes científicos del pasado, como Isaac Newton (a quien Isaac Asimov, escritor sobre asuntos científicos, llamó “el más grande cerebro científico que el mundo ha conocido”), creían en Dios. No les parecía que la incredulidad fuera credencial necesaria de su aptitud científica.

Al contrario, Newton y muchos otros científicos, al igual que pensadores distinguidos de otros campos, señalaron al diseño que se advertía en la naturaleza como prueba de la existencia de un Diseñador Maestro, Dios. Esta idea prevaleció por siglos.

La violencia en la naturaleza

Entonces algo sucedió respecto al concepto de que el universo fuera la obra de un Diseñador amoroso.

Para mediados del siglo diecinueve, escritores como Darwin, Malthus y Spencer estaban haciendo notar la violencia que se percibía en la naturaleza. ¿No era cierto, decían, que el animal grande se comía al pequeño? ¿No era cierto que en el suelo de la selva, cada día y cada noche, había una batalla campal por la supervivencia?

Ciertamente era un hecho que unos animales se alimentaban de otros. Por lo tanto, este argumento continuó como sigue: ¿No revelaba esta batalla salvaje por la supervivencia la verdad acerca de cómo realmente es la vida en la Tierra? Pues, aun en la esfera del género humano, ¿no han sido las guerras bestiales, las luchas egoístas y ‘la ley de la selva’ las verdaderas fuerzas que han forjado la historia? La armonía y la paz que hubieran de esperarse de un Gran Diseñador amoroso no se manifestaban en la naturaleza.

George Romanes, amigo de Darwin, describió la naturaleza como sigue: “Encontramos dientes y garras afilados para la matanza, ganchos y chupadores moldeados para atormentar... por todas partes reina el terror, el hambre, la enfermedad, con derramamiento de sangre y extremidades temblorosas, con respiración entrecortada y ojos inocentes que se cierran poco a poco en una muerte de cruel tortura”.

Súbitamente se hizo que ganara aceptación popular la teoría de Darwin de que la vida depende de una lucha sin propósito y de la supervivencia de los más aptos... no de diseño divino. Y de ahí nació un nuevo concepto histórico: el darvinismo social.

Note cómo evaluó H. G. Wells esta situación en su obra Outline of History (Esquema de la historia): “Hubo una verdadera pérdida de fe después de 1859 [año en que se publicó la obra de Darwin intitulada El origen de las especies. [...] Pueblos dominantes del fin del siglo diecinueve pensaban que dominaban en virtud de la Lucha por la Existencia, en la cual los fuertes y astutos llevan la ventaja a los débiles y confiados [...] Y tal como en una jauría es necesario abusar de los más jóvenes y débiles y subyugarlos para el bien de los demás en general, así les parecía correcto que los perros grandes de la jauría humana abusaran y subyugaran”.

Muchos aceptaron este argumento con prontitud. Una razón para ello fue que ya sentían hacia muchas iglesias cierto antagonismo que éstas se merecían por haber suprimido la investigación científica. Es más, estas personas podían darse cuenta de que las religiones prominentes fomentaban y justificaban las guerras y el derramamiento de sangre. Por eso, Wells comentó con exactitud: “El oro verdadero de la religión fue en muchos casos tirado junto con el bolso gastado que lo había contenido por tanto tiempo”.

‘Dios es el responsable’

En lo que tiene que ver con el argumento de que el diseño prueba que hay diseñador, se arguyó en contra de éste como sigue: ‘Si se dice que las garras, los ganchos y dientes, el reinado del terror, el hambre y la enfermedad fueron diseñados por Dios, entonces tiene que aceptarse el hecho de que este Dios de ustedes es el responsable por el sufrimiento y la violencia. No obstante, ustedes dicen que Él es amor. ¿En qué quedamos?’.

Las personas que así argüían llegaron, pues, a esta conclusión: ‘Por eso, la única explicación plausible es la de una lucha, la de la supervivencia de los más aptos, la de una evolución ciega y fortuita’.

Así aparentemente se enterró el argumento de que el que haya diseño quiera decir que hay diseñador. El usar tal argumento equivalía a acusar a Dios de crueldad. Y, lamentablemente, como es el caso por lo general, los líderes religiosos, tanto de la cristiandad como del paganismo, no proporcionaron verdaderas respuestas a este problema.

Desde entonces se ha seguido más o menos el mismo patrón. Cuando surge la pregunta de si hay o no un Diseñador, frecuentemente se invoca el dilema de la violencia en la naturaleza. Por ejemplo, en su libro Why I Am Not A Christian (Por qué no soy cristiano) el filósofo Bertrand Russell dijo:

“Cuando se examina este argumento derivado del diseño, es sumamente asombroso que haya gente que pueda creer que este mundo, con todo lo que hay en él, con todos sus defectos, sea lo mejor que la omnipotencia y la omnisciencia hayan podido producir en millones de años. Yo realmente no puedo creerlo. ¿Cree usted que si a usted se le otorgaran omnipotencia y omnisciencia y millones de años para perfeccionar el mundo en que vive, no podría producir nada mejor que el Ku Klux Klan o los fascistas?”.

Examinemos más detenidamente este argumento, ya que a menudo se usa para contrarrestar la idea de que el diseño que se ve en la naturaleza exige que haya un Diseñador.

[Ilustración en la página 5]

¿Cómo encaja con la existencia de un diseñador amoroso la “ley de la selva” que existe entre los humanos y los animales?

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