Salvaguarde su don del oído
¡ESCUCHE! ¿Qué oye usted? ¿Puede usted oír el tictac de un reloj? ¿el zumbido de un acondicionador de aire? ¿los ruidos de la calle? ¿Puede usted oír las voces lo suficientemente bien como para comprender lo que se dice?
Probablemente, como la mayor parte de nosotros, usted da más o menos por sentado la facultad del oído. No obstante, tan solo en los Estados Unidos y Canadá, más de 15.000.000 de personas son considerablemente sordas. La vida puede ser difícil para estas personas. Por ejemplo, en muchos casos los niños que sufren de defectos del oído no pueden aprender a hablar a una edad tan temprana como los demás niños. Además, a veces los padres, no dándose cuenta de que el niño padece de algún problema del oído, gritan al niño porque éste ‘no presta atención’. Los adultos que padecen de defectos del oído también tienen sus problemas. Algunos temen perder su trabajo si otros llegan a enterarse de que no pueden oír muy bien. O tal vez sufra su matrimonio debido a que se deteriore la comunicación.
Por lo tanto, usted puede ver que la facultad del oído es realmente un don precioso. La Biblia dice: “El oído que oye y el ojo que ve... Jehová mismo los ha hecho aun a ambos” (Proverbios 20:12). ¿Cómo, entonces, puede usted salvaguardar este don divino? Examinemos primero cómo oye el oído.
¿Cómo oímos?
Cuando usted oye los acordes suaves de una orquesta sinfónica o el sonido de la voz de su hijo, el aparato auditivo está respondiendo a vibraciones u ondas de sonido que hay en el aire. Estas vibraciones se miden en términos de siclos por segundo. Bajo un acuerdo internacional, se les ha dado el nombre de hertzio (Hz). El oído humano normal puede captar sonidos de entre 20 Hz y 20.000 Hz. Esto puede entenderse mejor al tomar en cuenta que la nota más baja de un piano es de aproximadamente 27 Hz, y la nota más alta es de unos 4.000 Hz.
Pero estas vibraciones tienen que ser lo suficientemente intensas como para que el oído las oiga. La intensidad se mide en términos de decibelios (dB). En esta escala, el cero se ha establecido como el punto de mínima audibilidad (el sonido más bajo que el oído humano puede percibir). El sonido del cantar de un pájaro tal vez llegue a su oído al nivel de 15 dB, el de una máquina de escribir al nivel de aproximadamente 60 dB, el ruido de una remachadora a unos 100 dB, y el de un avión de reacción a más o menos 125 dB; cuando el sonido alcanza unos 130 dB, entonces se siente dolor en el oído.
El mecanismo auditivo está dividido básicamente en tres unidades físicas: el oído externo, el oído medio y el oído interno.
El oído externo capta el sonido y lo conduce por el conducto auditivo hasta el tímpano, que está en el oído medio. El tambor vibrante está conectado a tres huesecillos llamados martillo, yunque y estribo. Así las vibraciones se transmiten a la tercera parte del aparato auditivo, el oído interno. Dentro de este oído interno maravillosamente complejo hay un conducto tortuoso llamado caracol, pues se parece a la concha de un caracol. Por el caracol pasan tres conductos llenos de fluido que transmiten las vibraciones del sonido a miles de filamentos minúsculos. Nervios que conectan con estos filamentos minúsculos convierten la energía mecánica de las vibraciones del sonido en impulsos nerviosos. Estos impulsos entonces se transmiten al cerebro.
El “oído que oye” es una maravilla. Por ejemplo, para discernir el sonido más débil, el tímpano se desvía una distancia que mide menos que el diámetro de un solo átomo. ¡No obstante, el mismo tímpano puede tolerar un sonido que sea un millón de veces más fuerte que el sonido más débil!
¿Qué puede ocurrirle al oído?
Para oír normalmente se tiene que poder oír todos los sonidos, desde el tono más bajo hasta el más alto. Además, se debería poder oír cada sonido a un nivel o intensidad muy débil. Pero a veces este sistema delicado se daña.
Respecto al oído externo, entre los principales problemas que resultan en que se pierda el oído figuran la impacción de cerilla (la cual el médico puede extraer) y problemas que resultan de meter algún objeto extraño en el conducto. A menudo a los niños les gusta meter toda clase de cosas en el conducto auditivo, desde gomas de borrar hasta frijoles. Obviamente esto puede hacer que ensordezcan y puede dañarles el oído. El seguir el consejo de no meterse nada en el oído es provechoso tanto para los niños como para los adultos.
Los problemas auditivos relacionados con el oído medio generalmente resultan de la acumulación de fluido en el espacio del oído medio. Con el tiempo, esto puede causar una infección. Otro problema consiste en que progresivamente ocurre un crecimiento excesivo del tejido óseo de los huesecillos del oído medio, lo cual puede impedir la movilidad de éstos. Esta condición también disminuye la agudeza del oído.
Cuando la deficiencia auditiva está asociada con el oído externo o el oído medio, generalmente es fácil identificar el problema porque el que padece del mal puede llegar a oír muy bien si las personas simplemente hablan más fuerte. Pero los problemas relacionados con el oído interno son mucho más complejos. La enfermedad o el trauma tienden a destruir las delicadas células nerviosas de esta parte del aparato auditivo. De esto resulta que, aunque el oído externo y el oído medio conduzcan las vibraciones al oído interno, éste no puede transmitir las vibraciones al cerebro. Por eso, ciertos sonidos se oyen más fuertes que otros, lo cual resulta en distorsión. Felizmente, se tiene éxito al tratar la mayor parte de los problemas asociados con el oído externo y el oído medio. Pero no es así en el caso del oído interno. Aunque quizás se puedan tratar las enfermedades del oído interno, no hay manera de reparar la destrucción del sistema nervioso asociado con el oído interno.
Queda claro, entonces, que es prudente conseguir tratamiento médico tan pronto como se descubra un problema auditivo. Los padres, especialmente, querrán notar cómo oyen sus hijos. Pero ¿cómo puede usted saber si su hijo tiene dificultades auditivas?
Cómo probar el oído de su hijo
Las madres y los padres instintivamente han estado probando el oído de sus infantes recién nacidos desde que ha habido bebés. Por lo general los padres observan cuando el hijo se asusta debido a un sonido fuerte o se vuelve hacia la dirección de donde proviene cierto sonido. También notan si el niño deja de jugar cuando sonidos nuevos o extraños llenan el ambiente. Pero si observan que el niño no muestra estar consciente de los sonidos, es tiempo de visitar al médico.
Los padres deberían observar igualmente si sus hijos responden a sonidos más suaves, como el tictac de un reloj o las cosas que se dicen en voz baja. Si usted tiene dudas, el médico puede hacer un examen más detallado del oído de su hijo por medio de usar un audiómetro. Éste es un instrumento diseñado para medir qué sonidos puede captar el oído y hasta qué grado puede captar sonidos bajos o suaves. Si se detecta algún problema, se puede suministrar tratamiento inmediatamente. Esto puede impedir que el oído sufra daño permanente.
Pero es necesario que se ejerza equilibrio. Los problemas del oído son bastante comunes entre los niños preadolescentes y no hay razón para sentirse alarmado si su hijo desarrolla dicho problema. Esos problemas generalmente se resuelven a medida que el niño crece y llega a la adolescencia. El interesarse y tomar medidas de manera juiciosa por lo general puede ayudar al niño a pasar por estos años difíciles y contribuir a que oiga normalmente de nuevo.
Es interesante que muchas industrias, agencias de sanidad y escuelas han establecido programas para la conservación del oído. Los que se benefician de estos programas se hacen examinar los oídos con regularidad. Mediante pruebas se puede identificar a las personas que tal vez tengan enfermedades del oído y a las que, aunque no padezcan de ninguna enfermedad del oído, son propensas a perder el oído. Puede que dicho programa esté disponible en la comunidad en la que usted vive. Si no, quizás usted quiera hacer arreglos para que su hijo sea examinado del oído cada año o cada dos años, o cuando parezca que su hijo no esté oyendo bien.
Cómo evitar la pérdida del oído
Por supuesto, las pruebas auditivas no son solo para los niñitos. Si usted trabaja en un ambiente bullicioso, debería hacerse examinar los oídos con regularidad. Es cierto que usted tal vez haya trabajado en dicho empleo por años sin notar que haya disminuido su facultad auditiva. No obstante, ¡ésta puede deteriorarse en cualquier momento! Por eso, es mejor estar seguro. Use aparatos para proteger los oídos, como por ejemplo, tapones correctamente diseñados o hasta orejeras.
En el caso de los adolescentes, la música que optan por escuchar puede tener un gran efecto en la facultad auditiva. Por ejemplo, los conciertos de música “rock” frecuentemente exponen a los oyentes incautos a decibelios de sonido tan altos que resultan peligrosos. Un estudio efectuado entre 1.410 estudiantes de primer año de universidad reveló que más de 60 por 100 de ellos habían “perdido considerablemente el oído con relación a los niveles de sonido de alta frecuencia”. ¿Se habrá debido esto, siquiera en parte, al tipo de música que escuchaban?
Tenga cuidado también con los populares, pero potencialmente peligrosos, audífonos para escuchar música estereofónica. Según una cita que apareció en el periódico The Wall Street Journal, ciertos especialistas en la audición dijeron que “no cabe duda de que estos aparatos pueden causar una permanente [...] sordera sensorineural... especialmente si se utilizan a un volumen de cuatro o más por períodos prolongados”. Por lo tanto, ¡el mantener bajo el volumen podría salvarle el oído!
Claro, aun con todas estas precauciones, la sordera es un triste resultado de la vejez. A una edad tan temprana como los 30 años se puede empezar a perder la habilidad de oír sonidos de tonos altos. Y con cada década puede irse deteriorando la facultad de oír los sonidos moderados y los sonidos bajos. Esto puede ser especialmente molestoso para las personas de edad avanzada, pues cuando no pueden oír claramente los sonidos moderados, se les dificulta la comunicación; entonces, el habla suena distorsionada y poco clara. No se puede hacer nada para remediar esta situación mediante la medicina o la cirugía, pero se puede aliviar un poco por medio de usar un audífono que se acomode bien al oído.
Con todo, la persona que realmente aprecia la facultad auditiva tomará las medidas necesarias para salvaguardar este don: se hará revisar los oídos con regularidad, procurará tratamiento médico si sospecha que hay un problema y evitará exponerse por períodos prolongados a un ambiente en el que haya sonidos de altos decibelios.
Pero ¿qué hay de las personas que ya hayan perdido el oído parcialmente o del todo? Estas personas no tienen que darse por vencidas. Pueden considerar con aprecio todos los demás sentidos que aún tienen y usar éstos plenamente. El perder el oído no impide necesariamente el que la persona pueda llevar una vida satisfaciente y útil. Pero algo que es más importante aún es el consuelo que proviene de la promesa bíblica de que habrá un tiempo en que “los oídos mismos de los sordos serán destapados” (Isaías 35:5). Este texto bíblico señala principalmente a la maravillosa curación que se realizará en sentido espiritual. No obstante, podemos estar seguros de que junto con las bendiciones espirituales que se mencionan en esta profecía también habrá bendiciones parecidas en sentido físico: la curación milagrosa de las personas afligidas con la sordera.
Por lo tanto, los que tienen dificultades con el oído, o no pueden oír, pueden tener un futuro brillante. Pero mientras tanto, salvaguarde su don del oído. Esto agradará al Creador del “oído que oye”.
[Diagrama en la página 25]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Ningún aparato auditivo hecho por el hombre está tan ingeniosamente diseñado como su oído
Nervio auditivo
Huesecillos
Oído externo
Conducto auditivo
Tímpano
Caracol