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¡Despertad! 1984
g84 8/2 págs. 19-23

Cómo dejar la costumbre de dejar las cosas para después

USTED acaba de cenar. Dice para sí que esta noche va a arreglar el ropero, o el garaje, o su escritorio, o que finalmente llegará a hacer uno de aquellos proyectos que ha estado queriendo hacer por varias semanas, o meses.

Pero antes de ponerse a hacerlo, usted razona: ‘¿Por qué no descanso un momento?’. Después de todo, usted acaba de cenar. Así, se acomoda en el sofá y pone la televisión... “tan solo por unos minutos”. Antes que usted se dé cuenta, está mirando las últimas noticias nocturnas. La noche ha pasado. La tarea que usted había estado queriendo hacer tendrá que quedar para otra ocasión otra vez.

Si usted se identifica con dicha situación, por lo menos puede consolarse sabiendo que no está solo. El dejar las cosas para después, postergarlas, aplazarlas, o como usted quiera describirlo, ciertamente es una de las debilidades más comunes entre los seres humanos. Casi no hay nadie que en una ocasión u otra no haya dicho para sí: “Sé que debería estar haciéndolo, pero [...]”

“Mejoraré la próxima vez”

La dilación o el dejar las cosas para otra ocasión se manifiesta en la vida de muchas maneras, algunas de ellas trágicas, otras no tan graves. De hecho, los científicos que estudian el comportamiento opinan que, debido a que en muchos casos el ‘dejar las cosas para después’ no es realmente muy grave, es fácil que este hábito llegue a arraigarse en nosotros.

Por ejemplo, quizás usted tenga toda intención de enviar una nota de agradecimiento a las amistades que le hospedaron durante un viaje que usted hizo recientemente. Pero el tiempo sigue marchando. Antes que usted se dé cuenta, semanas y meses han pasado y usted aún no ha mandado la nota. Pero parece que realmente no se ha hecho ningún daño. “Las cosas saldrán mejor la próxima vez”, dice usted para sí. Y así empieza la batalla en la que usted siempre sale perdiendo.

Quizás no siempre llegue a haber una “próxima vez”. Cierta joven de 25 años de edad, quien por años había vacilado en mostrar afecto a su hermana, escribió: “En muchas ocasiones quise abrazarla y besarla, pero nunca le di a conocer mis sentimientos. [...] El 25 de febrero mi hermana murió. Mi mundo se ha desmoronado. ¡Qué triste que ella nunca haya sabido cuánto yo la amaba! [...] Cuando existe amor entre los miembros de una familia, [...] ¡se debe demostrar! No lo deje para otra ocasión. Podría ser demasiado tarde”.

Pero debe notarse que la dilación no es necesariamente perjudicial en todo caso. Algunos tal vez prefieran usar la palabra “deliberación”. Se requiere tiempo para formar ideas y realizar los planes. De hecho, el postergar una decisión hasta un tiempo más oportuno quizás sea una buena decisión en sí.

Una forma de dilación más grave, aunque muchos no la reconozcan como tal, es el estar siempre retrasado. Esto puede encerrar el llegar tarde a las citas, a compromisos sociales, a reuniones de negocio, o simplemente al trabajo. O tal vez tenga que ver con tardar en cumplir con ciertos deberes a tiempo o no respetar el plazo fijado para cierto asunto. Esto puede costarle a una persona sus amistades, su empleo y, según se ha dicho, hasta su matrimonio.

Por qué se postergan las cosas

Puesto que la dilación parece tener algo que ver con el tiempo, la primera explicación que se nos ocurre es que las personas que andan con dilaciones no están muy conscientes del tiempo, o no saben cómo controlar su tiempo. Por eso, los supervisores de grandes corporaciones frecuentemente tratan de enseñar a sus empleados ciertas técnicas para que sepan hacer buen uso del tiempo. Pero en muchos casos, cuando llega el tiempo de poner en práctica las técnicas recién aprendidas, los supervisores quedan desilusionados al hallar que la mayor parte de las personas que suelen andar con dilaciones no abandonan esta costumbre. Parece que algo más está envuelto en el asunto.

En el libro Decision Making (Cómo tomar decisiones), los coautores Irving Janis y Leon Mann escribieron: “Es típico que a la persona que se vea obligada a tomar una decisión vital que afecte su bienestar futuro se le haga angustioso comprometerse, pues tiene que pagar cierto precio y correr ciertos riesgos, sea cual sea el proceder que se escoja. Una manera de enfrentarse a dicho dilema angustioso es por medio de no tomar una decisión”.

Otra razón por la cual muchas personas postergan las cosas es porque se sienten inadecuadas o incompetentes. “El postergar las cosas es una manera de amortiguar su sentido de inseguridad”, dice la sicóloga Jane Burka. En vez de correr el riesgo de hacer algo mal, dichas personas postergan la tarea por completo. Su temor a la crítica les impide emprender la tarea.

Los expertos que han estudiado el problema de la dilación señalan a otras causas que tal vez sean más sutiles. Un subalterno tal vez se esté rebelando contra las reglas, los plazos y otras demandas de su superior por medio de la tardanza. En el caso de otras personas, el dejar las cosas hasta el último minuto puede ser una manera de crear un pretexto con relación al trabajo de calidad inferior que han efectuado, pues entonces pueden decir: “¡Si solo hubiera tenido más tiempo!”. Otras personas se sienten tan atemorizadas por el tamaño de su tarea, o por la cantidad de tiempo que se requiere para completarla, que les parece que ni vale la pena empezarla.

Ciertamente son muchas las razones para la tardanza o la dilación, y ésta afecta a cada uno de nosotros diferentemente. Así, ¿qué se puede hacer para vencer los efectos insidiosos de la dilación y de la tardanza crónica?

Cómo dejar la costumbre de dejar las cosas para después

Si usted alguna vez ha leído algunos libros sobre cómo vencer la dilación, probablemente ha notado que la mayor parte de ellos están llenos de exhortaciones como: “¡Hágalo ahora mismo!”, “¡Levántese y póngase a hacerlo!”, y así por el estilo. Pero son pocos los lectores que se sienten suficientemente motivados como para hacer algo más que levantarse y dejar de leer el libro. ¿Por qué? Debido a que la mayoría de tales libros para “el mejoramiento personal” tratan el asunto desde un punto de vista puramente egoísta. ¿Por qué preocuparse por lo que otros piensen o digan? Vaya y haga lo que a usted le dé la gana de hacer.

Lo malo con dicha manera de tratar el asunto es que en muchos casos la dilación, el pasar la responsabilidad a otros, y especialmente la tardanza se deben principalmente a una falta de interés en otras personas. Además, si alguien es realmente concienzudo en cuanto a hacer todo lo que se supone que sea para su propio bien, probablemente no andaría con dilaciones en primer lugar.

Estableciendo sus prioridades

Puesto que la dilación, como acabamos de ver, es una forma de evasión, para vencerla es necesario que podamos ver la razón para cierta tarea que uno tenga entre manos y el verdadero valor de ésta, como también su importancia relativa en relación con las muchas otras cosas que se tengan que hacer o que se quieran hacer. Esto es lo que los expertos en la gerencia llaman establecer sus prioridades.

¿Cuáles son las cosas que usted considera verdaderamente importantes en la vida? ¿A qué daría usted la mayor importancia? El adelantamiento personal y el seguir progresando ocupan el primer lugar en la vida de muchas personas hoy. No obstante, los archivos de centros de asesoramiento profesional contienen historias de muchos casos de hombres y mujeres ambiciosos que tenían carreras prometedoras y que repentinamente se encontraron con algún obstáculo y se convirtieron en dilatadores empedernidos, aun hasta el grado de poner en peligro su futuro. La competencia y la presión para seguir produciendo les hace dudar de su propia capacidad. Empiezan a arrastrar los pies, a postergar las cosas, a andar con dilaciones. Cierto abogado joven describió la situación como sigue: “Se trata de un temor de ser juzgado, de ser objeto de burla. Mejor es no mostrarles nada que mostrarles algo que sea estúpido”.

El rey Salomón de la antigüedad ciertamente fue uno que se hizo famoso por sus empresas. Pero, respecto a tales esfuerzos, él dijo: “Yo mismo he visto todo el duro trabajo y toda la pericia sobresaliente en el trabajo, que significa la rivalidad de uno para con otro; esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento” (Eclesiastés 4:4). Ciertamente es fácil postergar algo que sea “vanidad y un esforzarse tras el viento” cuando se empieza a sentir “la rivalidad de uno para con otro”. En términos familiares, la gente ‘se sale de la carrera cuando ve que las cosas se están poniendo muy difíciles’.

Evidentemente, el adelantamiento personal solo puede servir de motivación hasta cierto grado. Para que algo sea considerado realmente importante y, por lo tanto, no se postergue, tiene que implicar más que solo interés propio o egoísmo. Tiene que estar relacionado con un propósito más amplio, que verdaderamente valga la pena.

Por eso, la próxima vez que usted se pregunte por qué postergó ciertas cosas que quiso hacer, deténgase un momento y pregúntese: ¿Son estas cosas realmente importantes? ¿Sirven un propósito útil? Y si tal es el caso, ¿qué me impide hacerlas?

Examine sus hábitos

Vivimos en un mundo que marcha a un paso rápido, y para la mayor parte de nosotros hay muchísimas cosas que hacer en la vida. Algunas de éstas son cosas que tenemos que hacer. Otras son cosas que quisiéramos hacer. Y hay otras que hacemos más o menos por hábito. Los dilatadores empedernidos postergan cosas que figuran en la primera categoría. La mayoría de las personas postergan cosas que figuran en la segunda categoría. Pero muy frecuentemente el hacer las cosas que figuran en la tercera categoría es lo que nos retrasa y nos convierte en dilatadores.

Por ejemplo, considere la costumbre de llegar tarde como una forma de dilación. Los que siempre están retrasados generalmente reconocen la importancia de lo que tienen que hacer, y hasta disfrutan de hacerlo una vez que emprenden la tarea. Pero siempre están retrasados. Los expertos en este campo opinan que dicho hábito se aprende a temprana edad y, por lo general, se debe a los padres o hermanos. Primero se manifiesta en la escuela, entonces en el trabajo y en otros aspectos de la vida. En el caso de tales personas, no es simplemente cuestión de aprender cómo controlar su tiempo. “Deberían empezar a cambiar su manera de pensar, de modo que en vez de pensar: ‘Más vale tarde que nunca’, deberían pensar: ‘Más vale estar temprano que tarde’”, dice el sicólogo Pierre Haber.

Es interesante que en su libro Get It All Done (Cumpla con todo), Tony y Robbie Fanning, esposos que trabajan como equipo de consejeros, hacen notar lo siguiente: “El estar atrasado no tiene nada que ver con el tiempo en sí; tiene que ver con posponer el plazo”. Las personas que siempre llegan tarde se encuentran retrasadas aunque tengan o se den a sí mismas más tiempo. Los Fanning sugieren que para deshacerse del hábito se debe adelantar el plazo mentalmente. Si se tiene que llegar a una reunión a las 7.00 de la noche, fíjese la meta de llegar a las 6.30 ó 6.45. Tal vez todavía llegue retrasado, como de costumbre, con relación a esta meta, pero estará a tiempo para la reunión.

Se puede conseguir ayuda

Son muchas las personas que, por no tener verdadera motivación, tardan en tratar de deshacerse de ciertos hábitos perjudiciales. Cierto hombre que, por 11 años fumaba hasta tres cajetillas de cigarrillos al día, relató su experiencia: “Por lo menos una docena de veces trate en serio de deshacerme del hábito, pero siempre fracasé. Cada vez que trataba de dejar el hábito pasaba por un período de agonía [...] y siempre acababa por fumar”. Otro hombre, que por unos diez años fue un jugador empedernido, dijo: “Traté varias veces de deshacerme del hábito, pero solamente lograba dejarlo por varios días a lo más”. Debido a que estos hombres fracasaron repetidas veces, ellos postergaron el hacer un nuevo esfuerzo. No obstante, con el tiempo ambos hallaron la motivación que necesitaban.

El ex fumador relató: “Al estudiar la Biblia con los testigos de Jehová aprendí muchos textos bíblicos que tenían que ver con la limpieza tanto espiritual como física. También está envuelto el principio fundamental de mostrarse amor unos a otros y de tratar a otras personas como queremos que se nos trate. ¿Cómo podría alguien ponerse a soplar humo en la cara de otra persona y decir que está obedeciendo dicho principio?”.

¿En qué resultó esta motivación recién hallada? “Decidí deshacerme del hábito una vez para siempre”, dijo él. “Cada vez que sentía deseos de fumarme un cigarrillo, pedía a Dios que me ayudara. Quedé sorprendido al ver que resultó más fácil de lo que yo había pensado.”

¿Qué hay del jugador? “Mi esposa se puso a estudiar la Biblia”, dijo él. “Ella me invitó al estudio y acepté. El resultado fue que pronto comprendí que el jugar es malo.” La verdad de la Biblia le proporcionó a él la motivación que necesitaba. En tres meses logró hacer lo que por diez años había estado postergando.

“El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará”, dice la Biblia en Eclesiastés 11:4. Por eso, sea que usted esté perturbado porque tiene un grave problema con la dilación o porque suele retrasarse, lo prudente es considerar en serio sus prioridades y sus hábitos. Entonces deje la costumbre de dejar las cosas para después.

[Ilustración en la página 20]

Antes que usted se dé cuenta, la noche ha pasado. La tarea que usted ha estado queriendo hacer tendrá que quedar para otra ocasión

[Ilustración en la página 21]

El estar siempre retrasado es un mal hábito

[Ilustración en la página 22]

La presión puede resultar en dilación

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