Fui un ‘derribador de colosos’
ERA la primavera de 1965. Dentro del círculo donde había de efectuarse la lucha, me hallaba frente a frente a Taiho, uno de los sobresalientes colosos del sumo. Nos habíamos enjuagado la boca con agua y echamos sal hacia el círculo en ademán de purificación. Habíamos pasado cuatro minutos yendo y viniendo y mirándonos el uno al otro. Nos colocamos cara a cara nuevamente. El abanico del árbitro estaba abierto, señal de que el momento había llegado. Teníamos que luchar... ¡y verdaderamente luchamos! ¡Por sexta vez, vencí al gran Taiho! Aquel combate me ganó el apodo de ‘derribador de colosos”. Como luchador japonés de sumo, aquello me era emocionante.
El sumo no figura entre los deportes olímpicos y realmente no es muy conocido fuera de Japón. De hecho, Japón es el único país donde éste es un deporte nacional. Pero ¿qué hace que este deporte sea diferente a los demás?, tal vez pregunte usted. El objetivo del combate de sumo es hacer que el luchador adversario caiga al suelo o se salga del círculo ya sea por medio de empujarlo o por emplear ciertas maniobras, conforme a las llaves o los tumbados oficialmente prescritos.
El sumo... antiguo deporte japonés
Se trata de un deporte muy antiguo que, en Japón, se remonta hasta por lo menos el primer siglo antes de la E.C., y tal vez se haya originado en la tierra firme de Asia antes de eso. Por siglos, el sumo ha estado estrechamente relacionado con la religión sintoísta. Se incluía un rito sintoísta cuando los creyentes imploraban a los dioses para que bendijeran la cosecha de arroz. Durante el período Heian (794-1185 E.C.) el sumo deleitaba a los miembros de la corte imperial y así llegó a ser el deporte de los emperadores. A medida que el poder político cayó en manos del militar en el siglo XII, el adiestramiento en el sumo llegó a considerarse tan importante como el tiro de arcos y la esgrima, y llegó a ser un requisito para los guerreros. Gradualmente el sumo profesional adquirió la forma que se conoce hoy. Desde el período de Tokugawa (1603-1868) el sumo ha estado sólidamente instituido como deporte para espectadores.
¿Por qué emprendí el sumo?
A los 12 años de edad, yo ya medía 1,75 metros de alto y fácilmente podía levantar dos fardos de arroz de 60 kilos cada uno. Mi estatura y mis fuerzas llenaron a mis padres de grandes esperanzas, pues ellos deseaban que yo heredara su granja y que me encargara de ella. Cuando llegué a la adolescencia, consideraba que mi estatura presentaba un grave problema para ser granjero, pues me era muy incómodo estar agachado trabajando en los campos todo el día.
Puesto que nací y me crié en la isla norteña de Hokkaido, se pudiera decir que nací para ser luchador de sumo. Generalmente tenemos nieve desde noviembre hasta abril, y se dice que los jóvenes cuyas caderas se hacen fuertes debido a las caminatas por la nieve son excelentes candidatos para dicho deporte. Contra la voluntad de mis padres, entré en el mundo del sumo.
Cómo se vive en un “establo” de sumo
Los jóvenes aspirantes empiezan su entrenamiento en escuelas de sumo llamadas establos. En mi establo el día comenzaba a las 3 de la mañana. El entrenamiento riguroso empezaba con ejercicios preliminares, y entonces pasábamos a verdaderos encuentros de sumo con miembros de nuestro grupo. La vida en el establo se basa en un sistema feudal, en el que los rangos son sumamente importantes. Se esperaba que nosotros ‘los muchachos nuevos’ hiciéramos todo el trabajo de limpieza y de cocina para los miembros de rangos más altos. La antigüedad de cada cual con relación a los demás miembros del establo determinaba quién comía primero y, por las mañanas, quién era el último en levantarse.
El entrenamiento continuaba hasta el mediodía, cuando teníamos nuestra primera comida del día... esto, claro, en orden de rango. ¡Qué banquete! Chanko-nabe es el alimento de los luchadores de sumo. Éste es un plato que consiste en un estofado espeso y sustancioso hecho de carne o pescado con zanahorias, cebollas, queso de soja, salsa de soja y azúcar. Lo comíamos acompañado de grandes cantidades de arroz, y junto con ello bebíamos muchísima cerveza.
La tranquila siesta que seguía al banquete es un factor principal para lograr la meta del luchador... el aumentar de peso y tener una reserva de energía para superarse en las competiciones. El éxito del luchador de sumo depende de cuánto peso y cuántas fuerzas él gana, y cuán rápido logra hacerlo. El hecho de que todo el que aspire a ser luchador de sumo tenga que cumplir con las normas de estatura y de peso para las personas de su edad a fin de empezar el entrenamiento ilustra la gran importancia que se da al aspecto físico del luchador. Además, se requiere mucho aguante para subir la escalera del sumo. Al joven luchador se le da la oportunidad de demostrar sus fuerzas cada año durante seis torneos de 15 días.
En el sumo el cuadrilátero no es cuadrado
En el centro de la enorme sala donde se lleva a cabo la lucha de sumo hay una plataforma de tierra que mide 61 centímetros de alto y 5,5 metros cuadrados. Puesto que la zona donde se efectúa el combate es circular, se asemeja más a un “ring” (que en inglés significa anillo o círculo) que a los cuadriláteros de la lucha occidental. El ring del sumo se llama dohyo, y no tiene sogas alrededor. Fardos de arroz llenos de tierra y desplegados en forma de círculo, cuyo diámetro es de 4,6 metros, se colocan encima de la plataforma, y se cubren de una capa delgada de arena. La arena puede ser muy útil en el caso de un combate en el que hay casi un empate. ¿Cómo? ¡Al examinar las huellas en la arena, se puede determinar quién es el vencedor!
Hay sal y agua disponibles para la purificación. Por encima hay un techo de madera construido al estilo sintoísta y agüeros de buena suerte están enterrados debajo del círculo. Además, está el árbitro, siempre vigilante, que lleva ropa de guerrero y hasta un sombrero negro de origen sintoísta.
La pompa impera cuando los luchadores de más alto rango entran para la ceremonia diaria de la entrada al círculo. ¡Llevan mandiles que están elaboradamente decorados con brocados y que pesan 4 kilos o más! Los luchadores forman un círculo alrededor del ring y ejecutan una ceremonia en la que baten las manos. Poco después comienzan las luchas. Cada día del torneo aparecen los luchadores en turno desde los del rango más bajo hasta los del rango más alto. Con la excepción del gran campeón, cuyo rango nunca cambia una vez que lo alcanza, los rangos pueden variar de un torneo a otro, dependiendo del registro de victorias y derrotas.
¿Quién gana?
En el sumo, la condición del corazón y la mente se considera tan importante como la condición física y la técnica. Un dicho que aptamente describe el espíritu de la lucha es éste: “Empiece con una reverencia y termine con una reverencia”. A medida que el luchador sube a la plataforma, inclina la cabeza hacia el círculo. Cuando se determina quién ha ganado, los luchadores vuelven a inclinar la cabeza.
Cada uno de los luchadores lleva un torimawashi, o taparrabo de seda, que mide 11,6 metros de largo. Después de doblarlo a lo largo seis veces, se envuelve alrededor de la cintura y la ingle. Entonces lo amarran por detrás con un nudo complicado.
Algunos luchadores pesan más de 136 kilos. Como buldozers, se lanzan el uno contra el otro con asombrosa rapidez para efectuar el encuentro inicial, que se llama tachi-ai. El impacto basta para dejar aturdida a cualquier persona. Al hacer contacto con su adversario, cada luchador se las arregla para agarrar varias capas del cinturón del otro a fin de tirarlo al suelo. A la misma vez, cada uno procura protegerse para que el adversario no logre agarrarlo. ¡Ciertamente es una hazaña! Debido a que yo era muy hábil en lanzar a mi adversario fuera del círculo, se me llegó a conocer como la grúa humana.
¿Cómo se decide quién ha ganado? Tan pronto como cualquier parte del cuerpo del luchador toca tierra, ya sea dentro o fuera del círculo, termina el combate y dicho luchador pierde. (Claro, se permite que los pies toquen el suelo dentro del círculo, pero no fuera de él.) El vencedor extiende la mano a su adversario derrotado y lo ayuda a ponerse de pie. Todavía siguen siendo amigos.
Durante los 16 años que practiqué el sumo, nunca vi que se usaran golpes de karate u otros métodos poco éticos. Tal acción sería extremadamente descortés, para no decir algo peor.
Los luchadores de sumo que ocupan el rango más alto son los grandes campeones. Me faltaban dos etapas para llegar a ese rango, pues había avanzado hasta el rango de sekiwake cuando derroté a Taiho. En 1969, por razones de salud, me retiré de la lucha, pero continué tomando parte en la profesión del sumo como juez e instructor. Así tenía mi sustento garantizado para toda la vida.
¿La Biblia, o el sumo y el sintoísmo?
Mis actividades profesionales relacionadas con el sumo me obligaban a ausentarme del hogar por seis meses cada año. Cierto día en 1974, una testigo de Jehová tocó a mi puerta. Sin titubear, acepté un folleto y se lo di a mi esposa. Entonces partí para la isla de Kyushu, donde había un torneo. Durante mi ausencia la señora había regresado y se había enterado de que mi esposa respetaba profundamente la Biblia. Cuando regresé a casa, al cabo de seis semanas, supe que mi esposa estaba estudiando la Biblia. Puesto que la religión en general no me agradaba, me opuse a lo que ella estaba haciendo.
No obstante, la Testigo que estudiaba con mi esposa persistió en invitarnos como familia a que visitáramos a su familia. A mí me parecía que simplemente se trataba de alguien que quería hablar con el ‘luchador de sumo’. No podía comprender por qué se interesarían en mí como persona. Cuando mi esposa me rogó con lágrimas que fuera, consentí en hacerlo... pero de mala gana. Al asociarme con esta familia de Testigos, disfruté de un ambiente lleno de bondad. Pero aun cuando mi esposa se bautizó en agosto de 1975, nunca pensé que yo mismo seguiría el camino de la verdad.
Cierto día en 1976, un Testigo me visitó. No hice ningún esfuerzo por conversar con él, pero entonces, repentinamente, dije: “Hermano, ¿pudiera usted estudiar la Biblia conmigo?”. No sé por qué dije aquello, pero lo dije. Empezamos a estudiar y logré progresar un poco, pero pronto habían de surgir pruebas.
En el mundo del sumo se espera que uno se conforme a ciertas normas. Mientras viajaba, quise que se me diera tiempo libre para asistir a las reuniones de los testigos de Jehová en cada ciudad. No se acostumbraba conceder dicho permiso, de modo que se mofaron de mí. No obstante, cuando sí me reunía con los hermanos, tenía la recompensa de ver el amor y la unidad de los testigos de Jehová de todo el Japón.
Mi primer deseo fue el de hacerme cristiano y permanecer en la sociedad del sumo para seguir recibiendo un ingreso garantizado. A medida que llegué a conocer la voluntad de Jehová con mayor exactitud, me di cuenta de que sería imposible hacer esto. Sí, es cierto que Jacob había luchado con un ángel (Génesis 32:24-29). Pero yo tenía que tomar en cuenta que el sumo estaba firmemente relacionado con la religión falsa. El sumo estaba lleno de ritos desde el principio hasta el fin, y tuvo su origen en el terreno de los altares y santuarios. Aunque el luchador joven y prometedor casi nunca piensa en los aspectos religiosos del sumo, es imposible separarlo del sintoísmo.
Por lo tanto, en enero de 1977 decidí renunciar a la sociedad del sumo. Me bauticé en aquel mismo año, y desde entonces he llenado los requisitos para servir de siervo ministerial en la congregación. He aprendido a estar contento con las cosas presentes, y ahora mantengo a mi familia de cinco personas por medio de desempeñar un trabajo de limpieza.
Ya no soy luchador de sumo, pero podría decirse que todavía soy un ‘derribador de colosos’. Los colosos, en este caso, son las falsas enseñanzas religiosas y la superstición. Estas tradiciones caen cuando las ‘derribo’ con la espada del espíritu, que es la Palabra de Dios, la Biblia (Efesios 6:17). Ahora, como ministro, desempeño la obra de precursor regular y dedico un promedio de 90 horas cada mes al servicio de mi Creador. ¿Cómo? Por medio de predicar las buenas nuevas del Reino de Dios (Mateo 24:14). ¿Quisiera usted ser un ‘derribador de colosos’ como yo? Usted puede serlo al asociarse con los testigos de Jehová. (Como lo relató Kiyoshi Myobudani.)
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Ex luchador de sumo, Myobudani, en acción
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Ahora es ministro cristiano