La TV... en la vida familiar y la educación
ENTRE los apodos que se dan a la televisión está el de “niñera”. Parece que muchos padres han descubierto que el modo más fácil y barato de mantener a sus hijos callados es sentarlos frente a lo que también se ha llamado “el hipnotizador tuerto”.
Un informe publicado en el Sun de Australia declaró: “Una encuesta importante que se llevó a cabo en Gran Bretaña ha revelado recientemente que la mayoría de los padres la consideran [la TV] indispensable como niñera. En efecto, es asombroso que siete de cada diez padres usan la televisión para quitarse de encima a los hijos, a pesar del hecho de que estén algo preocupados por las ‘palabrotas que oyen y la violencia’ que ven en la caja. ¡Lo que es más, nueve de cada diez padres permiten que sus hijos vean cualquier clase de programa!”.
Un miembro de la familia muy exigente
Sí, la TV se ha colado en millones de hogares por todo el mundo y se ha convertido en un insolente miembro de la familia que muchas veces monopoliza la conversación. En muchas familias ésta infunde mayor respeto que el esposo o la esposa, el padre o la madre. El esposo que no vacila en esconder la cabeza tras un periódico o una revista mientras su esposa le habla, es todo ojos y oídos cuando la “niñera” habla. Los hijos que replican a sus padres se sientan en silencio, con los ojos desorbitados, cuando el Sr. TV les habla.
En términos de tiempo, también, la TV se ha hecho muy exigente. El promedio de tiempo que las personas pasan mirando televisión está aumentando en la mayoría de los países. En los Estados Unidos, el uso del televisor subió de cinco horas y cincuenta minutos al día en 1969 a siete horas y veinticinco minutos diarios en 1980. En el Japón, la cantidad total de familias es menor que la cantidad de televisores, y, en 1978, éstos estuvieron encendidos por más de cinco horas al día, en comparación con tres horas en Canadá y dos horas en Francia.
¿Contribuye la TV a la unidad familiar?
Sea que se pasen siete o dos horas al día viendo televisión, todo esto no puede menos que tener un efecto profundo en la vida de la familia de término medio. Penelope Leach, sicóloga británica de niños, “considera que la televisión es una de las mayores amenazas a la vida familiar, un artificio que evita que los padres y los hijos se comuniquen. ‘Las personas simplemente dejan de hablarse unas a otras’, dice ella”. (The Sun [Australia], 18 de marzo de 1980.)
Es cierto que algunas personas afirman que la televisión ha unido a las familias porque los hijos salen menos de la casa. Pero, mientras ven un programa de TV en silencio, ¿están realmente “unidos” los miembros de la familia? ¿Promueve unidad, cuya definición es “pasar mucho tiempo juntos, como en actividades sociales y pasatiempos [...] esp[ecialmente] cuando se considera que resulta en una relación más estrecha y estable”, el mirar televisión? Más bien ¿no impide la comunicación apropiada entre el esposo y la esposa, los padres y los hijos, y hasta entre los hijos mismos, el pasar demasiado tiempo mirando la TV?
La televisión no solo ha limitado grandemente, o hasta reemplazado por completo, la recreación en familia —los juegos, las aficiones, las caminatas, y así por el estilo— sino que a menudo impide que los hijos ayuden en la casa. De esto se compone la “unidad”; y en la medida en que la TV ha reemplazado estas cosas, en esa misma medida comparte también la responsabilidad de la desintegración de la vida familiar. La historia muestra que cuando la familia se desintegra, no pasa mucho tiempo antes que la sociedad misma y gobiernos enteros se derrumben y desaparezcan.
Efecto en los niños
Es imprevisible el efecto que la televisión puede tener en los niños. La mayoría de ellos se sienten muy a gusto viendo TV. Miran casi cualquier programa. Parece que la pantalla del televisor los hipnotiza. De acuerdo con un estudio, los niños de los Estados Unidos pasan, como promedio, de cuatro a cinco horas al día mirando la TV. Este promedio es más bajo en otros países, pero dos horas al día parecen ser el mínimo en la mayoría de los países desarrollados. Mientras efectuaba en la Universidad de Michigan una investigación sobre el desarrollo infantil, el profesor John Murray declaró: “Cuando los niños pasan hasta cinco o seis horas al día viendo televisión, lo primero que uno se pregunta es ¿qué actividades se están perdiendo?”.
Sí, ¿qué se están perdiendo en términos de la buena lectura, las asignaciones escolares hechas correctamente, el desarrollo de una afición, el ejercicio saludable, los juegos relajantes y el aprender a compartir el gozo y los juguetes con otros niños? Y la cuestión no es simplemente: ¿Qué se están perdiendo?, sino, más importante aún: ¿Qué están aprendiendo?
No sería justo decir que ellos no aprenden nada bueno. La TV puede ser muy educativa; puede ampliar el conocimiento que el niño tiene del mundo que lo rodea y despertar su interés en la geografía, las ciencias naturales y la historia. Pero sería igualmente injusto negar que la TV también les enseña a desplegar violencia y les presenta un punto de vista pervertido de las relaciones sexuales, y una torcida norma de conducta. De modo que aún falta contestar la pregunta: ¿Es la TV una perdición, o una bendición?