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¡Despertad! 1983
g83 8/3 págs. 26-27

Mi búsqueda de consuelo

Estimada Joan,

Me llamo Marion. Conocí a tu hermano Tomás, joven muy simpático, en el Salón del Reino. De modo que ya sabes que soy testigo de Jehová.

Por favor, no pongas a un lado esta carta. Por lo que Tomás me dijo sé que tenemos algo en común. Pues yo también perdí a mi hijo en un accidente. Miguel tenía veintitrés años de edad.

Cuando mi hijo Miguel murió, ¡me vinieron tantas preguntas a la mente! Otros miembros de mi familia habían muerto, pero todos ya eran mayores. ¡Miguel era tan joven y tenía todo su futuro por delante! Yo no podía comprender por qué había muerto. Me gustaría mostrarte dónde hallé las respuestas a todas mis preguntas y cómo obtuve verdadero consuelo. Si no te es inconveniente leer, me gustaría retroceder unos años para comenzar mi relato.

Me crié en una granja. También era católica devota, pues recibí instrucción en escuelas católicas. Recuerdo que me hacía a mí misma muchas preguntas, entre éstas: ¿Cómo podía Dios ser una Trinidad, tres personas en una? Pero al preguntarle esto a las monjas, ellas solían contestarme: “Pues, Marion, ése es un misterio de Dios”.

Hace unos veintisiete años conocí al que después llegó a ser el padre de Miguel, y me casé con él. Mi suegra era testigo de Jehová, pero no lo supe entonces. Cuando la visitábamos los domingos para cenar en su casa, ella siempre lograba decir algo de la Biblia. Yo le escuchaba, pero le pedí que no tocara más ese tema; y así lo hizo... ¡por los siguientes veinte años!

Entonces murió Miguel. Acudí a la Biblia para obtener consuelo. Consulté la traducción moderna en inglés que mi suegra me había regalado. Pero era igual que si estuviera escrita en griego... no la entendía. Me parecía que había llegado a un callejón sin salida en mi búsqueda de consuelo.

Mi madre me decía que orara e hiciera novenas a la “madre de Dios” a fin de que Miguel fuera al cielo. (Pues, como católica, ella creía que al sobrevenir la muerte, el alma iba al purgatorio, pero que las amistades y los parientes podían orar para que el alma saliera del purgatorio y fuera al cielo.) De modo que seguí el consejo de mi madre. Acudí a la iglesia por consuelo. Fui a pedir que le dedicaran misas a Miguel, pero ¡imagínate la sorpresa que recibí cuando me dijeron en la iglesia que solo se me podía conceder tres misas al año, pues tenían que dedicar muchísimas misas a otras personas! ‘¿Qué me hago? —pensé— esto me va a tomar el resto de la vida, y ¿qué va a ser de Miguel si me muero?’ Otra vez llegué a un callejón sin salida en mi búsqueda de consuelo.

¿Qué había en cuanto a mi esposo? Bueno, realmente tampoco podía contar con él para recibir consuelo. La muerte de Miguel le afectó profundamente. La depresión lo tenía tan consumido que tuve que ayudarle. De modo que por este lado tampoco hallaba salida en lo que tenía que ver con hallar consuelo.

Más o menos para ese entonces recordé que había hablado con mi suegra en la funeraria. Yo le había dicho: “¿Por qué me quitó Dios a Miguel? ¿Por qué no se llevó a otra persona... a un mendigo o a un presidiario? Miguel tenía una amiga simpática, un buen empleo y una personalidad excelente. Era un buen muchacho”.

“Marion, Dios no te quitó a Miguel”, dijo mi suegra con firmeza a la vez que me abrazó.

En aquel momento no entendí lo que quiso decir. Pero a menudo, durante los siguientes seis meses, recordaba aquellas palabras. Había estado sintiéndome enojada, deprimida y sola, y oraba prácticamente día y noche. Hasta llegué a pensar que era mejor estar muerta para estar con Miguel. De manera que traté de suicidarme, pero no tuve éxito. Al llegar a ese colmo, literalmente salí a buscar a un testigo de Jehová.

Joan, tal como te digo en esta carta, todas mis preguntas han sido contestadas como resultado de haber estudiado la Biblia con los testigos de Jehová. Por ejemplo:

¿Fue Dios el que me quitó a Miguel? ¡No! La Biblia explica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). De modo que la razón principal de por qué morimos es porque todos heredamos el pecado y la imperfección de nuestros primeros padres humanos. En cuanto a por qué algunos mueren prematuramente, la Biblia pasa a explicar que esto se debe al “tiempo y el suceso imprevisto”. (Eclesiastés 9:11.)

¿Está purgándose con fuego el alma de Miguel en el purgatorio? ¡No! De acuerdo con la Biblia, los muertos están inconscientes. “Porque los vivos están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto. [...] Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismísimo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde estás yendo.” (Eclesiastés 9:5, 10.)

¿Volveré a ver a Miguel alguna vez? ¡Sí! Tengo esa esperanza. ¡La Biblia promete que la mayor parte de la humanidad que ha muerto volverá a disfrutar de vida en un justo nuevo orden de cosas en esta mismísima Tierra! Por favor, Joan, escucha las palabras consoladoras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir” (Juan 11:25). El apóstol Pablo dijo algo similar: “Tengo esperanza en cuanto a Dios, [...] de que va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). Y al describir las condiciones que habrá entonces en la Tierra, Revelación 21:3, 4 dice: “Dios [...] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.

¿Cuándo se realizarán estas cosas? Joan, me emocioné al aprender que está cerca el tiempo en que todo esto se realizará. Hace mucho tiempo la Biblia mostró claramente que las condiciones mundiales que se ven hoy día, que van de mal en peor, serían prueba de que estaríamos viviendo en los “últimos días” de este inicuo sistema de cosas. (2 Timoteo 3:1-5.)

Ahora tengo un punto de vista diferente de la vida. He hallado el consuelo que necesitaba, y creo que ahora puedo ayudar a otras personas que hayan perdido a seres queridos en la muerte. Les puedo mostrar con la Biblia dónde están sus amados, y que no están experimentando sufrimiento alguno. Puedo compartir con ellos la maravillosa esperanza de la resurrección. Sí, tú también puedes experimentar el gozo de volver a ver a tu hijo, y entonces estarán juntos en paz y sin tener jamás dolor ni sufrimiento algunos.

Joan, ¿no te parece que eso es algo que vale la pena investigar? ¿Por qué no consultas la Biblia, y ves si ésta te proporciona el mismo consuelo que yo había estado buscando y que hallé? Si quieres recibir ayuda para entender la Biblia, con gusto te la daré.

Tengo que despedirme ahora. Si tienes tiempo, me gustaría recibir contestación de ti.

Marion

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