Un “ave marina” diferente... el huracán Iwa
IWA (iba) es el nombre hawaiano para un ave marina, el rabihorcado o fragata. En realidad, fue un “ave marina” diferente la que azotó al archipiélago de Hawai el martes 23 de noviembre de 1982. Iwa fue el primer huracán que recibió un nombre hawaiano, y dio a las islas una demostración poco común de lo que pueden hacer las fuerzas naturales. Iwa, la peor tormenta que ha azotado al estado desde 1959, dio contra las islas de Niihau, Kauai y Oahu con vientos de hasta 177 kilómetros por hora.
En Kauai, que recibió lo más recio de la tormenta, de cada ocho casas una fue destruida o quedó inhabitable. Casi todas las demás estructuras sufrieron desde daños leves hasta daños extensos. Por todas partes había árboles, líneas eléctricas y postes utilitarios derribados, razón por la cual las carreteras quedaron intransitables. Muchos de los árboles que todavía estaban en pie habían quedado sin hojas ni ramas... escuetos recuerdos de la fuerza de la tormenta. Olas de entre 8 y 9 metros agravaron los daños que causaron los fuertes vientos, y destruyeron casas, condominios y hoteles en las zonas costaneras.
En conjunto, los daños fueron menos extensos en Oahu, aunque los vientos y el gran oleaje afectaron seriamente las costas norte y oeste. Se interrumpió el servicio de energía eléctrica en ambas islas durante la tormenta, y esto resultó en un completo apagón. Aunque el servicio de electricidad se restableció en varias partes de Oahu a altas horas de aquella noche, las autoridades calcularon que tomaría por lo menos un mes restablecer el servicio completo en ambas islas. Asombroso fue el hecho de que solo hubo una muerte debido a la tormenta, relativamente pocas personas resultaron heridas, y la mayoría de las heridas que la gente recibió fueron leves.
Muchos testigos de Jehová de ambas islas sufrieron pérdidas materiales, pero ninguno resultó herido. Los ancianos cristianos llamaron o visitaron rápidamente a todos los publicadores de sus respectivas congregaciones para asegurarse de que estuvieran a salvo y para atender las necesidades que tuvieran. No solo pudieron animar a los que visitaron, sino que recibieron directamente muchos informes (que sumaron a sus propias experiencias personales) sobre la fuerza de la tormenta y la destrucción que ésta había causado.
Un Testigo informó: “Toda la casa se estremeció como si una mano gigantesca estuviera sacudiéndola”. Pensando que él y su familia tendrían que huir, trató de abrir la puerta de la cocina, pero la fuerza del viento en contra era tan fuerte que no pudo abrirla. “Al mirar por la ventana, vi que el garaje (para cuatro automóviles) y su cobertizo, allá fuera de nuestra casa, se estremecía como un avión al final de una pista”, dijo él. “Luego se inclinó hacia la derecha, se elevó al cielo, y desapareció de la vista.”
Una Testigo japonesa de edad avanzada, que observó cómo desaparecía el techo de su casa durante la tormenta mientras ella se refugiaba en un rincón de la sala, dijo que se sintió demasiado excitada para sentir miedo. “Pero —añadió— no estuve tan excitada que olvidara orar.”
Algunos tuvieron que desocupar sus viviendas cerca de la costa. Cuando cierta familia de Testigos regresó, halló que las enormes olas le habían movido la casa a 12 metros del lugar donde estaba antes, pero el edificio había permanecido en pie, todavía intacto, en su nueva ubicación. No hallaron nada roto dentro de la casa, excepto un plato de la vajilla.
Una Testigo, cuyo esposo es dueño de un almacén de productos agrícolas, relata: “Los fuertes vientos destruyeron casi por completo el almacén de mi esposo. La única sección que todavía está en pie, casi indemne, es el lugar que él nos permite usar para celebrar el Estudio de Libro de Congregación. Esto movió a uno de sus empleados a decir: ‘Si les hubieras dejado usar (a los testigos de Jehová) todo el edificio, el viento no le hubiera llevado nada’”.
Aunque hubo quienes trataron de aprovecharse de la tormenta y de la confusión resultante para entregarse al saqueo y la ganancia personal, generalmente la gente de la comunidad desplegó preocupación e interés en los demás. Por lo general hubo un excelente espíritu de cooperación y ayuda pública por todas partes de las islas. Esto se hizo patente especialmente entre los testigos de Jehová, como lo notaron dos superintendentes viajantes que informaron: “Adondequiera que fuimos hallamos un buen espíritu entre los hermanos. Los ancianos se apresuraron a averiguar cómo estaban los publicadores de sus respectivas congregaciones, y a ver que se atendiera a cualquier publicador que necesitara alojamiento o provisiones. Otros publicadores de las congregaciones respondieron amorosamente por medio de compartir lo que tenían con quien estuviera necesitado. Fue alentador ver el amor e interés que mostraron los Testigos cuando cuidaron unos de otros”.
Las necesidades espirituales tampoco se echaron al olvido, pues los ancianos hicieron preparativos para celebrar reuniones de congregación, incluso en zonas que fueron afectadas seriamente por la tormenta. El día después que azotó el huracán, la mayoría de las congregaciones pudieron celebrar sus reuniones, aunque no se había restablecido el servicio de electricidad en muchas de aquellas zonas.
Los testigos de Jehová también mostraron interés en los vecinos de las comunidades donde viven, pues compartieron provisiones materiales con ellos y les ayudaron a efectuar trabajo de reparación. El jueves, menos de 48 horas después de la tormenta, muchos Testigos fueron a visitar a las personas a quienes impartían conocimiento de la Biblia para ver si podían prestarles más ayuda material o darles consuelo espiritual.
Una familia de Testigos tuvo un motivo adicional para sentir gozo. Además de que todos los miembros de la familia estaban sanos y salvos, fueron bendecidos con una nueva bebé, que nació precisamente cuando el huracán llegaba a la isla. Madre e hija están bien.
Todos los testigos de Jehová a los que afectó el huracán expresaron gratitud por estar sanos y salvos físicamente. Se sintieron como se sintió el apóstol Pablo después de sobrevivir a mucha tribulación. En 2 Corintios 1:11 él escribió: “Ustedes también pueden coadyuvar con su ruego por nosotros, a fin de que por muchos se den gracias a favor nuestro por lo que se nos da bondadosamente debido a muchos rostros vueltos hacia arriba en oración”.