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¡Despertad! 1985
g85 22/4 págs. 22-23

La incontenible lagarta

“ESTÁN por todas partes”, dijo la joven a su esposo en tono de queja mientras agitaba desesperadamente los brazos para evitar una espinosa oruga de color castaño oscuro que oscilaba hacia ella con el viento. Ella tenía razón. Las orugas estaban por todas partes... se arrastraban por los troncos y las ramas de los árboles o colgaban de invisibles hilos sedosos. La pareja, cansada de quitarse orugas de encima mutuamente, acortó su paseo por el bosque. Las orugas eran una molestia.

¿Una molestia? Las autoridades dicen que son una plaga. En 1980 esas orugas deshojaron dos millones de hectáreas (5.000.000 de acres) de bosques en el nordeste de los Estados Unidos. Peor aún, en 1981 deshojaron un máximo de 5.120.000 hectáreas (12.800.000 acres). “Han resistido también todo ataque que se ha lanzado contra ellas —dice la revista Smithsonian—, hasta el punto de que el frente de su invasión ahora se extiende a lo largo de una línea ondulada e indistinta desde Virginia y Maryland hasta Virginia Occidental y dentro de la zona occidental de Pensilvania y Nueva York, con numerosos focos aislados, esparcidos más allá.” Hasta los estados de California, Oregón y Washington, en la costa occidental, están amenazados.

El enemigo, al parecer, es incontenible. Después de salir de sus huevos a fines de abril o mayo, las larvas de 0,3 centímetros (1/8 pulgada) de largo, se deleitan con cualquiera de 500 tipos de árboles y arbustos si es necesario, aunque las hojas de la encina son sus favoritas. Las larvas, llevadas por vientos que atrapan sus hilos sedosos, flotan de árbol en árbol o viajan en autostop en automóviles, remolques o muebles de patio hasta nuevos territorios. Para cuando alcanzan 6,5 centímetros (2-1/2 pulgadas) de largo, cada oruga puede consumir 77 centímetros cuadrados (12 pulgadas⁠2) de hojas en 24 horas. Cuando están alborotadas, son verdaderamente plagas... se arrastran por los caminos, caen en los platos durante barbacoas en el patio y provocan una constante lluvia de excremento y hojas medio comidas. En el peor de los casos, matan árboles que son demasiado débiles para resistir la pérdida de hojas por varios años sucesivos.

La lagarta fue introducida accidentalmente en los Estados Unidos en 1869, cuando un vendaval volcó una jaula de orugas de lagarta, importadas por un naturalista francés que trabajaba en Medford, Massachusetts. Las orugas salieron por la ventana arrastrándose. Veinte años más tarde, Medford estaba inundado de ellas. Por los siguientes diez años, las personas que combatieron la plaga en Massachusetts lucharon contra el insecto con antorchas, creosota, raspadores, papel engomado y rociadas de arseniato de plomo y otros venenos, y casi tuvieron éxito en exterminarlas. Pero a medida que las cantidades de lagartas disminuyeron, también disminuyó el interés en combatirlas.

Sin embargo, su territorio siguió extendiéndose. Para 1900 ellas habían mordisqueado todo Massachusetts. Estaban en Rhode Island para 1901. Pasaron a New Hampshire en 1905, a Connecticut en 1906, a Vermont en 1912, y a Nueva York en 1922. Para 1934 estaban en Pensilvania. Pero tal como se iba extendiendo su territorio, la cantidad de bosques que ellas deshojaban variaba... hecho desconcertante para los que combatían la plaga y trataban de predecir la siguiente maniobra del enemigo.

Una leve esperanza de detener su avance surgió en la década de los años cincuenta, al aparecer la fumigación aérea con DDT. Pero los que combatían la plaga se vieron obligados a recurrir a productos químicos menos tóxicos cuando se proscribió el DDT debido a sus efectos mortales en otros miembros de la fauna silvestre. Mientras tanto, se desarrollaron controles más selectivos. Cierto agente bacteriano de uso popular, el Bacillus thuringiensis, es mortal solo para las lagartas y las mariposas. Otro agente viral mata solo a las lagartas, pero es muy caro y no está disponible en grandes cantidades. Además, de los aproximadamente 45 predadores y parásitos de la lagarta que se han introducido en América del Norte, más o menos una docena de ellos se han establecido firmemente.

Pero a pesar de los millones de dólares que se han gastado en venenos y armas biológicas, las lagartas continúan su ofensiva hacia el oeste y el sur a razón de entre 8 y 25 kilómetros (5 y 15 millas) al año. Algunas autoridades sostienen que el uso extendido de plaguicidas estimula el esparcimiento de la lagarta. ¿Cómo? Las lagartas que se esparcen con bastante lentitud o que no tienen inmunidad contra los venenos se convierten rápidamente en el blanco y son exterminadas. Por consiguiente, las lagartas que sobreviven tienden a ser más ambulantes y más resistentes a venenos. Además, estas cepas resistentes se reproducen en proporciones asombrosas, ya que no tienen rivales que las priven de alimento y porque los venenos más comunes han eliminado a sus enemigos naturales.

El biólogo Jack Schultz, de la universidad autónoma Dartmouth, sugiere que contemos con las defensas de la propia naturaleza. Él ha demostrado que los árboles deshojados echan hojas de reemplazo ricas en tanino, lo cual las hace menos agradables al paladar de las orugas. “Sencillamente dejen tranquilos a los árboles y las plantas —insta él—. La variabilidad es un control más potente que la fumigación uniforme, y el tanino no introduce sustancias tóxicas en el ambiente.” Es interesante notar que una variedad de causas naturales —enfermedades virales, predadores, y tensión por falta de alimento— comienzan a surtir efecto cuando las poblaciones de lagartas se hacen demasiado grandes. Por estas razones, desde 1981 la defoliación forestal causada por la lagarta ha disminuido drásticamente.

El ver un bosque de encinas sin hojas y de apariencia muerta, asolado en pleno verano por orugas hambrientas, es espantoso. No obstante, el bosque tal vez no esté tan devastado como parezca. Se ha indicado que tal defoliación de los bosques del este sencillamente acelera el crecimiento del haya estadounidense, el arce del azúcar y el tsuga del Canadá... especies culminantes que las lagartas no favorecen como alimento. Quizás la naturaleza esté demostrando otro control natural que algún día disminuya los alborotados ataques devastadores de la lagarta. Pase lo que pase, la publicación Conservationist concluye: “Las consecuencias biológicas de mucho alcance ocasionadas por la invasión forestal de la lagarta ahora parecen previsibles y tal vez sean en realidad beneficiosas”. Éste es un punto de vista positivo. Nosotros pudiéramos ser optimistas también. Después de todo, las criaturitas están aquí permanentemente.

[Ilustraciones en las páginas 22, 23]

La vida de una lagarta adulta dura solo una semana, suficiente tiempo para el apareamiento. La hembra pone conjuntos de huevos que pueden contener hasta mil huevos

[Reconocimientos]

Servicio Forestal del USDA

Servicio Forestal del USDA

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