Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo mejorar mis calificaciones?
“UNA joven excelente, además de inteligente y laboriosa. ¡No se puede pedir más!” Esto es lo que dice la sección de “Comentarios del maestro” de la tarjeta de calificaciones de cierta joven. Y una mirada a las calificaciones de honor de ella explica el entusiasmo del maestro. ¡He aquí una adolescente que no temía llevar a casa su tarjeta de calificaciones!
Pero, aunque el tener buenas calificaciones no es todo cuanto importa, ciertamente es útil para indicar el progreso que vas haciendo en la escuela. Y sin duda piensas como Iván, adolescente que dijo: “Quiero aprender algo. No quiero ir a la escuela simplemente a sentarme en clase y dejar que pase el tiempo”. (Las cursivas son nuestras.) Por eso, ¿cómo puedes obtener buenas calificaciones mientras vas a la escuela?
“No quería llegar a ser demasiado inteligente”
¿Cuál es tu actitud respecto al logro escolar? Hay quienes verdaderamente temen obtener buenas calificaciones. Roslyn (de 13 años de edad) dijo: “Contestaba las preguntas hasta el grado de obtener una calificación satisfactoria... no quería llegar a ser demasiado inteligente”. ¿Por qué? “Me preocupaba mucho lo que los muchachos pudieran pensar. Si contestaba demasiadas preguntas, decían: ‘[...] ¡Lo sabe todo!’” Otra joven también recuerda: “No quería que ninguno de ellos pensara que yo estaba tratando de ser mejor que ellos”.
El que tengas la reputación de ser inteligente tal vez realmente no contribuya a que ocupes los primeros lugares en las encuestas de popularidad. De hecho, ciertos estudios muestran que, entre los estudiantes de escuela secundaria, al atleta se le tiene en muchísima más estima que al estudiante brillante. Tal vez el inteligente hasta sea objeto de ataque por parte de los demás. Miguel, que asiste a una escuela donde los estudiantes son agrupados según las habilidades que tengan, dice: “Los muchachos que están en los niveles ‘inferiores’ no reciben tareas... los maestros saben que de todos modos no las harán. Así que estos estudiantes se mofan de nosotros, los que estamos en los niveles ‘superiores’, ¡porque recibimos todas las tareas!”.
¿Debes, por lo tanto, hacerte el tonto? Puede que ello aumente tu popularidad entre algunos grupos, pero ¿qué sucederá a la larga? ¿Cómo se sentirán tus padres si tu trabajo escolar no refleja tus aptitudes? Y ¿pudiera hasta cerrarte la puerta a oportunidades futuras, como la de obtener un empleo, el que obtengas calificaciones mediocres? Los jóvenes que te recomienden que no te esfuerces al máximo —o que hasta te ridiculicen por hacerlo— demuestran que te tienen envidia y se sienten inseguros. De acuerdo con la Biblia, el sentirse celoso por el logro de los demás es “animal” y “vil” (Santiago 3:14-16). ¿Por qué descender a un nivel tan bajo por hacer caso a los celos de ellos? ¿Vale la pena el siquiera asociarse con jóvenes que te animen a que hagas un trabajo inferior? La Biblia aconseja: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). Así que evita a los que traten de impedir que estudies. El aprender es mucho más importante que el complacer a los “estúpidos”.
Fíjate metas
Sin embargo, hasta jóvenes que quieren salir bien en la escuela tienen a menudo sentimientos negativos con relación a sí mismos. Se imaginan que son tan inútiles como “una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra” en lo relacionado con salir bien en la escuela (Santiago 1:6). Según la profesora Linda Nielsen, estos jóvenes tienden a “culpar a fuentes fuera de su control cuando no hacen una buena labor [en la escuela]: preguntas injustas en el examen, una maestra prejuiciada, el tener mala suerte, el destino, el tiempo”. Moviendo las manos en señal de desaliento, dicen: ‘¿De qué me vale? No soy ningún genio. Lo más probable es que de todos modos fracase’.
No obstante, el secreto de obtener buenas calificaciones no depende ni del ser “genio” ni del tener “suerte”. La revista Teen hizo recientemente una encuesta entre algunos estudiantes de escuela secundaria que tenían calificaciones excelentes. ¿Cuál era su secreto? “La motivación personal ayuda a uno a seguir adelante”, dijo uno. “El seguir un horario y el organizar el tiempo de uno”, dijo otro. “Uno tiene que fijarse metas”, dijo aún otro. Sí, tus calificaciones dependen principalmente, no de factores fuera de tu control, sino de TI... de cuánto estés dispuesto a esforzarte.
Por lo tanto, ¿por qué no te fijas la meta de obtener calificaciones que estén a la altura de tus aptitudes? (Sin duda tus padres pueden ayudarte mucho al decirte qué calificaciones creen ellos que puedes sacar.) Barbara Mayer, profesora de escuela secundaria y escritora, escribe en The High School Survival Guide (Guía para sobrevivir en la escuela secundaria) lo siguiente: “Los estudiantes que se fijan metas académicas apegadas a la realidad, y luego confían en que pueden alcanzarlas, probablemente hasta se sorprendan de su mismísimo éxito”.
Por eso, si tus calificaciones no están a la altura de tus aptitudes, no culpes a tus maestros ni a la escuela. Cierto escritor dijo que los estudiantes “a menudo fracasan porque tratan de obtener algo por nada”. O como dice la Biblia: “El perezoso se muestra deseoso, pero su alma nada tiene” (Proverbios 13:4). Sí, a veces la verdadera culpable de que obtengas malas calificaciones es la pereza. ¿Cuál es el remedio? ¡Estudiar y trabajar duro como se hacía antes!
‘Pero yo sí estudio’
Esto es lo que algunos jóvenes pudieran objetar. Sinceramente opinan que ya están trabajando hasta más no poder, pero sin resultados. Sin embargo, hace algunos años ciertos investigadores notaron que había niños de ciertos grupos étnicos que consecuentemente obtenían malas calificaciones en la escuela. Muchos de ellos echaron a un lado los problemas al pensar: ‘A estos niños simplemente no les interesa la escuela’. Pero ése no era el caso en absoluto. De modo que ¿por qué fracasaban en la escuela? Celestino Fernández y otros investigadores de la Universidad de Stanford, California (E.U.A.), decidieron investigar el asunto.
Entrevistaron a unos 770 estudiantes y les preguntaron cuánto esfuerzo creían ellos que estaban haciendo para cumplir con su tarea escolar. Para asombro de todos, ¡los estudiantes que tenían calificaciones bajas creían que estaban trabajando tan arduamente como los demás! Sin embargo, cuando se examinaron sus hábitos de estudio, se descubrió que en realidad estudiaban mucho menos en casa que los estudiantes que tenían calificaciones excelentes. Parece que, al menos en parte, sus maestros eran responsables de aquel parecer erróneo. Quizás creían que, en primer lugar, la aptitud de los niños que tenían calificaciones bajas era muy limitada. O tal vez hayan pensado que el simplemente ser afectuoso y amigable con ellos bastaba para moverlos a superarse. Sin importar lo que haya sido, parece que los maestros encomiaban muchísimo los esfuerzos mínimos de los estudiantes. De manera rutinaria daban calificaciones aprobatorias a los niños por tan solo asistir a clases. Se les hacía creer que ya habían trabajado lo más duro que podían. Por eso muchos de ellos no se esforzaron arduamente por mejorar.
Si tus calificaciones son bajas, ¿pudiera ser que tú también creas, erróneamente, que estás dedicando suficiente tiempo a estudiar? En muchos lugares las normas académicas han decaído... si no es que las han eliminado por completo. Al ver que pueden pasar de grado fácilmente, los jóvenes se esfuerzan poco, y, como resultado, sacan poco provecho de la instrucción escolar. Pero en tu caso, ¡no te estanques en la mediocridad! Pregúntate: ‘¿Precisamente cuántas horas dedico por la noche a prepararme para la escuela? ¿Considero que el estudiar es un asunto serio, o estudio con pocos deseos? ¿Doy prioridad a actividades menos importantes, como el ver televisión?’.
El que te examines de esa manera podría resultar en que mejoraras tus hábitos de estudio. Pues, el solo aumentar la cantidad de tiempo que dedicas a estudiar podría tener efectos dramáticos en las calificaciones que obtengas. Considera lo que se dijo en la publicación Journal of Educational Psychology acerca de cierto estudio que se hizo. Después de analizar los hábitos de estudio de miles de jóvenes de escuela secundaria, el estudio concluyó que “el aumentar la cantidad de tiempo que se dedica a hacer las tareas escolares tiene un efecto positivo en las calificaciones de los estudiantes de escuela secundaria”. De hecho, incluso se cree que “con dedicar de 1 a 3 horas a la semana a hacer las tareas escolares, el estudiante promedio de poca habilidad podría obtener las mismas calificaciones del estudiante promedio que sea hábil y no haga sus tareas”.
En sentido figurativo, el apóstol Pablo tuvo que ‘aporrear su cuerpo’ para alcanzar sus metas (1 Corintios 9:27). De igual manera, tienes que establecer una norma de ponerte fuerte contigo mismo, especialmente si eres de los que dejan de estudiar para ver la televisión o te distraes con otras cosas fácilmente. El Dr. Ed Olive recomienda: “Haz un contrato contigo mismo. Por ejemplo, di a ti mismo: ‘Terminantemente me obligaré a estudiar por lo menos una hora todos los días’”. Incorporadas en este “contrato” puede haber recompensas (‘Tomaré un bocadillo cuando termine de estudiar’) y hasta castigos (‘Si no estudio, ¡no veré televisión este fin de semana!’). Como recordatorio útil, hasta pudieras poner en la TV un letrero que diga: “¡No veré televisión sino hasta que termine las tareas!”.
Recuerda: la actitud, la motivación y la autodisciplina son buenos puntos de partida para obtener buenas calificaciones.
[Comentario en la página 24]
¡Los estudiantes que tenían calificaciones bajas creían que estaban trabajando tan arduamente como los demás! Sin embargo, se descubrió que en realidad estudiaban mucho menos en casa que los jóvenes que tenían calificaciones excelentes
[Ilustración en la página 23]
Di a ti mismo: “No veré televisión sino hasta que termine las tareas”, e incluso pon un letrero en el televisor si es necesario