La unidad que tiene la aprobación de Dios
HEMOS examinado algunos de los muchos esfuerzos que se han hecho para unir a la humanidad sobre la base de la religión. Pero hasta el Concilio Mundial de Iglesias está dividido respecto a muchos asuntos y no puede hacer un llamamiento claro y unido en su mensaje. ¿Por qué fracasan dichos esfuerzos por lograr la unidad?
Primero, porque los esfuerzos por alcanzar dicha unidad tienen como base tan solo uno o dos puntos doctrinales o aspectos estructurales de organización, lo cual usualmente resulta de haber cedido respecto a ciertas creencias sectarias individuales. Además, se esfuerzan por unir grupos más bien que personas, y en muchos casos es mayor la desunión entre los componentes de los grupos que se están uniendo que entre los grupos mismos. También, el alcanzar unidad en cuanto a uno o dos puntos doctrinales no significa que los millones de miembros de las iglesias que están implicados en el asunto estén unidos en lo relacionado con su modo de pensar, sus opiniones y su conducta. Tal unidad no es la que Dios aprueba.
La unidad que Cristo Jesús enseñó
Cuando Cristo Jesús estuvo en la Tierra, dijo que los que adoran a su Padre “tienen que adorarlo con espíritu y con verdad” (Juan 4:23, 24). Esto significa una unión mucho más extensa que la que está envuelta en unir grupos o llegar a un acuerdo sobre uno o dos puntos doctrinales. Él dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos. El que permanece en unión conmigo, y yo en unión con él, éste lleva mucho fruto [...] Permanecen en unión conmigo y mis dichos permanecen en ustedes [...] Si observan mis mandamientos, permanecerán en mi amor” (Juan 15:5, 7, 10). Jesús no habló de una unidad superficial, sino que dijo que sus dichos deberían permanecer en sus discípulos y que éstos deberían obedecer todos sus mandamientos.
¿No dijo Jesús que sus seguidores no debían ser parte de este mundo (Juan 15:19), que debían amarse los unos a los otros como él los amaba (Juan 13:34, 35), que debían evitar la falta de honradez y la inmoralidad (Mateo 5:28; Marcos 7:21-23), y que debían pasar por la puerta angosta y permanecer en el camino estrecho a fin de obtener la vida (Mateo 7:13, 14)? ¿Puede alguien sinceramente afirmar que tan siquiera una minoría de los miembros de las iglesias que están esforzándose por la unidad ponen en práctica estos dichos de Jesús? Sin embargo, el mismísimo fundamento de la unidad entre los hombres tiene que ser su unidad con Cristo Jesús y los dichos de él. Pero se podría preguntar: ¿Es posible tal unidad? La Biblia responde que sí; se puso en práctica en la congregación cristiana del primer siglo.
La noche antes de morir, Jesús oró a su Padre celestial respecto a sus seguidores: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. [...] Yo hago petición [...] para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:17, 20-23). Esta unidad siguió siendo reforzada por el efecto que la Palabra de Dios y el espíritu santo ejercieron en los seguidores de Jesús.
La unidad de la congregación cristiana primitiva
Los primeros discípulos cristianos estaban unidos en torno a las enseñanzas de los apóstoles (Hechos 2:42). Jesús había mandado a sus seguidores que hicieran discípulos de gente de todas las naciones, de modo que la unidad de ellos llegaría a superar las fronteras nacionales y raciales (Mateo 28:19, 20). Por eso podía decirse respecto a los primeros cristianos: “No hay ni judío ni griego, no hay ni esclavo ni libre, no hay ni macho ni hembra; porque todos ustedes son una persona en unión con Cristo Jesús”. (Gálatas 3:28.)
Los cristianos primitivos estaban unidos en lo que tenía que ver con su concepto de Dios, Su nombre y Sus propósitos (Mateo 6:9, 10; Romanos 10:13; 1 Pedro 3:10-12; 1 Juan 4:8-10), como también respecto a su punto de vista en cuanto al mundo que los rodeaba (2 Corintios 4:4; Santiago 4:4; 1 Juan 2:15-17; 5:19, 20). También compartían el parecer que sostuvo Pedro con relación a la conducta moral cuando declaró: “De acuerdo con el Santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta” (1 Pedro 1:14-16; 2:12). Así podemos ver que la unidad de la congregación cristiana del primer siglo era de mucho alcance. A aquellos cristianos se les exhortó que ‘hablaran de acuerdo, y [...] estuvieran aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar’. (1 Corintios 1:10.)
Pero tal vez algunos objeten que ése era el caso cuando la congregación cristiana era pequeña y estaba en su infancia, en su estado primitivo. Además, tal vez digan que era solo natural que se fueran desarrollando grandes diferencias con el pasar del tiempo, a medida que el cristianismo fue incluyendo muchos grupos nacionales, raciales y culturales. No obstante, Jesús pidió en oración que el amor y la unidad que sus seguidores desplegaran sirviera para probar que él había sido enviado por Dios y que ellos eran sus discípulos (Juan 17:20, 21; 13:34, 35). Es razonable que sea así en el caso de los discípulos verdaderos de Jesús en el tiempo del fin, en el que ahora vivimos. Tal unidad realmente existe dentro del grupo de personas conocidas como los testigos de Jehová, cuyo número va creciendo.
La verdadera unidad cristiana en nuestro tiempo
Los testigos de Jehová, quienes anteriormente estaban divididos cuando eran miembros de muchísimas diferentes religiones, o cuando no pertenecían a ninguna religión, han llegado a estar verdaderamente unidos, gracias a la adoración que rinden a Dios mediante Jesucristo y al efecto unificador que la Palabra de Dios, la Biblia, ha ejercido en la vida de ellos.
En caso de que algunos no consideren esto como una unidad verdadera, sino como una especie de reglamentación sectaria, decimos a tales personas: Observe honrada y detenidamente las actividades de los testigos de Jehová dondequiera que usted viva. Hallará que tienen las mismas creencias, el mismo concepto de Dios, el mismo parecer respecto a la conducta moral y el mismo punto de vista con relación al mundo en torno a ellos que sus compañeros de creencia de todos los demás países del mundo. Éste es el caso sin importar cuál sea su nacionalidad o raza ni cuáles hayan sido sus previas afiliaciones religiosas o políticas. Debido a que siguen el mandato de Jesús de no ser parte de este mundo (Juan 15:19), los conflictos del mundo no disuelven su unidad.
La de ellos es una unidad de personas, no una mera unión de grupos. La de ellos es una unidad de pensamiento y de conducta, unidad que afecta todo aspecto de su vida. Se trata de una unidad basada en buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33). Los testigos de Jehová oran: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino” (Mateo 6:9, 10). Para ellos, se trata de algo más que una recitación sin sentido. Estas palabras señalan a la verdadera esperanza para unir a la humanidad: el gobierno celestial de Dios, que es el Reino.
Vea esto con sus propios ojos. Le instamos a que se comunique con la congregación de los testigos de Jehová de su localidad y asista a sus reuniones. Además, durante los meses venideros los testigos de Jehová estarán celebrando grandes asambleas de distrito. Por medio de asistir a una de dichas asambleas, y también al asociarse con los testigos de Jehová de una congregación cercana, usted podrá observar y experimentar la unidad que los testigos de Jehová han alcanzado... la unidad que Dios aprueba.
[Ilustración en la página 11]
En las reuniones de los testigos de Jehová se puede experimentar la verdadera y completa unidad que existe entre personas movidas por la Palabra de Dios