La política... su fruto de la I Guerra Mundial
Hace casi 2.000 años, Jesucristo pronunció su famoso Sermón del Monte, en el cual dio los principios básicos de la conducta cristiana. En vez del odio, enseñó el amor; en vez de la venganza, el perdón y el no recurrir a la violencia (Mateo, capítulos 5 a 7). En el transcurso de la historia, la cristiandad ha afirmado que sigue el ejemplo de él. Pero ¿qué revela un examen más detenido de la política del siglo XX? ¿Realmente han puesto en práctica el cristianismo los gobiernos de la cristiandad? ¿O han seguido, consciente o inconscientemente, los principios cínicos que Nicolás Maquiavelo observó en su estudio de la historia humana? En su libro El príncipe, él expuso los métodos que por siglos los hombres de estado habían usado con éxito. Sus máximas principales se enumeran en la página 7.
A MEDIDA que el mundo entraba en el siglo XX, el futuro parecía relativamente estable. Las principales potencias europeas habían establecido alianzas que se contrapesaban y que teóricamente deberían haber garantizado la paz. Pero, como escribió el historiador R. R. Palmer en A History of the Modern World, “los europeos creían que se dirigían a una especie de período relativamente estable, lleno de progreso favorable y civilización más abundante, cuando los beneficios de la ciencia y las invenciones modernas se difundirían más ampliamente. [...] En vez de eso, Europa tropezó en 1914 con un desastre”.
El profesor A. J. P. Taylor hasta declara: “Es difícil, de hecho, descubrir alguna causa de hostilidad entre las grandes potencias europeas a principios del verano de 1914”. No obstante, los políticos europeos ‘tropezaron con el desastre de la Gran Guerra’ de 1914-1918. ¿Por qué? De acuerdo con el mismo profesor, la causa fue “el sistema de alianzas [la Triple Alianza de Alemania/Austria-Hungría/Italia contra la Triple Entente de Francia/Rusia/Gran Bretaña] [...] Se suponía que ellas contribuyeran a la paz; contribuyeron a la guerra”.
Jesús enseñó: “Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”, y: “Continúen amando a sus enemigos” (Mateo 5:39, 44). Maquiavelo indicó que ‘el método bestial de la fuerza era frecuentemente necesario’ para que un gobernante alcanzara sus objetivos. Escribió: “Es necesario que el príncipe que desee conservar lo suyo sepa hacer mal, y usarlo o no usarlo según la necesidad”. De acuerdo con él, habría que sacrificar los principios cristianos por la conveniencia.
Cuando los gobernantes políticos católicos, protestantes y ortodoxos de Europa —reyes, emperadores, presidentes y primeros ministros— declararon la guerra en 1914, ¿qué enseñanzas estaban siguiendo ellos consciente o inconscientemente? ¿Las de su supuesto Amo Jesucristo, o el consejo pragmático de Maquiavelo?
“La guerra para poner fin a las guerras” y la guerra “para crear el mundo seguro para la democracia” fueron algunos de los lemas que se usaron para justificar la matanza en masa a la cual los líderes políticos condujeron en manadas a los hombres jóvenes de 1914. Y ¿qué tipo de guerra fue? ¿Cuál fue el precio que pagaron —no los políticos— sino la gente?
Resultados de la I Guerra Mundial
Tal vez la batalla de Somme, en el norte de Francia, resume el insensato sacrificio humano que tuvo lugar en la Gran Guerra. El profesor Palmer declara: “La batalla de Somme, que duró de julio a octubre [de 1916], costó a los alemanes aproximadamente 500.000 hombres; a los británicos, 400.000 hombres, y a los franceses, 200.000 hombres”. El costo total... ¡1.100.000 hombres! ¿Cuál fue el resultado? “No se había ganado nada de valor”, declara el historiador Palmer. Pero se había perdido mucho... 1.100.000 padres, esposos e hijos que dejaron tras sí a millones de padres, esposas y huérfanos afligidos. ¡Ésta fue la cosecha mortífera de tan solo una batalla! ¿Cuál fue la causa básica de ésta? La política divisiva, que se valió del nacionalismo y el patriotismo a fin de proporcionar la carne de cañón para una guerra que nunca debería haberse peleado.
¿Y cuál fue el precio total que pagó la gente (pero rara vez los gobernantes) de las naciones combatientes? Una fuente declara: “Para el 11 de noviembre de 1918 [...] ocho millones de soldados yacían muertos, otros veinte millones habían quedado heridos, enfermos, mutilados, o escupiendo sangre debido a los ataques con gas”. ¿Y qué hay de las bajas entre los civiles? “Veintidós millones de civiles habían sido muertos o heridos, y los sobrevivientes vivían en aldeas que habían volado en fragmentos y habían sido convertidas en escombros.”
En vista de toda esta matanza, ¡qué apropiado es el símbolo que se usa en la Biblia para la entera organización política mundial de Satanás durante toda la historia... “una bestia salvaje”a! (Revelación 13:1, 2.) A veces algunas bestias salvajes matan por matar. Otras hasta matan a su propia prole.
Sin embargo, hubo muchas esperanzas cuando la I Guerra Mundial terminó en un armisticio en noviembre de 1918. Como lo expresó el escritor Charles L. Mee en su libro The End of Order, Versailles 1919: “La I Guerra Mundial había sido una tragedia de escala espantosa. Se movilizó a 65.000.000 de hombres —más, por muchos millones, de los que jamás se habían reunido anteriormente para una guerra— para pelear una guerra, según se les había dicho, de justicia y honor, de orgullo nacional y de grandes ideales, para hacer una guerra que pondría fin a toda guerra, para establecer un orden completamente nuevo de paz y equidad en el mundo”.
¿Escarmentaron los líderes políticos del mundo a raíz de aquella espantosa carnicería? ¿Se acercaron más las llamadas naciones cristianas a practicar el amor que Cristo enseñó? No, pues los sucesos desde 1918 ciertamente han desmentido las trivialidades y los lemas que usaron astutamente los políticos, el clero y los militaristas.
El comentario del escritor Mee es pertinente: “Los diplomáticos se reunieron [para la Conferencia de Paz de París]... y, lejos de restaurar el orden al mundo, tomaron el caos de la Gran Guerra y, por medio de venganza e inadvertencia, impotencia y mala intención, lo sellaron como la condición permanente de nuestro siglo”. El hecho de que el caos fue sellado como una condición permanente del modo de vivir del siglo XX quedó confirmado por acontecimientos posteriores.
[Nota a pie de página]
a Para información más detallada sobre la “bestia salvaje” política de Revelación, véase el libro “Entonces queda terminado el misterio de Dios”, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Recuadro en la página 7]
En el libro El príncipe, Nicolás Maquiavelo (1469-1527), escritor y hombre de estado hábil, expresó las siguientes máximas respecto a cómo tener éxito en calidad de gobernante político.
1) “Es mucho más seguro ser temido que amado [...] Los hombres tienen menos escrúpulos [inconvenientes] en ofender a alguien amado que a alguien temido.
2) ”Nuestra experiencia ha sido que los príncipes que han efectuado grandes cosas han considerado de poco valor la buena fe.
3) ”Usted tiene que saber que hay dos modos de contender: uno por la ley, el otro por la fuerza; el primer método es apropiado para los hombres; el segundo, para las bestias; pero debido a que el primero frecuentemente no basta, es necesario recurrir al segundo.
4) ”Por eso no es necesario que un príncipe tenga todas las buenas cualidades que acabo de enumerar, pero es muy necesario que parezca tenerlas.” (Las cursivas son nuestras.)
5) Un príncipe debe “parecer completamente misericordioso, fiel, humanitario, recto y religioso al que lo ve y lo oye. No hay nada más necesario que aparentar tener esta última cualidad, puesto que los hombres generalmente juzgan más por la vista que por la mano [...] Todos ven lo que usted parece ser, pocos realmente saben lo que usted es”.
6) “Un príncipe no debe tener ningún otro objetivo ni pensamiento, ni escoger nada más para su estudio, que la guerra y sus reglas y disciplina, pues esto es el único arte que incumbe al que gobierna.
7) ”Es necesario que el príncipe que desee conservar lo suyo sepa hacer mal, y sepa usarlo o no usarlo según la necesidad.”
[Fotografía en la página 6]
La matanza en masa de la I Guerra Mundial destaca la locura de los políticos
[Reconocimiento]
Archivos Nacionales
[Ilustración en la página 7]
Maquiavelo basó sus máximas políticas en la historia