Los jóvenes preguntan...
¿A quién puedo ir si tengo problemas?
“MADRE halla ahorcado a niño de 11 años de edad.” ¿No da pena ese tipo de reportajes de periódicos? Solo imagínate... alguien tan joven que lleva a cuestas un sinnúmero de problemas sin resolver. Sin embargo, se informa que cada año unos 2.000 jóvenes de los Estados Unidos entre las edades de 10 y 19 años efectivamente se suicidan... el doble de la cantidad que se conocía siquiera hace diez años. Puede que una cantidad de jóvenes hasta 50 veces mayor que ésa atenten contra su vida.
“Yo realmente no quería morir”, admitió una joven de 16 años de edad que pensó seriamente en suicidarse. “Solo quería poner fin al dolor, y empezar otra vez.” La mayoría de los jóvenes no piensan en el suicidio. Pero hay que reconocer que muchos de ellos sufren intenso dolor emocional que puede hacerlos sentir desdichados en la vida. Las relaciones tirantes con otras personas (incluso los padres) o la ruptura de ellas, el énfasis que se da a las libertades sexuales, y los problemas escolares son solo unas cuantas de las dificultades a las que se enfrentan. ¿A quién acudes tú cuando te enfrentas con problemas desconcertantes?
¿Debo acudir a los de mi edad?
Un estudio que se llevó a cabo con estudiantes de 14 años de edad reveló que ellos confiaban en otras personas en el siguiente orden de preferencia: 1) amistades del mismo sexo, 2) los padres, 3) amistades del otro sexo, 4) consejeros escolares y 5) maestros. Como comenta el libro Adolescence: Transition From Childhood to Maturity (La adolescencia: Transición de la niñez a la madurez): “Parece, pues, que los adolescentes buscan a menudo la ayuda y la guía de sus amigos, quienes pudieran ser tan penosamente ignorantes como ellos, o hasta de columnistas de periódicos, cuya respuesta pudiera ser poco adecuada para el problema particular de la persona”.
Antonio fue uno de los que recurrió a los de su edad debido a un problema. Como la mayoría de los jóvenes, quería ganarse la aprobación de otros jóvenes, pero se sentía terriblemente inferior a otros de su edad. Este joven de 13 años de edad quería impresionar a otros jóvenes vistiendo ropa elegante. Pero necesitaba dinero. Consideró el asunto con sus jóvenes amigos. ¿Qué solución le ofrecieron ellos? Le enseñaron a ser ratero y a asaltar a punta de cuchillo a la gente. Para cuando tenía 15 años de edad, había sido arrestado cuatro veces, y ya había estado en la cárcel.
¿Qué te ha pasado cuando has pedido consejo a los de tu edad? ¿Te ha ocurrido algo parecido al caso de Antonio... te has metido en más problemas? En tiempos bíblicos, un hijo del sabio rey Salomón cometió un error semejante. Cuando Roboam sucedió en el trono a su padre, Salomón, la gente le rogó que aliviara sus cargas. Primero Roboam consultó a los hombres de mayor edad, quienes le aconsejaron que prestara atención al clamor de la gente. Pero, en lugar de seguir el consejo de ellos, pidió consejo a “jóvenes que se habían criado con él”. Ellos aconsejaron al rey que dijera: ‘¡Seré aún más duro!’. El resultado: una revuelta que dividió en dos partes a la nación de Israel. (1 Reyes 12:8-17.)
Roboam aprendió del modo más difícil que el consejo que no se basa en la experiencia y la sabiduría puede resultar en muchas consecuencias dolorosas. Pero, entonces, ¿a quién puedes acudir que en realidad te comprenda y te dé consejo apropiado?
¿Qué hay de tus padres?
Cuando a Susan se le preguntó lo que solía hacer durante la adolescencia para aconsejarse sobre algún problema, sin vacilar dijo: “¡Comunicarme con mis padres! No puedo recordar ni siquiera una ocasión en que haya recurrido a un amigo en busca de consejo. Cualquier pregunta que hacía a mi madre y a mi padre, incluso cuando yo era pequeñita, recibía respuesta”. La comunicación con sus padres era parte de su modo de vida.
Pero puede que pienses que esa relación de familia era poco realista. Algunos jóvenes creen que puede ser arriesgado pedir consejo a sus padres. Si no lo sigues, tus padres pudieran enojarse. “Si le hubiera hablado a mi madre acerca de las relaciones sexuales —se lamentó Betsy, de 14 años de edad— ella hubiera pensado que las estaba teniendo, en vez de estar simplemente preguntando sobre ello.” Según una encuesta que se llevó a cabo en 1981, la mayoría de los adolescentes de los Estados Unidos expresaron el deseo de que sus padres escucharan sus explicaciones antes de juzgarlos.
Por ejemplo, Petrina, de 16 años de edad, estaba muy inquieta porque algunas de sus amistades chismeaban cruelmente acerca de ella. “Me despertaba a las seis de la mañana y sencillamente lloraba porque me sentía lastimada”, dijo Petrina. “Pero creía que mamá no me comprendería. Y yo no quería agobiarla con mis problemas.”
Pero pronto Petrina se dio cuenta de que no podía encargarse de su problema, así que confió en su madre. “Fue como si alguien me hubiera quitado un gran peso de encima”, siguió diciendo Petrina. “Mamá me escuchó y sabía precisamente qué hacer para resolver el problema. Después que todo se hubo arreglado me di cuenta de que mientras aquello era un problema grande para mí, ya ella había pasado por eso antes. Su experiencia era justamente lo que yo necesitaba.”
Si quieres hacerte experto en cocinar, tocar algún instrumento musical u operar una máquina complicada, ¿no consultarías a un maestro experimentado? ¿Cuánto más aún con relación a los asuntos complicados de la vida? Recuerda que para resolver tus problemas puedes recurrir a la extensa experiencia que tienen tus padres.
Sí, tus padres pueden ser de gran ayuda. ¿Quién te conoce mejor que ellos? ¿Quién aprecia tus puntos fuertes, y sin embargo, conoce tus debilidades mejor que ellos? ¿Quién te puede dar apoyo cuando necesitas seguir un buen consejo?
Es cierto que no todos los padres consideran con tacto los problemas. A menudo eso se debe a que por un tiempo ha habido falta de comunicación; entonces, de repente, hay que tratar un problema grave. Así que trata de mejorar la comunicación. ‘Da tu corazón’ a tu madre o a tu padre. Confía en ellos siempre que sea posible. El resultado será una magnífica relación que te ayudará a resolver sin mucha dificultad problemas pequeños, y a enfrentarte con los problemas serios en un ambiente de comprensión y amor. (Proverbios 23:26.)
Buscando ayuda basada en la Biblia
“De repente todo mi mundo se trastornó”, declaró Kay. A la edad de 18 años ella se halló en medio del divorcio de sus padres, y, poco después, su único hermano, de 19 años de edad, murió en un trágico accidente automovilístico. Dos meses después supo que su padre estaba muriéndose de cáncer. Cuando Kay fue a verlo, su madre, debido a los celos, la dejó en la calle... sin ropa ni pertenencias. ¿A quién podía acudir?
Ya hacía algún tiempo que Kay era testigo de Jehová y apreciaba el interés sincero que los ancianos de congregación habían mostrado en ella durante los difíciles años de su juventud. Sin vacilar, telefoneó a uno de los ancianos y le explicó su situación. Él y su familia la recibieron en su casa y le proporcionaron un lugar en el sótano... durante más de un año.
“El dolor emocional era tan intenso que a veces me preguntaba: ‘¿Qué estoy haciendo? ¿De qué vale siquiera estar viva?’”, explicó Kay. No obstante, el anciano y su esposa usaron la Biblia para ayudarla a ver la necesidad de que mantuviera sus altas normas morales, en vez de simplemente sumirse en fiestas y en la inmoralidad sexual como escape a su dolor emocional. La ayuda de ellos surtió efecto, pues ahora Kay está felizmente casada y bien adaptada.
Pero tal vez te cause un poco de vergüenza el considerar ciertos problemas delicados. Así fue como se sintió Arlene, de 18 años de edad. “Solía fantasear con muchachos. Puesto que casi ninguno me prestaba mucha atención, yo anhelaba tener el afecto de un hombre”, admitió Arlene. “Pero podía ver a lo que podía llevar un afecto como ése... de mis seis hermanas, cinco habían tenido hijos ilegítimos. Sin embargo, me daba vergüenza hablar con alguien acerca de esos sentimientos intensos.” No obstante, un anciano de congregación notó que ella parecía tener un problema de peso y la abordó. Él mostró interés. Junto con su esposa, condujo semanalmente con la joven consideraciones bíblicas, y por medio de esa ayuda ella pudo hacer frente a sus sentimientos.
Hoy día, cuando Arlene medita en el pasado, se pregunta por qué ella misma no dio los pasos para buscar ayuda. “¿Hay alguno enfermo [en sentido espiritual] entre ustedes? Que mande llamar a los ancianos de la congregación”, insta la Biblia (Santiago 5:14). Sin embargo, Arlene se sentía indigna, y por eso tenía miedo de abordar a los ancianos. Ahora ella aconseja lo siguiente a otros jóvenes que se sienten del mismo modo que ella se sentía: “¡No piensen así, porque ellos verdaderamente se interesan en nosotros!”. ¿Dónde estaría Arlene hoy día sin la ayuda, basada en la Biblia, que recibió? Ella contesta: “Todavía seguiría con mis viejas amistades y ya estaría embarazada”.
Sí, Dios en realidad se interesa en los jóvenes... ¡se interesa en ti! Ha provisto amorosamente ayuda en el arreglo de familia, así como en la congregación cristiana. Si aún no te has familiarizado con los útiles arreglos de congregación que hay disponibles en el Salón del Reino de la localidad donde vives, te invitamos a que lo hagas. Sí, hay personas a quienes puedes ir para que te ayuden con los problemas de la vida. Aprende por experiencia el gran alivio que puede traerte esa clase de ayuda.
“El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal.” (Proverbios 13:20.)
[Ilustración en la página 17]
Para llegar a ser músico, ¿le pedirías a alguien de tu propia edad que te enseñara?