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  • El creacionismo... ¿es científico?
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El creacionismo... ¿es científico?

POR más de cien años no ha dejado de estar ‘hirviendo a fuego lento’, o a veces hirviendo con violencia, la controversia entre los que enseñan que el hombre es producto de una evolución y los que se adhieren a la explicación bíblica de que el hombre fue creado. El año pasado, dicha controversia volvió al punto de ebullición durante un proceso que tuvo lugar ante un tribunal federal en Little Rock, Arkansas, en los Estados Unidos. El punto en cuestión fue una ley estatal que requería que en las escuelas públicas se enseñara, junto con la evolución, “ciencia creacionista”. El tribunal sostuvo que tal ley era anticonstitucional, y esta decisión recibió aclamación general como una victoria a favor de la evolución.

Científicos, teólogos de varias confesiones, maestros de escuela y la Unión Estadounidense pro Libertades Civiles unieron sus esfuerzos para atacar la ley. Otros científicos, teólogos, maestros de escuela y el procurador general del estado la defendieron. El proceso, y la decisión judicial que se dio en éste, recibieron amplia publicidad en los medios de información y se atrajeron atención internacional.

Las afirmaciones que en pro y en contra hicieron los testigos variaron desde hechos establecidos hasta opiniones absurdas. Se puede entender por qué la persona de término medio pudiera quedar confundida en cuanto a lo que el resultado pudiera significar. ¿Significaba la decisión del juez que la evolución fuera ahora realidad? ¿que la raza humana data de hace millones de años? ¿que la Biblia está equivocada? ¿que no debemos seguir enseñando a nuestros hijos que Dios creó al hombre?

Antes de llegar a conclusiones como ésas, examinemos las cuestiones implicadas. ¿Qué es la llamada “ciencia creacionista” que estuvo envuelta en el proceso? ¿Tiene base científica, o, como afirman sus detractores, es una fachada para un dogma religioso sectario?

¿Qué es la ciencia creacionista?

Los defensores del creacionismo escribieron una definición que se incorporó en la ley de Arkansas y se insertó en la opinión judicial. Dicha definición incluye la prueba científica de que hay límites a los cambios que pueden ocurrir dentro de las diferentes clases de cosas vivientes que fueron creadas originalmente, y que las mutaciones y la selección natural no bastan para transformar una especie en otra. También afirma que la Tierra y todo lo que vive en ella son el resultado de un acto reciente de creación, y que todos los estratos geológicos junto con los fósiles que hay en ellos son el resultado de un solo Diluvio mundial.

Los forjadores de la ley omitieron cuidadosamente toda referencia a Dios o la Biblia, para evitar las prohibiciones constitucionales contra el enseñar religión en las escuelas. Sin embargo, los escritos de ellos y el testimonio que se dio en Little Rock revelaron que la creación y el Diluvio a que se referían son los que se describen en el libro bíblico de Génesis. Además, aunque en la ley no se detalló el tiempo que se requirió para la creación, los autores de la ley admitieron que la palabra “reciente” significa quizás 6.000 años atrás, o, en todo caso, no más de 10.000 años.

Protegidas las faltas de la evolución

Desgraciadamente para los creacionistas, los esfuerzos que hicieron durante el proceso por exponer las debilidades de la evolución quedaron frustrados. Para estudiantes imparciales, dichas faltas han sido patentes desde hace mucho tiempo. Aquí las mencionamos solo brevemente.

Durante el proceso no se hizo hincapié en las pruebas procedentes de los experimentos relacionados con las mutaciones. Arrolladoramente, tales investigaciones revelan que las mutaciones solo resultan en la degeneración del patrón genético, de modo que producen especímenes defectuosos. No crean nuevos órganos ni nuevas funciones. Nunca resultan en nuevas especies. Los hechos van en contra de la teoría de la evolución y apoyan el principio consecuente de la creación, expuesto en Génesis, de que cada clase o género de planta o animal puede producir solo su propia clase. Pero este poderoso argumento no recibió la debida atención.

Además, el registro geológico no contiene la gradación continua de fósiles de una especie a otra, como lo requeriría la teoría de Darwin. Más bien, muestra que nuevas especies aparecen súbitamente, en la columna sedimentaria, sin conexión alguna con las formas anteriores. Actualmente hasta los evolucionistas están envueltos en disputas acerca de una nueva teoría llamada de equilibrio discontinuo o interrumpido, que reconoce que la larga búsqueda de eslabones perdidos ha fracasado.

El que las nuevas especies aparezcan repentinamente es en realidad una prueba poderosa a favor de la creación y en contra de la evolución. Pero éste no fue un factor que recibiera atención en el proceso. ¿Por qué no aprovecharon los creacionistas este punto? No pudieron hacerlo debido a que no asocian los diferentes estratos geológicos con diferentes épocas de creación, sino que afirman que todos los estratos se formaron al mismo tiempo, cuando bajaron las aguas del Diluvio que ocurrió en los días de Noé. Impedidos por esta doctrina que no tiene base bíblica, los creacionistas solo podían usar las pruebas de los fósiles para denostar contra la evolución. Pero se les recordó que no era la evolución lo que estaba siendo sometido a juicio; era el creacionismo.

Expuestas las faltas del creacionismo

Este aspecto de la tesis de los creacionistas, ligado a su doctrina de creación reciente, fue lo que se puso de relieve durante el proceso y en las noticias relacionadas con éste. La doctrina de los creacionistas, de que la Tierra y hasta el universo datan desde menos de 10.000 años atrás, contradice todos los hallazgos de la ciencia moderna. Ellos están tan desfasados que se atraen la burla de los científicos.

Los geólogos pueden señalar a sus medidas de procesos geológicos que se extienden a mucho más allá de ese estrecho límite de tiempo. Los sedimentos oceánicos se han acumulado durante más de 10.000 años. El tiempo de edificación y desgaste de las montañas se mide en millones de años. Se requieren centenares de millones de años para que los continentes se separen y formen océanos. El que se diga que todo esto data desde hace solo 10.000 años es simplemente absurdo a la vista de los geólogos.

Los astrónomos, también, se escandalizan. Suelen pensar, no solo en términos de ciclos planetarios que tomen días o años, sino también en términos de los largos eones de tiempo que se requieren para que se formen las estrellas y las galaxias. Tratan con distancias tan vastas que hasta la luz, que viaja a 300.000 kilómetros por segundo, necesita miles de millones de años para llegar a sus telescopios. Calculan que las Nubes de Magallanes, que están en los cielos meridionales y que son la galaxia vecina más cercana a nosotros, están a una distancia de más de 100.000 años luz. Si esta galaxia hubiera sido creada solo 10.000 años atrás, como afirman los creacionistas, todavía estaríamos esperando 90.000 años para que nos llegara desde allí el primer resplandor de la luz. En el hemisferio norte, en una noche oscura, la persona que tenga buena vista puede divisar la nebulosa de Andrómeda, cuya luz necesita 1.500.000 años para llegar a nosotros. Evidentemente ha debido estar en existencia por más tiempo que ése. No es de extrañar que en enero la Sociedad Norteamericana de Astronomía publicara una resolución en la que aplaudía la decisión de Arkansas.

Los físicos también levantan la protesta de que es imposible embutir los resultados de sus estudios en un espacio de meramente 10.000 años. Señalan a elementos radiactivos como el uranio y el torio, cuyas “vidas” se miden en términos de miles de millones de años. La acumulación de distintivos isótopos de plomo, que son el producto final de la descomposición radiactiva, muestra que algunas de las piedras más antiguas de la corteza de la Tierra han estado intactas durante 3.000 ó 4.000 millones de años. Además, la interpretación que los físicos dan al desplazamiento hacia el rojo de la luz procedente de galaxias distantes, allá al borde del universo visible, fija el comienzo de éste en de 10.000 a 20.000 millones de años atrás.

¿Es ciencia esto?

¿Cómo pueden los creacionistas armonizar dicha prueba con su dogma de que todo empezó tan solo unos cuantos miles de años atrás? Cuando Dios creó las piedras que contenían uranio, ¿puso también en ellas las cantidades debidas de los isótopos especiales de plomo que harían que pareciera que dichas piedras dataran de mil millones de años atrás? Cuando creó la galaxia de Andrómeda, ¿llenó también la trayectoria a la Tierra con ondas de luz, toda la distancia de diez trillones (10.000.000.000.000.000.000) de millas [1 milla = 1,6 kilómetros], para que no tuviéramos que esperar para verla en el cielo? ¿Insertaría deliberadamente dichas ilusiones en su creación el Dios de la verdad simplemente para engañarnos?

Tal manera de razonar nos recuerda el relato acerca de la ancianita fundamentalista que visitó el Monumento Nacional del Dinosaurio, en el estado de Utah, en los Estados Unidos. Ella no creyó la explicación del guardabosques acerca de los enormes reptiles que en un tiempo habían vivido allí y cuyos huesos fosilizados ella estaba viendo. Ofreció otra explicación: “El Señor los puso allí para engañarlo”.

A propósito de dinosaurios, ¿qué lugar ocupan éstos en el esquema de los creacionistas? Según ellos, los seres humanos, los dinosaurios y toda otra clase de animal, extinto o existente, vivieron en la Tierra al mismo tiempo antes del Diluvio. Todos juntos fueron barridos en una gran mezcla por las aguas del Diluvio. ¿Cómo, entonces, explican la sucesión ordenada de fósiles que hay en las rocas sedimentarias, comenzando con formas sencillas de vida en los estratos inferiores y siguiendo a criaturas cada vez más diversas y complejas en los estratos superiores? Solo pueden ofrecer una serie de teorías inverosímiles y contradictorias respecto a cómo se habría podido entresacar a todas las clases de plantas y animales de entre la mezcla de cadáveres y colocarlas en capas separadas.

Al tratar de defender su arbitraria estructura de “ciencia creacionista” con tales hipótesis débiles y forzadas, los creacionistas fueron refutados sólidamente por el testimonio de los científicos en Little Rock. Quedaron sin alegación creíble de que su pensar fuera científico.

Desacreditado el creacionismo

El científico más conocido que testificó a favor de los creacionistas fue Chandra Wickramasinghe, quien fue traído desde Gales para que compareciera ante el tribunal. Él y el astrónomo británico Fred Hoyle han promulgado una teoría poco ortodoxa que rechaza la doctrina de que la vida haya evolucionado en la Tierra. Ellos dicen que la vida empezó en el espacio sideral y que cayó a la Tierra en cometas o meteoritos. En su testimonio, el científico Wickramasinghe dijo que, en vista de lo complejos que son los patrones genéticos, es imposible que se hayan formado por casualidad. Por eso, él concluye que deben haber sido diseñados por un Creador inteligente. Pero a los creacionistas les salió el tiro por la culata cuando, en el transcurso de su testimonio, él dijo que ningún científico racional pudiera creer que la Tierra tenga menos de un millón de años de edad.

Basándose en el testimonio que dieron tanto los que desafiaban la ley como los que la defendían, el juez difícilmente podía dar una decisión que no fuera la de que el creacionismo no es científico. Quedó claramente expuesto que los defensores del creacionismo no llegan a conclusiones por el método científico de reunir todas las pruebas y entonces formar una hipótesis. Más bien, empiezan con una interpretación sectaria fija de Génesis y buscan pruebas para apoyarla. Tratan de pasar por alto pruebas en contra de su interpretación, o, cuando no pueden hacer esto, se inventan explicaciones poco plausibles para contrarrestar el conflicto que evidentemente existe entre sus ideas y la sólida realidad. La ley de Arkansas fue un esfuerzo imprudente por hacer que el punto de vista que ellos sostienen respecto a la creación se introdujera en el programa de enseñanza de las escuelas públicas.

Entonces, ¿significa el fracaso del creacionismo que es solo una ficción el decir que las cosas hayan sido creadas? ¿Significa que la Biblia no es veraz, o significa, más bien, que una interpretación de mira estrecha y descarriada de la Biblia es incorrecta? Consideraremos la diferencia entre la creación y el creacionismo en el artículo que sigue: “La evolución, la creación o el creacionismo... ¿cuál acepta usted?”.

[Ilustraciones en las páginas 12, 13]

¿Sucedió esto en seis días de 24 horas cada uno?

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